ENTREGA DE NUESTRA
SOBERANIA
DOCUMENTO: ANTE LA
POSIBILIDAD DE FIRMAR UN TRATADO DE LIBRE COMERCIO CON EEUU
COMUNICADO DE LA RED DE ECONOMISTAS DE IZQUIERDA DEL URUGUAY (REDIU)
Los TLCs que plantea EEUU,
y a los que han adherido muchos países, tienen un formato genérico y
expresamente deja fuera del debate los subsidios a su producción agrícola. Las
disposiciones de estos tratados son: a) sobre el comercio de bienes
(tratamiento nacional, acceso a los mercados, reglas de origen, procedimientos
aduaneros, medidas de salvaguardia); b) comercio de servicios e inversión (telecomunicaciones, servicios
financieros, ingreso temporal de personas de negocios, transporte aéreo,
servicios profesionales); c) disciplinas comerciales (política de competencia,
subsidios, antidumping, normas técnicas); d) medidas sanitarias y
fitosanitarias; e) temas laborales y ambientales; f) compras del sector
público; g) propiedad intelectual; h) transparencia; e, i) solución de controversias.
El contenido de dichas
disposiciones crea un nuevo marco institucional que restringirá severamente la
capacidad del Estado para desarrollar políticas activas de fomento a la
producción nacional. En esencia un TLC profundiza el predominio de las
instituciones del mercado, bajo control del poder económico transnacional y sus
aliados locales, respecto a las
instituciones del Estado, que podrían y deberían expresar los intereses de los
trabajadores y de los que no tienen capacidad de pago.
La REDIU declara que el TLC con los Estados Unidos
de América no es conveniente para las necesidades e intereses del Uruguay.
Razones políticas y económicas nos hacen reaccionar contra la posibilidad de
firmar un tratado de este tipo considerando, en particular, las graves
consecuencias económicas y sociales de tres décadas de políticas neoliberales,
las que se profundizan a través de los TLC, así como la experiencia empírica de
los países que han firmado dichos acuerdos.
1.- Lo que está en juego es el desarrollo nacional;
nuestros valores y principios; nuestra soberanía para cumplir con los
compromisos que asumimos con el pueblo.
2.- Ningún país en la historia del capitalismo se
desarrolló a partir de la apertura de su comercio exterior y, menos, frente a la
potencia dominante en su momento.
3.- El comercio no es la variable importante para el desarrollo, ni
siquiera un indicador válido para entenderlo; al contrario, el desarrollo
interno establece los requisitos para las funciones que debe cumplir el comercio
internacional.
4.- En lo internacional, no somos partidarios de alentar el “libre”
comercio sino la Integración Económica Latinoamericana, la que soñaron nuestros
próceres y que no puede tomar otra forma que no sea la de hermanar pueblos
solidarios a través de la complementación productiva y del respeto irrestricto
a la autodeterminación de los pueblos.
5.- “Libre comercio”: ¿alguna vez existió? Más correcto sería, en todo
caso, hablar de comercio o competencia administrada, que nada tienen de “libre”.
6.- La defensa de la ética, de los principios, es fundamental en todos
los órdenes de la vida incluido, naturalmente, el comercio. El aumento del
comercio no es un tema aséptico de “conveniencia” lisa y llana. Incluso los
países avanzados tienen ejemplos: unos rechazan el comercio de productos
fabricados con mano de obra infantil; otros premian artículos provenientes de
bosques tropicales con manejo sustentable o, en su momento, restringieron el
comercio para oponerse al apartheid. No olvidemos el apoyo venezolano a su
comercio de petróleo con Uruguay.
7.- Estos acuerdos de “libre” comercio, impulsados de forma bi o
multilateral, tuvieron como objetivo fundamental apropiarse de riquezas, y
profundizaron en todo sentido la brecha entre países ricos y empobrecidos.
8.- Las experiencias referenciadas como exitosas suelen ser las de
Chile y México. Ambos países aumentaron fuertemente su comercio exterior. No
obstante, como sabíamos al menos desde 1949 (Manifiesto Latinoamericano de Raúl
Prebisch), más comercio no es igual a crecimiento del producto, a
diversificación sectorial o integración social y, muchos menos, a desarrollo
económico.
9.- Chile diversificó su oferta exportadora de
productos primarios de bajo componente tecnológico y su inserción internacional
no presenta demasiadas expectativas de competitividad internacional futura
(dado al enlentecimiento de la demanda mundial de estos productos y, más allá
de cambios coyunturales, la histórica tendencia a la caída de sus precios).
Este país tuvo avances en la disminución de la pobreza y retrocesos importantes
en la distribución del ingreso.
10.- México se convirtió en el octavo exportador del
mundo y sus exportaciones igualan las del conjunto de la región latinoamericana.
No obstante, el crecimiento económico ha sido menor que en las épocas
anteriores al TLCAN y con gran dependencia comercial de un solo destino (89%
hacia EEUU). La oferta exportadora es de productos considerados dinámicos para
la competitividad internacional (componentes de medio y alto nivel tecnológico
cuya elasticidad producto de la demanda es mayor) pero cuyo proceso productivo
tiene un componente importado altísimo (cercano al 90%). Es lo que se conoce
como maquila (industria de ensamble). Creció la pobreza y también la
diferenciación social; generó resultados deficitarios en balanza de pagos, y en
sectores sensibles y relevantes para la integración social y la autonomía
alimenticia del país; léase: maíz, leche, fríjol, etc.
11.- Esta no es la integración que deseamos para
nuestro país que, en la hipótesis más optimista, beneficiaría a un reducido
sector exportador, con casi nulo efecto multiplicador en el conjunto de la
economía. A valor presente, ceteris paribus, el producto beneficiado por
excelencia en la competitividad externa con EEUU sería la carne, también de muy
bajo componente tecnológico, con casi nula carga impositiva, de disminuido
impacto en el empleo y muy bajos salarios, y con límites de oferta.
12.- En contrapartida, nuestra pequeña y abierta
economía quedaría expuesta en los sectores de mayor valor agregado (decisivos
para el desarrollo), y más dependiente de la visión particular del derecho
internacional que tiene la mayor potencia mundial.
13.- Si bien en el MERCOSUR los conflictos se han agudizado y se
mantienen las asimetrías, nadie en su sano juicio pensaría que las asimetrías
con el país del norte podrían ser menos perjudiciales, o que los conflictos
serán más fáciles de resolver. No podemos ignorar la inescrupulosa utilización
del poderío militar que realiza Estados Unidos violando los acuerdos de
Naciones Unidas. ¿Por qué va a respetar los acuerdos comerciales con Uruguay?
También sabemos de la limitada importancia que podría representar este país para
los intereses económicos de EEUU; de allí que su propuesta de TLC tiene un
claro objetivo ideológico y de estrategia en la región.
14.- La REDIU no cree correcto realizar actos de fe
que pongan en riesgo los avances de muchos años de lucha del movimiento popular
y los progresos solidarios que parecen divisarse en la región. El apoyo a un
TLC con los EEUU, cualquiera sea su nombre o avances en las exenciones que
pudieran lograr nuestros negociadores para defender los productos “más
sensibles” o mejorar condiciones de acceso a mercados, precios o rebajas
arancelarias, no sería más que un acto ideológico. Acto ideológico en la
acepción más vulgar de la palabra, como falsa conciencia, ya que implicaría
ignorar decenas de años de prácticas económicas y políticas subyugantes; e
incluso, las más recientes con los formatos TLCs ofrecidos.
El TLC resulta incompatible con los objetivos de un
Uruguay productivo, integrado, inteligente y con equidad
Montevideo; agosto de
2006. F=7788F/18