Comisión Nacional de Seguimiento (CNS)
Mujeres por democracia, equidad y ciudadanía - Uruguay

 

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I) Ciudadanía, participación y representación política

“El empoderamiento de las mujeres y su plena participación en condiciones de igualdad en todas las esferas de la sociedad, incluyendo su participación en el proceso de toma de decisiones y el acceso al poder, son fundamentales para el logro de la igualdad, el desarrollo y la paz ”. (IV Conferencia Mundial de la Mujer/ Beijing 1995)

Construir, sostener y profundizar la democracia constituye una tarea central de nuestra sociedad. Para ello se hace imprescindible superar las enormes desigualdades económicas, sociales, políticas, étnicas, culturales y de género existentes. Estas desigualdades discriminan y excluyen a amplios sectores de la población, obstaculizando el pleno ejercicio de los derechos ciudadanos.

Es preciso que las mujeres sean reconocidas como sujetos políticos y puedan ejercer plenamente y con autonomía sus derechos como ciudadanas. Por lo tanto, el ejercicio de la ciudadanía, que favorezca la equidad, la participación y representación política son aspectos centrales en la concepción y en la construcción de una sociedad democrática.

La ciudadanía se concibe como una práctica constante de afirmación, reconocimiento y ejercicio de los derechos en todos los niveles de la sociedad. Implica el “derecho a tener derechos” (Arendt, H.), a ejercerlos y a definir los temas y los actores que participan del debate público. Debe ser activa y requiere de la participación permanente de las personas y colectivos para incidir y decidir tanto en la esfera privada como en la pública.

A pesar que existe la participación activa de las mujeres en diferentes ámbitos, no siempre ésta implica ocupar espacios de toma de decisiones. En muchas ocasiones los mecanismos burocráticos del Estado y la falta de voluntad política impiden una efectiva participación democrática de la ciudadanía en general y de las mujeres en particular.

Ocupar el espacio público en todos sus niveles y dimensiones, efectuar propuestas y colocarlas en el debate, participar en las decisiones y controlar la función pública, son condiciones imprescindibles para el reconocimiento de las mujeres como actoras políticas autónomas con capacidad de ejercer y construir derechos.

Participación y representación política “Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para eliminar la discriminación contra la mujer en la vida política y pública del país, y en particular, garantizarán a las mujeres, en igualdad de condiciones con los hombres, el derecho a: ser elegibles para todos los organismos cuyos miembros sean objeto de elecciones públicas, ocupar cargos y ejercer todas las funciones públicas en todos los planos gubernamentales.” (Convención para la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer / CEDAW, 1979) En Uruguay los niveles de participación política de la mujer en cargos de decisión en organismos de gobierno y partidos políticos son llamativamente bajos si se los compara con el alto grado de participación en la vida económica, en el trabajo y con su generalizado acceso a la educación.

En veinte años, desde la recuperación de la democracia, no ha existido voluntad política para la modificación de esta inequidad, siendo el bajo número de mujeres en cargos de representación y decisión un indicador de la naturaleza excluyente del sistema político, lo que constituye un “déficit democrático”.

La participación femenina en el Poder Ejecutivo es casi inexistente. Nunca en nuestro país, una mujer ha ocupado ningún cargo electivo (Presidente de la República, Vicepresidente o Intendente Departamental). Las mujeres que han ocupado cargos ejecutivos designados, han sido excepción (a razón de una Ministra por período administrativo). En el actual gobierno (2000-2005) ninguna mujer ocupa una cartera ministerial, ni tampoco las subsecretarías de dichos ministerios, lo que representa un retroceso respecto a períodos anteriores.

Se suma a esto, que también los cargos designados en la órbita del Poder Ejecutivo, Poder Judicial, Direcciones de Organismos Autónomos, Entes Autónomos y Servicios Descentralizados, son ocupados mayoritariamente por varones. La subrepresentación de las mujeres constituye una “anomalía” específica del sistema político uruguayo que reclama su más urgente modificación.

En las elecciones de 1999 un total de 15 mujeres ingresaron al parlamento, representando sólo un 11,5% del total de parlamentarios. Según la Clasificación Mundial de Mujeres en Parlamentos Nacionales de la Unión Interparlamentaria (UIP), este porcentaje ubica al país en el lugar 66 en un ranking de 181 países.

En las Juntas Locales de Montevideo, en las elecciones del 2001, se registró un 40% de mujeres y en los Concejos Vecinales, un 43%, estas cifras disminuyen a 15% en los cargos legislativos departamentales. Esto da cuenta que los cargos a los cuales tienen acceso las mujeres, son los de menos poder y reconocimiento social, lo que se agudiza para las mujeres jóvenes.

A nivel de las direcciones partidarias la participación femenina sigue siendo minoritaria, y en la mayoría de los casos ha retrocedido con respecto al período anterior. En el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Colorado, no se registra la presencia de ninguna titular mujer del total de 15 miembros; en el Directorio del Partido Nacional de un total de 15 miembros, solo 1 es mujer; en la Dirección Nacional del Nuevo Espacio de 15 miembros, 2 son mujeres; en el Frente Amplio/ Encuentro Progresista, su mesa Política está compuesta por 28 miembros, de los cuales 4 son mujeres.

Estos datos son la evidencia de que la democracia está en deuda con las mujeres. La institucionalidad política uruguaya está retrasada en cuanto a reconocer y superar las trabas para el logro de una representación igualitaria en los cargos de decisión política.

Es necesario establecer criterios de acción positiva para convertir la igualdad formal en igualdad real.

El procedimiento para la confección de listas, así como la competitividad y fraccionamiento de éstas dentro de los lemas partidarios, producen un bloqueo para la postulación de mujeres en lugares “elegibles”. Para la efectiva aplicación de propuestas que permitan el acceso de las mujeres a los cargos de representación se deberá tomar en cuenta las complejas especificidades del sistema político institucional uruguayo.

PROPUESTAS

Designar igual cantidad de hombres y mujeres en los cargos del Poder Ejecutivo.

Legislar e implementar medidas que garanticen una representación equitativa en los cargos electivos a nivel nacional, departamental y local.

Impulsar la implementación de una Ley de Partidos Políticos que contemple la paridad de representación en sus órganos ejecutivos.

Adecuar las normas de funcionamiento partidarias a las necesidades consensuadas de hombres y mujeres.

Participación política a nivel local
Las mujeres participan activamente en los espacios locales, desempeñando tareas de muy variada naturaleza. Habitualmente, esta participación es una práctica silenciosa que tiene escaso reconocimiento social y político. En períodos de crisis, la presencia femenina en el territorio se hace más visible porque son las mujeres las que sostienen la organización de albergues, merenderos y comedores populares. Sin embargo, esta mayor visibilidad social, rara vez redunda en cargos de representación, ni en su proyección política.

Procesos semejantes se observan en las instituciones públicas que convocan a las mujeres a participar a nivel local en la detección de problemas y en la implementación de acciones programáticas por las que no reciben retribución económica ni mayor reconocimiento social.

El aumento de la participación de las mujeres a nivel local, tanto en lo rural como en lo urbano, no necesariamente implica un desarrollo de sus derechos ciudadanos ya que no se acompaña de la incorporación de la perspectiva de género en las políticas públicas ni en una transformación en la distribución del poder entre hombres y mujeres. La calificación de la participación femenina a nivel local no sólo tiene que ver con la cantidad, sino con la calidad de la participación.

La construcción de una sociedad democrática requiere de relaciones simétricas entre Estado y Sociedad Civil. Estas deben habilitar el ejercicio de una ciudadanía activa que posibilite acciones individuales y colectivas de control ciudadano, a través del cual se fiscalicen las políticas, programas y medidas que afectan a los sujetos en sus derechos.

Esta ampliación de derechos supone espacios institucionales abiertos a la participación y al diálogo.

En este sentido, los procesos de desconcentración administrativa y descentralización política pueden ser herramientas útiles para profundizar la democracia, siempre y cuando reconozcan la capacidad y el protagonismo de los actores locales en la promoción y gestión de sus demandas y el derecho de éstos a ejercer el control sobre las políticas públicas. No toda descentralización garantiza siempre la participación.

En el caso particular del Departamento de Montevideo la instauración y el desarrollo del proceso de descentralización, así como la formulación del “Plan de Igualdad de Oportunidades y Derechos” de la IMM, han significado avances importantes en el proceso de legitimar, a nivel departamental, la búsqueda de equidad entre hombres y mujeres. A través de él se pretende transversalizar la perspectiva de género al conjunto de la acción municipal y se propone - utilizando y ampliando los canales del proceso de descentralización- promover la participación de las mujeres.

La no existencia de procesos de descentralización y/o planes similares en otros departamentos del país, genera un impedimento en las posibilidades de avanzar en términos de equidad en las condiciones de vida de las mujeres.

RECOMENDACIÓN
En todo proceso de descentralización deben estar garantizadas las instancias de articulación entre poder local y organismos administrativos para que todas las personas y, en especial las mujeres, puedan participar en igualdad de condiciones en el diseño, evaluación y control de las políticas.

PROPUESTAS

1. Optimizar y universalizar los procesos de descentralización municipal a nivel nacional, que garanticen la participación equitativa de hombres y mujeres.

2. Fomentar e implementar Planes de Igualdad de Oportunidades a escala nacional y departamental tomando en cuenta las particularidades de cada departamento.

3. Evaluar periódicamente la implementación del Plan de Igualdad de Oportunidades y Derechos de la IMM y perfeccionar los instrumentos de la descentralización ya puestos en práctica, de tal manera que garanticen el protagonismo y la autonomía de las mujeres.

 

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