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Guia Ciudadana
sobre el Banco Mundial
y el Banco Interamericano de Desarrollo

PRIMERA PARTE: EL BANCO MUNDIAL

CAPITULO II
LOS IMPACTOS GENERADOS POR EL BANCO

Los diez mil millones de dólares que constituyeron el fondo original del Banco Mundial fueron calificados por el delegado belga a Bretton Woods como el "emprendimiento más grande que la humanidad ha hecho en este terreno" hasta el presente. Aquel fondo original empalidece al lado de los 23.000 millones que presta anualmente el Banco Mundial en la actualidad. Pero si a esta última cifra se le agregan los préstamos de otros organismos financieros (privados y gubernamentales) asociados a los proyectos del Banco Mundial, se puede concluir que ninguna otra institución en el mundo y a lo largo de la historia ha jugado y juega un rol tan decisivo en las estrategias de desarrollo.

El Banco Mundial suele vincular el financiamiento de sus proyectos en el mundo a otros préstamos, es decir, que las inversiones del Banco son habitualmente para emprendimientos co-financiados, tanto con gobiernos como con otros organismos internacionales. Se calcula que por cada dólar prestado por el Banco Mundial ingresan otros dos o tres dólares provenientes de otras fuentes.

Tradicionalmente, el Banco Mundial (BIRF-AIF) concentró su financiamiento en grandes proyectos de infraestructura. Sin embargo, a partir de los años ochenta, el foco de las operaciones comenzó a desplazarse hacia la promoción de reformas económicas globales y sectoriales y sus operaciones complementarias de "Reforma del Estado", en una lógica que pretende estrechar los vínculos de las economías nacionales con la economía mundial y maximizar los espacios para el funcionamiento de los mecanismos de mercado

Asimismo, se aprecia una tendencia sostenida a incrementar los montos destinados al área social (educación, salud y vivienda) y una explosión reciente en el área de medio ambiente y recursos naturales. A nivel sectorial, los préstamos destinados a sectores tales como la agricultura, energía, transporte, etc., forman parte de la reforma económica global impulsada por el Banco.

Los préstamos del Banco pueden ser diferenciados entre los que financian:

  • proyectos
  • programas de ajuste sectorial
  • programas de ajuste estructural

Por otro lado, el Banco también ofrece distintas formas de asistencia bajo la forma de recopilación de información y publicación de informes y ofrece asistencia a los países en el área de la planificación de las reformas económicas. Esta asistencia comprende recomendaciones sobre normas ambientales, reglamentaciones y aplicación de las mismas.

Simultáneamente, el Banco está actuando cada vez más como canal de las transferencias internacionales de dinero que acompañan los acuerdos mundiales sobre medio ambiente. De hecho, es ya la institución que gestiona los 200 millones de dólares de Fondo Multilateral para la protección de la Capa de Ozono, vinculado al Protocolo de Montreal, relativo a las sustancias que agotan dicha capa. También administra, junto al PNUD (Programa de de las Naciones Unidas para el Desarrollo) y el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), los recursos del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF por su sigla en inglés).

Tanto por el volumen de capitales que maneja, como por las áreas a las que están destinados los préstamos, la actividad del Banco se suele convertir en objeto de controversia y discusión, puesto que los proyectos financiados por el Banco tienen habitualmente un fuerte impacto social y ambiental. Los mismos no son siempre negativos o destructivos, pero su envergadura suele afectar profundamente a vastos sectores de la sociedad implicada y/o a importantes recursos naturales, de modo tal que el control de sus actividades debería ser un asunto prioritario.

Casos concretos de impactos

Algunos casos concretos de préstamos otorgados por el Banco Mundial pueden servir de ejemplo a estas afirmaciones.

Grandes obras de infraestructura7

La represa de Sardar Sarovar (India)

A pesar de que recientemente se ha retirado del proyecto, el Banco Mundial fue el principal impulsor de la construcción de una gigantesca represa sobre el río Narmada en la India. Las consecuencias ecológicas y sociales de la construcción de la represa iban a ser, a juicio de organizaciones locales y técnicos, tan graves, que el proyecto comenzó a levantar resistencias que desembocaron en una gigantesca oposición de la población local y extensas campañas de solidaridad en el mundo entero. El propio Banco se vio obligado a convocar una comisión de investigación independiente (la Comisión Morse), que aconsejó la suspensión de la obra. Las denuncias de mala planificación y escasa seriedad en la consideración del proyecto se convirtió en un escándalo de tales proporciones, que el Banco decidió retirar su financiamiento al proyecto. No obstante, lo citamos por ser un caso paradigmático del tipo de obras impulsadas por el Banco Mundial.

La represa de Sardar Sarovar había sido presentada como un verdadero "salvavidas" para el árido Estado de Gujarat en la India. Según los estudios previos, el proyecto terminaría por irrigar cerca de 2 millones de hectáreas, ayudaría a alimentar a 20 millones de personas, proporcionaría agua potable a otros 30 millones y generaría 1.450 Megawatts de energía para la industria y la agricultura, además de dar empleo a cerca de un millón de personas.

El proyecto iba a costar, según el Banco Mundial, alrededor de 3.000 millones de dólares. Dirigentes del movimiento anti- represa sostienen, por su parte, que no bajará de los 9.000 millones. Estas mismas fuentes, coinciden con las conclusiones del informe redactado por la comisión Morse, y sostienen que los beneficios futuros de la represa son una quimera, cuando no un fraude: la represa no funcionará como estaba planeado, el volumen de agua disponible estaría lejos de lo declarado, gran parte del área que será irrigada dispone de suelos inapropiados para la irrigación, no existen estudios de costos ni planes para el suministro de agua potable y el embalse quedaría obstruido por los sedimentos del río.

Por lo demás, las propias autoridades del Estado de Gujarat admiten que alrededor de 66.500 personas deberían ser desplazadas de sus lugares de residencia, aunque documentos extraoficiales sugieren que esa cifra podría elevarse a 200 mil personas a causa de la construcción de la represa. Otras 24.000 familias campesinas -alrededor de 120.000 personas- perderían sus tierras a causa de la gigantesca red de canales que está previsto construirse. Por si fuera poco, entre 30 y 40 mil personas más serían desplazadas para establecer una reserva natural, con vistas a compensar la vida silvestre que quedaría anegada bajo el lago de la represa. La posibilidad de que las autoridades del proyecto encuentren el dinero y las tierras para reinstalar a esas 350.000 personas afectadas por el proyecto son francamente escasas.

El informe de la Comisión Morse concluyó que "desde el inicio, los estados indios involucrados en el proyecto no cumplieron con las disposiciones establecidas en el préstamo, que exigen la presentación de planes para que los desalojados sean reubicados sin que ello implique un descenso en su nivel de vida ni una ruptura de las estructuras sociales de su vida tradicional. Además, el Banco aprobó el proyecto a pesar de que los estudios ambientales exigidos por la legislación india no habían sido terminados ni lo han sido hasta ahora".

El proyecto Polonoroeste y Carajás (Brasil)

Entre finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, se conocieron en Brasil las tasas de deforestación más intensas de la historia del país: hacia finales de los 80, el Instituto Nacional de Planificación Espacial (INPE) sostenía que se deforestaba anualmente un área de 22.000 kms cuadrados.

Este fenómeno se operó principalmente en los Estados de Rondonia y Mato Grosso y en la región sudoriental de la Amazonia, en el estado de Pará. No es mera casualidad que esas regiones fueran precisamente donde tenían lugar dos gigantescos proyectos de infraestructura financiados por el Banco Mundial: Polonoroeste y Carajás. El primero incluía la construcción de una carretera y un programa de colonización agraria; el segundo, un emprendimiento minero y la construcción de una vía férrea. Entre ambos se conjugaron para producir un desastre humano y ecológico sin precedentes, que se continuó incluso después que el Banco Mundial terminara de desembolsar la última parte del crédito.

Entre 1981 y 1983, el Banco Mundial prestó 443 millones de dólares al Brasil con destino al Programa de Desarrollo de la Región Noroeste, conocido con el nombre de Proyecto Polonoroeste. Más de la mitad de esos préstamos sirvieron para financiar la pavimentación de la carretera nacional Nro. 364 (BR-364), hasta ese momento un camino de 1.500 kms que conectaba la superpoblada región centrosur con la virgen y tropical del noroeste. El resto de los préstamos se destinaron a las rutas de acceso a la carretera y para la creación de centros rurales para consolidar o atraer a decenas de miles de colonos. El plan se proponía ayudar a los colonos dedicados al desarrollo de cultivos para la exportación, principalmente cacao y café. Más de 10.000 aborígenes, pertenecientes a más de 40 grupos tribales habían hecho la solicitud para instalarse en la zona (algunas partes de la región estaban tan aisladas y permanecían tan intocadas, que quedaban algunas tribus que no habían tenido contacto con el mundo exterior).

A pesar de que los anteriores programas de colonización de la selva tropical contaban sobre sus espaldas con un récord de desastres no mitigados, el Banco Mundial se zambulló precipitadamente en el Polo Noroeste. El Banco justificó su colaboración a los proyectos con una racionalidad más que cuestionable: argumentó que la migración a la región se había incrementado ya a principios de los 70 y su intervención haría de la colonización un proceso más ordenado y sustentable.

Pero una vez que el proyecto estuvo encaminado, llegaron tantos colonos en tan poco tiempo -cerca de medio millón entre 1981 y 1986- que la agencia oficial de colonización rural del Brasil se vio totalmente superada en sus esfuerzos por otorgarles títulos legales de propiedad sobre sus parcelas de tierra. Los servicios de extensión agrícola y crédito, que se suponía llegarían para apoyar a los colonos jamás se materializaron. Para sobrevivir, los colonos quemaron la selva y luego trataron de poner en marcha cultivos anuales, como habas, arroz y maíz. Pero los nutrientes de las cenizas provenientes de los incendios se agotaron pronto, al cabo de uno o dos años, las cosechas fueron un fracaso y los cultivadores se vieron obligados a desplazarse. Algunos afortunados sacaron un pequeño provecho vendiendo sus parcelas a grandes propietarios dedicados a la ganadería (un uso de la tierra que la experiencia pasada en la Amazonia ha demostrado ser absolutamente insustentable), ganaderos que a su vez se beneficiaron de los subsidios otorgados por el gobierno brasileño a quienes se establecieran en la selva tropical. En algunas casos, la tierra cambió varias veces de propietario a causa de las expectativas creadas por el desarrollo que se generaría en las proximidades de la carretera financiada por el Banco Mundial. Pero la ola especulativa estaba basada, sobre todo, en la obsesión nacional por la tierra como refugio contra la constante devaluación de la moneda brasileña y en la creencia que detrás de la BR-364 vendría el "progreso".

Según estudiosos del tema, el proyecto Polo Noroeste transformó a Rondonia en la región con la tasa más alta de deforestación en la Amazonia brasileña, habiendo pasado de tener un área deforestada cercana al 1.7% de su territorio en 1978 a una del 16.1% en 1991. Hacia mediados de la década del 80, los incendios de la selva de Rondonia atrajeron la atención de los investigadores de la NASA, por ser el más rápido cambio ocurrido por causas humanas, visible desde el espacio.

Enfermedades mortales amenazaron a los colonos y a los pueblos indígenas. La incidencia de la malaria se aproximó al 100% en algunas áreas y más de 250.000 personas terminaron infectándose. Algunas tribus indígenas estuvieron al borde del exterminio físico a causa de las epidemias de sarampión; tasas de mortalidad infantil que oscilan entre el 50 y el 25% fueron constatadas en investigaciones recientes, realizadas entre grupos indígenas de la región.

En 1989 el Banco Mundial tuvo que aprobar un préstamo para un proyecto de emergencia para combatir la malaria, que en el estado de Rondonia tenía uno de sus focos principales. El préstamo del Banco estaba destinado a la realización de fumigaciones con DDT (prohibido en EE.UU. y otros países desarrollados) en hogares y construcciones de la región amazónica para controlar al mosquito Anopheles, causante de la epidemia.

En el otro extremo de la cuenca amazónica, en el estado suroriental de Pará, la deforestación alcanzó una escala incluso superior a la que se conoció en Rondonia durante los últimos años de la década de 1980. A fines de 1990, cerca de 150 mil kms cuadrados de selva fueron suprimidos a lo largo de una extensa región conocida como el área de influencia de Programa Gran Carajás.

Más de las ¾ partes de esta destrucción tuvo lugar a ambos lados de los 780 kms de vía férrea financiada por el Banco Mundial en 1982. El Banco había prestado 304 millones de dólares a la compañía minera estatal Vale do Rio Doce (CVRD) para construir una vía férrea desde las más grandes reservas mundiales de mineral de hierro hasta el mar. Junto al ferrocarril, el proyecto del Banco Mundial financió hasta el final el desarrollo de la mina de hierro Carajás y la construcción de un puerto de aguas profundas en Sao Luis, donde termina la vía férrea. El costo total del proyecto ascendió a más de 3.000 millones de dólares y el Banco lo cofinanció con fondos de la Comunidad Europea y Japón.

Estas inversiones en enormes obras de infraestructura sirvieron de catalizador de un rápido y descontrolado desarrollo de la región, con una expansión exponencial de los establecimientos ganaderos, la minería de oro y los grandes monocultivos de eucaliptos. Recién cuando la deforestación y el caos social hicieron acto de presencia en el área de Gran Carajás, la CVRD emprendió algunas investigaciones ambientales y comenzó a encarar el problema de los suelos degradados en las cercanías de la mina.

Una vez que la mina, el ferrocarril y el puerto estuvieron a punto de culminarse, el programa Gran Carajás generó una amenaza ecológica de grandes proporciones: la construcción por compañías privadas de 34 establecimientos industriales a lo largo del corredor ferroviario, que funcionarían a base de carbón de leña. Las industrias necesitarían, o bien 3 millones de toneladas de carbón de leña o 14 millones de toneladas anuales de madera como combustible. A pesar de que grandes plantaciones de eucaliptus iban a sustituir al carbón de leña, en la práctica la selva tropical restante fue la principal fuente de combustible de esas industrias.

Muchas reservas indígenas del área del proyecto (que se suponía iban a ser protegidas a través de un proyecto especial) poseen zonas de selva tropical que fueron invadidas por campesinos pobres desesperados. La explotación de estas áreas forestales terminó por degradar y destruir las áreas de selva incluídas en las reservas indígenas.

En 1987, 39 organizaciones ecologistas y defensores de los derechos de los pueblos indígenas de todo el mundo, enviaron una carta al presidente del Banco Mundial para que usara toda su influencia con el fin de detener los proyectos industriales a base de carbón de leña como combustible. El director regional brasileño del Banco respondió a esta demanda, afirmando que su empresa prestataria, la Companhia Minera Vale do Rio Doce, no había sido la que había autorizado el funcionamiento de ese tipo de industrias, sino que se trataba de una lamentable iniciativa del Programa Gran Carajás, sobre el que el BM no tenía la menor autoridad ni influencia. La contribución del Banco Mundial se limitó a dar un poco más de dinero a la CVRD para que encargara un estudio sobre fuentes alternativas de energía.

La modernización tailandesa

El Foro Popular organizado en Tailandia en 1991 ilustró la gigantesca transformación económica, social y ecológica a través de la cual, los recursos naturales de Tailandia y zonas enteras del país fueron organizadas para la explotación intensiva de cultivos de exportación. A través de este esquema de modernización productiva, millones de campesinos terminaron por perder sus tierras en las últimas dos décadas. Muchos de ellos terminaron como habitantes de los suburbios pobres de Bangkok, después de haber tenido que abandonar sus tierras, ya fuera por la construcción de represas, la mecanización de la agricultura a gran escala u otros emprendimientos industriales, así como por la política de reasentamientos masivos, organizada por los militares en los últimos años para combatir a las organizaciones armadas de oposición.

Se trató, según algunos analistas, de un proceso profundamente antidemocrático, ecológicamente devastador y políticamente represivo. No se puede dar mejor ejemplo de la naturaleza de este proyecto modernizador que el plan ideado por el Real Departamento de Forestación de Tailandia, consistente en una forestación masiva sin precedentes, supuestamente para contribuir al mejoramiento del medio ambiente.

Las metas del programa Khor Chor Kor (Proyecto de Reserva Forestal y Reasentamiento Agrario) consistió en "liberar" grandes áreas administradas por el Real Departamento Forestal para forestarlas posteriormente. La primera fase del programa se cumplió en la empobrecida y desértica región del nordeste del país, en donde más de 1.250.000 personas serían trasladadas en un período de cinco años a partir de 1991. Serían evacuadas de una zona de aproximadamente 1 millón y medio de hectáreas y reasentadas en un área no mayor a la mitad, la que estaba ya ocupada por más de 2 millones de campesinos pobres tailandeses. El gobierno se propuso transferir esas 1.500.000 hás a manos de grandes propietarios privados, los que plantarían allí grandes extensiones de eucaliptus para producir pulpa de papel para la exportación. Empresas niponas, tailandesas y la Royal Dutch Shell se encontraban entre los inversionistas.

Pobladores locales, apoyados por académicos y ecologistas, aseguraron que con muchos menos costos sociales y ambientales, se podría haber llevado adelante un programa de forestación comunal, gestionado por los propios campesinos y utilizando especies locales. Los grandes cultivos de eucaliptus y otras especies de rápido crecimiento -sostenían los opositores al megaproyecto- constituyen un desastre ecológico, desde el momento que destruyen la fertilidad del suelo y convierten a las zonas ricas en suministros de agua en regiones semiáridas como el nordeste del país.

Durante 1990 y 1991 tuvo lugar una extensa resistencia al programa. En la provincia de Buri Ram, 2.000 familias, residentes en 12 pueblos rurales fueron amenazadas por el ejército con el incendio de sus hogares si no se sometían a los planes del gobierno y aceptaban trasladarse a las regiones elegidas para su reasentamiento. Las familias campesinas argumentaban que el Real Departamento Forestal estaba apoyando la ocupación ilegal de 12.000 acres de selva virgen, con lo que estaba abriendo las puertas a la forestación de toda la región con especies exóticas de rápido crecimiento.

Con el financiamiento del programa Khor Chor Kor, el Banco Mundial, junto a otras agencias de ayuda multilateral, como la FAO y el PNUD, jugó un rol indirecto pero nada despreciable, en la generalización de este tipo de proyectos en otras partes del mundo. Las tres agencias realizaron un ambicioso esfuerzo internacional sobre finales de los 80, conocido con el nombre de Plan de Acción para las Selvas Tropicales (TFAP por su sigla inglesa), presentado como plan para salvar las selvas tropicales amenazadas. El plan forestal tailandés no fue más que una pieza dentro del enorme rompecabezas del TFAP, concebido para preparar el desarrollo forestal a gran escala en diversos países del Tercer Mundo. Con fondos de las agencias internacionales, la consultora forestal finlandesa Jaako Poyry fue encargada de preparar el plan forestal en Tailandia, enfocado hacia la expansión de los cultivos de eucaliptus, sobre los que la empresa ya tiene amplia experiencia en la Amazonia brasileña, Malasia, Birmania e Indonesia.

Otros ejemplos

  • En 1985, el Banco Mundial aprobó un crédito por valor de 10.5 millones de dólares para construir 130 establecimientos ganaderos comerciales en la zona de Okavango (Botswana). El proyecto siguió adelante, a pesar de que la experiencia indicaba que otros proyectos que intentaron promover la ganadería comercial habían fracasado estrepitosamente en el pasado en un país que ya posee tres cabezas de ganado por habitante y unos suelos castigados por el sobrepastoreo. Entre los resultados previstos por la puesta en práctica del programa se encuentran el aumento de la desertificación y las dificultades sociales de una población que depende para su alimentación de la importación de productos. En Etiopía, un país donde se aplicaron enfoques similares, más de un millón de personas murieron de inanición, mientras su país continúa exportando carne a Gran Bretaña.
  • El proyecto de Desarrollo Rural de Caazapa (Paraguay) se propuso construir carreteras y caminos que permitieran la colonización de las tierras de las tribus Ache y Mbya. Cientos de estos indígenas fueron asesinados o superexplotados por los colonos durante las últimas décadas. El Banco Mundial ha contribuído ya con 5 millones de dólares al desarrollo de este proyecto, que se encuentra atrasadísimo respecto al cronograma previsto. Ello se debe, entre otras razones, a las resistencias puestas por los terratenientes en la época de la dictadura del Gral. Stroessner, para quienes no eran necesarias las "sutilezas" de los estudios de impacto ambiental y social previstos en las condiciones del Banco Mundial.
  • La represa de Bodhgat (India), financiada por el Banco Mundial, va a destruir gran parte de la selva húmeda de Bastar y supondrá el desplazamiento de numerosas tribus indígenas. Este proyecto está vinculado a las presas de Kutru I y II, río Indrani abajo y supondrá serios daños al Parque Nacional de Kutru, último hábitat natural del búfalo salvaje indio (Bubalas bubalis lin). Este parque natural ya ha visto reducida en varias oportunidades su área para otros grandes proyectos mineros e hidroeléctricos.

Programas de ajuste estructural

Los progamas de ajuste estructural, promovidos por el Fondo Monetario Internacional y financiados por el Banco Mundial han generado graves impactos sociales en numerosos países del Tercer Mundo, pese a lo cual continúan aplicándose a ritmo cada vez más acelerado. Entre los numerosos ejemplos disponibles, el siguiente puede servir para ilustrar el tema.

El caso de Ghana

Ghana es uno de los tantos países del Africa subsahariana que puso en práctica uno de los así llamados Programas de Ajuste Estructural durante los años 80 y principios de los 90. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional son las dos instituciones financieros internacionales que recomiendan este tipo de programas de ajuste, supuestamente para que los países equilibren sus indicadores económicos, saneen sus cuentas y puedan cumplir con sus compromisos financieros externos.

El caso de Ghana es particularmente importante, porque suele ser presentado como un ejemplo de programa concluído con éxito, a pesar de las evidencias en contrario.

Coherente con sus explicaciones fiscales y monetarias de las crisis, el Banco Mundial y el FMI citaron a la mala administración del gobierno como causa del deterioro económico del país. Lo que no explicaron fue que los tres acuerdos anteriores, firmados por el FMI y el gobierno ghanés entre 1965 y 1970, no tuvieron el menor resultado positivo.

En 1983, el FMI condicionaba un nuevo préstamo a corto plazo a la adopción de un nuevo programa de ajuste. Algunos indicadores macroeconómicos mejoraron y la infraestructura productiva básica se puso nuevamente en funcionamiento.

Sin embargo, a pesar de estos síntomas, en 1986 ya era claro que las consecuencias sociales del ajuste se acumulaban de forma alarmante. El programa de ajuste implicó un recorte en los gastos destinados a la salud y educación y, por tanto, un incremento en la difusión de ciertas enfermedades y el cierre de varios centros educativos. Además, impuso la devaluación de la moneda local y con ello el aumento de los costos de producción de la pesca y, en consecuencia, el precio de todos los productos provenientes de aquella actividad. Indirectamente, el proceso contribuyó a aumentar la tasa de desnutrición que se verificó en Ghana en los últimos años (el 60% de las proteínas que consume la población proviene de los recursos marinos). El desempleo urbano creció, particularmente después de que fueran despedidos unos 85.000 empleados, directa o indirectamente vinculados a empresas estatales, como parte de un programa de reestructuración propuesto por el FMI y el Banco Mundial.

A tal punto llegaron las consecuencias del programa de ajuste estructural, que el Banco Mundial y otros países donantes, crearon un fondo para ayudar a los sectores sociales más vulnerables, con el ilustrativo nombre de "Progrma de Acción para Mitigar los Costos Sociales del Ajuste". Hacia finales de 1987, el Banco Mundial otorga su primer préstamo para el Programa de Ajuste Estructural, por un valor de US$ 115 millones, para complementar el financiamiento otorgado por el FMI. El préstamo fue destinado a un segundo tramo del programa. Mientras el primer programa (1984-86) promovía la reducción del déficit fiscal, la inflación y la deuda externa, mediante la disminución de la demanda interna, el segundo programa (1987- 89) fue más ambicioso. Sus objetivos incluían: revertir la decadencia de la producción agropecuaria, restaurar la confianza de los inversores extranjeros en la economía nacional, incrementar el intercambio comercial, el nivel de vida de la población, controlar la inflación, reformar el sistema de precios y restablecer los incentivos a la producción de cacao.

El gobierno consiguió el ansiado equilibrio fiscal por el resto de la década y con la inflación aparentemente bajo control, se restableció la confianza de los inversores. En 1989 incluso, algunos acreedores cancelaron o renegociaron una fracción menor de la deuda de Ghana.

La ilusión de un crecimiento sostenido se vino abajo en 1990. El crecimiento del PBI cayó de 6.1% a 2.7%. La inflación dobló las previsiones establecidas para ese año y el décifit fiscal volvió a hacer acto de presencia.

La producción agrícola se desplomó, ya que el énfasis puesto en los cultivos de exportación, socavó al resto del sector. Los productores de cacao, que fueron los más beneficiados por el programa de ajuste, constituían apenas el 18% de todos los productores del país (además, casi la mitad de la tierra estaba en poder del 7% de los más grandes y poderosos cultivadores de cacao).

Para los productores de alimentos dependientes de la demanda interna, no había incentivos económicos disponibles. El resultado fue el descenso de la autosuficiencia alimentaria del país a lo largo de los años 80. Productores de arroz, aceites vegetales y otros cultivos fueron duramente golpeados por productos importados más baratos, consecuencia de las medidas de liberalización comercial.

En otros sectores de la economía, la inversión directa de capital fue insignifcante, la fuga de capitales creció y la industria doméstica se estancó a causa de la importación de productos.

Mientras tanto, la distribución del ingreso se deterioró en detrimento de los asalariados y el campesinado. Otro tanto sucedió con los servicios de salud y educación.

Otro impacto, aunque menos visible, de los programas de ajuste fue la destrucción ambiental, causada por el estímulo a las exportaciones agrícolas, madereras y mineras. Se aceleró la destrucción del área ocupada por la selva tropical -que ahora ocupa apenas el 25% de su superficie original- aumentó la contaminación ambiental derivada de las actividades industriales y se produjo una importante degradación de suelos.

¿Por qué el Banco actúa como actúa?

Los ejemplos arriba citados sirven para ilustrar el impacto que los préstamos del Banco tienen sobre el común de los ciudadanos del país prestatario, así como sobre el ambiente. Con los mismos se pretende contribuir a desmistificar la presunta complejidad de los problemas derivados de las actividades del Banco Mundial y llevarlos desde la esfera de "expertos" al ámbito del común de los ciudadanos. Sus consecuencias en la vida cotidiana de millones de personas son tan evidentes (tanto por sus implicancias ambientales como directamente sociales) que ningún activista sindical, barrial, ambiental o ciudadano responsable debería ignorarlas.

Hasta tal punto, sus políticas han sido objeto de crítica y debate, que el propio Banco Mundial ha publicado informes autocríticos sobre sus iniciativas. Mera cosmética para algunos, iniciativas loables para otros, lo cierto es que el Informe Wapenhans, encomendado por el mismo Banco Mundial, concluyó que se estaba constatando un deterioro gradual pero permanente de los resultados de la cartera de préstamos. El informe cita una evaluación en la cual el número de préstamos insatisfactorios había crecido del 15% en 1981 al 37.5% en 1991. El informe acusa al Banco de que lo que más le importa es hacer tantos préstamos y por la mayor cantidad de dinero que sea posible, en lugar de elegir con más rigor los proyectos y asegurarse de que se apliquen adecuadamente. El informe llega también a la conclusión de que los préstamos del Banco para proyectos ambientales fueron particularmente escasos, de los cuales, además, sólo el 30% fue juzgado satisfactorio. También se hace referencia a los Programas de Ajuste Estructural y se sostiene que con frecuencia causan cambios tan profundos en las economías de los países, que los proyectos del Banco iniciados antes del Programa de Ajuste ya no se justifican una vez que éste ha empezado a implementarse.

A pesar de todo, es bueno tener en cuenta -sobre todo cuando los afectados tienen que vérselas con proyectos del Banco-, que no todos son en principio destructivos ni -más importante aún- inmodificables.

Por consiguiente, resulta importante intentar una explicación acerca de los factores subyacentes a sus políticas, para poder actuar con mayor efectividad. A grandes rasgos, los mismos se pueden agrupar en externos e internos.

Factores externos

Como vimos, el Banco no es una organización democrática, sino que se rige por el principio de que quienes más aportan tienen mayor poder de decisión. En consecuencia, los países con mayor poder son quienes definen sus políticas y aspiran a que las mismas sirvan a sus intereses. Ello explica que, luego de medio siglo de préstamos para el desarrollo, los países ricos sean más ricos y lo pobres más pobres. No se trata de incompetencia del Banco (ni de otros organismos internacionales como el FMI o la FAO), sino de la aplicación de políticas que sirven a unos en detrimento de otros.

Un buen ejemplo de lo anterior está explicitado en un documento del propio Departamento del Tesoro de los EEUU ("The Multilateral Development Banks:

increasing U.S. exports and creating U.S. jobs"), en el que se muestra como la participación de Estados Unidos en la banca multilateral representa un gran negocio para las firmas norteamericanas que operan en el exterior y además un aumento del empleo, con altos salarios, para la propia economía estadounidense. Entre otras cosas, el documento afirma que "desde la fundación del Banco Mundial en 1945, hemos sido el miembro contribuyente más importante e influyente. También hemos sido su mayor beneficiario en términos de contratos otorgados a empresas estadounidenses...".

Factores internos

No son pocos los autores que vinculan las políticas del Banco Mundial, centralmente a dos factores: la creencia ciega en el progreso y el crecimiento económico que profesan los cuadros directivos del Banco (y los organismos internacionales para el desarrollo en general) y los intereses corporativos propios de la burocracia del Banco. Diremos unas pocas palabras sobre cada uno de estos fenómenos.

1. El fundamento de todas las políticas del Banco Mundial descansa en la fe ciega en el modelo de desarrollo occidental. No hay que olvidarse que el Banco, como otras instituciones financieras internacionales, fue fundado sobre el final de la Segunda Guerra Mundial y en los años inmediatamente posteriores conoció el increíble y sostenido desarrollo de posguerra. Estas circunstancias no hicieron más que reforzar sus creencias en las bondades del vigente modelo de desarrollo.

Para el Banco Mundial sólo puede haber UN modelo de desarrollo, nacido de la aplicación generalizada de la técnica y la ciencia a la producción. El éxito de ese desarrollo debe medirse necesariamente en términos cuantitativos: el crecimiento económico, cuantificado a partir de los indicadores macroeconómicos convencionales. Las ideas sobre las que descansa el accionar del Banco Mundial sostienen que ese crecimiento y ese desarrollo terminarán por resolver -tarde o temprano- los problemas sociales.

Cualquier oposición inmediata al desarrollo a largo plazo debe ser ignorada: la eficiencia, la racionalidad técnica y científica de las elecciones en materia de desarrollo, deben sobreponerse a las consideraciones subjetivas de los actores sociales.

En uno de sus primeros informes anuales (1947-48) el Banco Mundial esbozaba su filosofía para las siguientes décadas. Allí afirmaba que el crecimiento productivo y de los ingresos en los países subdesarrollados requería desarrollo tecnológico, incremento de la inversión de capital, así como aumento del comercio. La estrategia del Banco consistiría en invertir planificada y cuidadosamente en proyectos de áreas críticas "relativamente menos atractivas para el capital privado", lo que catalizaría el flujo de capitales adicionales en otros sectores de la economía. El informe se refería específicamente al transporte, las comunicaciones y el sector energético, que junto a otros sectores de infraestructura "constituyen la base para el desarrollo de todos los demás sectores de la economía".

Los técnicos del Banco creen que el mundo es un sistema conocible y gobernado por un número finito de leyes universales que el hombre puede gestionar racionalmente en su propio beneficio; que el hombre es capaz de describir objetivamente, explicar y controlar todo lo que existe y de que posee la única y sóla verdad sobre el mundo. Sobre la base de estos presupuestos, y sobre todo cuando se cree que ellos deben ser generalizables a todo el planeta, no es de extrañar que la destrucción ambiental o las consecuencias negativas sobre los supuestos beneficiarios de los proyectos del Banco, sean consideradas por éste como costos sociales inevitables a corto plazo, pero que en el largo plazo redundarán en un progreso al que estamos, según esta visión, condenados.

Otro componente fundamental de la ideología del desarrollo que cultiva el Banco Mundial es la creencia en que el saber científico y tecnológico convencional es el único verdadero. El desprecio por cualquier otra forma de conocimiento explica la arrogancia de los técnicos de la institución, que no están dispuestos a tener en cuenta las formas ancestrales de conocimiento de las comunidades locales. La fe casi religiosa en este saber conlleva el rol, autoasignado, de transferir ese conocimiento especializado al resto del mundo a través de diferentes formas de asesoramiento o apoyo técnico. Esta función, complementaria de su rol de financiador del desarrollo económico, es la que pretende legitimar el rol de una tecnocracia global, supuestamente necesaria para gestionar los problemas atinentes al medio ambiente y al desarrollo.

Desde esta perspectiva, no es extraño que el Banco promueva precisamente aquellos proyectos tendientes a crear las bases de una sociedad moderna integrada al mercado mundial, independientemente de las necesidades inmediatas de la población y de los costos sociales que implican. No es casual que sus préstamos hayan estado prioritariamente destinados a obras de infraestructura, que supuestamente echarían las bases de una economía desarrollada.

2. Los intereses corporativos de la burocracia del Banco. Como ha sido señalao más arriba, el Banco toma prestado dinero en el mercado financiero a tasas de interés inferiores a las que presta los fondos propios. En ese sentido, se comporta como cualquier otra institución bancaria privada. Esta situación explica que el objetivo central del Banco Mundial sea el de prestar dinero (cuanto más mejor). En 1970 había otorgado préstamos por valor de US$ 2.200 millones. Veintitrés años más tarde había prestado diez veces más. En dólares constantes la cifra se ha triplicado en ese lapso. El Banco se beneficia más por la cantidad que por la calidad de los préstamos, de ahí que el rigor con que se otorgan y evalúan los préstamos no sea suficiente como para cambiar la tendencia a realizar emprendimientos gigantistas. Por ejemplo, un proyecto a pequeña escala, de uso final eficiente de la energía puede tener un rendimiento similar al de una gran presa hidroeléctrica, pero implica una cifra menor de dinero y una dedicación relativa mayor por parte del personal del Banco. Como ello no coincide con la tendencia del Banco a promover su propio crecimiento y a hacer circular el máximo volumen de capital en cada operación, la gran presa tendrá prioridad sobre el proyecto a pequeña escala.

Lo anterior se evidencia en el hecho de que si bien el Banco ha crecido a ritmo lento en materia de contratación de nuevo personal -de 2.300 a 5.900 en la actualidad- no ha hecho, sin embargo, lo propio con los préstamos que ha otorgado. El resultado es que el Banco presta cada vez más dinero por funcionario o técnico ocupado.

En organizaciones de estas características, diferentes individuos están encargados de otras tantas acciones relativas a la toma de decisiones que abarcan una secuencia larga, lo que motiva que el sentido de responsabilidad individual quede atenuado. Si en un momento dado alguien incluye otras consideraciones no previstas respecto a una acción específica -por ejemplo, el impacto irreversible sobre la naturaleza o sobre determinados grupos sociales u objeciones a los fundamentos éticos- se invoca la racionalidad formal y autorreferencial de la institución, argumentando que el proyecto ya recorrió los mecanismos previstos.

Esta lógica interna del Banco, esta forma de organización y el modo en que se toman las decisiones tornan extremadamente difícil la posibilidad de que el Banco rectifique, por iniciativa propia, la aprobación de alguno de sus proyectos, aún ante la evidencia de que sus consecuencias serán desastrosas desde el punto de vista social o ambiental.

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