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Nolte: un premio controvertido

Edgon Friedler

El 4 de junio pasado fue concedido en Munich el Premio Adenauer de Ciencia al historiador Ernst Nolte por “la excelencia de la labor de su vida en el campo de la filosofía de la historia”. El premio, dotado de 10.000 marcos, es otorgado cada dos años por la Fundación Adenauer, auspiciada por la Unión Cristiana Demócrata (CDU) y por su partido hermano de Baviera (CSU) y fue discernido también al autor de literatura infantil Otfried Preussler.

El premio a Nolte ha suscitado polémica. Ernst Nolte ha sido, junto con Klaus Hildebrand, Andreas Hilgruber y Michael Sturmer, protagonista de la famosa disputa de los historiadores en la década del ochenta. Nolte, de 77 años, fue discípulo de Heidegger y ha hecho una distinguida carrera universitaria, Fue profesor de Historia Contemporánea en Marburg y desde hace más de dos décadas está a cargo de la misma cátedra en la Universidad Libre de Berlín. Asimismo fue profesor visitante en importantes universidades extranjeras, entre ellas Yale y Cambridge. Entre sus obras más importantes cabe citar “Alemania y la guerra fría”, “La guerra, el marxismo y la revolución industrial”, “La guerra civil europea 1917-1945”, “Nietzsche y el Nietzscheanismo”, “Pensar sobre la historia en el siglo XX” y “Después del comunismo.”

En la concepción historiosófica de Nolte el nazismo fue sobre todo una reacción contra el bolcheviquismo que imitó sistemáticamente sus métodos. Para Nolte existe cierta lógica en el antisemitismo nazi, ya que ha sido notoria la presencia de judíos en la dirección de los partidos comunistas europeos y en la conducción de la revolución rusa.

Para fundamentar su concepción del paralelismo de ambas dictaduras, Nolte sostiene que Hitler tomó de Lenin y de Stalin la idea de los campos de concentración y que el comunismo fue el primero que utilizó sistemáticamente el terror para sacar del escenario político a las fuerzas que pudieran oponérsele. Ese planteo, obviamente, minimiza la importancia del antisemitismo de Hitler, pero Nolte insiste en que no es ese su propósito. Al mismo tiempo “explica" de manera reiterada que el antisemitismo virulento de Hitler y de los nazis debe ser visto en una “perspectiva adecuada”, teniendo en cuenta la representación masiva de los judíos tanto entre los dirigentes como entre los intelectuales prominentes del movimiento revolucionario.

En la introducción a su libro “Después del comunismo”, (Editorial Abril, Barcelona, 1995), Nolte pone como ejemplo típico el caso de Rosa Luxemburgo y considera particularmente reveladora la siguiente cita del escritor judío de izquierda Arnold Zweig (1887-1968): “Era, es, la revolucionaria judía del Este que, portadora de un ideal, combatió durante toda su vida al militarismo hasta su última fibra y fue enemiga de la violencia para, finalmente, acabar siendo víctima de esa misma violencia. Mujeres judías de ese tipo, consagradas por su obsesión y totalmente auténticas en sus anhelos, fueron las que hicieron caer al zarismo... incansablemente conmovidas por la impaciencia e ignorantes de los caminos especiales del espíritu popular ruso o alemán, vivieron la idea de la revolución y murieron por ella.”

Para Nolte esta sobrevaloración del papel de las mujeres judías en la revolución, y al mismo tiempo el reconocimiento de su presunta incomprensión del espíritu popular ruso o alemán, refuta la “idea tranquilizadora” de que fue simplemente una idea insensata de Hitler establecer que existe “una estrecha colaboración entre la revolución bolchevique y los judíos”. Nolte no acepta el concepto de culpa colectiva, pero le parece bastante comprensible que Hitler lo haya adoptado al atribuir, los para él "siniestros" propósitos de los revolucionarios judíos, a todos los judíos.

En su ensayo “Eslavos, judíos y bolcheviques”, Nolte explica en estos términos la génesis del antisemitismo hitleriano: “El antisemitismo de Hitler, como su antieslavismo, se revelan como una mezcla ecléctica de ideas del siglo XlX que él presentó como una síntesis ideológica. Al lector actual no le sorprende la abundancia de frases en las que Hitler insulta y estigmatiza a los judíos como ya solía hacerse en el siglo XlX, por ejemplo cuando llama al judío «dragón de oro» o cuando emplea un título como el que sigue: «El bolchevismo de Moisés a Lenin», que ciertamente no procede del propio Hitler sino de Dietrich Eckart -el hombre que Hitler admiraba más que a nadie- que hace decir en sus “Diálogos entre Adolf Hitler y yo” a su interlocutor que los judíos en el Antiguo Egipto ya trataron de ganarse a las clases más bajas con la consigna “proletarios de todos los países, uníos” y pusieron en marcha un golpe sangriento. Moisés fue, por lo tanto, el primer bolchevique y, consecuentemente, una preencarnación de Lenin y sus seguidores judíos. Hay muchas cosas que indican que el antisemitismo de Hitler adquirió su carácter específico y su impulso en su relación con el antibolchevismo, de modo que el término “bolchevique judío” pasó a ser el centro de la ideología hitleriana y nacional-socialista.”

Es decir, para Nolte el antisemitismo de Hitler es reactivo, y un antisemitismo reactivo es tácitamente más “comprensible” y menos condenable que un antisemitismo “sin causa”. Por supuesto, Nolte no justifica el antisemitismo “reactivo” de Hitler, pero en su afán de entenderlo y de explicarlo llega muy cerca de una posición indulgente hacia los crímenes del nazismo.

Nolte también se preocupa de analizar sistemáticamente posiciones muy duras y beligerantes de teóricos socialistas o comunistas de origen judío, como George Lukacs y Ernst Bloch. La lógica es: si judíos comunistas podían preconizar el aniquilamiento de los burgueses, ┐por qué no era lógico que los nazis reaccionaran instando a aniquilar a los judíos?

En el año 1987, Nolte fue designado para integrar un grupo de trabajo internacional para editar las cartas y diarios de Theodor Herzl, pero luego fue excluido debido a las protestas de dos profesores israelíes. Uno de los argumentos esgrimidos contra el controvertido historiador fue que “Nolte sostuvo que con el tiempo los judíos llegarán a la conclusión de que Hitler fue la persona que hizo más que nadie para posibilitar la creación del estado de Israel”.

El revisionista histórico norteamericano Bradley Smith describe en estos términos el incidente. “Se cree que el actual escándalo en torno al profesor Nolte estaría vinculado a una discusión entre historiadores de la posguerra antihitlerianos que llamó mucho la atención tanto en la República Federal como en el extranjero. La tesis más debatida de este movimiento revisionista en el que participaron historiadores “exterminacionistas” como Andreas Hillgruber, Hans Mommsen y Nolte, es que debe abandonarse la diabolización unilateral de Hitler y el régimen nacional socialista, y que en cambio deben estudiarse los acontecimientos ocurridos en Alemania y en Europa entre 1933 y 1945 en el contexto de todo el siglo XX, lo que incluye un escalofriante catálogo de crímenes y atrocidades llevadas a cabo por los enemigos de Hitler.”

En síntesis, la tesis del paralelismo entre dos regímenes y dos ideologías rivales, lleva de una manera u otra a diluir la especificidad de los crímenes nazis y a dar cierta respetabilidad retroactiva a la ecuación judíos es igual a comunismo, “enemigo de la civilización occidental y cristiana", agitada durante tanto tiempo por distintas derechas europeas, incluyendo a Hitler.

Por todo ello, es comprensible que el Premio Adenauer a Nolte haya despertado reacciones muy airadas, tanto en Alemania como en el exterior. Un día antes del otorgamiento del premio, Jacques Schuster escribió en el diario alemán “Die Welt” que el carácter de bendición oficial otorgado a Nolte era un escándalo. Según la información de “Berliner Zeitung”, el mismo presidente del Instituto de Historia Contemporánea de Munich que otorgó el premio, Horst Moller, si bien elogió a Nolte expresó su discrepancia con su tesis que “pretende comprender la motivación de los asesinatos en masa de los judíos por Hitler”. La nueva líder de la democracia cristiana alemana, Angela Merkel, se excusó de participar en el acto alegando que “tenía dificultades personales con Nolte”. Otros historiadores como August Winkler, Jurgen Kocka y Hans Ulrich Weller fueron categóricos en su condena a Nolte y estimaron que el Instituto de Historia Contemporánea había cometido un grave error al concederle el premio.

Parece claro que los detractores de Nolte tienen razón. El intento del controvertido historiador de minimizar o diluir para la historia futura los crímenes cometidos por el Tercer Reich hitleriano, constituye un hábil intento de “blanqueo en gran escala” de la historia alemana del siglo XX. Es claro que este tipo de historiosofía tendenciosa debe ser combatido con la única arma que es al mismo tiempo eficaz y legítima: la verdad histórica. Y la verdad histórica incontrovertible es que la Alemania hitlerista tiene la exclusividad de haber sido el primer país en la historia de la humanidad que construyó cámaras de gas para aniquilar en forma metódica y planificada a millones de seres humanos.

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