Comisión Nacional de Seguimiento (CNS)
Mujeres por democracia, equidad y ciudadanía - Uruguay

 

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III) Trabajo  
 

“Promover la independencia y los derechos económicos de las mujeres, incluyendo el acceso al empleo, a condiciones de trabajo apropiadas y al control de los recursos económicos” (IV Conferencia sobre la Mujer de Naciones Unidas, Beijing 1995)

En Uruguay las mujeres continúan ingresando sostenidamente en el mercado laboral, aún en los peores períodos de crisis económica. No obstante, las tasas de desempleo, el acceso y las formas de inserción, reflejan notorias diferencias entre hombres y mujeres, demostrando que las características estructurales del mercado se mantienen.

La división sexual del trabajo sobre la cual se organiza nuestra sociedad, constituye el origen de una serie de desigualdades que afecta la vida de las mujeres, condiciona su inserción en el mercado de trabajo y compromete su desarrollo y condiciones de vida.

El recorte de las políticas sociales ha significado un aumento de las responsabilidades de las mujeres en el cuidado y atención de los hijos y las familias, produciéndose una sobrecarga de las tareas domésticas con el consiguiente desgaste físico y emocional que representa la doble y triple jornada de trabajo.

Es necesario que se reconozca el aporte económico del trabajo no remunerado de las mujeres tanto en las tareas dentro de los hogares como en el suministro de bienestar social en la comunidad.

Este trabajo doméstico no remunerado es invisible, incluso para las propias mujeres y limita su participación en los ámbitos económico y social y en el ejercicio de su ciudadanía.

La precariedad laboral, el sub-empleo y la informalidad afectan particularmente a las mujeres que, en muchos casos, acceden a empleos mal remunerados, inestables y sin protección social.

Son las mujeres más pobres las más desempleadas y dentro de este grupo predominan las jóvenes, aumentándose de este modo la brecha entre las mismas mujeres.

La flexibilización laboral, la pérdida de normas claras de trabajo, ha significado peores condiciones laborales, colocando en riesgo muchas veces la salud y la seguridad de los y las trabajadoras. El miedo a la desocupación genera graves situaciones de autoexigencia para los empleados y de abuso por parte de los empleadores. La participación de las mujeres en el ámbito sindical se ve limitada por una serie de factores: la doble jornada, la falta de perspectiva de género de algunos sectores laborales, la ausencia de organización sindical en determinadas ramas del trabajo donde las mujeres son mayoría (servicio doméstico, supermercados, trabajo informal, etc.).

La situación de discriminación y de segmentación ocupacional entre los géneros no ha variado demasiado, pues si bien ha habido un crecimiento cuantitativo del empleo en las mujeres este hecho no se corresponde con un aumento de la calidad del mismo. Frente a igualdad de tareas y responsabilidades, las mujeres perciben menos salario que los hombres.

Los estereotipos continúan incidiendo sustantivamente a la hora de excluir a las mujeres de cargos de decisión y de ciertas ocupaciones que se consideran tradicionalmente masculinas, e influyen negativamente en los y las jóvenes al momento de elegir su educación o formación profesional.

Los niveles educativos alcanzados, no han significado una ventaja para las mujeres a la hora de insertarse laboralmente y aún necesitan contar con respaldos curriculares mayores que los hombres para alcanzar similares niveles de ingreso.

El porcentaje de mujeres que accede a la enseñanza técnica continúa siendo la mitad que el de lo hombres. Sus opciones profesionales aún se concentran en carreras tradicionalmente femeninas pese a haber aumentado su participación en las consideradas tradicionalmente masculinas.

El sistema actual de seguridad social agudiza las desigualdades sociales, no responde a las características del envejecimiento de la población ni al del mercado informal del trabajo.

Las mujeres se han visto directamente perjudicadas al aumentarse la edad de retiro, los años de servicio y los efectivamente aportados. Las mujeres viven más y perciben salarios menores que los hombres durante la carrera ocupacional, esta situación incide negativamente tanto para la jubilación complementaria como para el cálculo del salario básico jubilatorio.

Así ante iguales aportes, iguales años de vida y mismo trabajo que los hombres; las mujeres reciben un salario menor.

El trabajo infantil, en todas sus manifestaciones incluidas las situaciones de prostitución y tráfico de niños/as, es un atentado a sus derechos. Deben extremarse las medidas contra aquellas personas que promueven y se benefician de la explotación de niños/as. Los poderes del Estado, políticos y sociales deben controlar que los derechos de niños/as sean respetados y garantizados.

A nivel oficial el programa Proimujer (Programa de Promoción de la Igualdad de Oportunidades para la Mujer en el empleo y la formación profesional) orientado a mejorar la empleabilidad y las condiciones de inserción en el mercado laboral ha significado un avance, que aún no es suficiente. Debe darse un mejor seguimiento que de cuenta de la inserción efectiva de las mujeres en el mercado laboral.

La elaboración del Plan de Igualdad en el Empleo -acordado en el ámbito de la Comisión Tripartita de Igualdad de Oportunidades- puede ser evaluado como un avance, pero cabe señalar que aún espera la aprobación por el responsable del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.

La creación del Departamento de Género y Equidad del PIT-CNT (julio 2000) así como la aprobación en el Congreso del PIT–CNT (octubre 2003) de la cuota femenina en la representación sindical han significado cambios positivos en la incorporación y tratamiento de la perspectiva de género en el empleo.

RECOMENDACIONES
Las políticas de empleo que se promuevan deben contemplar la equidad entre los géneros y facilitar la inserción laboral de las mujeres de diferentes estratos socioeconómicos, niveles educativos y franjas etarias, apuntando al fortalecimiento de su autonomía.

El cumplimiento de las leyes vigentes en materia laboral, así como los distintos convenios firmados con la OIT, incluidos aquellos referidos al acoso sexual (ley 16.045) y protección de la maternidad, deben garantizarse aplicando sanciones a todos aquellos que no cumplan con las normativas acordadas.

El conocimiento de la normativa laboral en general y la específica de género, así como los mecanismos de reclamo ante las autoridades competentes debe tener la más amplia difusión y promoción.

Los programas sociales de apoyo (educación, vivienda, salud, guarderías) deben ser integrales, teniendo en cuenta la diversidad de situaciones familiares, económicas y sociales que viven las mujeres.

Deben asegurarse y desarrollarse ámbitos de asesoramiento técnico y jurídico con perspectiva de género que promuevan la creación de nuevas áreas de inserción laboral para las mujeres.

A nivel nacional y local se debe mejorar la capacidad de generación de ingresos de las mujeres del área rural facilitando la igualdad de acceso y el control de los recursos productivos, la tierra, el crédito, el capital y los derechos de propiedad.

El sistema de Seguridad Social debe adecuarse a la realidad laboral de hombres y mujeres y a los nuevos arreglos familiares, incluido el concubinato, contemplando específicamente aquellas situaciones que representen riesgo social para las personas (embarazo en adolescentes, mujeres jóvenes con hijos a cargo) y que no estén cubiertas o lo estén insuficientemente.

Debe garantizarse que los y las trabajadores/as de todos los sectores tengan salarios dignos y condiciones laborales que les permitan desempeñar adecuadamente sus funciones y preservar su calidad de vida, sin que medie discriminación alguna.

PROPUESTAS

1. Aprobar una legislación específica que contemple actividades, como servicios personales, servicio doméstico, trabajo informal y domiciliario.

2. Garantizar el acceso y las facilidades en la obtención de créditos para promover emprendimientos productivos, asociativos y cooperativos, liderados por mujeres.

3. Generar programas de capacitación para mujeres desempleadas, en situación de pobreza, a nivel local, con contenidos que promuevan el desarrollo de su autoestima y las habilidades básicas para su inserción laboral y social.

4. Capacitar para la empleabilidad, atendiendo la equidad de género, con la promoción de programas que apunten al ingreso de mujeres en áreas de trabajo consideradas tradicionalmente masculinas.

5. Evaluar sistemáticamente los programas nacionales en desarrollo, en tanto insumo para la formulación de políticas de empleo.

6. Promover la corresponsabilidad de hombres y mujeres en el trabajo doméstico facilitado por licencias laborales para hombres por paternidad, adopción y/o enfermedad de un familiar.

7. Investigar en profundidad y tomar las medidas necesarias para impedir las consecuencias físicas y psicológicas que en determinadas áreas de trabajo, especialmente en las mujeres, producen desgaste laboral (“burn out”, lesiones por esfuerzo repetitivo, exposición a sustancias tóxicas a nivel industrial y agrícola).

 

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