Mujeres en "Los adioses"

Rosa Eskenazi

Hay un personaje en la novela "Los Adioses" de Juan Carlos Onetti que quizás represente al destino. Es la mujer flaca de las serpentinas a la cual se le dedica un número inusual de renglones, al comienzo de la novela para luego dejarla casi completamente de lado.

La Muerte es representada tradicionalmente como una mujer flaca y huesuda. Seguramente esto se asocia con la apariencia de la desconocida que precede a la llegada de la Muchacha, y a su salida de la novela para ingresar a "un futuro de incertidumbres."

UNA MUJER FLACA

El destino en la mitología griega se reconoce la presencia de tres mujeres asociadas a lo fatal: las Parcas. ¿Hay una presencia similar en Onetti.?

La flaca, la primera de ellas, aparece novelescamente el 31 de diciembre: "en un rincón, una mujer se puso a tirar serpentina."

Es flaca, rubia, triste, vestida de negro... Obviamente el autor la significa con elementos que operan como símbolos de la muerte. Vamos a asociarla con la primera de las parcas: Atropos ("la que no puede ser ablandada"), la que cortaba el hilo de la vida. Se la representa de luto, como corresponde a su función. A su lado tenía varios ovillos de hilo que cortaba a distintas alturas, según la extensión que el destino quería dar a cada una de las vidas.

Onetti representa fielmente a la Parca, a través del personaje, lo cual se verifica por sus características: ser delgada como la imagen tradicional de la Muerte. Que sea rubia conduce a considerar otros elementos importantes.

Según Hilia Moreira, la cabeza expresa la parte superior, la mente y la vida espiritual. Los cabellos, según Cirlot, son hilos, que significan un nivel energético y fuerzas superiores. En cuanto al color rubio, revela que se acerca al oro, al sol, al poder. Sugiere la imagen de realeza a través de la idea de corona. Todo ello indica que es la Parca principal, la de máximos poderes sobre todas las fuerzas de la vida. El color negro del traje expresa también la preeminencia de la tierra. También se resalta el "collar de perlas con un broche de oro encima del corazón."

La perla simboliza el genio de la oscuridad, la enfermedad, o algo anormal. El collar de perlas se une cuenta a cuenta con un hilo, sus movimientos son serpentianos, flexibles, pendulares, responden a la forma de llevarlo, de movernos. El broche de oro encima del corazón, remite, nuevamente según Cirlot, "a la imagen del sol en el hombre, como el oro lo es en la tierra." En consecuencia el oro simboliza lo superior.

Esta mujer presagia y maneja el destino como Atropos y determinado el largo del hilo de la vida de manera certera, como dice textualmente Onetti: "no erraba nunca aunque estaba lejos." Su fisonomía es descripta "con una mueca nerviosa que le desnudaba la encía superior, una contradicción alegre asqueada y feroz que le alzaba el labio y se deshacía con lentitud, era una mueca que simplemente, sucedía en su cara, regularmente antes y después de beber."

Esta es la imagen de una calavera, la amenaza feroz de la misma muerte. Según Cirlot la calavera "es el emblema de la caducidad de la existencia, sin embargo es en realidad lo que resta del ser vivo una vez destruido el cuerpo." Podemos comparar esta figura con las pinturas de Goya: "Las viejas" o "El tiempo", en la línea de "Los Caprichos." En ellas los rostros de las dos mujeres asoman con la misma fisonomía que la escenificada por Onetti.

Onetti describe sus actitudes así: "Ella se echaba hacia atrás sobre el banquito de la cocina." Cirlot tipifica "la cocina como lugar donde se transforman los alimentos y que puede significar el lugar o el momento de una transformación psíquica en cierto sentido alquímico." Se la describe además "con el rollo de serpentina sobre la cabeza, observando cuidadosamente la posición de la guirnalda."

Si resumimos estos contenidos la vemos como una reina desde su trono, que observa "cocinando" el destino de sus súbditos. La "guirnalda, ya muy combada, y cuyas flores parecían marchitarse" comienza a torcerse, como el destino del hombre que lo lleva al descenso existencial, marchitándose en esta vida efímera.

Pasa medianoche y el texto dice: ""La inglesa flaca trepaba en su banco, sostenida por dos hombres, comía uvas blancas de un racimo que yo no le había vendido." Aparecen nuevos datos sobre esta mujer: es extranjera, y come las uvas, signo del sacrificio y de la muerte, con los que se alimenta.

Inmediatamente después de la última frase recién transcripta, se dice, sin transición de sujeto gramatical: "No puedo saber si la había visto antes o si la descubrí en aquel momento, apoyada en el marco de la puerta."

Esta frase se refiere a la muchacha, sin embargo Onetti confunde al lector desde el principio; solo si leemos, encontramos la diferencia sorprendidos y pensamos: ¿Onetti se equivocó en deslindar a ambas.? No, Onetti nos trampea para confundirnos, pero también para detenernos y descubrir su trabajo como ícono del destino.

Casi al final de la carilla se dice "... la más flaca estrujaba el último paquete de serpentinas. Ahora ella está dentro del almacén." Onetti vuelve a hacernos la misma zancadilla: confundirnos barajándolas. Esta forma de hilvanar a ambas mujeres supone la formación de una sociedad cómplice para arrastrar al hombre a su muerte. Así como la narración las transforma en una sola, también las enfrenta en espejo: una en el rincón, la otra en la puerta. El rincón aparece como centro, trono y cabecera, las serpentinas son una extensión de los brazos y del mismo cuerpo. La otra "apoyada en el marco de la puerta", lo cubre como sosteniendo la puerta que estaría abierta y corta el paso de la entrada y salida.

DEL PRINCIPIO Y EL FIN

Hacia el final de la novela esta situación se repite. Primero aparece la flaca y luego llega la muchacha. Sólo que al final la flaca: "se adelgaza en la pared" y "el sargento y el médico ocupaban la puerta." Recordemos la escena: "No tuvo paciencia, señora..." "le explicaba Ganz a una mujer flaca, con la cabeza cubierta por un rebozo y afirmativa." Esta la última palabra formalmente molesta, desconcierta. Pero a su manera resulta lógica: la muerte es siempre afirmativa. Ahora la mujer flaca lleva la cabeza cubierta y es una señora. Pero conserva la delgadez como dato esencial. Onetti vuelve a tendernos redes, ¿qué o quién no tuvo paciencia? ¿El muerto?, ¿La señora.?

Poca sangre, señora -informaba el enfermero. "A mis espaldas, alzándose del desconcierto, de la curiosidad, del miedo la mujer flaca empezó a preguntar." Andrade y el enfermero le hablan pero la voz de ella no aparece hasta el fin de la página. "Y todavía era joven, el pobre -dijo la mujer. Trató de echarse a llorar."

Se le informa como a un superior, un jefe, después ella pregunta de la misma forma, de jefe a subalterno, y cabecera aprobando como mandante la teoría del inferior. El rebozo que le cubre la cabeza simbólicamente esta jerarquizándola, del mismo modo que antes se destacaba su cabellera rubia.

El tratar de llorar, es teatralizar, acordar con las circunstancias de dolor. Intenta, porque no tiene deseos de hacerlo, ella es la vencedora, no tiene motivos para el llanto.

Antes de volver a describir a la muchacha, la vieja y el enfermero se adelgazan, porque que el hueco de la puerta lo ocupa el Dr. Gunz como apartando o dando clausura al destino del hombre ya muerto.

El narrador se refiere brevemente a la muchacha al final, "decorosa, eterna, invencible, disponiéndose ya, sin presentirlo, para cualquier noche futura y violenta." Frase llena de adjetivos muy significativos, que confirmarían la teoría presentada aquí antes, de la complicidad entre ambas mujeres. Tal vez ocupando el lugar de Cloto, hilando el destino de ese hombre.

FINALES SON FINALES

La fecha del 31 de diciembre es aquella en que aparecen las mujeres, en el festejo de fin de año.

La muchacha viene viajando de la ciudad, buscando al hombre que no está para recibirla. El almacenero en el comienzo de la noche había dicho: "Tal vez tampoco la haya visto entonces, en el momento en que empezó el año..." la última frase entre comillas nos indica las 12 de la noche como un pasaje, como una aparición mágica en la hora de las brujas y de los cambios.

La flaca festeja el 31, la otra no. La vestimenta de la muchacha en ese día también es simbólica: "traje sastre gris, guantes blancos puestos, cartera oscura." El gris es un color intermedio, de medio luto; los guantes blancos puestos tienen un carácter ceremonial, dándole además un rango superior. También tienen un color de muerte. La frase termina "su cara redonda, brillando por el calor, fluctuando detrás de las serpentinas suspendidas de la guirnalda y que empezaba a mover el aire de la madrugada." Su cara oscila, como las mismas serpentinas, la última frase muestra un comienzo, un cambio en el ambiente, un giro como el combado de la guirnalda.

LA MORTAL TRINIDAD

Cada hallazgo confirma que una mujer complementa a la otra. Onetti nos deja en el misterio acerca de estas mujeres y de la tercera con el niño, porque nunca nos confirma el tipo de vínculo que tienen con él. Sólo podemos figurarnos que esta tercera también cumple el rol simbólico de la Parca que falta: Laquesis. Onetti ha jugado con los roles de cada una de ellas, todas pueden ser una, tal vez nada aquí se pueda dilucidar.

Otra trilogía, asociada a la de las tres mujeres que hemos señalado es la integrada por las portuguesas dueñas del chalet que el hombre alquila. Ellas han muerto alrededor de los 25 años. Esta edad es la que en "El Pozo", aparece como límite: "el espíritu de las muchachas muere alrededor de los 25 años. Pero muere siempre, terminan siendo todas iguales..." Por algo el hombre alquila esa casa para morir en noviembre que según Cirlot, "representado en el Zodíaco por el escorpión corresponde al período de la existencia humana amenazado por el peligro de la caída o de la muerte, también relacionado con la función sexual." Las portuguesas son las primeras mujeres directamente aludidas en relación al hombre, las otras son apenas, mientras tanto, las letras de las cartas que el narrador recibe. Y también vuelven antes del final, justo antes de la flaca. La casa queda así significada como lugar de Hades, de ceremonias secretas como en los misterios. Nunca sabemos exactamente las causas que motivaron las muertes de las mujeres. Se habla de una epidemia, pero ¿cuál.? Tampoco quedan claras las causas del suicidio del hombre en ese lugar señalado.

Al final, después que el almacenero viola la correspondencia del hombre y se siente "lleno de poder", ingresa en ese ámbito: "Recorrí con lentitud la casita..." "Pensé, distraído y sin respeto, en las virginidades de las tres hermanas y su amiga..."

NO HAY TRES SIN CUATRO

Una intriga suplementaria es provocada por la parienta de las portuguesas, la cuarta, y Reina la enfermera, también cuarta mujer en relación con las vivas. Esto lleva a pensar en la socia de las Parcas en la literatura griega: Proserpina. Ella es hija de Júpiter y Ceres. Venerada junto a su madre en los misterios, Proserpina aparece como explicación del ciclo de las estaciones; en el culto de Eleusis evolucionó hacia significados más profundos, ligados al ciclo de la vida, la muerte y la resurrección. En su condición de reina de los muertos se la representa como una mujer severa y alta, sentada en el trono junto a su marido.

Estas cuatro presencias aparecen como ayudantes de la muerte. Las habladurías de Reina, su doble moral, su participación no solicitada en la pugna entre las dos posibles mujeres del hombre, la muestran empujándolo al conflicto mortal. La cuarta mujer del chalet, innecesaria novelescamente, refuerza a su vez la sensación de colaborar con los procesos mortales. Ni siquiera está claro que sea prima, sólo está allí para morir.

La presencia de lo masculino queda, a los ojos de un buen observador, relegada ante lo femenino. El narrador termina atrapado en las historias femeninas y su desentrañamiento. El enfermero termina subyugado por una "Reina." El protagonista, que a diferencia de otros héroes onettianos no viene del fracaso social o laboral sino del éxito (es un basquetbolista destacado), fracasa frente a la imposibilidad de manejar sus vínculos con ellas, verdaderas hacedoras de esta historia en lo erótico y en lo thanático.

Rosa Eskenazi

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