Testimonio de Exalumnos

  Mayda Geriné Sánchez Batista

Mi escuela a través del tiempo

En los casi 24 años de vida que tengo, he presenciado la actividad de "la 110" desde distintos puntos de vista.

Desde muy pequeña la escuela está siendo parte de mi vida. Antes de la edad escolar como el trabajo de mamá, donde a veces iba a visitarla a ella y sus compañeros. Unos años después, iniciada la década del 80 era mi local escolar; ya era parte del alumnado.

Recuerdo cosas que ya no están como la sala de canto y la de lectura. Los grupos no eran tan numerosos como hoy y a su vez era raro que hubiera dos grupos del mismo grado. Lentamente fue pasando el tiempo y con él, avanzaba mi niñez, hasta llegar a mi último día de clase.

Como es común se llegaba la despedida de la escuela, que en aquel momento sin saber la razón no la sufrí con el sabor amargo que tienen las despedidas.

En la etapa liceal seguía visitando mi querida escuela, seguía frecuentando a mi mamá y sus compañeros.

En 1993 comienzo a cursar formación docente y nuevamente en mi último año de estudios formo parte de este centro, como practicante. Retomo un contacto más directo. Ya el salón de canto es una hermosa sala de informática, la sala de lectura, un salón de clase, la capacidad ampliada, nuevos salones en construcción; también renovados y nuevos jardines.

Así seguí, para obtener mi tan ansiado título de Maestra. Comencé a trabajar, y hoy, en el segundo año de mi carrera, como algo inexplicable de la vida, como si existiese un lazo que no quisiera cortarse entre la escuela y yo, formo parte de su cuerpo docente !!.

La relación de visitar a mamá y sus compañeros de trabajo se convirtió en la relación de mis propios compañeros de trabajo.

Aquella sala de lectura, después salón, es hoy mi propio salón, pero con otro sentido; el de compartirlo día a día con veintinueve alegres y bulliciosos niños, como aquéllos que hace tantos años atrás lo fui yo.

Lo mejor de todo es ver que la vida continúa, la escuela "crece" y yo sigo siendo parte de ella.

 

Ventura Toja es un viejo vecino de Canelones; colabora permanentemente con el pueblo y es una figura entrañable. Periodista deportivo primero y costumbrista después, ha incursionado en radio, TV y prensa locales, siendo un punto de referencia obligado para quien quiera conocer algo de nuestro pasado reciente.

Barrio de las Tres Esquinas

Aunque los barrios no tienen fronteras, y pertenecer a uno es más bien un sentimiento, hay algo que los identifica; y es el calor de la gente que lo habita.
Personalmente me identifiqué con el barrio de Las Tres Esquinas, y siempre me sentí integrante de su comunidad. Como mi casa quedaba algo distante de lo que podríamos llamar su núcleo central, inventé aquello de que: 'me crié en un "corner" del barrio'.
Sobre la calle Batlle y Ordóñez, y separadas solo por una cuadra, había dos cruces de calles que presentaban las mismas características: tres esquinas edificadas y una libre.
Una era el cruce con Tacuarembó (ahora Teresa Cabana de Moreno) -estaba la panadería de don Martín Méndez, la Escuela y el almacén de Runco y Gatti.
La otra sobre Vázquez Varela; con el almacén, bar, billar y cancha de bochas del Yiyo Rebellato, la carnicería de Noria, y el "Almacén Del Candil" (se llamaba así porque no tenía luz eléctrica y usaba una modesta lamparita a queroseno para alumbrarse. Y a una cuadra: "el campito" donde con el tiempo se iría a construir el nuevo edificio para la escuela. En el campito, y debajo del ombú que ya entonces existía con su protectora sombra, tenía su rancho la familia Pantalión, (aunque me inclino a pensar que este fuera el nombre del padre) que tenía hijas mujeres y eran morenos.
Cerca del ombú y del matorral de cina-cina estaba "la cachimba"; un ojo de agua natural y muy fresca, de la que se servían los morenos, y también los muchachos que jugaban a la pelota desde que salía el sol hasta el ocaso.
La Escuela funcionaba en el viejo edificio (en realidad era una antigua casona que había sido residencia de la familia Moreno).
Ya por entonces, principio de los años 30, el local resultaba insuficiente para albergar al alumnado que era cada vez mayor, y entonces se planteó la necesidad de tener uno más amplio; pero como no se quería retirar la escuela de su zona de influencia, se pensó en construirla en el campito -aunque ello significara dejar a los muchachos sin cancha..
Por el año 1932 se concretó el sueño, con el inicio de los trabajos para la construcción del nuevo edificio escolar. La obra concluyó bien avanzado el año 1935 y su inaguración oficial coincidió con la fiesta de fin de cursos de ese año. A partir de 1936, la escuela 110 -Joaquín Suárez o Las tres Esquinas- funciona en el actual edificio.


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