Entredichos: Philippe Panerai/Jordana Maisian
Arquitectura
y comunicación
Philippe Panerai es arquitecto y urbanista en París. Ha llevado a cabo una labor de reflexión teórica en paralelo a su actividad profesional. Autor de numerosos ensayos y libros, entre los cuales se destacan "Estructuras Urbanas: de la manzana al bloque" y "Elementos de análisis urbano", en coautoría con Depaule, Castex y otros, analiza en ellos la conformación de las ciudades con relación a su historia y a las diferentes concepciones del espacio.
Discípulo de Henri Lefebvre
y formado en la tradición estructuralista, ha basado sus investigaciones en la
observación atenta de las formas de ocupación y apropiación del espacio en
otras culturas (especialmente norte de África y Asia). Ha introducido los
conceptos de usos y modos de vida en la reflexión y la praxis de
los años 80 mediante la elaboración de diferentes herramientas para leer el
fenómeno urbano desde el punto de vista tipo-morfológico, pictórico
(paisajístico-perceptivo) y de crecimiento. Con ello, ha reformulado los
instrumentos utilizados a diario por los urbanistas para volverlos más reales,
operativos y comprometidos con una concepción de la intervención urbana desde
los habitantes y para ellos.
Philippe Panerai ha influido notoriamente en la formación de varias generaciones de estudiantes.
Arquitectura de la ciudad y comunicación
Quisiéramos intentar aquí un esbozo de puente entre estos dos ámbitos claramente diferentes y, sin embargo, susceptibles de superposición.
La arquitectura, arte que crea espacios, es también una praxis que permite asegurar la "puesta en forma" -y la "puesta en materia"- de ciertas tensiones, imaginarios y deseos intangibles que rodean nuestra experiencia, insertándolos en nuestra cotidianeidad por el carácter utilitario de sus producciones. Y esto es así porque -en tanto oficio- la arquitectura posee la capacidad de captar tensiones y de volverlas materiales, de una materialidad que detiene la experiencia en un momento eventual. Así, la arquitectura crea "aquís y ahoras" que jalonan el hilo conductor de las historias, instaurando el diálogo intempestivo con otras generaciones. Y si podemos hablar de diálogo, de trasmisión más allá de generaciones y de fronteras, podemos hablar de comunicación. La arquitectura sería entonces una forma de comunicación posible, entre todas las posibles formas de comunicación.
Por otro lado, esta "materia prima" cultural con la cual los arquitectos trabajan (y que tiene que ver con criterios de ocupación del espacio, de transformación y de acondicionamiento del entorno, así como con la búsqueda de un lugar en el debate contemporáneo) ¿no tendría acaso vastas superposiciones con aquella que interesa a los demás comunicadores? La especificidad disciplinaria estaría entonces en la selección, el recorte, el tipo de apropiación que cada ámbito promueve.
Inaugurar miradas recíprocas entre arquitectos y comunicadores. Porque, como dice Cortázar, "¡un puente es un hombre cruzando un puente, che!".
Arquitectura y semiología
-¿Cree usted que la semiología, en tanto disciplina que se ocupa de la interpretación, puede ser útil a la hora de realizar lecturas de la ciudad, de crear lazos entre la arquitectura y la sociedad?
-Hubo, en los años 70, un coloquio sobre la semiótica del espacio, que dio lugar a la publicación de un libro, con un prefacio de Greimas. Cuando leo ahora lo que Greimas escribió en ese prefacio, me pregunto qué utilidad podía tener todo esto. Pienso que el estructuralismo es algo muy interesante porque ayuda a comprender fenómenos, pero la semiología... lo que se puede decir es que el sistema mismo de la arquitectura es un sistema estructuralista, por lo cual no es necesario construir otro sistema sobre él. Alcanza con fijarse en los Tratados de Arquitectura del siglo XIX, el Tratado de Durand, por ejemplo. No vale la pena entonces sostener un discurso semiológico sobre la arquitectura, puesto que los arquitectos ya habían explicado su profesión y sus conocimientos a partir de una visión estructural, se habían adelantado, de alguna manera...
-Tengo la impresión de que actualmente los arquitectos están lejos de la gente, ya sea en sus debates, en sus proyectos, uno diría que no logran encontrar una modalidad que les permita comunicar...
-...no se hallan muy a gusto en este momento los arquitectos, en sus relaciones con la sociedad. La arquitectura produce espacios, pero existe hoy un deslizar debido a esa especie de sistema de "vedettes" que es el sistema de acceso a los encargos, a los clientes. Y ese sistema los obliga a producir imágenes. Pienso que hay un juego bastante perverso de ciertos arquitectos que ya no hacen proyectos en función del espacio y de la gente que lo habitará, sino en función de la imagen que producirán en los medios. Pienso que esto forma parte de los efectos perversos del frenesí comunicativo, si se quiere. Hay arquitectos que hacen de sus edificios imágenes de sí mismos, imágenes de marca, imágenes de su firma. Esto es también un hecho de la sociedad: consumimos más imágenes y signos, y menos realidad. En la movida "post 68", entre Baudrillard y algunos otros, hubo reflexiones sobre el pasaje de la realidad al signo, esto sólo me interesa relativamente. Pero es necesario de todas formas plantearse la cuestión : una gran parte del consumo no está ya organizada con relación al uso sino al consumo mismo, y a los signos sociales que representa consumir determinado artículo. En arquitectura ocurre algo parecido; no es para justificar a los arquitectos, pero es también la sociedad de consumo en la que estamos la que favorece ese tipo de situaciones.
Ciudad : uso y significación
-Usted decía que en el tejido de las ciudades contemporáneas hay cada vez más vacíos, más agujeros. Es lo que ocurre también en la sociedad, donde cada vez hay más vacíos, pero vacíos de sentido. Si caminamos por ejemplo en la ciudad del siglo XIX, esa ciudad nos interpela, nos dice cosas, pero la ciudad actual, su periferia, nos dicen cada vez menos
-Eso no es tan seguro. Esta ciudad nos dice cosas también, violentas y difíciles quizás... Pero no hay que seguir soñando con la ciudad del siglo XIX. Porque por un lado, si tomo París, la ciudad de Haussman, los barrios burgueses, todo esto me dice cosas, pero cuando pensamos en los parcelamientos haussmanianos pequeño burgueses, éstos dicen algo diferente sobre el confort, la vida mundana, el dinero, dicen: amontonamiento. Y existen algunas calles de París en que aun hoy se sabe, sólo con mirar la fachada, que detrás los patios son estrechos, las habitaciones encajonadas, etc. En fin, las construcciones haussmanianas pequeño burguesas son bastante sórdidas. Es siempre la misma historia: en el quinto piso todo está bien, pero en el segundo, con la ventana al pozo de aire... en fin... Además, los barrios populares, no los viejos "faubourgs" populares, que tenían seguramente un gran encanto, sino los nuevos barrios populares, los suburbios de viviendas precarias, hechas con materiales de desecho, los grandes conjuntos "duros", las villas miseria, todo eso nos dice cosas no muy agradables, pero reales. No creo que lo que dice la ciudad, lo quie dice el espacio urbano, haya cambiado. No creo que no diga lo mismo que antes.
-Y en el caso de este barrio de Montevideo, Pocitos, un barrio con cualidades urbanas importantes...
-...y de vida cotidiana...
-...sí, estas cualidades, que tienen que ver con una cierta complejidad en el acondicionamiento del espacio, ¿no están perdiéndose en las transformaciones de la ciudad contemporánea?
-Creo que no se debe partir de la complejidad, aunque sí se deba llegar a ella. Me parece que si uno mira barrios como éste, lo que aparece antes de la complejidad es una cierta atención a los usos, es decir, al hecho de que la ciudad está hecha para ser vivida. Y en los usos, existen representaciones : las diferencias entre los barrios de la burguesía media y de la gran burguesía son extremadamente claras. Entonces, es un aspecto casi de imagen, de representación que está presente. Pero al mismo tiempo, esto nos dice otra cosa: nos dice que entrar en una vivienda es un acto algo simbólico. Me gusta mucho la frase de Louis Kahn que dice que la arquitectura está hecha para ser vivida como una ceremonia, es decir que entrar en un lugar, ya es una ceremonia. La pequeña escalera situada en la esquina (se refiere a una tipología muy difundida en Pocitos), que lleva a un pequeño espacio de acceso, es a la vez un gesto modesto y, yo diría, gentilmente ceremonioso. No es banal, no es brutal, pero es un soporte para acontecimientos bien simples de la vida cotidiana. Y el interior de estas casas de Bello y Reborati, que no conozco pero que imagino...
-...espacios que comunican entre sí a través de arcadas de madera, escaleras generosas, casi esculpidas, detalles cuidadosos de artesanía...
-...sí, imagino que el interior debe tener las mismas cualidades, debe contribuir a que la vida no sea desagradable.
Existe un corte actualmente entre los arquitectos y la sociedad. Los arquitectos, nueve de cada diez, ya no saben vivir. No voy a hablar mal de los arquitectos uruguayos, pero le aseguro que conozco muchísimas casas de arquitectos, sobre todo franceses, que son, yo diría, la expresión de su frustración. No han hecho una casa para vivir, han hecho una casa que es el signo de lo que pueden por fin realizar, ya que son ellos mismos su propio cliente, el signo de su idea de la arquitectura. Y el resultado es absolutamente aterrorizador.
Entiendo muy bien que la gente no tenga ganas de vivir en una casa de arquitecto. Me vienen tres o cuatro a la memoria: es imposible entrar agradablemente a una de esas casas con dos, tres personas. Por ejemplo, cuando uno recibe visitas, los amigos llegan, el dueño va a abrir, los que ya están instalados se precipitan, se saludan... en una casa de arquitecto todo esto es imposible, hay que salir del recibidor en seguida, no hay espacio ni siquiera para sacarse el abrigo con comodidad. Y no es porque sean casas económicas, es porque todo está subordinado a principios teóricos, la planta, los alzados, etcétera.
Pienso realmente que existe una locura bastante grande de los arquitectos con respecto a sí mismos entonces, cuanto más cortados de la sociedad se sienten, más se encierran en sus propias fantasías colectivas, y más se cortan pero encuentro que las casas que construyen para ellos muestran bien que no están hechas para ser habitadas. ¿Quién puede estar tentado por este tipo de casas? Pueden tentar a personas cuyo oficio las lleve a querer impresionar a los demás, porque algunas de estas casas son bastante espectaculares. Pero no son casas hechas para la vida cotidiana de la gente, no son tampoco casas que tengan la evidencia lujosa de las casas de la gran burguesía de hace 30 ó 50 años, que independientemente del estilo eran confortables y ceremoniosas.
El oficio de arquitecto
En lo que tiene que ver con los arquitectos y los medios...
...los arquitectos adoran los medios!!!
-...sí, pienso en esa pasión por los medios, eso debe de concederles algo...
-...encargos. El grupo de agencias de publicidad que se instaló cerca de París, "en onda", con una estética "Hard Rock", debe funcionar muy bien, a juzgar por el público que lo frecuenta, que vive en esa modernidad estresante, "neo-punk", eso funciona perfectamente. Es como estar en un film! Pero me parece que se trata de un epifenómeno, un porcentaje ínfimo de la sociedad...
-Entonces, los arquitectos medios están excluidos de los encargos, de los contratos...
-.A esta escala, sí. El problema con los aquitectos medios es que se consideran grandes arquitectos. El problema actual del oficio es que ningún arquitecto medio haría hoy, con buena conciencia, el trabajo de Bello y Reborati. Saber decirse: tenemos un sistema comercial que funciona, sabemos gestionarlo, hacemos nuestro trabajo sin angustia, sin preguntarnos si somos iguales o superiores a Le Corbusier o a Nouvel, como un buen repostero hace su trabajo y la gente queda satisfecha, renueva sus encargos...
Todo esto me fatiga un poco, es una de las razones por las cuales ya no proyecto edificios.
-Lo que usted dice es un poco pesimista para la profesión...
-Sí. (Silencio)... ¡No terriblemente pesimista tampoco! Soy pesimista con respecto a un oficio que no logra resituarse claramente con respecto a la sociedad. Si uno se detiene en los arquitectos del siglo XIX, en un 95% de los casos se trataba de gente nacida en la burguesía y que recibía los encargos de la burguesía, es decir, las instituciones, las residencias, las oficinas de la burguesía. Se hallaban a gusto, construían para gente que se les parecía, que tenía los mismos modos de vida. Si uno se fija en Guadet (un célebre profesor de la Escuela de Bellas Artes de París, autor de tratados, racionalista, antecesor ideológico de Le Corbusier), el capítulo sobre la vivienda de Guadet es un manual del "saber vivir", hay que releerlo, es absolutamente genial como acuerdo entre el arquitecto y la sociedad, funciona perfectamente. Hoy ya no existe de ningún modo la evidencia de un modelo estable que se impondría a la mayoría de la sociedad. Las cosas son mucho más complicadas, las referencias culturales han estallado, los arquitectos son mucho más marginales con respecto a una clase que realizaría los encargos, porque esta clase ya no existe más como clase. Algunos han logrado una reconversión hacia los fenómenos de moda, diciéndose: juguemos a la sociedad de consumo, a las modas fugitivas, juguemos a la desmaterialización, a los efectos de choque. Y esto funciona, pero no para habitar, porque para habitar... hay que calmar la angustia!!! No sé si son cuestiones de comunicación, pero son antes que nada cuestiones de uso: hay casas de arquitectos donde uno no consigue encontrar la puerta de entrada. Y si la puerta estuviera bien situada... ¡no se necesitaría colocar signos!
-Sí, si la arquitectura no puede ser pensada desde la semiología, es también porque el lenguaje espacial aparece antes que los demás lenguajes, es más primitivo, uno sabe usar una puerta sin necesidad de saber nombrarla...
-Sí. Yo conservo de todos modos bastante simpatía por el estructuralismo, me parece que los intentos de clasificación son ejercicios intelectuales interesantes; no es el resultado lo que cuenta, lo que cuenta es que obligan a reflexionar, el hecho de plantearse esas cuestiones obliga a mirar. Con Depaule viajamos durante varios años a Egipto con grupos de estudiantes. Y constatamos un montón de cosas. En primer lugar, que el espacio para habitar está estructurado según un modelo para hablar como los sociólogos, es lo que Bello y Reborati comprendieron tan bien. Es decir que, "grosso modo", la gente vive de la misma manera, fuera de algunas diferencias: uno tiene un hijo más, otro trabaja en su casa, etc. Y además, poseen pequeños sistemas de representación. ¡No hay que inventarles su vida, la conocen muy bien!
Segunda idea, el funcionalismo ha sido terrible: hizo perder la idea de que la vivienda era un juego, es decir, que el habitante puede decidir cambiar el sentido que el arquitecto previó para él, salvo en el caso de grandes dificultades técnicas, y aun así! En El Cairo, la gente no necesita arquitectos; los obreros saben trabajar, saben muy bien medir la relación que existe entre sus deseos y sus medios, algo que los arquitectos son incapaces de hacer para los demás, y que además, no deberían hacer.
Uno se plantea falsas preguntas: la mitad de las preguntas que los arquitectos se hacen sobre la vivienda son falsas preguntas; la vivienda evolutiva, por ejemplo, porque toda vivienda, a partir del momento en que se deja en paz a los habitantes, es evolutiva: el día en que lo necesiten, la modificarán, es lógico. Entonces uno puede pensar que a través del sistema constructivo puede orientar el cambio, pero no hay que concebir una vivienda evolutiva porque, por principio, no se debería concebir una vivienda que no lo fuere; sería una locura...
Espacio urbano y utopías
-En lo que tiene que ver con el espacio urbano, no le parece que existe una pérdida de riqueza...
-Creo que la riqueza no se pierde. En fin... todo depende de lo que uno llame riqueza... La cuestión, actualmente, es la de la calidad. Hay una pérdida de calidad porque vivimos un período de erosión de las cosas, que va un poco hacia la banalización, y en eso pienso que hay una pérdida de la calidad, y una pérdida de diferencias al mismo tiempo. Y pienso que aquí hay que trabajar sobre realidades, intentar convencer a aquellos que tienen responsabilidades de que no pueden hacer cualquier cosa bajo pretexto de que es mejor, más moderno, más cómodo, necesario, argumentando esto a partir de modelos funcionales y técnicos, pero la riqueza...
-Cuando hablo de riqueza, quiero decir que hay una paradoja que la ciudad debe asegurar: por un lado, la ciudad nos coloca en lo cotidiano, uno no puede sustraerse a ella, pero por otro, la ciudad puede abrirnos ventanas hacia un afuera, hacia otros mundos posibles, permitirnos escapar de esa banalización de la que usted hablaba...
-Sí, cuál es la parte de utopía que hay en el espacio urbano, que permite a la gente trasladarse hacia otros lugares... pero lo que es paradójico, es que los suburbios, en fin, los grandes conjuntos de viviendas fueron, en un primer tiempo, el fruto de una utopía. La utopía es un poco peligrosa porque detrás de la utopía está el proyecto de transformación de la sociedad, un proyecto de sociedad ideal, donde las gente es perfecta, ¡y eso termina en un infierno!
-Hablo más bien de ese "lugar" donde la gente reserva un espacio para todo aquello con lo que sueña...
-Entonces, se trata del imaginario. Pero el problema del imaginario es que es principalmente individual. Yo creo que lo que hay que trabajar es el imaginario colectivo, sobre todo teniendo en cuenta esos aspectos peligrosos que las sociedades ya han conocido. Quiero decir que una ciudad o una política municipal que no propone algo que pueda servir de soporte al imaginario colectivo, tiene pocas chances de funcionar.
Luego, con relación al imaginario individual y a la capacidad que los habitantes tienen para apropiarse de su espacio, pienso que se debe ser prudente: pienso que los arquitectos no deben sustituir a los habitantes. Son los habitantes quienes habitan. Todo depende de la relación que se tenga con el cliente, pero la relación tradicional, la del arquitecto "profesional liberal" es algo que hoy se hace excepcional en los encargos.
-Sí, pero no es el caso en Uruguay... todavía.
-No, quizás no lo es aún, pero
cuidado, porque de todos modos, existe la producción masiva! En Francia la
vivienda empezó a formar parte de la producción masiva; en Inglaterra ya lo es
desde el siglo pasado, lo cual no impidió a los ingleses construir barrios que
poseen encanto, a pesar de la uniformidad de la arquitectura. Hay un encanto en
Londres que es de la misma naturaleza, o que es comparable al de Montevideo: la
pequeña escala, la buena distribución, yo diría la excelente distribución de
los edificios, la articulación de los barrios... La producción masiva no
excluye la buena calidad. Quizás las viviendas colectivas que los arquitectos
hacen son mejores que las individuales porque hay una mayor sobriedad. Pienso
que la gimnasia exhibicionista es muy cansadora... el manierismo, cuando está
situado en el lugar correcto, ya de por sí es un poco molesto; entonces, cuando
está en el lugar inadecuado, es odioso... una suerte de arquitectura de la
imagen y además, abstracta . Mientras que uno podría divertirse con el uso!...
es muy agradable imaginar detalles y tener ideas, es la polisemia, o mejor, la
polifuncionalidad de los lugares: poder hacer cosas diferentes.
Visualizaciones Artículos publicados en esta serie: (I) ¿Universalidad
del arte? (Gerardo Mosquera, Nº116/117) |
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