GROMPONE Y EL COLAPSO SOCIALISTA
Alción Cheroni
No es frecuente en países como el nuestro que un intelectual emprenda la ciclópea tarea de investigar el proceso social desde una amplia perspectiva histórica. Precisamente esto es lo que ha realizado Juan Grompone.
Muchas son las razones para saludar calurosamente la aparición de "La Construcción Del Futuro" y recomendar la discusión de las tesis que el autor presenta en una amplia gama de cuestiones, abarcando temas filosóficos, epistemológicos, económicos, sociológicos, éticos, estéticos, de la vida cotidiana y políticos.
LOS PAISES SOCIALISTAS
Grompone asume su condición de materialista dialéctico y nos invita a pensar autocríticamente sobre las causas de la situación presente y las perspectivas que tenemos por delante, así como contribuir con aportes teóricos sustantivos a construir el futuro. No está de más aclarar que estoy completamente de acuerdo con la posición filosófica materialista asumida por Grompone. Pero aun siendo éste un tema de especial interés y significación no voy a entrar a analizar los capítulos que Grompone le dedica en el libro al materialismo histórico y a la dialéctica. Tampoco abordaré el grueso de las problemáticas que en este libro se tratan, dedicado centralmente, con una amplia información e interpretación de los datos, a explorar la evolución y desarrollo de la sociedad humana desde "el nacimiento de la sociedad de clases" hasta "la sociedad capitalista".
Me voy a ocupar de un espacio temático más limitado, el que se concentra en el capítulo dedicado a "el caso de los países socialistas" y algunas de las puntas de carácter teórico y político implicadas en este tema.
Me interesa subrayar que mi lectura crítica es de carácter político y de ahí que preste atención a las incursiones históricas y teóricas que Grompone realiza en torno a lo que denomina "el problema del socialismo" y "las causas (históricas y económicas) del fracaso de socialismo", Cuestiones que, como el propio autor lo señala, son capitales para ubicar los problemas del tránsito de la sociedad capitalista a la sociedad del futuro.
En este sentido este texto incita a profundizar el debate sobre el socialismo, no desde la coyuntura actual que para muchos se inicia con "la caída del muro de Berlín", que es la mejor forma de limitar erróneamente la esfera de la reflexión. Por el contrario Grompone impone la necesidad que este análisis del proyecto socialista se retome a partir de las experiencias revolucionarias del proletariado desde la Comuna de París (1871) hasta las dos grandes revoluciones, en Rusia y China, que han conmovido al siglo XX.
Debo decir que para un marxista ortodoxo el libro de Grompone provoca explicables irritaciones. Hay que estar muy templado para quedar impasible ante sentencias como la siguiente, la cual elijo por su insoslayable importancia política, "la idea de 'conciencia de clase' es una idea metafísica que no posee una manifestación materialista. Debe, por lo tanto, ser archivada en el desván de las buenas intenciones de los revolucionarios del siglo XIX y de los académicos del siglo XX".
Para el marxismo el concepto de conciencia de clase no es el resultado de una reflexión académica sino la consecuencia de un proceso cuya base material es la condición del proletariado en el sistema productivo capitalista. El proceso de maduración de la conciencia de clase se desarrolla en la lucha de clases donde la clase obrera trasciende la esfera de la lucha económica y adquiere consciencia de su misión histórica revolucionaria y de la necesidad de que debe constituirse en partido político "palanca para su lucha contra el poder político de sus explotadores e indispensable para el triunfo de la revolución social y de su meta última: la abolición de las clases."
Si hay algo que ha enseñado la experiencia histórica es que no se puede construir el futuro por simples actos espontáneos y voluntaristas.
Mi acuerdo básico con Grompone es que al estudiar las causas del derrumbe de la URSS y de China Popular, "un materialista no puede aceptar sino una explicación económica". Comparto, por tanto, que la explicación económica obliga a responder las preguntas que más han trastornado a los militantes de "izquierda" en estos últimos treinta años y que Grompone sintetiza gráficamente: "¿Por qué esta economía planificada (la de la URSS) se desplomó y se convirtió en capitalista? ¿Por qué China modificó su rumbo económico y se convirtió en capitalista?"
A partir de este punto mi crítica al análisis de Grompone es que en su explicación margina de ese proceso fenómenos sociales tales como la burocratización del Estado revolucionario y la descomposición política e ideológica de los partidos marxistas adheridos a la IIIa. Internacional. Grompone no ha tenido en cuenta estas condiciones sociales igualmente claves para la comprensión de la totalidad de las causas materiales de un fenómeno tan complejo. Por supuesto que estos factores tienen su causalidad en la economía, lo cual exige la investigación económica sobre las raíces sociales del revisionismo, factor político decisivo en la crisis final del modelo soviético y chino, y que mal le pese a muchos, está en la base de todas las controversias y luchas en el seno del marxismo a partir de la famosa declaración de Bernstein.
Grompone tiene razón cuando critica los análisis idealistas sobre las causas de la "caída y colapso del socialismo", como por ejemplo, la atribución de todos los males padecidos en el régimen soviético y en el chino al "culto a la personalidad". Y sigue teniendo razón cuando exige "una explicación económica" del problema y cuando objetiva esa necesaria revisión en requerir investigar "por las causas económicas del fracaso del socialismo".
Es en este punto que Grompone nos sacude con una afirmación sumamente impactante pero que a mi entender desvía la atención de lo central de su interpretación materialista.
"Una de las causas del colapso de la Unión Soviética fue la incapacidad para automatizar la economía según el ritmo que imponía el crecimiento capitalista. Hoy es imposible construir una economía eficiente sin las computadoras personales. En la Unión Soviética no se pudieron fabricar nunca las computadoras personales. Ya está todo demostrado entonces. Es un mecanismo claro que muestra por qué la destrucción del socialismo fue económica: se desplomó porque en 1990 no se podía sostener una economía que carecía de computadoras personales."
Es en beneficio de una tesis de esta magnitud que Grompone reconstruye la historia del descalabro. Según lo entiendo esta "incapacidad para automatizar la economía" deviene porque en la URSS se intentó saltear la etapa comercial del capitalismo construyendo "sobre la sociedad feudal rusa una sociedad 'industrial'..."
Para mí esta es la parte más débil de un texto verdaderamente sugestivo. Precisamente en este punto es donde se concentran la mayoría de las cuestiones teóricas fundamentales que afectaron el desarrollo del marxismo desde octubre de 1917, cuando la consecución del proyecto socialista dejó de ser una promesa para transformarse en un problema práctico.
LA REVOLUCION RUSA
El capítulo sobre la "caída del socialismo" puede resumirse en una acuciante pregunta, la misma que ha rondado desde el momento mismo que los bolcheviques tomaron el poder en Rusia: ¿fue prematura la revolución proletaria en Rusia?; pregunta que es inevitable entrelazar con la tesis estalinista de la posibilidad de construir el socialismo en un solo país. Grompone establece tres instancias de cuestiones que sugieren al lector que la revolución proletaria en Rusia fue prematura y que inevitablemente terminaría en el capitalismo porque no se puede ir contra las leyes económicas.
Sus enunciados son concretos, claros y desde su perspectiva, concluyentes: "La principal conclusión que debemos recoger de la caída del socialismo real es reafirmar la tesis de que la sociedad capitalista va a generar una sociedad nueva cuando se desarrolle todo cuanto puede desarrollarse y se agote. La tesis contraria ha sido refutada por la historia. (...) Las posibilidades de construir el socialismo en un único país o que el capitalismo se ha agotado, también son hoy tesis agotadas."
Para procesar el análisis de estas tesis debemos seguir a Grompone en la fundamentación histórica: "Lenin estaba convencido que la sociedad capitalista había entrado, hacia 1914, en una nueva fase -el imperialismo- y que esta fase era el final de la sociedad capitalista. Las dos tesis estaban equivocadas."
Es cierto que Lenin y antes que él toda una serie de economistas, tanto liberales como el muy conocido inglés J. A. Hobson y el marxista austríaco Rudolf Hilferding y, por supuesto Kautsky, sostenían que el capitalismo había entrado en la fase imperialista, pero me parece necesario, para iluminar correctamente el tratamiento de este tema, corregir un error. Lenin nunca afirmó que la fase imperialista del capitalismo era "el final de la sociedad capitalista." Lo que afirma Lenin es otra cosa. El imperialismo es "la fase superior del capitalismo", y en virtud de las condiciones que implica el carácter monopolista de la economía capitalista, es "la antesala del socialismo."
En la polémica contra Kautsky, en atención al desarrollo económico del capitalismo en su etapa financiero-monopolista enfatizó que teóricamente era previsible otra fase, el ultraimperialismo.
La caracterización del imperialismo como "capitalismo agonizante" no implica en el análisis de Lenin el final del sistema. Prestó atención a la existencia de espacios económicos precapitalistas (países coloniales, semicoloniales y dependientes) sobre los cuales avanzaría en forma expansiva el sistema y tomó debida cuenta de los factores, estructurales y coyunturales, que llevarían incluso a su recuperación después de la crisis generada por la guerra interimperialista y la revolución proletaria en Rusia. Alertó a los jóvenes bolcheviques encabezados por Bujarin, que estaban convencidos del final del capitalismo, de la existencia de fenómenos de crecimiento en áreas industriales claves, los cuales en su evolución seguirían acrecentando la fortaleza y permanencia del sistema.
LOS CAMINOS HACIA EL SOCIALISMO
Me resultan sorprendentes las afirmaciones y calificaciones que Grompone ha dado a las dos polémicas sobre las cuales hace especial hincapié con relación a las críticas sobre las tendencias en el marxismo. A la polémica entre Kautsky y Lenin la denomina de "derecha"; y de "izquierda" a las controversias teóricas entre Stalin y Trotsky. No encuentro una explicación que permita aceptar esta clasificación, pero esta es una cuestión puramente lateral que para nada afecta al centro de las interpretaciones que Grompone identifica con tales polémicas.
Simplemente para situarnos en el contexto teórico que se definió en tales polémicas, una preliminar y brevísima acotación histórica: las mismas no fueron las primeras que se dieron al interior del movimiento socialista en relación con "la viabilidad de la construcción del socialismo." No estoy objetando, por el contrario me parece correcto, que se las ubique como centrales en tanto la perspectiva de los polemistas tienen su razón de ser en el experimento bolchevique.
Pero para una necesaria identificación de sus problemas, debemos tener en cuenta, porque todo el cuerpo de explicaciones, argumentos y razonamientos de sus actores así lo impone, que no pueden ser desligadas de los enfrentamientos suscitados a lo largo de la historia. En su conjunto estas polémicas constituyen el núcleo duro de la posición teórica del marxismo sobre la debatida cuestión de los caminos hacia el socialismo. Esta herencia penetró profundamente en el seno del movimiento socialista ruso y marcó a fuego el contenido de sus propias polémicas desde el principio mismo de las discusiones sobre la estructura y organización del partido promovidas por las tesis de Lenin contenidas en el libro "¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento" publicado en 1901. Hecha estas anotaciones comenzaré por analizar el enfoque de Grompone sobre la polémica entre Kautsky y Lenin.
"El 'renegado Kautsky' fue el mote que le puso Lenin como resultado de la primera polémica. La polémica era -en su fondo- sobre la viabilidad de la construcción de una sociedad nueva. Terminó en una acusación mutua de revisionistas. Lenin decía que Kautsky era un revisionista porque olvidaba la lucha de clases y creía que la evolución del capitalismo iba a conducir al socialismo en forma pacífica A su vez Kautsky acusaba de revisionista a Lenin porque sostenía que la revolución socialista se podía hacer en un solo país y dejaba de lado que debía ser un fenómeno mundial y el resultado del agotamiento de la capacidad productiva de la sociedad capitalista. Sólo cuando la sociedad capitalista llegara a sus últimas consecuencias y hubiera dominado el mundo, en ese momento caería por sus propias contradicciones tal como interpretaba Kautsky a la tesis de Marx. Esta afirmación fue ignorada por Lenin. Se propuso construir una sociedad nueva y lo hizo."
En estos párrafos hay algunas afirmaciones fuertes que no se compadecen con las posturas de los contendientes. En primer lugar lo que Lenin objetó a Kautsky no era que olvidara "la lucha de clases", sino que rechazara la conclusión de Marx sobre la dictadura del proletariado. Siguiendo estrictamente a Marx, quien afirmó "que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado", concluía Lenin en su polémica con Kautsky: "Quien reconoce solamente la lucha de clases no es aún marxista... Circunscribir el marxismo a la teoría de la lucha de clases significa limitarlo, tergiversarlo, reducirlo a algo aceptable para la burguesía. Unicamente es marxista quien hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado."
La mención a la tesis política del marxismo tiene que ver en la medida que Grompone sostiene que a las causas económicas se le debe agregar otro error "muy grave pero menos importante, para el fracaso del socialismo: la idea de la dictadura del proletariado." Este es otro inmenso tema al cual debemos aproximarnos preguntándonos ¿a qué se renuncia cuando se abandona el concepto de dictadura del proletariado? La respuesta es que no se renuncia a una "expresión equívoca" (tal como lo sugirió Kautsky), sino a la concepción sobre el período de transición que es lo que precisamente está en cuestión, y no sólo en la obra de Grompone.
Como Grompone finaliza esta parte de su análisis reconociendo que Kautsky tenía razón frente a Lenin, en las tres cuestiones que los enfrentó y deja por sentado que la crítica de aquél es cierta, quiero por lo menos despejar lo que entiendo son algunas imprecisiones. No es correcto acusar a Lenin de revisionista porque éste "sostenía que la revolución socialista se podía hacer en un solo país..."
En todos los trabajos de Lenin que conozco, su postura es precisamente el reconocimiento que la revolución socialista es un fenómeno mundial. Esta es la clave que explica la estrategia y la táctica del partido bolchevique en torno a la revolución de febrero en Rusia. En la "Carta de despedida a los obreros suizos" (1 de mayo de 1917) Lenin no sólo establece con precisión su postura internacionalista, sino que esclarece su posición respecto a uno de los temas más tergiversados de su pensamiento, el problema del "socialismo en un solo país":
Hasta 1924, en que Stalin, en colaboración con Bujarin, elaboró la teoría del socialismo en un solo país, ningún marxista ponía en duda que el socialismo era "un fenómeno mundial." El propio Stalin en abril de 1924 sostenía la imposibilidad del "triunfo completo, definitivo, del socialismo (...) con las fuerzas de un solo país." El viraje fue tan rápido que en enero de 1926 consideró su propia formulación de 1924 como falsa.
En cuanto a la cuestión de que "la revolución socialista (es) el resultado del agotamiento de la capacidad productiva de la sociedad capitalista", tesis que se ha venido reiterando reproduciendo conceptos vertidos por el propio Marx, fundamentalmente en el Prólogo a la primera edición de "El Capital" (1867) y en el "Prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política" (1859).
Sin embargo es interesante recordar cómo Marx y Engels desarrollaron esta tesis al plantear en el Prefacio a la segunda edición rusa del Manifiesto Comunista, la siguiente cuestión: ¿Puede la obshchina (comuna campesina) rusa, forma, aunque muy erosionada, de la primitiva propiedad comunal de la tierra, pasar directamente a la forma superior, comunista, de propiedad comunal? ¿O bien debe pasar primero por el mismo proceso de disolución que caracteriza el desarrollo histórico en Occidente?
Hoy existe una sola respuesta. Si la revolución rusa se convierte en una señal para la revolución proletaria en Occidente, de tal modo que una complemente a la otra, entonces la propiedad campesina comunal de la tierra podrá servir como punto de partida para un desarrollo comunista."
Sabemos que esta respuesta es la conclusión de una fértil discusión entre Marx y Engels con el pensador populista ruso Nikolái Frántsevich Danielsón, en la correspondencia con la revolucionaria socialista Vera Zasulich y fundamentalmente en la Carta de Marx al Consejo Editorial de "Notas de la Patria", texto en el cual Marx señala que no se puede "convertir mi esbozo histórico sobre los orígenes del capitalismo en Europa occidental en una teoría filosófica-histórica sobre la trayectoria general, a que se hallan sometidos fatalmente todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias históricas que en ellos concurran..."
Como vemos, toda una problemática que ha motivado una infinidad de discusiones en el seno del movimiento proletario internacional y que la evolución proletaria en Rusia colocó de nuevo en el centro de las polémicas teóricas.
Inscripta en las nuevas condiciones históricas que implica la existencia de un Estado obrero dentro del cerco capitalista, el desarrollo de la polémica se desata abiertamente por la promoción de las tesis declaradamente revisionistas de Stalin y Bujarin sobre la posibilidad de construir el socialismo en Rusia. De esta segunda polémica, identificada con las dos mayores personalidades que en ella intervinieron, Stalin y Trotsky, se nos dice que su contenido y cuestiones eran los mismos que la anterior, "pero se planteaba en otro momento, por otras personas y con otras armas." Precisamente en esta polémica está encerrado uno de los problemas más tergiversados en la historia del pensamiento marxista contemporáneo: la concepción de la revolución permanente.
QUE ABRA LA POLEMICA
Aún en este período en el que las urgencias cotidianas de una población acosada por el desempleo y la marginación social exige soluciones urgentes, es imprescindible el combate ideológico. Si estamos dispuestos a contribuir en la construcción del futuro, previamente debemos satisfacer la demanda teórica del presente. Es urgente comenzar a cubrir los vacíos que han provocado años de pragmatismo oportunista y la infección ideológica del liberalismo burgués.
El libro de Grompone, con su importante bagaje de información y lo impactante de sus tesis, es un oportuno estímulo para avanzar en ese espinoso camino. Por todas las cuestiones apuntadas y todas las demás que vendrán en el devenir de la discusión, las necesarias críticas y las virulentas objeciones, la fertilidad teórica de este gran libro se saldará cuando termine esta época de opacidad, cinismo y nihilismo. Que se abra la polémica. Entonces, las generaciones que nos sucederán y que serán los artífices de ese cambio, podrán calibrar en qué medida Grompone les ayudó a construir el futuro.
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