A pesar de que
en la actualidad las cifras de incidencia en lo relativo a la
violencia contra la mujer ejercida por esposos o compañeros
sentimentales, o en el marco de relaciones afectivas de otro tipo,
están ganando en publicidad progresivamente con respecto a épocas
anteriores, lo cierto es que aún queda mucha realidad oculta por
conocer.
Al tiempo que
varios son los factores que han contribuido a que los contornos del
fenómeno se expongan a la luz pública denunciados por la mujer,
diversos son también los elementos que ayudan a que el silencio de
la víctima sea un obstáculo en la búsqueda de vías de solución para
numerosos casos de violencia contra las mujeres. Entre estos
últimos, entre los elementos que mantienen a la mujer en silencio
sobre el maltrato que está sufriendo, se pueden contar diversos
procesos paralizantes relacionados y generados
por el miedo, la percepción de una ausencia de vías de escape o
salida por parte de la víctima, y la carencia de recursos
alternativos, sobre todo en el caso de mujeres con hijos que no
vislumbran, por causas variadas, un apoyo externo viable.
Sin embargo,
quienes trabajan buscando explicaciones y líneas de actuación para
sofocar el fenómeno de la violencia y atajar sus consecuencias,
conocen que en no pocas ocasiones mujeres a las que se supone una
independencia personal o económica y una posibilidad de acceso a
recursos alternativos continúan en relaciones donde sufren
violencia. Estas mujeres, que desarrollan actividades que hacen
pensar que no están sometidas a una parálisis o retracción por miedo
y que incluso llegan a emprender con éxito iniciativas en
varios ámbitos de sus vidas, parecen sin embargo incapaces de
denunciar a sus agresores, con quienes siguen conviviendo, y mucho
menos de abandonar la relación. Por otra parte, este tipo de
mujeres, de perfil social considerado más independiente, y aquellas
otras de dependencia más ligada a un núcleo familiar del tipo que
sea, comparten la reacción paradójica de desarrollar un vínculo
afectivo todavía más fuerte con sus agresores, defendiendo sus
razones, retirando denuncias policiales cuando han tenido un momento
de lucidez y las han presentado, o deteniendo procesos judiciales en
marcha al declarar a favor de sus agresores antes de que sean
condenados. Estos efectos paradójicos se producen y quizás sea
tiempo de ir buscando sus mecanismos y líneas de
intervención.
Algunos
teóricos han tratado de arrojar luz sobre la ocurrencia de estos
vínculos paradójicos entre víctima y agresor, fundamentalmente
apelando a claves afectivas o emocionales que aparecen en el
contexto del entorno traumático. Dutton y Painter (1981) han
descrito un escenario en el que dos factores, el desequilibrio de
poder y la intermitencia en el tratamiento bueno-malo, generan en la
mujer maltratada el desarrollo de un lazo traumático que la une con
el agresor a través de conductas de docilidad. Según Dutton y
Painter, el abuso crea y mantiene en la pareja una dinámica de
dependencia debido a su efecto asimétrico sobre el equilibrio de
poder, siendo el vínculo traumático producido por la alternancia de
refuerzos y castigos. Sin embargo, esta teoría descansa
aparentemente sobre la base del condicionamiento instrumental que,
desde nuestra perspectiva, es válido para dar cuenta de algunos
aspectos del repertorio de victimitación (principalmente de aquellos
referidos a la indefensión aprendida), pero falla en cubrir el
complejo aparato psicológico asociado con este tipo de vínculos
paradójicos. Según nuestro entendimiento, la incertidumbre asociada
a la violencia repetida e intermitente es un elemento clave en el
camino hacia el desarrollo del vínculo, pero no su causa única.
Además, la teoría no toma en consideración que alguna esfera de
desequilibrio de poder es en cierta medida inherente a muchas
relaciones humanas: en las parejas traumáticas no parece ser una
consecuencia sino un antecedente al abuso.
Otro modelo que
busca una explicación para el comportamiento paradójico de las
mujeres maltratadas es el tratamiento factorial de Graham sobre
reacciones tipo síndrome de Estocolmo en mujeres jóvenes que
mantienen relaciones de noviazgo (Graham, Rawlings, Ihms, Latimer,
Foliano, Thompson, Suttman, Farrington y Hacker, 1995). Su modelo
factorial toma la forma de una escala de evaluación de 49 ítems
alrededor de un núcleo caracterizado por distorsiones cognitivas y
estrategias de coping, y dos dimensiones secundarias
denominadas ‘daño psicológico’ y una más ambigua ‘amor-dependencia’.
La teoría de Graham, de propósitos evaluativos, perfil topográfico y
metodología correlacional, fue diseñada para detectar la aparición
de síntomas del síndrome de Estocolmo en mujeres jóvenes sometidas a
abuso por parte de sus compañeros sentimentales, y está basada en la
idea de que el síndrome es el producto de un tipo de estado
disociativo que lleva a la víctima a negar la parte violenta del
comportamiento del agresor mientras desarrolla un vínculo con el
lado que percibe más positivo, ignorando así sus propias
necesidades y
volviéndose hipervigilante ante las de su agresor (Graham y
Rawlings, 1991). Sin embargo, mientras esta explicación puede ser
válida para describir alguno de los procesos globales implicados en
el síndrome, no proporciona una hipótesis teórica sobre la
naturaleza del proceso traumático más allá de algunos de sus
elementos constituyentes.
Por nuestra
parte, ante el déficit de teorías que den cuenta con la mayor
precisión de los procesos y dinámicas psicológicas en este tipo de
efectos paradójicos, y trabajando en una estructura teórica similar
para el Síndrome de Estocolmo (Montero, 1999), hemos desarrollado un
modelo aplicable al ámbito de la violencia ejercida contra la
mujer.
La hipótesis,
presentada bajo el título ‘FEATURING DOMESTIC STOCKHOLM SYNDROME. A
COGNITIVE BOND OF PROTECTION IN BATTERED WOMEN’ en el XIV Congreso
de la International Society for Research on Aggression, celebrado en
Valencia entre el 9 y el 14 de julio de 2000, trata de exponer una
estructura secuencial de reacciones psicofisiológicas que, de un
modo dinámico, acaban por generar en la mujer una variante del
Síndrome de Estocolmo clásico (Montero, 2000).
Sin entrar en
descripciones demasiado técnicas, el Síndrome de Estocolmo Doméstico
(abreviadamente SIES-d) sería descrito como un vínculo interpersonal
de protección, construido entre la víctima y su agresor, en el marco
de un ambiente traumático y de restricción estimular, a través de la
inducción en la víctima de un modelo mental (red intersituacional de
esquemas mentales y creencias). La víctima sometida a maltrato
desarrollaría el SIES-d para proteger su propia integridad
psicológica y recuperar la homeostasis fisiológica
y conductual.
La
caracterización del SIES-d vendría determinada por un patrón de
cambios cognitivos, su funcionalidad adaptativa y su curso terminal
como resultado de un proceso reactivo acaecido en la víctima ante la
situación traumática. El proceso abarcaría cuatro fases:
desencadenante, reorientación, afrontamiento y adaptación. En la
fase desencadenante, las primeras palizas propinadas por el esposo
romperían el espacio de seguridad previamente construido por la
pareja sobre la base de una relación afectiva, espacio donde la mujer había
depositado su confianza y expectativas: esta ruptura desencadenaría
en la víctima un patrón general de desorientación, una pérdida de
referentes, reacciones de estrés con tendencia a la cronificación e,
incluso, depresión. En la fase de reorientación, la mujer busca
nuevos referentes de futuro y trata de efectuar un reordenamiento de
esquemas cognitivos en base al principio de la congruencia
actitudinal, todo ello en orden a evitar la disonancia entre su
conducta de elección y compromiso con la pareja y la realidad
traumática que está viviendo. La mujer se autoinculpa de la
situación y entra en un estado de indefensión y resistencia pasiva,
llegando así a una fase de afrontamiento, donde asume el modelo
mental de su esposo y busca vías de protección de su integridad
psicológica, tratando de manejar la situación traumática. En la
última fase de adaptación, la mujer proyecta parte de la culpa al
exterior, hacia otros, y el Síndrome de Estocolmo Doméstico se
consolida a través de un proceso de identificación y alrededor del
modelo mental explicativo del esposo acerca de la situación vivida
en el hogar y sobre las relaciones causales que la han
originado. El SIES-d, como un tipo
de trastorno de adaptación, sería el responsable del efecto
paradójico encontrado en muchas mujeres que sufren maltrato en sus
hogares, según el cual las víctimas defenderían a sus agresores como
si la conducta agresiva que exhiben hacia ellas fuera el producto de
una sociedad injusta, y estos mismos esposos fueran víctimas de un
entorno que los empujara irremediablemente a ser violentos. Las
mujeres maltratadas afectadas por el SIES-d, sobre la base de la
asunción de las explicaciones esgrimidas
por sus esposos o compañeros, retardarían indefinidamente la
denuncia de la situación a las autoridades, observándose una gran
proporción de casos de agresión en este ámbito que no salen del
entorno donde se producen por la incapacidad de la víctima de
denunciar los hechos. Incluso en numerosas de estas ocasiones, las
denuncias por vía penal presentadas ante la autoridad judicial
o policial son retiradas por las propias víctimas antes de que se
traduzcan en sanciones efectivas para los agresores, creándose un
círculo vicioso que mantiene las agresiones y sume a la víctima en
un progresivo estado de deterioro
personal. El adjetivo
‘doméstico’
Montserrat
Boix, coordinadora de Mujeres en Red, ha llamado acertadamente mi
atención sobre los condicionantes semánticos que podrían derivarse
de la utilización del término ‘doméstico’ para calificar la
manifestación del síndrome en el entorno que estamos analizando. En
realidad el modificador ‘doméstico’ ha sido elegido por dos razones:
una de precisión conceptual y otra de economía, mitad clínica, mitad
cognitiva. Nos explicamos.
Si entendemos
doméstico como referido únicamente al recinto limitado por el
domicilio, es cierto que las mujeres no son únicamente maltratadas
en el entorno doméstico y, además, no sólo por sus maridos, sino
también por parejas con las que no conviven. El uso del término no
niega esta realidad y tampoco deseamos que la categoría se aplique a
elementos dentro del fenómeno de la violencia contra la mujer que no
incluyan exactamente las características de un síndrome de
Estocolmo. Si presuponemos, en cambio, que es en el ambiente
doméstico donde más probabilidades tiene de gestarse en SIES-d,
asumiendo implícitamente que se puede dar en otras configuraciones
ambientales. Pero es que ‘doméstico’ no se utiliza en sentido
restrictivo, sino aceptando que la acepción no se circunscribe de
modo reductivo al espacio físico de la vivienda, sino que se amplía
a un espacio más amplio de experiencias vivenciales que ejercen de
elementos autorreferenciales. ¿Es posible negar que en la mayoría de
los casos que se observen, de modo simbólico, la pareja afectiva
pasa a formar parte del entorno doméstico entendido como
anillo referencial
primario para la identidad de la persona?.
Por último,
desde una perspectiva clínica, la denominación apunta exactamente
hacia lo que quiere definir, igual que desde un punto de vista de
comprensión rápida por cualquiera que reciba el concepto SIES-d y
sepa qué es el síndrome de Estocolmo clásico: la asociación entre
doméstico, SIES y violencia contra la mujer es
automática.
Andrés Montero Sociedad Española de
Psicología de la Violencia
REFERENCIAS
-Dutton,
DG; Painter, SL (1981).
Traumatic bonding: the development of emotional attachments in
battered women and other relationships of intermittent abuse.
Victimology: an International Journal, 6: 139-155. -Graham,
DL; Rawling, EL (1991).
Bonding with abusive dating partners: dynamics of Stockholm
syndrome. In B. Levy (ed) Dating Violence, Women in Danger. Seattle,
WA: Seal Press. -Graham,
DL; Rawlings, EL; Ihms, K; Latimer, D; Foliano, J; Thomson, A;
Suttman, K; Farrington, M;
Hacker, R (1995).
A scale for identifying Stockholm syndrome reactions in young dating
women: factor structure, reliability and validity. Violence and
Victims 10 (1): 3-22. -Montero,
A (1999).
Shaping the etiology of the Stockholm Syndrome: hypothesis of the
Induced Mental Model. IberPsicología, 5
(1):4 -Montero, A
(2000).
Featuring
Domestic Stockholm Syndrome: a cognitive bond of protection in
battered women. Proceedings of the XIV World Meeting of the
International Society for Research on Aggression.
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