Serie: Convivencias (XXX)

¿Qué socialismo?

José Portillo

¿Qué es ser de izquierda? ¿Qué es el socialismo? ¿Puede ser utópico y científico? ¿Puede encontrarse un programa político que se llame socialismo? No son preguntas que conlleven conceptos unívocos y, sin duda, son múltiples las posibles respuestas.

Habría dos grandes corrientes entre los autores y pensadores contemporáneos. Una escéptica, que piensa que la historia ha llegado a su fin en cuanto a posibilidades de organización social y que la mejor regulación de las interacciones sociales es la que produce el mercado (el nuevo Dios(1)). Esta corriente inspirada en gran medida en Hayeck es llamada neoliberal (en una generalización un poco excesiva).

La otra corriente, más optimista, porque todavía cree en los valores kantianos, trascendentales, piensa que existen formas (o que podrían y deberían existir) de organización, de cuya regulación por el Estado surja un mejor beneficio para la mayoría de la sociedad; mayoría ésta (los 3/4 o los 4/5, dependiendo de los indicadores que se consideren) a la cual ni el mercado ni la democracia representativa por sí solos han sido capaces de satisfacer.

La primera pregunta entonces, podría ser respondida, siguiendo a Bobbio(2) diciendo que ser de izquierda es "integrarse a la segunda corriente de opinión (con un número casi infinito de matices en su interior), cuya preocupación central es compatibilizar el respeto de todos los derechos humanos incluyendo la libertad más irrestricta, con la justicia social". Como nos dice Bobbio: los términos derecha e izquierda "indican programas contrapuestos respecto a muchos problemas cuya solución pertenece habitualmente a la acción política, contrastes no solo de ideas sino también de intereses valoraciones sobre la dirección que habrá que dar a la sociedad".

Los planteos de Bobbio señalan también que la preocupación por el igualitarismo de la izquierda consiste en reconocer cuánto tienen los hombres de iguales y de desiguales, para valorar sobre todo lo igual para una buena convivencia. Por lo tanto el planteo de este autor es respetar la "regla de oro de la justicia": "Tratar a los iguales de una manera igual y a los desiguales de una manera desigual" y para esto se necesita que la justicia no solo sea general desde el Estado, sino también local, en todas y cada una de las instituciones sociales en las que el hombre actúa(3). Bobbio dice que el igualitarismo sería una sociedad no utópica en el sentido que todos sean iguales. Nosotros decimos que sea utópica, en el sentido de que podría y debería lograrse la igualdad de oportunidades, removiendo "el exceso" de mercado y favoreciendo las políticas que tiendan a convertir en más iguales a los desiguales. Este autor le llama a este proyecto "el nuevo contrato social"(4), que incluye los principios de justicia redistributiva y que sea compatible con la tradición teórica y práctica del socialismo, y que se contraponga a lo que él llama el "neocontractualismo" de los liberales.

En los próximos párrafos veremos los planteamientos de algunos autores contemporáneos para organizar y darle forma concreta a ese "nuevo contrato social"(4), que incluye los principios de justicia redistributiva y que sea compatible con la tradición teórica y práctica del socialismo, y que se contraponga a lo que él llama el "neocontractualismo" de los liberales.
En los próximos párrafos veremos los planteamientos de algunos autores contemporáneos para organizar y darle forma concreta a ese "nuevo contrato social". Este permitiría responder a las preguntas 2 y 4, realizadas al comienzo.

Corresponde señalar el marco conceptual del análisis. Creo que un marxismo renovado puede ser una herramienta teórica muy valiosa para lograr una praxis transformadora y utópica al mismo tiempo. Por eso, como dijo Mandel(5) hace ya casi 20 años: "forma parte de la naturaleza del marxismo elaborar las transformaciones importantes de la realidad empírica y de este modo contemplar al marxismo abierto (pues el marxismo es abierto por naturaleza), como una tarea, como una tarea de desarrollo y extensión permanentes, incorporando a él nuevos hechos y nuevos acontecimientos científicos".

Sin entrar en una descripción minuciosa, solo enunciaremos, siguiendo a Elster(6), los aspectos más relevantes y vigentes de marxismo en la realidad histórico-social de esta modernidad tardía, así como aquellos conceptos que ya no tendrían gran capacidad explicativa y de operativización. ¿Qué es lo que está muerto del marxismo, según Elster? Primero, el socialismo "científico" (ya lo hemos dicho), entendiendo por tal aquel sistema político que prescinde del "sujeto" y de los valores trascendentes, y confía en leyes de hierro de la historia. Segundo, el método empleado en el sentido de Engels, el materialismo dialéctico. Tercero, el concepto teleológico de la historia. Cuarto, la teoría económica, sobre todo la teoría de la tendencia a la baja tasa de ganancia. Quinto, la teoría de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción, ya no tienen capacidad explicativa.

Pero algunos conceptos mantienen vigencia para entender y transformar nuestra realidad. El método dialéctico, mejor entendido por Marx, y que le sirvió para comprender, al contrario de Adam Smith, que el interés individual y el interés de la sociedad, en general entran en conflicto, por la "racionalidad auto-frustrante" del Dilema del Prisionero. Segundo, la teoría de la alienación tiene plena vigencia, con análisis mucho más sofisticados. Tercero, la teoría de la explotación tiene mucha vigencia, vinculándola a la justicia redistributiva. Cuarto, es la teoría de Marx del cambio técnico, plenamente vigente y, quinto, la conciencia de clase, aunque disfrazada, sigue vigente. Sexto y último, la teoría de la ideología, aunque actualizándola, tiene aplicación actual.

Se puede decir junto con Laclau(7), que nuestra propuesta utópica coincide con lo que este autor llama el populismo, entendido como "la presentación de las interpelaciones popular-democrática como conjunto sintético antagónico respecto a la ideología dominante". En el socialismo, también según Laclau, coincidirían "la forma más alta de populismo y la resolución del último y más radical de los conflictos de clase".

Es seguro que no habrá fórmulas exactas que definan la organización político-económica de una sociedad, respetando el marco conceptual que hemos venido señalando, es decir, un marxismo abierto como proyecto crítico y constructor de un socialismo al mismo tiempo utópico y científico. Cualquier fórmula (y seguramente existen muchas) debe ser flexible y capaz de adecuarse a realidades históricas concretas, muy diferentes. Pero algunos lineamientos debemos respetar. Se podría decir quizás, con Diane Elson(8) que: "La clave de la dirección social democrática de la actividad económica está en la interacción continua entre instituciones estatales (reguladas electoralmente), unidades de producción (democratizadas internamente), ciudadanos que ejerzan la supervisión social a través de los comités de usuarios, de direcciones de comunidad, etc., y grupos activistas que expresen una variedad de necesidades".

Me parece que lograr el equilibrio en estos cuatro polos (cuestión relativamente utópica) permitirá lograr el adecuado balance entre sociedad civil y Estado, entre Estado paternalista y Estado prescindente o mercado total, entre democracia representativa y democracia directa. Pueden entenderse éstos como los fines o los grandes objetivos de cualquier proyecto socialista. El futuro socialista estará enmarcado en un balance armónico de las cuestiones vinculadas con estos cuatro polos de la consideración política. "La democracia económica necesita de acuerdos institucionales que de modo continuado y predecible garanticen una redistribución de los recursos y de los ingresos, con el fin de mantener una razonable igualdad entre sus ciudadanos, dando respuesta a las dinámicas de desigualdad, que son la esencia de un mercado no regulado", señala Himmelstrand(9).

Para esta construcción de una sociedad socialista, razonando con un pensamiento científico y utópico, debemos no solo conocer los grandes objetivos y las estrategias políticas que permiten alcanzarlos, sino conocer las dificultades que existirán (es decir los obstáculos que habrá que remover). Ralph Miliband(10) nos habla de un socialismo para "una época de escépticos". Entre otros planteamientos interesantes y algunos otros muy discutibles, se destacan los problemas que se deberá enfrentar y entre ellos tres de excepcional importancia. El primero tiene que ver con esa concepción algo ingenua, en la perfectibilidad del ser humano potencial, que con una nueva organización política se transformará en el hombre nuevo. Esto no es ni será así por mucho tiempo. La historia reciente lo muestra y nos recuerda a Hegel cuando decía: "La historia es un matadero".

El segundo conjunto de problemas tiene que ver con la llamada "ley de hierro de la oligarquía" (Michels). La cuestión será si aquellos elegidos para gobernar podrán ser controlados y limitados para no re-constituirse en oligarquía. La historia del socialismo real y las realidades institucionales que nos rodean, demuestran claramente estas dificultades. Tercero, los problemas tienen relación con lo que Miliband llama una lectura neomalthusiana de los peligros ecológicos. Es decir, que siendo muy reales los peligros señalados por los "verdes", vinculados al agotamiento de los recursos naturales en relación al crecimiento de la población, es la organización social basada en una razón instrumental y a la lógica de la utilidad, el gran peligro. Por otra parte, una nueva racionalidad productiva podrá absorber un gran crecimiento poblacional (300 o 400%) sin mayores problemas.

El espíritu que debiera guiar esta transformación política hacia un socialismo democrático debe estar imbuido de un interés "imperfectamente racional". Con este concepto Elster(11) quiere resaltar que, reconociendo nuestras propias limitaciones en la racionalidad de los procedimientos, igualmente se puede inducir a los actores a tomar decisiones fundamentalmente inspiradas en "el bien público". Digamos que se tratará de un utilitarismo débil.

Para terminar estas reflexiones sobre la construcción "utópica" de un socialismo científico podemos repasar muy superficialmente algunas consideraciones de Perry Anderson(12): "Para desestabilizar el esquema de Fukuyama, no basta con mostrar que subestima o pasa por alto las deficiencias del orden mundial dominado por el capitalismo liberal: se hace necesario mostrar una alternativa plausible".

Cuatro serían los fundamentos históricos de la concepción histórica del socialismo y que Anderson ve como "la alternativa plausible".

Cuatro serían los fundamentos históricos de la concepción histórica del socialismo y que Anderson ve como "la alternativa plausible": la proyección histórica, un movimiento social, un objetivo político y un ideal ético. Se mueve dentro de los parámetros que hemos venido definiendo. Importa, siempre según Anderson, para ver al socialismo como una alternativa válida, comprobar si posee el potencial para resolver aquellos problemas que el capitalismo no ha logrado hacer, como el incremento notorio en la brecha entre pobres y ricos. Anderson coincide en gran medida con otros autores que ya hemos visto: como Blackburn, Elson y Brown, señalando que "las contradicciones del capitalismo no resuelven" (como podría haber pensado Marx) "sino que aumentan las dificultades que afronta el socialismo".

Para Anderson(13) la superación del neoliberalismo se basa en tres pilares: los valores, en particular el de la igualdad como criterio central de cualquier sociedad; una gran discusión sobre formas innovadoras y originales de inversión en nuevas formas de propiedad popular y, por último, la necesidad de consolidar, extender y profundizar la democracia tanto en los ámbitos del Estado como de la sociedad civil, e incluso familiar. Incluso para Anderson(14) y para el autor de este artículo, parecería que la democracia intensa y extensa se transforma en el más importante de los tres pilares que sostendrán cualquier programa socialista. Se puede decir quizás que existe una interrelación entre los tres pilares, pero que si se produce un ordenamiento jerárquico la democracia subsume a los otros dos pilares.

Anderson(15) nos recuerda a Gramsci, cuando señala que los cambios colectivos en las formas de pensar, en el imaginario colectivo no son súbitos o instantáneos. Muy por el contrario son lentos y graduales y se logran a través de la conquista del consenso. Tanto las transformaciones culturales como las políticas necesitan de períodos más o menos largos para lograr la hegemonía e "imponer" un nuevo paradigma. La conquista de ese paradigma ético y epistemológico es la tarea del socialismo (asignatura aún pendiente) tanto utópico como científico.

Reflexiones

Algunas conclusiones, que no pretenden ser puntos de llegada sino de partida, pueden valer para la reflexión y el análisis crítico. Después de haber sobrevolado varios puntos en nuestro análisis (que se inició en el artículo "La izquierda como proyecto") podríamos señalar:

1) Los conceptos utópico y científico no son excluyentes; pueden y deben ser complementarios. El espíritu que guía al científico en cualquier disciplina es el de innovación y transformación: es el espíritu utópico. Las revoluciones científicas necesitan ser precedidas de un espíritu utópico. Por lo tanto enfrentar al socialismo utópico con el científico ha sido un error histórico. Todo socialista, y todo socialismo por definición, será utópico en su concepción y científico en su implementación.

2) Las utopías históricas, políticas o literarias, así como las experiencias históricas en gran medida inspiradas en las primeras, han padecido numerosos problemas, pero agrupemos en dos categorías los principales:

a. Pérdida de vista del protagonismo del sujeto, como ser único e insustituible de su ipseidad. El individualismo de un signo y el hombre, masa de otro signo, aprisionaron al sujeto, producto natural y patognomónimo de la modernidad, en un callejón sin salida. La emancipación, como característica sustantiva del Iluminismo es una tarea aún pendiente. El sujeto, poseedor de autoestima y conciencia del bien público, debe ser un objetivo de la transformación socialista. Lamentablemente el socialismo burocrático confundió la emancipación del sujeto y la liberación de toda su capacidad creadora, con ideología pequeño-burguesa.

b. Ambiciones demasiado amplias, quizás basadas en la concepción teleológica para la conformación de un proyecto social y político. Lejos de buscar la omnipresencia, se debe preferir la modestia de un "programa mínimo" que basado en la democracia, la justicia y la solidaridad, vaya avanzando en cada coyuntura histórica concreta y elaborando propuestas políticas correctivas de la desigualdad y de la iniquidad.

 

Referencias

1. Alba Rico, S. Las reglas del caos. Apuntes para una antropología del mercado. Ed. Anagrama. Barcelona, 1995.
2. Bobbio, N. Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política. Ed. Taurus. Madrid, 1995.
3. Elster, J. Justicia local. De qué modo las instituciones distribuyen bienes escasos y cargas necesarias. Ed. Gedisa. Barcelona, 1995.
4. Bobbio, N. El futuro de la democracia. Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1986.
5. Mandel, R. Marxismo abierto. Ed. Crítica. Barcelona, 1982.
6. Elster, J. Una introducción a Karl Marx. Ed. Siglo XXI. Madrid, 1991.
7. Laclau, E. Política e ideología en la teoría marxista. Capitalismo, fascismo, populismo. Ed. Siglo XXI. Madrid, 1986.
8. Elson, D. La economía de un mercado socializado. En: "Después de la caída". "El fracaso del comunismo y el futuro del socialismo". Robin Blackburn (comp.). Ed. Crítica. Barcelona, 1993.
9. Himmelstrand, U. Democracia económica e industrial en una economía de mercado. En: "Entre la modernidad y el postmaterialismo. La socialdemocracia europea a finales del siglo XX". Wolfgang, Merkel (ed.). Ed. Alianza Universitaria. Madrid, 1994.
10. Miliband, R. Socialismo para una época de escépticos. Ed. Siglo XXI. México, 1997.
11. Elster, J. Psicología política. Ed. Gedisa. Barcelona, 1995.
12. Anderson, P. Los fines de la historia. Ed. Anagrama. Barcelona, 1996.
13. Anderson, P. Balance del neoliberalismo: lecciones para la izquierda. Conferencia. Buenos Aires, 1995.
14. Anderson, P. Democracia y socialismo. La lucha democrática desde una perspectiva socialista. Ed. Tierra del Fuego. Buenos Aires, 1988.
15. Anderson, P. Campos de batalla. Ed. Anagrama. Barcelona, 1998.
16. Portillo, J. La izquierda como proyecto, en Relaciones Nº 186, noviembre de 1989.

 

Convivencias

Artículos publicados en esta serie:

(I) La democracia como proyecto (Susana Mallo, Nº 126 )
(II) Nuevas fronteras -lo público y lo privado (Gustavo De Armas Nº 127)
(III) Refeudalización de la polis (Gustavo De Armas, Nº 130)
(IV) América Latina: entre estabilidad y democracia (H.C.F. Mansilla,132)
(V) El defensor del Pueblo (Jaime Greif, Nº 133)
(VI) Crimen, violencia, inseguridad (Luis Eduardo Moras, Nº 137)
(VII) ¿"Fin" de la Historia? (Emir Sader ,Nº 139)
(VIII) Democracia y representación (Alfredo D. Vallota? Nº 140/41)
(IX) Discusión, Consenso y Tolerancia Habermas y Rawls (Jaime Rubio Angulo Nº 140/41)
(X) Irrupción ciudadana y Estado tapón (Alain Santandreu - Eduardo Gudynas Nº 142)
(XI) Moral y política (Hebert Gatto, Nº 146)
(XII) Un señor llamado Gramsci (Carlos Coutinho, Nº 148)
(XIII) La reforma constitucional (Heber Gatto, Nº 151)
(XIV) Un poder central (Christian Ferrer, Nº 158)
(XV) Antipolítica y neopopulismo en América Latina (René Antonio Mayorga, Nº 161)
(XVI) La inversión neoliberal. Marx, Weber y la ética cotidiana en tiempos de cólera (Rolando Lazarte, Nº 164/65)
(XVII) Nazismo, bolcheviquismo y ética (Heber Gatto, Nº 166)
(XVIII) Marginalidad. Frente a las ideas de pobreza y exclusión (Denis Merklen, Nº 167)
(XIX) La invención anarquista (Christian Ferrer, Nº 170)
(XX) Violencia en el espacio escolar (Nilia Viscardi, Nº 172)
(XXI) El ciudadano dividido, (Pablo Ney Ferreira, Nº 173)
(XXII) Terapeutas, ciudadanos, criminales y creyentes (Christian Ferrer, Nº 176/77)
(XXIII) Utopía y esperanza (Damián Mozzo, Nº 181)
(XXIV) Un politicidio en el siglo XX (Hebert Gatto, Nº 181)
(XXV) ¿Fahrenheit 451 para la democracia? (Joseph Vechtas, Nº 182)
(XXVI) ¿Razones para el genocidio? (Hebert Gatto, Nº 183)
(XXVII)Intelectuales y política en Uruguay (Adolfo Garcé, Nº 185)
(XXVIII) Intelectuales y política en Uruguay (Adolfo Garcé, Nº 185)
(XXIX) La izquierda como proyecto (José Portillo, Nº 186)

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