María Noel Lapoujade
Ustedes lectores y yo, en adelante
nosotros, en este segundo nos encontramos compartiendo estos escasos
centímetros de papel. Hasta este momento sólo nos une esta ínfima parte de
los espacios cósmicos infinitos que es una breve página en blanco, un espacio
sin construir, llamada horizontes.
A partir de este instante podemos compartir también espacios infinitos,
desplegando su infinitud no hacia afuera, hacia espacios cósmicos posibles,
sino hacia adentro, hacia adentro de estos escasos centímetros de papel. Así
se desvanece en su articialidad, la línea que separa el afuera del adentro. El
afuera lo llevamos dentro. El adentro se plasma hacia
la exterioridad. Son espacios-tiempos construidos, recreados por la fuerza
creadora de la imaginación humana.
El pequeño rectángulo de papel virgen contiene infinitos mundos virtuales que
habremos de despertar, de crear, recorrer, compartir. Nos proponemos desplegar
horizontes posibles.
La palabra horizonte significa el límite lejano del espacio visto. Es decir,
horizonte tiene que ver con límite, solo que un límite lejano, que no pesa ni
encierra, porque es desconocido y abierto. En tal sentido la palabra horizonte
conlleva el matiz de meta, desafío, invitación, vértigo.
La mirada a lo lejos, alcanza una línea paradojalmente inexistente. Inexistente
como entidad externa, pero existente y real en la mirada. Esta ilusión de
realidad llamada horizonte ejerce la atracción inevitable de la seducción. La
incertidumbre por lo que está detrás, mas allá de ella ha incitado la
imaginación humana de todos los tiempos y lugares.
Estamos ante una ilusión de realidad con más fuerza y poder que la realidad
misma, pues ha movido a la humanidad desde sus comienzos históricos a
desplazarse, atraída por el vértigo de su misterio.
La humanidad originariamente nómade, ha vagabundeado, curiosa, en su sed de
posibles. ()
En su sed de lo nuevo esta especie llamada humana ha realizado cálculos sobre
apuestas, a veces convertidas en hipótesis; ha trasmutado sueños en promesas.
Pie, mano imaginación
En todos los tiempos, en todos los
espacios, en una infinita variedad de formas, maneras, estilos, propuestas, las
culturas de los pueblos, muestran en su la base, una condición humana,
inquieta, inconforme ante la pasiva aceptación de lo dado como inamovible
realidad; y por ello, itinerante.
El pie curioso de horizontes, de mundos, de vidas traza itinerarios.
La mano, su infatigable compañera, teje las historias. La imaginación es la
guía, por muchas que sean las mediaciones, del pie y la mano humanas
irremediablemente atraídos por el vértigo de horizontes siempre evanescentes.
La imaginación humana: esa fuerza de atracción hacia lo nuevo, lo desconocido,
eterna creadora de posibles, es la aventurera de lo insólito, lo virtual, lo
inesperado. ()
La más bella “paradoja” es que lo diferente, lo otro, no sólo está más
allá, lejano, en lo que no soy, sino en mí. Llevamos el signo de las
diferencias, lo nuevo, lo desconocido en la intimidad.
Quelque part, je suis étranger par rapport à quelque chose de moi-même.
Quelque part je suis “différent”, mais non pas différent des autres,
différent des miens. ()
La otredad está en nosotros. El no-yo, es decir, todo lo que no soy yo, como
dice Fichte, se recorta en el seno de cada yo.
El horizonte, como límite lejano de la exterioridad, es mirado y vivido desde
una intimidad. Una intimidad que es ella también un horizonte de posibilidades.
Un horizonte de posibles nos rodea, un horizonte de posibles nos constituye.
La comunidad íntima del cosmos puede unirnos en las diferencias. Diversidad y
unidad del caminante del mundo: la especie humana. El pie caminante pone mundos
posibles que arranca del anonimato de la virtualidad. Así irrumpe la realidad
imaginaria original en que el hombre habita. El pie danzante super-pone otros
mundos posibles, crea otros espacios-tiempos imaginarios: envueltos, incrustados
o envolventes, de la realidad imaginaria primordial. Van Gogh le escribe a su
hermano Theo: “L’art c’est l’homme ajouté à la nature. “ ()
La danza agrega, superpone mundos generados a partir del movimiento del cuerpo.
El Sócrates de Paul Valéry, en ese bello libro titulado L’âme et la danse,
dice:
...ce petit être donne à penser... Il assemble sur soi, il assume une majesté
qui était confuse dans nous tous... On dirait qu’elle paye l’espace avec de
beaux actes bien égaux, et qu’elle frappe du talon les sonores effigies du
mouvement. Elle semble énumérer et compter en pièces d’or pur, ce que nous
dépensons distraitement en vulgaire monnaie de pas, quand nous marchons à
toute fin.
La danza perfecciona la marcha. El pie, conducido por la imaginación estética,
en su indisoluble unión con las geometrías, crea mundos posibles en
coordenadas espacio-temporales inéditas, acuñando formas móviles, figuras
efímeras, que se volatilizan en sus metamorfosis. El caminar sublimado deviene
danza: eco y modelo de nuestra especie biológica. La danza embellece la
rigurosa precisión matemática del cuerpo en movimiento.
Cuando el movimiento del cuerpo no pretende la eficacia del gesto utilitario,
sino que busca comunicar, expresándose, crea así sobre el espacio limitado del
escenario, otros espacios ilimitados, dibujados con el cuerpo.
Las artes en general, desde sus peculiaridades, vuelven visible lo invisible. La
danza cumple ese destino en un espacio imaginario vuelto real que es el
escenario. Ella logra la alquímica transustanciación de lo invisible en
visible, en el acto gozoso por el que el cuerpo traza aéreas geometrías en
cascadas de instantes huidizos. Paradoja de una evanescente
invisible-visibilidad.
Surge así el íntimo gozo compartido por quien realiza (literalmente: vuelve
real) lo invisible, y quien, suspende el aliento para escuchar-mirando
desplegarse ese señorío de lo efímero.
En la danza el hombre apresura su paso, se vuelve ligero, preciso y goza.
Transgrede la gravedad, la materia, el peso, la lineal seriedad del camello
nietzscheano, y su espíritu aéreo, ligero, libre, le regala la posibilidad de
trascenderse. Y trascenderse es el acto humanizante por excelencia.
Ser humano
Ser humano consiste en inventar los
infinitos modos de plasmar las posibilidades de transgredir todo límite. () Por
ello, la danza humaniza, vuelve más humano, porque ella encarna el don de la
transgresión.
Entonces, la danza no es un accidente de lo humano sino más bien, le es
inherente y necesaria para su construcción en tanto tal.
“El modo de andar revela si uno recorre ya, o no, su camino. ... Mas quien se
acerca a su meta, baila. ... Haced como el viento cuando se precipita fuera de
sus cuevas en la montaña; quiere bailar al son que él mismo toca y los mares
se estremecen y brincan bajo sus pisadas. ...
“El que es enemigo de todo lo árido y reseco y de todas las hojas marchitas y
malas hierbas -¡alabado sea este bueno y libre espíritu huracanado que por
sobre pantanos y aficiones baila como si fuesen praderas! ... Hombres
superiores, lo peor de vosotros es que no habeis aprendido a bailar como hay que
bailar -¡por encima de vosotros mismos! ¡Qué importa que hayáis salido mal!
“¡Cuántas cosas son todavía posibles! ¡Aprended a reír por encima de
vosotros! ¡Arriba los corazones, buenos bailarines! ¡Cada vez más arriba! ¡
Y no olvidéis la buena risa! “ (7)
De ahí la fascinación de Ia Duncan por Nietzsche, “primer filósofo
bailarín”. Vamos a ponerlo ahora en parabras de Isadora Duncan, a quien
parafraseo: primera bailarina filósofa: “Creo que en cada vida hay una línea
espiritual, una curva ascendente, y todo lo que se adhiere a esta línea y la
fortalece es nuestra vida real. lo demás no es sino la broza que cae de
nosotros según vamos progresando. Una línea espiritual de esta clase es mi
arte. Mi vida no ha conocido más que dos motivos: el Amor y el Arte.” (8)
| Referencias
1
René Schérer. Utopies Nomades. En attendant 2002. Nouvelles Editions
Séguier. Paris. 1996. |
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