La Isla de los Pinguinos
Transcibiremos aqui un fragmento del último capítulo de la
novela del gran Anatole France "La Isla de los
Pinguinos",aparecida en 1908 muchas de cuyas prediccion se están cumpliendo aun,92 años
después
Nunca les parecia bastante la evolucion de las casas,las
hacieron de treinta y cuarenta pisos,donde se apilaban
oficinas,almacenes,despachos de banqueros,domicilios de
sociedades;y excavaban el suelo para construir bodegas y tuneles
Quince millones de hombres trabajaban en la capital inmensa,a
la luz de los faros encendidos noche y dia.La claridad del cielo
no atravesaba la humareda de las fabricas que rodeaban la
ciudad;pero algunas veces se veia el diso rojo de un sol sin
irradiaciones,cruzando el firmamento ennegrecido y surcado por
puentes de hierro de los cuales caia una lluvia eterna de
carbonilla y engrases.Era la mas industrial de todas las ciuda-
des del mundo y la mas metalizada.Su organizacion parecia
perfecta ;no le quedaba nada ya de las antiguas formas
aristocraticas o democraticas de las sociedades;todo estaba
subordinado a los intereses de los truts. Se formo en aquel medio
lo que los antropologos llaman el prototipo archimillonario.Eran
hombres a la vez energicos y debiles,capaces de poderosas
combinaciones mentales y de un penoso trabajo de oficina,pero
cuya sensibilidad sufria desequilibrios que aumentaban con los
años.
Como todos los verdaderos aristocratas,como los patricios de
la Roma republicana,como los lores de la vieja
Inglaterra;aquellos hombres poderosos afectaban mucha seriedad en
las costumbres.Aparecieron los ascetas de la riqueza;en las
asambleas de los clubs veianse rostros completamente
afeitados,mejillas chupadas,ojos hundidos,frentes arru- gadas.Con
el cuerpo mas enjuto,el color amarillento,los labios mas aridos y
la mirada mas inflamada que los viejos frailes españoles; los
archimillonarios se entregaban con inextinguible ardor a las
austeridades de la Banca y de la Industria.Muchos de ellos se
abste- nian de todo goce,de toda alegria,de todo descanso,y
consumian su vida miserable en un aposento sin aire y sin
luz,amueblado solamen- te con aparatos electricos.Cenaban huevos
y leche;dormian sobre una lona tirante.Sin otra ocupacion que
oprimir con el dedo un boton de niquel,aquellos misticos amasaban
riquezas que ni siquiera veian,y adquirian la vana posibilidad de
satisfacer deseos que no ambicionaban.
El culto de la riqueza tuvo mas martires.Entre aquellos
archimillonarios,el famoso Samuel Box prefirio morir a ceder la
mas insignificante parcela de su fortuna.Uno de sus obreros,
victima de un accidente de trabajo,al ver que le negaban toda
indemnizacion,recurrio a los Tribunales de justicia;pero rendido
por las insuperables dificultades del precedimiento cayo en una
cruel indignacion,y desesperado al fin,a fuerza de audacia y
disimulo consiguio tener al patron a tiro de su revolver y le
amenazo con saltarle la tapa de los sesos si no le socorria.
Samuel Box prefirio dejarse matar a contradecir sus principios.
Los altos ejemplos encuentran proselitos.Los que poseian
pequeños capitales(y eran,naturalmente,los mas)se apropiaron de
las ideas y las costumbres de los archimillonarios para que los
confundieran con ellos.Todas las pasiones que impiden el
crecimiento y la conservacion de los bienes eran juzgadas como
deshonestas.No merecian perdon la inquietud,ni la pereza, ni el
gusto por las investigaciones desinteresadas,ni el amor a las
artes,ni,sobre todo,la prodigalidad;la compasion era considerada
como una debilidad peligrosa.Mientras la inclinacion a la
voluptuosidad era publicamente reprobada,hallaba excusa la
violencia de un apetito brutalmente satisfecho.En efecto la
violencia parecia menos dañosa para las costumbres,por ser
manifestacion de una de las formas de la energia social
Descansaba el Estado sobre dos prejuicion publicos,muy arrai-
gados:el respeto a la riqueza y el desprecio al pobre.Las al- mas
debiles,turbadas aun por el sufrimiento humano,veiase obligadas a
refugiarse en una hipocresia,que no era censurable por comtribuir
al sostenimiento del orden y a la solidez de las Instituciones.
Los ricos mostrabanse consagrados a la sociedad,o lo aparentaban.Todos
daban ejemplos,pero no todos los seguian.Al gunos padecian
cruelmente los rigores de su estado y lo sos- tenian por orgullo
o por deber.Otros trataban de evitarlo siquiera una hora en
secreto y con subterfugios.Uno de ellos,Eduardo Martin,presidente
del trust de los hierros,disfrazado de pobre mendigaba su pan y
se dejaba maltratar por los transeuntes. Una vez que pedia
limosna en un puente,querellose con un verdadero pobre
y,arrebatado por un furor envidioso,lo estrangulo.
Como empleaban toda su inteligencia en los negocios no
sentian afan por las diversiones intelectuales.El teatro,flore-
ciente en otro tiempo,reduciase a pantomimas y bailes comi-
cos.Hasta las obritas hechas con la intencion de lucir mujeres,
habian sido abandonadas;ya no se cultivaba el gusto de las formas
esplendidas y de las elegancias brillantes:eran preferi- das las
volteretas de los payasos y solo entusiasmaba en los escenarios
el desfiles de collares de diamentes lucidos por las figurantas,y
enormes barras de oro llevadas en triunfo. Las mujeres de
familias opulentas hallabanse sometidas,como los hombres,a
costumbres respetables.Conforme a una tendencia comun a todas las
civilizaciones,el sentiento publico las erigia en simbolos;ellas
debian repre- sentar con su fausto austero la grandeza de su
fortuna y su intangibilidad.Habianse reformado las antiguas
costumbres de galanteria;a los amantes mundanos de otros tiempos
reempla- zaban secretamente robustos masagistas o algun ayuda de
ca- mara.Los escandalos eran poco frecuentes;con un viaje al
extranjero se acallaban;y las pricesas del trust,al volver satisfechas,gozaban
como antes de la estimacion general.
Estaban los ricos en escasa minoria;pero sus colaboradores,todos
los ciudadanos,les eran absolutamente adictos.Formaban dos
clases:la de los empleados de comercio y de la banca,y la de los
obreros de las fabricas y de los talleres.Los primeros trabajaban
mucho y recibian sueldos cuantiosos;al- gunos llegaban a fundar
establecimientos;el aumento constante de la riqueza publica y la
movilidad de las fortunas privadas autorizaban todas las
esperanzas entre los mas inteligentes y los mas audaces.Sin duda
hubiera sido facil descubrir entre la inmensa muchedumbre de
empleados administrativos y de in- genieros un cierto numero de
irritados y descontentadizos,pero aquella sociedad poderosa habia
impreso hasta en el alma de sus adversarios la inplacable
disciplina.Los mismos anarquistas mostrabanse laboriosos y
ordenados.
Los obreros que trabajaban en las fabricas de los alrededo-
re de la ciudad,padecian un aplastante decaimiento fisico y
mora,que realizaba en ellos eltipo de obrero fijado por la
Antropologia.Aun cuando el desarrollo de ciertos musculos,de bido
a la especial naturaleza de su actividad,aparentase fuerza en
ellos,todos ofrecian señales inequivocas de un agotamiento
morboso.De corta estatura,con el craneo pequeño y escaso des-
sarrollo de la cavidad toracica,distinguianse tambien de las clases
acomodadas por una multitud de anomalias fisiologicas,y sobre
todo por la asimetria frecuente de la cabeza o del cuerpo.
Estaban destinados a una degradacion gradual y continua,por- que
a los mas robustos el Estado los elegia para el ejercito,y no hay
salud que resista mucho tiempo a las mozas y a los taberneros que
invaden los alrededores de los cuarteles.Los proletarios eran
cada vez mas pobres de espiritu;la extenuacion de sus facultades
intelectuales,en cierto modo consecuencia de su miserable
vida,resultaba tambien de una seleccion metodica operada por los
patrones,los cuales,temerosos de los obre- ros de alguna lucidez
intelectual,siempre más aptos para formular reivindicaciones
legítimas,procuraban eliminarlos por todos los medios posibles,y
contrataban con preferencia a los trabajadores ignorantes y
torpes,incapaces de comprender sus derechos pero bastante
inteligentes aun para desempeñar los oficios que las máquinas
perfecionadas habían simplificado mu- cho.
Así,los proletarios hallábanse faltos de medios para mejorar
de fortuna.Difícilmente lograban,con huelgas,mantener el precio
del salario,y hasta este recurso perdía efi- cacia.Dada la
intermitencia de la producción,inherente al régimen fundado en
las condiciones más arraigadas de nuestra naturaleza,el orgullo
y la codicia.Sin embargo,los observadores prudentes descrubieron
varios motivos de inquietud.Los más temibles,aunque menos
alarmantes,eran de orden económico y consistían en la excesiva
producción,siempre creciente,que determinaba largos y crueles
paros,provechosos hasta cierto punto,para los industriales,porque
debilitaban la cohesión de los obreros,al oponer la masa de los
que no tenían trabajo a la de los trabajadores.Otro peligro más
notorio resultaba del estado fisiológico de casi toda la
población.
"La salud de los pobres no puede ser mejor en las circunstancias
en que viven-decian los higienistas,-pero la de los ricos dejaba
bastante que desear".No era dificil investi gar las
causas.En el ambiente de la ciudad faltaba el oxigeno
indispensable para la vida;se respiraba un aire artificial;los
trusts de substancias alimenticias realizaban sintesis quimicas
de lo mas atrevidas;se producian artificialmente vino,carne,le-
che,frutas y legumbres.Este regimen causo perturbaciones en los
estomagos y en los cerebros.Los archimillonarios perdian el pelo
en su primera juventud;espiritus
debilitados,enfermizos,inquietos,daban sumas enormes a hechiceros
ignorantes, y se vio florecer de pronto en la ciudad la fortuna
médica o teológica de algun innoble bañero convertido en
terapéutico y en profeta.El número de los alienados aumentaba
sin cesar; los suicidios,que se multiplicaban entre los
opulentos,a veces ofrecían caracteres chocantes,reveladores de
una perversión inaudita en la inteligencia y la sensibilidad.
Otro síntoma funesto abrumaba implacablemente a ls mayoría
de los ciudadanos.La catástrofe ocupaba en las estadísticas un
lugar cada vez mayor.Estallaban calderas,incendiá- banse
fábricas,descarrilaban trenes aereos que aplastaban a centenares
de transeuntes,y al hundir el suelo con la violencia de la caída
destruían talleres subterraneos donde trabajaban cuadrillas
numerosas. ..
DICIEMBRE 2000