Por Teresa Porzecanski
LIBROS SOBRE UMBANDA Y BTUQUE
Todo
está vivo y palpita
Tal
vez haya llegado la hora de “desmarginar” algunos de los aspectos mas
claramente ignorados de la sociedad uruguaya, por ejemplo, el complejo fenómeno de la
religiosidad popular, y, dentro de este, la practica de los rituales
afro-brasileños cuya difusión y extensión aparece “increscendo” dentro de
nuestro país. Un primer intento sistemático de investigación resultó en el
estudio recientemente publicado por la Dra. Maria Pallavicino, bajo el titulo
“Umbanda, religiosidad afro-brasileña en Montevideo”. Es este el resumen de
una tesis de doctorado presentada y aprobada por la Universidad de Roma, y
recoge resultados de tres años de investigación de una muestra representativa
de templos umbandistas de nuestra capital. Aborda, además, contenidos del dogma
religioso, aspectos del culto, descripciones detalladas de la practica, y
respuestas de adherentes que iluminan sobre la función social que esta
religiosidad cumple en nuestro contexto.
Otro
intento de abordaje es el que viene de fuente interna: el libro
que acaba de publicar el PAI Armando
de Oxalá Mozo, Armando Ayala, titulado El Batuque. Mitos y Fundamentos de la
Gran Nación Nagó en América. La primera parte de este libro se refiere a la
concepción del mundo que se desprende de los ritos afro-brasileños, y recoge
una serie de antecedentes históricos en relación
de los principios básicos de las religiones africanas antiguas, tal como han
sido estudiadas por Roger Bastide, Melville Herskivits y otros.
Se
plantea, mediante información antropológicas, ese vitalismo esencial que anima
el fondo del Batuque, el significado de la intermediación entre hombres y
dioses, la importancia de la comunicación trascendente que se establece entre
ellos.
La
segunda parte de esta obra recoge diversos relatos míticos sobre los Orixás,
historias que explican acontecimientos de la vida humana o de la naturaleza
tales como el origen del relámpago, la luna, la noche, las enfermedades, el
descubrimiento del fuego, de las artes adivinatorias, etc.
Los
mitos, además de narraciones coloridas, funcionan como métodos de enseñanza
práctica, al oriente al hombre hacia la resolución de muchos problemas
cotidianos. Cumplen así con la función primordial que tuvieran en las antiguas
culturas africanas: constituir el medio por el cual los ancianos legaban sus
conocimientos a las nuevas generaciones.
La
tercera parte del libro es densamente informativa. Contiene definiciones,
especificaciones sobre el lugar y la forma del culto, el significado del trance,
del Achere, los nombres y clases de Orixás, sus relaciones con números,
colores, guías, ofrendas, armas, tipos de vasijas, peces, aves, frutas. Hay
también explicaciones sobre hierbas, árboles, plantas sobre la practica
concreta en la preparación de iniciados, sobre la manera de realizar las
ceremonias. Gran riqueza y detallismo caracterizan esta información, y la
voluntad de definir lo que se hace y por que se hace.
Finalmente,
una ultima parte, recoge un conjunto de cantos
y oraciones en lengua Yoruba, y un breve diccionario de palabras
importantes de la Religión, traducidas de lenguas africanas al español. Un
conjunto de ilustraciones excelentes hechas por O. Waldo, invitan al lector a
imaginar referencias visuales, sin por ello, limitar su fantasía y su
interpretación.
Contra
un periodismo sensacional que muchas veces ha manipulado esta religiosidad
popular de nuestro medio sin respetar su esencia, contra todo rasgo de prejuicio
o de discriminación (prejuicio, porque se ha pretendido que solo las clásicas
religiones “oficiales” son las que agotan la adhesión de los uruguayos;
marginación, porque se ha “ignorado” la existencia y legitimidad de estas
formas de religiosidad y su
incidencia en la sociedad nacional, la aparición de estas publicaciones
contribuyen a la finalidad de conocernos mejor, en tanto uruguayos y en tanto
americanos, rompiendo con los estereotipos que han alimentado nuestra propia
intolerancia para con lo distinto o lo raro.
Mas
allá de ese objetivo urgentemente necesario, es necesario, a través de estos
libros, volver a pensar América dentro de sus dramas y sus glorias más
complejas. Es en América, donde los diferentes pueblos africanos se vieron
sometidos a un tremendo y brutal proceso de deculturación, donde los esclavos
fueron arrancados de sus lugares de origen y vendidos en los mercados,
contagiados por enfermedades “blancas”, donde también la esencia de su
fuerza, la permanencia de sus valores, se debió a la devoción a una cierta
manera de mirar el mundo que es la sustancia de las religiones africanas.
Hay
una concepción africana del mundo que se expresa en un sistema educativo y que
concibe al hombre en intima relación con la naturaleza, con su fauna, su flora,
sus minerales, su ecología. Ellos no constituyen fuerzas “muertas” o
pasivas, sino que poseen voluntades y destinos profundamente
relacionados con el destino de los hombres. Así, en los sistemas
cosmologías africanos, el hombre y
la natura no son reinos separados uno del otro. El hombre no es aquel que
detenta el poder de sojuzgar el mundo y hacerlo suyo. Por el contrario, se
coloca en el mismo plano de la creación, comunicándose con esta, escuchando su
movimiento. Por ello, toda la atmósfera del mundo le responde al hombre, le
transmite sus voluntades, sus intenciones. En las religiones africanas, todo
esta vivo y palpita, no solo el hombre. Todo respira una energía universal y
todo piensa.
Rescatada
por la humildad, el contexto humano encuentra el mundo cargado de sentido, de un
sentimiento profundo que le otorga significado a la vida. Por todo ello, los
esclavos no solo trajeron a América su dolor, su fuerza de trabajo, su
sacrificio, sino también convocaron a sus dioses y a sus antepasados muertos,
a sus selvas y a sus lluvias. Con ello, se sostendrían para vivir una
vida por encima de la muerte. Fueron Yorubas, dahomeanos, angoles, congoleses,
los que fertilizaron y revivificaron las frías tradiciones racionalistas
europeas, la arrogancia del colonizador que creyó tener todo en sus manos, todo
bajo control, y los que, en definitiva, impulsaron
la sacralidad de la armonía básica entre humanidad y naturaleza.
Tal
vez ahora cuando quinientos años de europeidad demuestran su fracaso, haya que
empezar a aprender de los ritos afro-brasileños en nuestro país, una lección
filosófica: que todo lo que alguna vez fue injustamente reprimido, aflorara algún
día con su fuerza duplicada y su gloria intacta.