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Asociación de Hombres por la Igualdad de Género
Artículo seleccionado

GRUPOS DE HOMBRES EN FRANCIA
 Autor  Jean-Yves Sparfel
 Procedencia

Heterodoxia

En Francia, desde 1974, los hombres interesados en las reivindicaciones feministas han creado grupos en torno al tema "estamos contra la virilidad obligatoria".  

Sus objetivos han sido múltiples:

-Cuestionar la dominación masculina y el machismo mediante el análisis de los procesos de construcción social de los hombres.

-Abandonar los modelos tradicionales de masculinidad: la incomunicación de los hombres entre sí, el discurso teórico e impersonal, la omnipresente competencia, la prohibición de la sensitividad... 

Dentro de estos intentos diversos y frecuentemente efímeros, dos grupos tuvieron una actividad más visible: ARDECOM (Asociación para la investigación y el desarrollo de la contracepción masculina), que conllevaba una investigación personal y colectiva sobre la contracepción y la masculinidad, experimentando con distintas formas de contracepción masculina. El segundo es la revista TYPES -Palabras de hombres-, que publicó seis números sobre diversos temas entre el año 1981 y 1984. La serie completa de revistas está disponible en CD-ROM (gratuito) a través de la página de la Red Europea de Hombres Profeministas. 

Y al final, ¿En qué cambias? 

(...) El grupo al que voy tiene su vida particular que no se parece al de ningún otro. La forma en que lo cuento es propia y diferente de la de Bernard, Rémy, Gilbert, Pierre, Gérard, Christian, Yves, Eric, François, Bertrand, Alain o Blaise, que me han aportado tanto. Además, lo que viene a continuación no es un catecismo, ni instrucciones de uso, un modelo o una teoría infusa o difusa. Simplemente cuento mi experiencia sin ninguna otra pretensión que no sea que te interese. 

Entré en un grupo desde una aproximación teórica: comencé a interesarme a partir de la lectura de los informes realizados por el movimiento de mujeres, lo que fué esencial en mi vida militante, y después pasé a intentar comunicarme con otros hombres. A esto le añadí un poquito de búsqueda de identidad colectiva (¿Existen otros hombres que funcionan de acuerdo a ideas feministas como yo?), un poquito de espíritu militante (si existen algunos, debe haber muchos más, y deberíamos organizarnos), un poquito de voluntarismo (estoy siendo cuestionado social e individualmente, me cuestiono a mí mismo, te cuestionas a ti mismo: encontrémonos y quizá crearemos un movimiento para cambiar y criticar los roles sociales de... ¡los hombres!). Estos eran los componentes de mi motivación, ciertamente abstractos, lo que parecía acabar poniendo, como suele ser habitual, mi vida y la vida de otros hombres fuera de nuestros análisis militantes. 

La realidad era un poco más extraña que la ficción y disfruté con la euforia de los neófitos. Por supuesto, al comienzo hubo una desconfianza hacia mí, el ex-profesional de la política, cuyas palabras frecuentemente expresaban el deseo de ejercer poder -y en su extremo de manipular-. Pero, mis palabras  fueron recogidas(éramos cuatro, luego cinco, después seis). La intimidad creció y rompió el tono perentoriamente helado de mi discurso: mi intenso "Yo" y el "Nosotros hombres", proyectado en los otros sin desear escuchar sus respuestas. Aprendí a dudar sobre mis certidumbres, a relativizarlas en contacto con otros hombres. Allí, en el grupo, el deseo latente de hablar para enseñar lo que sabía, que tenía una respuesta para todo o para casi todo... no funcionó. Esto no era porque hubiera encontrado gente que supiera más que yo (forzándome a escuchar con admiración hacia un conocimiento superior al mío). La cuestión es que yo no estaba allí para ser escuchado sino para escuchar e intentar comprender. Este descubrimiento podía parecer banal. Sin embargo, no fue para nada una experiencia fácil. Estar atento, para no entrar en competición -la permanente lucha entre hombres- era algo que no me preocupó en el pasado dentro de las estructuras militantes. 

La intimidad creada por la capacidad de hablar sobre uno mismo, también hace aflorar nuevas sensibilidades fuera de los códigos de los estándares masculinos. Ser capaz de llorar y de reír estruendosamente, ser capaz de besar sin que se convierta en una hueca convención para reemplazar la sacudida de manos, ser capaz de aceptar un comentario crítico sin considerarlo inmediatamente como la voluntad de otro para destruirte, ser capaz de discernir la diferencia que media entre ser agredido y recibir una crítica y tolerar que existe y que incluso te puede enseñar algo; ser capaz de reírse de las propias contradicciones (satirizándose), ser capaz de preocuparse por la vida cotidiana de cada miembro del grupo. Brevemente, cada uno experimenta de acuerdo a su historia las consecuencias del "a priori" que nos reunió: No a la virilidad obligatoria (ya que cada cual no hace los mismos descubrimientos que yo hice, y cada uno no interioriza los mismos efectos o estándares sobre lo que es ser masculino o lo que no es). 

No nos comprenden. 

Todo esto parece ser muy subjetivo, incierto y resumido, por supuesto. No describe los momentos críticos, los debates difíciles sobre nuestros celos, crisis de angustia, el "¿Y al final de qué me sirve esto?", los difíciles regresos de las reuniones donde otros hombres y mujeres se cachondean o son escépticos sobre el interés que pueden tener los grupos de hombres. Se dieron incluso los intentos de culpabilización de algunos: ¡Es una moda! ¡Imitas a las feministas para ligar mejor con ellas!. Se daba incluso el sentimiento de que no había cambiado mucho. En mi caso, todo fue mucho más rápido en mi cabeza que en mi cuerpo y mis relaciones sociales. Este sentimiento se resumía, en palabras de un amigo, en que "los  grupos de hombres sirven únicamente para que cuatro o cinco hombres se besen en la boca cada vez que se encuentran en una reunión", a lo añadía "que si no era posible hacerlo un día con los compañeros de la oficina que uno quisiera se convertiría en un nuevo gueto". 

La pregunta que, subrepticiamente, se me suele hacer es: ¿En que has cambiado? ¿Cuáles son tus objetivos concretos? "Lo que dices parece comprensivo pero simplemente parecéis un grupo de amigos comprensivos". Yo respondía que los colegas no me aportaban la misma conciencia de la alineación masculina, de mi comportamiento y de sus negaciones. Además todavía tengo buenos amigos en clubes deportivos, en las relaciones de trabajo, en la militancia, en grupos diversos (baile, fiestas, etc). ¿Se trata de que los hombres de este grupo no son falócratas (o que son los "hombres nuevos" como dicen en los titulares del dominical del "Le Monde")?. Tampoco, porque sigo como todo hombre, u agente que se aprovecha más o menos de la falocracia como sistema social dominante (mayor acceso al trabajo remunerado, a las relaciones públicas, la garantía de ser sexualmente menos agredido en las calles, etc). Sin embargo, no quiero ser un agente activo de esto. Conseguirlo, supone una reflexión sobre uno mismo y los demás, que es mucho más que autoproclamarse profeminista, que ayudar en las tareas y el sostenimiento de la casa, o que reivindicarse como agredido por las virilidades de los otros. ¡Hay muchas cosas que tengo que sacar de mi cabeza!. Y para esto comencé con un grupo de hombres y no con un grupo de amigotes.... 

¿Analistas? 

Otra pregunta que se suele hacer sobre los  grupos de hombres: ¿No se trata simplemente de cotorrear? ("El complot de los hombres" eran los titulares de "Le Monde", lo que al fin y al cabo, no está mal, dado que un complot implicaría un objetivo, una estrategia e incluso el uso de armas... dando por sentado que fuésemos una nueva clase de guerreros en una nueva cruzada). ¿No es un grupo de terapia? ¿No es la tan peligrosa introspección dando vueltas sobre el caso de cada individuo? 

Yo creo que son preguntas y objeciones reales y pertinentes. Creo que, de hecho, sin un mínimo de aproximación colectiva, de temas, de progresos comunes, de conciencia de grupo... podría llegar a convertirse en una estructura súper-protectora de hombres deprimidos y sólo serviría a este propósito. Este es uno de los riesgos. En el grupo al que asistí todos sentimos que corríamos este riesgo. Pero, en ningún caso hay desprecio en esta consideración. Estar deprimido no significa que uno automáticamente debe reclinarse en el diván. 

El grupo de hombres contempla la aparición de la angustia, que es consecuencia de cuestionarnos, de cuestionar nuestras relaciones cotidianas, y del rechazo de los roles más comunes. Es normal asumir esta angustia e intercambiar ternura, pensar sobre ello conjuntamente con aquellos que lo viven con más crudeza; precisamente porque este malestar muestra las dificultades del progreso, los obstáculos originados por nuestra personal que está entremezclada con nuestra realidad en la sociedad. Así, los temas de discusión como los celos, la competencia entre varones ya sea por las mujeres o por nuestros hijos, la relaciones con el cuerpo, no constituyen solamente oportunidades para hablar de nuestra historia personal sino que implican otra forma de mirar los modelos masculinos, de pensar las palabras que hemos dicho y escuchado millones de veces desde que eramos unos crios: los hombres deben enfrentarse a tal o cual cosa, los hombres no hacen esto o lo otro, los hombres saben esto y aquello... . Sin embargo, el problema del grupo sigue siendo evitar que tres o cuatro miembros del grupo le den la vuelta a sus dudas y descubrimientos. En mi opinión este es uno de los objetivos de nuestra revista "TYPES. Palabras de hombres". Escribir suele convertirse en una manera de adquirir poder, pero también supone una voluntad de comunicar a una audiencia mayor, para clarificar las cosas. Se desarrolla además contactos entre los grupos, oportunidades para fiestas y otros formas de intercambio más allá de las palabras. 

Extracto de la página web de la "Red Europea de Hombres Profeministas", traducido y revisado por Txema Espada. Febrero 2002.