Lic. Martha Rodríguez
Villamil
El terreno de las vocaciones puede ser delimitado como un problema de salud mental y también como un ejercicio de la libertad humana. El análisis de la relación entre los conceptos de lo vocacional y lo ocupacional lleva a explorar cómo ellosd son tratados desde el punto de vista de las políticas sociales juveniles.
El tema de lo vocacional-ocupacional está situado en un campo fértil para las intervenciones comunitarias preventivas. Sin embargo esta afirmación no parece plantearse con claridad en las políticas públicas de juventud.
Este tema es lo suficientemente vasto como para merecer una aclaración de cuales aspectos del mismo nos proponemos abordar. Un primer aspecto es contextuar y definir qué se entiende bajo la denominación de “lo vocacional y lo ocupacional”.
De todas aquellas situaciones en que se pueden plantear opciones laborales o vocacionales en el curso vital, focalizamos nuestra atención en la población adolescente que enfrenta la alternativa ocupación- vocación. En esta etapa vital se plantea una elección referida al futuro ocupacional en un momento lleno de definiciones que ponen en juego la propia identidad como persona.
En trabajos anteriores abordamos el tema de lo vocacional como problema social característico de una capa etaria y afirmamos que, como en todo problema social, no hay tratamiento posible del tema que no pase por el encare de la definición de políticas para solucionar los problemas detectados. En esta ocasión nuestro interés es poder relacionar los dos conceptos: lo vocacional y lo ocupacional, y ver cómo ellos son tratados desde el punto de vista de las políticas sociales juveniles.
En nuestro desempeño profesional como psicólogos tenemos claro que “lo vocacional” está asociado a la posibilidad de elegir. Cuando decimos que alguien tiene vocación por lo que hace o también cuando decimos que alguien es un vocacional, en ambos casos hacemos referencia no solamente al gusto por una actividad sino también al hecho de tener conciencia de que dicha actividad es agradable para la persona. Cuando nos referimos al “despertar” de la vocación también incluímos la sensación de bienestar que produce esa toma de conciencia . Se dice que hay gustos con los que se nace, otros que se construyen e incluso que pueden variar en diferentes épocas de la vida. La posibilidad de elegir implica el ejercicio de la libertad humana. A través de este enfoque humanista no perdemos de vista los obstáculos (individuales, sociales) que se oponen a la posibilidad de una elección.
En una publicación anterior1 nos hemos abocado a investigar los diferentes factores que limitan la elección vocacional provenientes del contexto en que esté ubicado el/la adolescente en cuestión: su estrato socioeconómico, su sexo, su conflictiva emocional personal. También sabemos que no todos los adolescentes y jóvenes que potencialmente tienen la capacidad para hacerlo, están en condiciones de elegir libremente. Esta afirmación está abonada por nuestra experiencia clínica con adolescentes y jóvenes entre 12 y 24 años. Nuestra escucha de las voces juveniles fue cotejada con algunos indicadores de las condicionantes socioeconómicas y culturales surgidos en una muestra representativa de la población juvenil total de la ciudad de Montevideo.2
La orientación vocacional es un problema de salud mental.
Del estudio de las dos fuentes de datos anteriormente citadas surge una idea aproximada de los factores que condicionan la posibilidad de elegir. También planteamos como conclusión que se puede discutir si la orientación vocacional es una prioridad pero no cabe duda de que se trata de un problema a definir dentro de las políticas de salud mental.
No obstante, es frecuente que el tratamiento dado al tema vocacional en las políticas públicas juveniles sea equivalente al concepto de la capacitación exclusivamente. Por ejemplo en un documento de la O.P.S.3 se proponen modelos para la promoción de la salud adolescente y juvenil, ofreciendo una guía en políticas de abogacía, de investigación y de programas de intervención. Pero cuando se refiere a los factores que contribuyen al desarrollo sano de la juventud, lo vocacional está referido dentro del item “Educación y desarrollo de habilidades”, el cual comprende: capacitación vocacional y alfabetización funcional. No se habla nunca de orientación sino de capacitación.
Si se habla de “capacitación vocacional” como una prioridad que las políticas juveniles deben encarar, se está tomando acá el término vocacional como equivalente a: capacitarse o capacitar a otro/a para conseguir un trabajo, una ocupación. Pero ¿no se contempla que el objeto de capacitación pueda ser también sujeto de deseo? Es decir que se podría suponer en el o la joven algún grado de libertad para elegir y por lo tanto necesitar una orientación. Entendemos que se superponen en esta concepción los dos conceptos: lo vocacional y lo ocupacional como si fueran equivalentes. Como consecuencia, dentro de la estructura institucional y administrativa del Estado, lo vocacional tendrá como centro de referencia al sector Educación.
Por otro lado, en el terreno de la psicología es frecuente encontrar que ambos términos se disocian, planteándose una contraposición entre lo vocacional y lo ocupacional como si fueran excluyentes; por ejemplo, cuando se dice que “si se trabajaba sobre lo laboral se podía obturar la posibilidad de trabajar sobre lo vocacional”4. Pensamos que este es un falso dilema que se debe resolver para orientar las políticas sociales juveniles. Hemos planteado5 nuestra concepción de la orientación vocacional como “elección asistida” dando cuenta de la posibilidad de superar aquella dicotomía. Ella se inscribe dentro del marco de referencia teórico que hemos desarrollado a través de la praxis en salud mental comunitaria.
El hecho de que existan inequidades y condicionamientos en la posibilidad de elegir no invalida la necesidad de la orientación vocacional como práctica concreta y como meta, que oriente las políticas. Por eso entendemos que el tema de las vocaciones es un tema de salud mental y las políticas debieran tener como punto de referencia al sector Salud, con una buena coordinación intersectorial Salud-Educación-Trabajo.
La primera experiencia laboral.
A nivel del gobierno municipal de Montevideo también se están definiendo políticas con respecto al empleo juvenil que se enmarcan en los lineamientos generales del documento de O.P.S. ya señalado. En concordancia con lo que venimos planteando acerca de las opciones de la etapa adolescente se puede comprender la relevancia de la primera experiencia laboral. Un fracaso en esta coyuntura inicial es comparable con la frustración que experimenta el niño que queda repetidor en primer año de escuela. Más aún, frecuentemente escuchamos la queja con vislumbres de impotencia del joven o la joven que busca empleo coleccionando cursos y cursillos (en general sin orientación) que implican inversión de dinero y tiempo, para rebotar en la mayoría de las ofertas de trabajo con la desalentadora advertencia: “inútil presentarse sin experiencia previa.”
El hecho de brindar una primer oportunidad laboral parece indicar una intención de apertura poco frecuente, más aún cuando está dirigida a sectores juveniles en riesgo de exclusión social. Este es el caso de algunos programas de capacitación de jóvenes de escasos recursos que atienden los paradores municipales, así como el convenio con la ONG Tacurú, para el mantenimiento y limpieza de calles y refugios peatonales de la capital. Este convenio, sin embargo, ha desatado críticas de distinto orden, desde la postura del gremio municipal que afirma que se están lesionando sus derechos laborales, hasta la postura académica que sugiere una desvalorización de la población elegida al adjudicarle una tarea desvalorizada como es la recolección de basura.
Habría que preguntarle a los jóvenes qué piensan de estos argumentos. En uno y otro planteo se corre el riesgo de caer en una mirada adultocéntrica. ¿Quien siente que la reparación de un refugio peatonal o la limpieza del lago del Parque Rodó es una tarea que lo desvaloriza?¿Qué concepto de la solidaridad social fomentan estos programas?¿La vocación de servicio es desvalorizante?
S. Donas Burak plantea6
que los desafíos para los adolescentes y jóvenes generalmente se establecen a
partir de una “mirada” o visión de adulto y que deberían ser discutidos
con ellos para llegar a consensos intergeneracionales y también
intrageneracionales debido a los variados niveles de exclusión social y de
capital cultural existentes así como las diferencias entre los procesos
sociales que viven los países de América Latina y dentro de cada país. El
objetivo de ese análisis debe ser el desarrollo humano de los adolescentes y
jóvenes.
Sin caer en la demagogia de los discursos huecos de sentido, habría que habilitar carriles de participación efectiva de los jóvenes en el análisis y toma de decisiones referidas a políticas sociales juveniles. Hay experiencia a nivel internacional donde se ha demostrado que los jóvenes tienen conocimientos y capacidades para hacerlo cuando se les brinda la oportunidad y que el hecho de impedirlo por parte del mundo adulto puede ser otra forma de exclusión social.
En un análisis del proceso de descentralización en Montevideo, el especialista en Investigación, gestión y desarrollo local de la Universidad Complutense de Madrid, Tomás Rodríguez-Villasante afirma7 que dicho proceso está ante un cruce de caminos: el proceso no se renueva, dice, porque hay una progresiva partidización, y hacer pasar todas las cosas por el partido tiene consecuencias negativas. La salida pasa por no tenerle miedo a la gente que se organiza por fuera de los partidos políticos, ni a los movimientos sociales organizados ni a las culturas poco organizadas. Hay que optar por políticas de gestión compartida con la ciudadanía. Dice también, entre las conclusiones, que los jóvenes de menos de 30 años han optado por una ruptura generacional y quieren cosas diferentes, no tanto en el programa sociopolítico sino en el estilo de hacer las cosas.
El tema de la participación política y social de los jóvenes es planteado por Rodríguez-García y otros como una experiencia en organización y liderazgo que ayuda a desarrollar la autosuficiencia y autoestima de los jóvenes, al tiempo que crea redes de apoyo activo a nivel local. Este documento desarrolla la idea de empoderamiento (Empowerment) juvenil, remarcando que su papel es vital en una estrategia cuyo eje central es la promoción de la salud y el desarrollo humano.
Las etapas del empoderamiento juvenil implican un proceso de gradual mayor compromiso en la participación del joven. En una primera etapa el joven es informado por grupos externos que plantean objetivos y metas para programas juveniles. Luego él es consultado, se busca su opinión y la de sus pares pero ella puede influir o no en las decisiones. Una tercera etapa consiste en proveer información: se busca la participación juvenil para mejorar los resultados de los objetivos fijados. En una cuarta etapa toma decisiones : se consulta a los jóvenes para fijar, priorizar, y definir objetivos. En una etapa de mayor compromiso y poder inicia acciones: los jóvenes y líderes locales fijan objetivos, priorizan, planifican, evalúan y son responsables de los resultados.
Todas estas referencias constituyen un esbozo para facilitar un examen y evaluación del nada sencillo campo específico de las políticas sociales juveniles en nuestro país.
RESUMEN:
La autora se propone en este trabajo analizar la relación entre los dos conceptos (lo vocacional, lo ocupacional) y explorar cómo ellos son tratados desde el punto de vista de las políticas sociales juveniles. Se delimita el tema de las vocaciones como un problema de salud mental. También como un ejercicio de la libertad humana. Enfoque humanista que no desconoce los diferentes factores (individuales, sociales) que se oponen a dicha elección y que fueron desarrollados por ella en una publicación anterior.
Partiendo del marco de referencia teórico que ella ha desarrollado desde la praxis en salud mental comunitaria, enfoca su concepción de la orientación vocacional como “elección asistida”. Postula que la contraposición entre lo vocacional y lo ocupacional es un falso dilema que se debe resolver para orientar las políticas sociales juveniles.
Plantea la necesidad de valorar la primer experiencia laboral, se refiere a las políticas sociales actuales de la IMM en cuanto al empleo juvenil como una propuesta para encarar los fenómenos de exclusión pero también la necesidad de apertura a la participación juvenil.
Referencias:
1Rodríguez Villamil, M La elección vocacional ¿es posible? En Libro Universitario Regional “Adolescencia y Juventud en América Latina” S.Donas Burak (comp.)Ed. L.U.R. (EULAC-GTZ), dic. 2000, Costa Rica. 2Perdomo, R.; Costanzo, A.; Giordano, G.; Pereiro, C.; Ruben, B. Los adolescentes uruguayos hoy Ed. Fundación de Cultura Universitaria fcu nov 1998 3Rodríguez-García,R.; Russell,J.; Maddaleno,M.; Kastrinakis,M. El ambiente legislativo y de políticas relacionado con la salud del adolescente en América Latina y el Caribe. OPS/PAHO, Washington,jun1999 4Carbajal Arregui, M y Ojeda, S. Operando sobre las dificultades en la inserción laboral efectiva con jóvenes en situación de exclusión social. Publicación oficial de la Coordinadora de Psicólogos del Uruguay Nº 113, abril 2000 5op. cit. 6Donas Burak, S. Adolescencia y Juventud. Viejos y nuevos desafíos en los albores del nuevo milenio. En Libro Universitario Regional “Adolescencia y Juventud en América Latina”. Ed.. L.U.R. (eulac-gtz),dic.2000, Costa Rica 7La descentralización, las formas y los caminos de la participación ciudadana. Vecinet-notici@s-Especial Nº350. |
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