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Dramática
situación en Angola La situación en Angola es dramática. Los equipos de MSF en el terreno están atendiendo a un total de 4.000 niños en sus Centros Nutricionales Terapéuticos, unas estructuras que sirven para tratar los casos más graves de desnutrición a través de la combinación de asistencia médica y nutricional. La Coordinadora de Terreno, Els Adams, organiza y supervisa uno de estos centros en Malange. Publicamos el extracto de una semana de su diario personal en el que ésta expatriada nos relata el estado de desnutrición severa que padece la población angoleña en este país tras 25 años de enfrentamientos entre el Gobierno y el grupo rebelde UNITA. Lunes, 20 de mayo El día no ha empezado muy bien. Una pequeña de diez años gravemente enferma fue traída por su padre. Acaba de morir. Alice llegó al atardecer. Marjan, una de nuestras enfermeras, y yo todavía estábamos en el hospital, en el que Médicos Sin Fronteras (MSF) tiene una unidad para niños gravemente desnutridos. El padre, vestido con harapos y descalzo, venía con lo único que le quedaba, su hija. Había estado caminando durante cuatro días a través del bosque con Alice a sus espaldas. La niña se encontraba en un avanzado estado de malnutrición, con todo su cuerpo hinchado a causa del edema. Su padre nos contó al llegar que él junto a su familia habían estado secuestrados desde hacía ños por el movimiento rebelde de la UNITA y que durante todo ese tiempo habían estado viviendo como prisioneros en el bosque. Ayer noche, mirando a Marjan, suplicó: “Por favor, haz todo lo que puedas para salvar a Alice. Ella es todo lo que me queda”. Su esposa y sus otros cinco hijos ya habían perdido la vida. De sus harapos sacó una foto de su familia: una mujer joven, saludable y radiante con seis niños, también radiantes, todos ataviados con sus mejores ropas de domingo. Esta mañana, Marjan y yo, estamos desoladas al enterarnos de que Alice no ha logrado sobrevivir. Ahora que el líder rebelde Jonas Savimbi ha muerto y que el proceso de paz ha empezado, más y más personas salen de las bases del ejército de la UNITA en el bosque. Nuestro centro nutricional está atestado de niños gravemente desnutridos. Decidimos enviar un coche a Cambondo, el punto de llegada de personas que a veces han estado caminando durante días y días. El coche está lleno de mujeres y niños desnutridos. Escucho atentamente sus relatos de cómo fueron secuestradas por los rebeldes - muchas a una corta edad - y “entregadas” a un soldado de la UNITA. “¿No podíais elegir vosotras mismas a vuestros maridos?”, les pregunto. Ellas me miran y se ríen de mi ingenuidad. Una mujer que había enterrado en el camino a su hijo de cuatro años nos lo cuenta sin signos visibles de emoción. Han estado alimentándose con hojas y mandioca cruda, sin sal ni aceite. Nos explican que todavía hay mucha gente en el camino, algunos demasiado enfermos y desnutridos para poder desplazarse. En el centro nutricional, Marjan junto con otras enfermeras se ocupan de pesar y medir a las mujeres y niños. Después les administran las primeras gotas de leche y la medicación. En la primera fase del programa de nutrición terapéutica todos los niños reciben leche preparada especialmente para casos de malnutrición aguda, administradas en ocho tomas a lo largo de 24 horas. La cantidad varia en función del peso del niño. Me doy cuenta que Marjan parece cansada. Martes, 21 de mayo No he pegado ojo en toda la noche debido a la carga de trabajo que, por momentos, se va volviendo más pesada. Nuestro centro nutricional apenas si puede dar cabida a todas las personas que lo necesitan, así que hoy voy con Luís, el logista angoleño, a mirar la ubicación más apropiada para instalar un nuevo centro. Llegamos a un acuerdo con el propietario de un viejo almacén. Hay que construir letrinas, un depósito de agua y una cocina, además de conseguir esterillas para que hagan la función de cama. También tenemos que calcular los alimentos y medicamentos que necesitamos así como los utensilios de cocina, lozas, brazaletes de registro, leña, velas, etc. Hay que copiar protocolos y recetas y listar el personal que necesitamos: enfermeras, cocineras, asistentes nutricionales, guardas, una persona encargada de la limpieza y otra de la supervisión. Calculamos que todo esto nos va a llevar unos tres días. Miércoles, 22 de mayo Abrir en estos momentos un centro nutricional no deja de ser algo extraño. Ahora, en medio de una especie de euforia colectiva por un proceso de paz - totalmente inesperado - empezamos a darnos cuenta de lo que realmente había estado pasando durante estos años de guerra. Como parte del proceso de paz, la desmovilización de las tropas de la UNITA consiste en concentrar a los soldados y a sus familias en zonas especiales. Existen dos campos de desmovilización en la Provincia de Malange a los que no se ha permitido la entrada a ninguna organización humanitaria. A las tres recibo un mensaje de radio pidiéndome que acuda al hospital de inmediato. Parece urgente, así que me apresuro. A la entrada del centro nutricional me encuentro con un numeroso grupo de niños gravemente desnutridos, enfermos, sarnosos, ulcerados y desnudos o cubiertos sólo con harapos, la mayoría con su madre que no tiene mejor aspecto. Un camión del ejército les ha traído desde los campos de desmovilización. El conductor se ha limitado a abrir la parte trasera del vehículo y dejarlos en la puerta de un centro nutricional, ya de por sí atestado. Tengo que pensar muy rápido. Nuestro centro está lleno a rebosar, no hay sitio ni para un solo niño más y nuestro nuevo centro aún no está acabado. Digo al personal que preparen la leche para los niños y decido abrir el nuevo centro de inmediato. Los coches transportan alimentos y otros suministros del almacén de MSF hacia el nuevo centro. Se avisa al personal que deben incorporarse de inmediato al trabajo. No me preguntéis cómo nos las hemos arreglado, pero a las seis ya podemos llevar al primer grupo de niños al centro y a las siete ya están allí tomándose la leche. Todo el equipo trabaja durante toda la noche. ¡Pero ya tenemos en marcha el nuevo centro nutricional! Jueves, 23 de mayo El ajetreo continúa. Nadie ha dormido bien. Todavía queda mucho por hacer para que finalmente el nuevo centro funcione con normalidad. Mientras organizo las cosas, Marjan examina individualmente a cada niño. Por la noche, paramos para tomar un bocado e intercambiar experiencias. Estamos todos sobrecogidos después de tantas historias y de tanto sufrimiento. Parece confirmarse que todavía hay muchas personas en el bosque, y en peor estado que las que han llegado. La mayoría de madres con las que hemos hablado han perdido recientemente a uno o varios de sus hijos. Una mujer me cuenta que en abril murieron cuatro de sus hijos. Sus otros dos hijos están muy graves y dudo que sobrevivan. Hace unos días, otra mujer enterró a su octavo hijo. No hay palabras para describir el sufrimiento de esta gente. Viernes, 24 de mayo Por lo visto, es una prioridad poder acceder a los campos de desmovilización pero parece poco factible ya que estos campos se encuentran en territorio militar. No obstante, las cosas empiezan a moverse cuando me llaman para que acuda a una reunión en el cuartel general militar. Los comandantes del ejército gubernamental y los de la UNITA, sentados juntos en la misma mesa, nos invitan a que visitemos los campos para que podamos así proporcionar ayuda a quienes lo necesiten. Tenemos luz verde a todos los niveles. Realmente resulta de gran ayuda que la solicitud provenga por ambas partes. Por el momento, la ONU se niega a entrar en los campos de desmovilización en espera de una demanda de ayuda formal por parte del gobierno. Por la tarde me paso por el centro nutricional. Los niños que hace pocos días tenían los ojos cerrados a causa del edema parecen estar más espabilados. Hay muy pocos trabajos tan agradecidos como éste, con resultados tan visibles en pocos días. No podemos salvarles la vida a todos, pero la mayoría irán cambiando gradualmente y pasarán de ser niños tristes, apáticos y enfermos a niños vivarachos y felices. Estoy segura que es precisamente esto lo que da al equipo la energía y la satisfacción para seguir adelante. Sábado, 25 de mayo A las nueve de la mañana, nos dirigimos hacia la zona de desmovilización, a unos 50 Km. de aquí. Por el camino vemos los restos de camiones quemados. Hace apenas unos meses conducir por aquí resultaba totalmente imposible debido al peligro de minas y emboscadas. Los últimos 15 kilómetros nos adentran al bosque. Vemos a algunas personas que están construyendo chozas con hojas y trozos de plástico. Son soldados de la UNITA y sus familias. Una delegación integrada por representantes de ambas partes nos da la bienvenida oficial y nos comunican la necesidad de nuestra ayuda. Cada día hay niños que mueren. El ejército envía alimentos a las tropas pero nadie se preocupa ni de las mujeres ni de los niños. Hay una larga cola de niños esperando. No puedo dar crédito a lo que ven mis ojos, tantos niños, y cada uno en un estado peor que el otro. Hay niños como para llenar un par de camiones. Mientras distribuyo tarjetas entre los que deben ingresar en nuestro centro nutricional, muere un niño al que ni hacía media hora había entregado una tarjeta de ingreso. El camión está lleno. Tenemos que volver lo antes posible para recoger a más niños. Imágenes de Dachau aparecen en mi mente. Por radio avisamos de nuestra llegada para que el equipo esté preparado. El nuevo centro nutricional empieza a llenarse. Por la noche, sintonizo con el Dutch World Service. Escucho las noticias sobre la contienda electoral en Holanda y el sentimiento de insatisfacción general que reina. A veces, Holanda parece estar muy lejos...
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