Por otra parte

La ley del deseo (I)

María Esther Burgueño

En las pantallas y los escenarios de Montevideo se han hecho presentes dos creadores que tienen un denominador común: Almodóvar y Tennessee Williams. Ese elemento unificador es la preeminencia que el deseo tiene como columna vertebral de sus obras.

"Todo sobre mi madre" y "Dulce pájaro de juventud" convocan temas profundamente implicados en la sensibilidad contemporánea: las neosexualidades, el narcisismo que conduce a la búsqueda condenada de la eterna juventud, la violencia de los vínculos, la necesidad de nuevas formas de solidaridad.

 

Todo sobre el deseo

La decimotercera película de la filmografía de Pedro Almodóvar, estrenada en Barcelona en 1999, parece haber desmentido los fatídicos mitos que, en algunas culturas, rodean al número 13. La extraordinaria acogida del público en todas las latitudes, la avalancha de premios que conquistó el film, el director y sus actrices, el Globo de Oro que la constituye en la candidata natural al Oscar a la mejor película extranjera, son algunos de los hitos que contribuyen a aventar las supercherías. La pregunta sería, quizás, qué hay en la película que concita tales unanimidades.

La base estética sobre la cual reposa es la creación, por parte del manchego Almodóvar, de un mundo porfiadamente intertextual que se cierra obsesivamente sobre sí mismo mediante la técnica del espejo. Más aún, de un espejo que se enfrenta a otro.

Tal es el caso de Manuela (Roth) que representa juegos de rol para promover la donación de órganos en el centro en el cual trabaja. La situación ficticia será, por supuesto, reproducida especularmente por la realidad cuando ella pasa de funcionaria a familiar de un donante. Del mismo modo opera la historia de Stella Dubois que ella encarnó en su juventud y reencarna brevemente en su adultez, en la cual es fácil reconocer los datos de su propia vida. Sea esto dicho sólo a modo de ejemplo y a cuenta de una superabundancia de situaciones similares.

La película parece ser una colección de citas que remiten al punto que expresamente interesa al director según lo expresa la dedicatoria inserta al final: manifestar su homenaje a las mujeres que actúan. En principio a todas, ya que Almodóvar nos cuenta cómo aprendió a admirar a las de su familia que desarrollaban maravillosas actuaciones, sólo reservadas al sexo femenino, para sobrellevar crisis familiares. Luego, más específicamente, a las que hacen de la actuación un modo de vida asumiendo la profesión de actrices. En un tercer nivel agrega aún a las actrices que hacen de actrices. Hay una triple alusión a quienes han hecho memorables papeles en este sentido: Gena Rowlands, Rommy Schneider y Bette Davis.

Al servicio de este objeto el director pone en acción lo que Eco llamaba en "El péndulo de Foucault", "el frenético juego de las citas". En ellas se habla explícitamente de otros textos tomados del cine, el teatro, la narrativa, la pintura y hasta la arquitectura. Lo interesante es que esta citatoria discurre sin pomposidad y podría pasar desapercibida, a pesar de su morosa recurrencia. Además es señalable la funcionalidad de la citación, siempre en función estética clara, siempre enriqueciendo el horizonte de expectativas del auditorio.

Citando las citas

Último pero principal

Hemos dejado para el final el dato central que vertebra la película casi línea a línea. Nos referimos a "Un tranvía llamado deseo" de Tennessee Williams. Llegados a este punto debemos recordar la idea básica de todo el cine de Almodóvar. Si como dice Gabriel García Márquez en "El olor de la guayaba", un escritor no hace más que reescribir infinitamente una misma idea, ésta es en nuestro director, la exaltación del deseo.

No es casual que la película de culto que llamó la atención sobre este creador sea, justamente, "La ley del deseo". Esto funciona como explicitación de lo que implícitamente transita toda la filmografía con variantes, pero sin excepciones.

De hecho la compañía filmográfica de Almodóvar se llama "El deseo S.A.". Ni más ni menos.

Llegados a este punto recordaremos inevitablemente al dramaturgo que puso vigorosamente esta idea en acción y palabras, sacudiendo el adormecido ambiente pacato de Broadway y de la Norteamérica de Mac Carthy. Célebre por su escandalosa profesión pública de homosexualidad, Williams permaneció férrea y patéticamente unido a la figura castradora de su madre. Él mismo es el conglomerado de jóvenes frustrados que, al igual que él se llaman Tom (el nombre de Williams es Thomas Lanier), y su madre es la destructiva Amanda Wingfield del "Zoológico de Cristal", así como Laura Wingfield es una imagen distorsionada pero reconocible de su propia hermana Rose.

En "El tranvía llamado deseo", Blanche la patética sureña, dice a su hermana Stella: "De lo que hablas es del brutal deseo..., simplemente...¡del Deseo!...el nombre de ese traqueteante tranvía que recorre ruidosamente el barrio por una de sus angostas calles y luego por otra...". Capote, rodeada su genialidad de un halo de transgresión y vicio, dedica como señaláramos su "Música para camaleones" a Williams. Almodóvar recoge el magisterio de ambos, y hace un homenaje por partida doble a aquellos que siente hermanados a él en el desenfrenado intento de acotar el inacotable deseo.

Justamente será "El tranvía.." la referencia obvia para el espectador de "Todo sobre mi madre". Recapitulemos:

Por supuesto, en el momento en que, a través del "tercer Esteban", "el definitivo" como le llaman, se supera la conflictiva planteada en la película, Tennessee Williams desaparece de escena. La función de ejemplificar la trama de la violencia y la solidaridad que a veces la hace tolerable, se ha cumplido.

La ronda

Cuando Manuela llega a Barcelona se dirige rectamente al "Barrio Rojo", intentando encontrar a la Lola, nombre que ha adoptado Esteban luego de travestirse. Allí la cámara registra una ronda casi infernal en torno a un punto, en la cual autos, motos y peatones, giran eligiendo de modo obsesivo a sus compañeros sexuales. En una especie de recreación del Bosco se pueden apreciar todo tipo de actitudes que remiten a la violencia, a la soledad, a la desesperación. El otro punto de la ciudad, igualmente oscuro es el lugar al que se dirige Nina para conseguir sus drogas. Allí los "camellos" trafican con clientes compulsivamente guiados al lugar y son la viva imagen de la decadencia. Sin embargo este registro de realidad tiene un espacio amplio para las neosexualidades. Casi todas las posibilidades son contempladas por Almodóvar, pero especialmente aquellas que excluyen a lo masculino. Los hombres son los grandes ausentes de la película. Unos, como Esteban hijo, han muerto; otros, como Esteban padre o como Agrado, están travestidos; otros, como el padre de Rosa (ejemplar papel para Fernando Fernán Gómez), son siluetas diluidas en la demencia senil solamente capaces de registrar datos tales como :"¿cuánto mide?, "¿cuántos años tiene"?; otros, como el tercer Esteban, están amenazados por el S.I.D.A. En este sentido el magisterio de Williams se hace vivamente presente. El señor Wingfield de "El Zoológico de cristal" se ha ausentado y ha abandonado todas sus responsabilidades paternas. Por su parte Tom, su hijo, repite la conducta alejándose de su hogar y dejando libradas a su suerte a Amanda y Laura. Stanley, de "El tranvía..." es brutal e instintivo y termina arrojando de su vida a Stella y a su hijo. En "Dulce pájaro de juventud" el patrón Finley es un odioso caudillo local con veleidades mesiánicas. Imbuido de prejuicios raciales y sociales sólo siembra destrucción a su paso. Frente a él, los otros hombres también resultan anulados ya sea por la opción homosexual (su hijo Junior) o por la castración (el joven negro y, simbólicamente Chance). Ser hombre de esa manera, parecen decir Williams y Almodóvar, no parece un destino deseable. Por eso la elección de formas diversas de la sexualidad aparece como una constante de la vida y obra de estos creadores.

Cuando la cartelera es elocuente

"Todo sobre mi madre" se encuentra en exhibición en los cines de Montevideo desde hace casi seis meses. Luego de un descenso significativo en las cifras de espectadores su triunfo en el Globo de Oro y su nominación como favorita en los Premios Oscar han reactivado el interés del público. Incluso ha sido una de las grandes animadoras de la temporadas estival en los cines del Este. Esta aceptación tiene que ver, sin duda, con la manera en que Almodóvar enfila limpiamente hacia el centro de la percepción del deseo como tranvía que mueve el mundo. Ese deseo, en la medida en que el sujeto no se adueñe de él, puede llevar a la perdición, especialmente a las mujeres que aparecen más desprotegidas. Así Manuela dirá, al recordar como acepta seguir conviviendo con Esteban cuando éste vuelve de París "con un par de tetas enormes": "Las mujeres hacemos cualquier cosa con tal de no estar solas". Así Stella dirá a su hermana Blanche: "Hay que soportar algunas cosas porque, de noche, bajo las sábanas, pasan entre hombres y mujeres cosas que tú no puedes ni imaginar".

En la medida en que puedan superar esa imagen de invalidez, en la medida en que la masculinidad no sea una condición superior, la imagen del orden se hará pasible de modificaciones y entraremos en un nuevo modo de relacionamiento que la película supone como más solidario. De hecho la mujer más tradicional de la película, la madre de Rosa, es sin dudas el personaje más egoísta y distante. No puede hacerse cargo de la vida ni de la muerte de su hija, y no puede tocar a su nieto hasta que éste deja de "amenazarla" con su contagio.

En cuanto a Tennessee sabemos que es uno de los dramaturgos norteamericanos favoritos de nuestro público. "El zoo de cristal", "Un tranvía llamado deseo", "De repente en el verano", "Idilios", "Verano y humo", son títulos familiares para el espectador montevideano. De ello tienen responsabilidad directores de impronta diferente como Carlos Aguilera, un especialista en el asunto, o el juvenil y talentosísimo Sergio Lazzo. En la temporada anterior éste acometió con una nueva puesta de "El tranvía", para el Teatro Circular y con el espectáculo "Mujeres poseídas" en la Sala 0 de Teatro El Galpón. En éste puso en escena seis cuentos de Williams pensados para seis actrices excelentes. Para marzo de 2000 se anuncia la puesta en escena, nuevamente de la mano de Aguilera y para Teatro de La Gaviota, de "Dulce pájaro de juventud", obra aún no estrenada en el medio y cuya versión a cargo de Taco Larreta, ha despertado justificada impaciencia.

No son accidentales las elecciones de los creadores, sabemos que de eso se trata el arte en la medida en que dialoga con el medio que lo genera. Tampoco lo son las del público quien, obviamente, revelará con su aceptación o rechazo, sus zonas sensibles afectadas. Recorrer estos textos con el espectador es la misión del crítico que, no juez, sino compañero de ruta, intentará desbrozar zonas que faciliten el acceso a estos textos y a lo que revelan de nosotros mismos.

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