Elogio de un libro ruin

El fenómeno Harry Potter

María Esther Burgueño

No diremos nada desconocido si hacemos referencia a la Pottermanía que ha invadido al mundo de la lectura. Desde la publicación del primer libro de la serie, en 1997 ("Harry Potter y la piedra filosofal"), hasta la aparición del último en el 2000 ("Harry Potter y la copa de oro", aún no traducido al español), el éxito y la polémica se han desatado por igual, incluyendo al propio Harold Bloom.

Traducciones a 29 idiomas, diez millones de ejemplares vendidos, disputas entre distintos directores sobre quién dirigirá las películas de la serie que ya tiene su reparto asignado, la proliferación de sitios en Internet, las reseñas glorificadoras, la tapa del Times y la más variada suerte de interpretaciones, son los signos visibles de este prodigio editorial.

No es menos elocuente el hecho de que algunos grupos fundamentalistas norteamericanos pidan la condena de un libro que, según su visión, es una exaltación escandalosa de la magia negra. El negocio prospera y la leyenda se instala. Los niños quieren tener en la frente un adhesivo en forma de relámpago como la señal que caracteriza al héroe Harry. Nadie tiene inconveniente en confesar (al igual que quien escribe esta nota) su impaciencia al esperar conseguir el siguiente libro, después que se ha leído uno.

Es más, no se puede esperar a que se traduzca el que aún no ha llegado o a que la autora, J. K. Rowling, aborde cuanto antes el próximo de la serie de siete que cubre la historia de Harry en su formación como mago en la escuela Hogwarts. El suspenso crece. La autora afirma que a medida que Harry crezca "habrá muertes y amores equivocados". El fenómeno no tiene edad. En Inglaterra hay incluso ediciones nuevas, con portadas discretas, para adultos que tengan vergüenza de confesar que leen un libro que se supone está dirigido a un público juvenil. Los mayores más reticentes apenas contienen la ansiedad por conseguir un niño al cual leerle la historia, a fin de tener una excusa para disfrutarla personalmente.

PARA NO INICIADOS

Si alguien ya pertenece a la Pottermanía puede saltear este párrafo destinado simplemente a orientar a los no iniciados.

Joanne Rowling nació en Escocia en 1966. Se graduó en letras, trabajó para Amnesty Internacional, y se casó con un periodista portugués, con quien se fue a vivir a Lisboa. Divorciada y con una hija, vuelve a Edimburgo y se pone furiosamente a escribir una serie de historias que daban vuelta en su cabeza desde hacía seis años. La historia personal de la autora la muestra, al igual que su héroe, profundamente desvalida: sumida en la indigencia, viviendo de un cheque del Seguro Social, paseando a su hija en un cochecito por las calles hasta que se dormía, estirando un café en un pub de Escocia -el Nicholsons-, que hoy es lugar de culto para sus fanáticos. Allí escribía en servilletas los textos que la han hecho millonaria y famosa, que fueron rechazados por nueve editoriales y publicados finalmente por Bloomsbury, sin demasiadas expectativas. De allí la historia de Potter saltó al primer lugar de la lista de libros para adultos y a la fama mundial.

Una historia demasiado "cenicienta", que quizás sea sólo un capítulo extra de sus libros. En ellos Harry Potter, un huérfano que ignora sus orígenes mágicos, sobrelleva una vida digna de un personaje de Dickens o de cuento de hadas, maltratado por una madrastra perversa, en el seno de una familia de una vileza sin matices: los Dursley. Ellos no quieren saber nada sobre la causa real de la muerte de los padres de Potter. Los Dursley pertenecen a la humanidad común que ignora lo sobrenatural: los "muggle". Al aproximarse su cumpleaños número once, a Harry le es revelado su carácter prodigioso y la existencia de Voldemort, el hechicero malo que ha matado a sus padres y que ha intentado hacer lo mismo con él, sin conseguirlo. De ese intento de asesinato le ha quedado a Harry la cicatriz en forma de relámpago que lleva en la frente y el odio de su archienemigo, quien le teme e intenta de nuevo eliminarlo. Esa revelación lo conduce a un colegio de magia llamado Hogwarts, donde se formará como hechicero durante siete años, tantos como libros tiene esta serie.

Cada libro se inicia con el cumpleaños de Harry y concluye con la llegada de las vacaciones. Ese año lectivo es telón de fondo para increíbles aventuras que involucran a los estudiantes de las cuatro secciones en que se divide el colegio; surgen entonces variados emisarios del mundo oscuro; profesores que pueden parecer protectores o siniestros; Hagrid, el buen gigante guardián, lechuzas mensajeras, partidos de quidditch (el fútbol de los brujos) y difíciles luchas de Harry contra las fuerzas del mal. La división de los bandos es clara y maniquea, como en los cuentos de hadas. De un lado están los buenos: Harry, Hagrid, Albus Dumbledore, la profesora Mc Gonagall, los Weasley, Hermione Granger. Del otro los perversos: Draco Malfoy, sus secuaces, su familia, Voldemort, el ambiguo Snape. Todo esto servido en una escritura atractiva que recrea en el lector el espíritu de la aventura en estado puro.

EL CANONICO BLOOM EXCOMULGA

Cualquier reseña en torno a la serie Potter enumera nombres que asocian a este relato con antecedentes británicos: Carroll, Dickens, Tolkien. Pero difícilmente se encuentran fundamentaciones, a favor o en contra, de estas influencias y de los valores personales que la recreación intertextual aporta al nuevo producto.

Incluso el canonizador Harold Bloom no se molesta demasiado en argumentar sus mordaces críticas hacia Rowling. En una entrevista que publicó la revista "Noticias" dice: "¿Usted cree realmente que los chicos van a leer cosas mejores después de leer a Harry Potter? Creo que no. Uno de los peores escritores norteamericanos, Stephen King (él es terrible, no consigo leer ni dos párrafos de lo que escribe), confirmó mis sospechas en una reseña que escribió para el diario The New York Times. Según él los chicos de 12 años que están leyendo Potter, a los 16 años estarán listos para leer sus libros. ¿Preciso agregar algo?. (...)Leí apenas una de las obras de esa escritora J.K. Rowling. El lenguaje es un horror. Nadie, por ejemplo, "camina" en el libro. Los personajes van a "estirar las piernas", lo que es obviamente un dicho. Y el libro entero es así, escrito con frases desgastadas, de segunda mano. Escribí una reseña para el Wall Street Journal hablando mal de Harry Potter. La polémica fue inmediata. Fueron enviadas más de 400 cartas diciéndome de todo. La defensa de libros ruines [el énfasis es nuestro] como ése, que viene de todas partes –de los padres, los chicos y los medios – es muy inquietante y nada saludable."

Un ensayo de fondo intentaría un análisis del estilo y del método de escritura de Rowling, que explicara la fascinación de la serie. Bloom no llega a tanto. El mismo pregunta, retóricamente: "¿Hace falta algo más?" Yo contestaría categóricamente que sí. Que para descalificar a una obra hace falta haber leído algo más que "apenas un libro". Que las antipatías de Bloom hacia King no tienen por qué involucrar a la Sra. Rowling y mucho menos producir opinión en torno a un texto ajeno al Sr. King. Que el uso constante de clisés al que se alude merecería un desarrollo que superara con creces un tibio ejemplo, en un libro de más de doscientas páginas (esto sin contar que el concepto de clisé daría lugar a una sabrosa discusión lingüística). Que sospechar de la defensa de padres y niños, amén de otros críticos, obviamente infradotados con respecto a la superior percepción del académico Bloom, es un acto de soberbia difícilmente tolerable.

El desprecio por las opiniones de las mayorías recuerda prácticas elitistas y totalitarias. Esto por no hablar del adjetivo "ruin" que Bloom descarga alegremente sobre el pobre Potter. No deja de ser curioso que el libro merezca tal calificativo de orden ético, sobre todo cuando la serie defiende claramente valores de convivencia en un mundo en crisis. Bueno, en realidad cualquier obra, incluso las del destratado Potter, merecen otros argumentos antes de ser excomulgadas. Sabemos que Bloom jamás se enterará de que lo que en estas orillas del mundo se escribe; por ello nos atrevemos a defender este texto de frases "de segunda mano", sin temor a sus iras canónicas. Confieso que no me extrañaría que en virtud del monto de su ira (que sin duda podría haber encontrado objeto más provechoso o merecedor sobre el cual descargarse), descubriéramos que en su vida privada el académico usa el seudónimo Voldemort.

LA MAGIA BRETONA

Elegimos, entre los múltiples aspectos que sería interesante relevar para ubicar la obra de Rowling, los textos que la relacionan más notoriamente con otra serie mítica: "El señor de los anillos" de J. J. R. Tolkien. Ésta a su vez remite rectamente al corazón histórico legendario de Inglaterra: el ciclo bretón del rey Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda.

Nos referimos obviamente al grupo de relatos en varias lenguas, que se desarrollan en la Edad Media y tratan sobre Arturo, rey semihistórico de los bretones, y sus caballeros. La leyenda es un tejido complejo de la antigua mitología celta, con incorporaciones posteriores sobre un posible núcleo histórico. Las primeras referencias a Arturo se encuentran en fuentes galesas, como el poema Y Gododdin (c. 600), cuentos escritos en latín en los siglos IX y X, y los relatos de la colección de cuentos galeses Los Mabinogion (c. 1100).

Estos textos van paulatinamente literaturizándose y cristianizándose, y adquieren un particular valor en el imaginario bretón. Bástenos mencionar que los actuales reyes de la Inglaterra actual se consideran los herederos de Excalibur, la prodigiosa espada de Arturo, y que numerosas mesas redondas "auténticas" se diseminan por las Islas Británicas. Nucleador de la identidad, referente de la victoria de los bretones sobre los "saxons", verdadero paladín de la cristiandad, lo cual le permite participar de la recuperación del Santo Grial y la Lanza de Longinos, Arturo es el corazón del ciclo. Pero su poder se centra en la presencia de la magia. Efectivamente, en la figura de Merlín, sin duda emergido de las figuras druídicas celtas, está el origen del ascenso del relegado hijo de Uther Pendragón al trono bretón. Arturo muere, en la versión más aceptada, a manos de su sobrino Mordred y su cuerpo es conducido a la isla de Avalon, pero con la expectativa de que solamente descansa y que podrá regresar cuando así lo requiera su país. El enorme espectro mágico y la esperanza mesiánica contenida en esta leyenda han dado lugar a una continuidad abrumadora de versiones modernas de la saga artúrica.

Por supuesto, en el cine y en la música aparecen explícita o implícitamene estos referentes, pero también en textos de todo tenor, en canciones, en juegos y en la iconografía de las artes plásticas. Entre los textos epigonales citados más frecuentemente se encuentra, junto a "La historia interminable" del alemán Michael Ende, la saga de Tolkien a la cual hacíamos referencia. Nadie duda de que el relato de inspiración cosmogónica y épica "El señor de los anillos", su antecedente "El Hobbit" y sus numerosos epígonos, resucitan la vieja historia de la lucha del bien (Frodo Bolsón) contra el mal (El Señor de los Anillos). Una moderna y variopinta caballería se moviliza en torno al señor de la Comarca en su intento de destruir el anillo, que compromete el dominio del universo por las fuerzas oscuras. Damas, ninfas, elfos, hobbits, y sobre todo la presencia del mago Gandalf, remiten de manera clara a la recreación del mundo artúrico. Frodo, Sam, Pippin, y especialmente Aragorn, nos hacen sentir en presencia de Arturo, Gawain, Galahad o Lancelot. Galadriel es ¿por qué no? una nueva Ginebra.

EL NIETO DE MERLIN

Carl Sagan en "El mundo y sus demonios" (Editorial Planeta, Barcelona, 1995, p. 193) afirma: "La magia requiere la cooperación tácita de la audiencia con el mago: una renuncia al escepticismo o lo que se describe a veces como la suspensión voluntaria de la incredulidad". Esta afirmación se vuelve particularmente significativa a la hora de leer libros donde la magia, como relato opuesto al de la ciencia, es el centro estético y conceptual.

Justamente la magia es el elemento común de los libros que analizamos. Si los personajes de Tolkien recrean el universo que parte de Camelot y los de J.K. Rowling remiten a los de la Tierra Media, Harry sería entonces un nieto existencial de Merlín. Pero no se trata solo de influencias generales. Hay una voluntad expresa de la autora de evidenciar las referencias y, lo que es más importante, una intención, que no parece tan ruin o meramente comercial.

Daremos datos concretos a los únicos efectos de que el lector los verifique y los amplíe.

- Harry Potter es un huérfano criado por sus tíos. Frodo Bolsón no tiene padres conocidos; es criado por un tío –Bilbo Bolsón- que lo considera una especie de hijo. Por otra parte andan por allí los consabidos parientes malvados que intentan quedarse con las propiedades de Bilbo. A este respecto aclaremos que la orfandad, o las circunstancias extraordinarias en el nacimiento, suele ser una característica de los héroes asignados al cumplimiento de una misión salvífica para la humanidad. El ya clásico tratado de Joseph Campbell, "El héroe de las mil caras", hace hincapié en este aspecto y en otros que se verifican en Harry Potter. Tan solo como complemento señalemos que los personajes de Michael Ende, Bastián y Atreyu, también son huérfanos desde el comienzo de su aventura.

- Bilbo celebra su cumpleaños, al igual que Frodo, el elegido, al comienzo del primer volumen de "El señor de los anillos". Ese cumpleaños es el origen de la desaparición de Bilbo y de la aventura de la devolución del anillo que ocupa los tres volúmenes de la obra. Bilbo cumple 111 años. Por su parte, cada volumen de Harry Potter se inicia con el cumpleaños del héroe niño. Los perversos Dursley lo olvidan sistemáticamente, de tal modo que muy humorísticamente el chico se canta su propia congratulación: "Cumpleaños feliz, me deseo a mí mismo". El primer aniversario celebrado es, justamente, el 11. Harry comienza el libro con diez años y su aventura con uno más. Diez años también tienen Atreyu y Bastián, de "La historia interminable".

- Bilbo deposita en poder de Frodo el anillo que le confiere peligrosos poderes. Esto corresponde a lo que Campbell denomina el "talismán" u objeto mágico que identifica al héroe. Atreyu, y a su hora Bastián, reciben a Auryn, el medallón que confiere autoridad y fuerzas al portador, de manos de la Emperatriz Infantil. Harry, independientemente de los atributos de mago que le otorgarán en su colegio, lleva la famosa "marca del héroe" que opera como defensa y factor de reconocimiento. Se trata de una cicatriz en forma de relámpago que surca su frente y que es el resultado del intento de eliminación de su enemigo Voldemort.

- En los relatos de Tolken y Rowling la división del mundo, al igual que en los cuentos populares, es nítida y binaria. Los buenos y los malos combaten por un objetivo que a la vez los incluye y los excede. Por un lado aquéllos deben sobrevivir, pero además, salvar al mundo. Frodo debe destruir el anillo para evitar que Saurón, el mago del mundo de las Tinieblas, se adueñe de todo. Atreyu debe encontrar al enviado de los hombres para que le dé un nombre a la Emperatriz Infantil y evitar que la Nada destruya a Fantasía. Harry debe combatir a Voldemort para evitar el avance de la magia negra. Es interesante observar que en todos los casos los exponentes del mal se asocian con la oscuridad y el frío.

- Gandalf, el mago blanco de Tolkien, se parece extraordinariamente a Dumbledore, el director de la escuela de magia de Harry. Este parecido no se agota en las dimensiones morales de los personajes, sino que también surge de su descripción física.

- La escena en el tren que los conduce a la escuela, en que Harry encuentra a los guardianes de Azkaban, es muy significativa. Dice: "Un frío intenso se extendió por encima de todos. Harry fue consciente del aire que retenía en el pecho. El frío penetró más allá de su piel, le penetró en el pecho, en el corazón...Los ojos le quedaron en blanco. No podía ver nada. Se ahogaba de frío. algo lo arrastraba hacia abajo." (Harry Potter y el prisionero de Azkaban, p. 75) Este encuentro con los Dementor, encargados de custodiar a los prisioneros en en el mundo de la magia, recuerda evidentemente el contacto de Frodo Bolsón con el mundo de Saurón. Frodo es herido por los encapuchados Jinetes de la Sombra y percibe, igual que Harry, un frío mortal que lo invade. Hasta cuando Harry ya ha triunfado, los días 6 de octubre, aniversario de su herida, vuelve a experimentar la misma helada y el mismo agobio. Esto lo decide finalmente a embarcarse hacia las Islas Imperecederas, evidentes herederas de Avalon de la saga artúrica.

- Los auxiliares del héroe también tienen similitudes con los de Tolkien. Frodo, igual que Harry, es un ser con sus debilidades y sus temores. Y sus ayudantes aparecen muchas veces como personas insignificantes, que superan sus limiaciones por razones éticas. Ni Sam Sagaz, ni Pippin son otra cosa que rústicos de mediano tamaño y gran corazón. Sin embargo afrontan los peligros como el pequeño Ron Weasley o el infeliz Neville, compañeros de colegio de Potter. Por supuesto está de más señalar la presencia de elfos, dragones, trasgos y otros habitantes del mundo de la magia, porque más que tratarse de una intertextualidad, son huéspedes de un hogar clásico.

UN MUNDO TOLERANTE Y POCO INDUSTRIAL

Olvidemos los antecedentes. Aceptemos que la intertextualidad es el recurso por el cual J. K. Rowling asocia a su héroe a la tradición de escritores de su tierra. Pensemos solamente en Harry Potter tal como lo percibe un lector que no tiene la más mínima idea acerca de si lo que lee es original o recrea una historia anterior.

Y entonces algunas cosas serán muy evidentes.

• Que Harry Potter es un libro poderosamente entretenido y atrapante. Esto se debe a la técnica estricta de mantener un esquema que el lector reconoce. Harry cumple años en compañía de su familia, los repulsivos Dursley. Estos olvidan sistemáticamente su cumpleaños pero festejan con grosera holgura el de su hijo Dudley. Luego comienzan las revelaciones graduales que Harry recibe sobre su identidad, a partir de lo que sabe sobre su origen mágico. Cada tomo corresponde a un año lectivo en la escuela de Hogwarts, pero además cada uno de ellos corresponde a una serie de aventuras que Harry correrá para eludir la trampa que Voldemort le tenderá. Sólo con la muerte de Harry el mago negro conseguirá volver a la vida. Finalmente, luego del triunfo del héroe, que coincidirá aproximadamente con el fin del curso, deberá volver a sufrir las penurias que le depara su familia adoptiva. Este esquema es reiterado pero gradual. Cada año Harry estará más maduro. Cada año le dará a su lector la alegría de poder sobreponerse a las maldades familiares y de operar vindicativamente. Cada año perfeccionará sus artes para convertirse en el mago mesiánico que todos aguardan para derrotar al mal.

Pero además de esta sobrenaturaleza del relato, el lector juvenil se reconocerá en los avatares del colegio, las clases, los exámenes, las excursiones de placer, las alianzas entre pares, los grupos rivales y sobre todo en el apasionante "fútbol" de los brujos, el quidditch, que se juega sobre escobas, con siete jugadores y cuatro pelotas.

• Que Harry Potter es un libro en el cual los mensajes sociales que se emiten desde el mundo del héroe aparecen asociados a los valores de tolerancia, igualdad y rechazo a cualquier forma de discriminación. La escuela de Hogwarts es para niños brujos, pero muchos de ellos provienen de matrimonios mixtos entre los magos y los muggle. El repulsivo Draco Malfoy intenta ridiculizar a los Weasley por su pobreza, pero obviamente estos últimos encarnan el mensaje familiar más sólido de las novelas; también hay intentos fascistas de escarnecer a los físicamente o anímicamente débiles, pero son neutralizados por un colegio que acepta a todos.

En efecto, uno de los episodios interesantes del primer volumen es el del sombrero seleccionador. Este se encarga mágicamente de distribuir a los niños recién llegados en las cuatro secciones que el colegio tiene: Gryffindor, donde habitan los de valiente espíritu, osadía y temple; Hufflepuff, donde se encuentran los justos y leales que no temen al trabajo pesado; Ravenclaw, los dotados de inteligencia y erudición, y Slytherin, donde está la gente astuta que utiliza cualquier medio para lograr sus fines. Desde los caballerescos hasta los taimados, todos pueden quedarse en Hogwarts y formarse como magos. También hay magos de distintas características étnicas, así como es indiscutible el papel de las mujeres, tanto a través de la brillante Hermione, de la excelente jugadora de quidditch que seduce a Harry, como de la brillante profesora Mc Gonagall.

• Que Harry Potter recrea el encanto del esquema iterativo, que funciona tanto a nivel de grandes como de chicos, pero logrando dibujar personajes psicológicamente creíbles, como la obsesiva Hermione que no admite el fracaso escolar pero que aprende a adecuarse a la vida de sus pares.

• Que Joanne K. Rowling maneja a la perfección el esquema del relato de suspenso. A la mejor manera de las novelas policiales, siempre hay una amenaza latente, un criminal en las sombras, y una vuelta de tuerca final que, a como con las revelaciones de Hércules Poirot, sorprende al lector con una revelación inesperada.

Pero además Hogwarts reivindica un mundo anterior al impacto de la tecnología sobre los niños. El colegio, identificable con el reino de la fantasía (el mismo que habitan los personajes de "La historia interminable"), no tiene luz eléctrica ni ningún adelanto asimilable a la era industrial. Se llega a él a través de un mágico tren y el modo habitual de comunicación es el envío de lechuzas que operan como mensajeras. El único vestigio de alienación electrónica lo da el despreciable primo Dudley Dursley, que entre los 37 regalos de su cumpleaños cuenta con una filmadora, un avión a control remoto, dieciséis juegos nuevos para la computadora, una videograbadora y un equipo de televisión. De alguna manera esto complementa la ausencia de ilustraciones del libro. No se le facilita al lector joven la imagen de lo narrado. Se lo invita a renunciar al hechizo de las pantallas y las imágenes para recuperar el poder del libro y la sugestión de la letra.

• Y, por último, no olvidemos el humor. Harry Potter está lleno de momentos de auténtico regocijo, de personajes como el elfo Dobby, o el sentido paródico de las instituciones que aparece en el Ministerio de Magia, o de los usos comunes como el día de compra de útiles en el callejón de los Magos.

En nombre de este humor, de su defensa de un mundo menos alienante, de su alegato a favor de la integración y la no discriminación, de su estructura constante pero evolutiva, de su creación eficaz de personajes, de su sentido del entretenimiento y el suspenso y de su homenaje a los maestros, seguramente diez millones de lectores han ignorado a los canónicos que desconfían, antes que nada, del éxito, y han colocado a Harry Potter entre sus favoritos. A pesar de tanta ruindad proclamada.

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