LA HISTORIA AVANZA HACIA LOS COSTADOS

Agustín Courtoisie

Pero avanza. Y aunque el progreso existe, dentro de sesenta años ya no se producirá bajo el capitalismo, cuyo certificado de defunción acaba de ser firmado. La rúbrica, que busca intencionadamente la polémica, pertenece al ingeniero Juan Grompone (1939) miembro de la Academia Nacional de Ingeniería y de la Academia Nacional de Letras del Uruguay.

No tan perverso como dicen

Su último libro, "La construcción del futuro", (*) desconcertará a la izquierda por el elogio de ciertos logros del capitalismo -con cifras rigurosas-; a la derecha liberal por el anarquismo pacifista; y al público en general por su reformulación del lema de los revolucionarios franceses. Para Grompone, el capitalismo ha afirmado siempre la "libertad".

Con altibajos, aunque según una tendencia creciente, ha extendido considerablemente la "igualdad". Sin embargo, el capitalismo es incapaz de alcanzar la "fraternidad". Para eso es necesario construir una sociedad nueva (páginas 381 y siguientes).

La idea central de Grompone recuerda la célebre tesis de Fukuyama sobre el fin de la historia y ambas se asemejan por su insolencia. En algún momento la democracia liberal y la economía de mercado ilusionaron a los intérpretes del autor de "La gran ruptura" como un estadio definitivo de la humanidad. Mientras Fukuyama parecía sostener que se terminaba la historia, Grompone explica que es el capitalismo el que desaparecerá dentro de poco -en seis décadas aproximadamente, según sus cálculos-.

Para ser más precisos: Francis Fukuyama decía que el capitalismo era bueno y que además no iba a morir nunca; Juan Grompone, sin renunciar a su mirada marxista, sostiene que es mucho mejor de lo que creen sus detractores, pero que se terminará ahora nomás, para dar dar paso a una sociedad nueva. El capitalismo es poderoso, pero no lo puede todo. No es capaz de "fraternidad" por ejemplo, y acepta las políticas de servicios públicos porque imagina el costo que acarrearía nodisponer de salud, educación o seguridad social (páginas 381 y siguientes).En primer lugar, aunque provoca muchas lágrimas y degrada el ambiente, el capitalismo no posee la perversidad que le atribuyen muchos de sus críticos. Cada sistema ha venido al mundo para dar algo y no se retira hasta que ha cumplido su papel. Veamos esta primera parte de sus razonamientos. Grompone afirma (y prueba rigurosamente con cifras) que la población crece más lentamente que la economía capitalista. El autor sostiene que ocurre todo lo contrario de la tesis de Malthus: no es cierto que la pobreza crezca; no es cierto que el capitalismo "necesite" la existencia de pobres. Valga la expresión capicúa, el capitalismo invade o incorpora más y más zonas al capitalismo. "El progreso no es lineal, pero sí es sostenido", dice Grompone. Y agrega: "Hacia 1800, el planeta estaba habitado por unos 1.000 millones de habitantes y solamente 30 millones -un mero 3%-, vivía bajo el capitalismo.

Hacia 1970 había unos cinco mil millones de habitantes y se proclamaba con auténtico horror que dos terceras partes del planeta vivían en la pobreza, marginados de la economía capitalista. Pero esto quiere decir, analizando por el lado contrario, que más del 30% de la población vivía bajo el capitalismo, 1.500 millones de personas disfrutaban de electricidad, heladeras y televisores. En 170 años se había pasado de un 3% a un 30% de la humanidad viviendo en la prosperidad. Pero además la prosperidad de 1800 no era comparable con la de 1970. No era poco el progreso, por cierto". Luego lanza el petardo, esperando alguna respuesta: "Casi podemos decir que vivimos en el mejor de los mundos" (pág. 21).

Anarquismo pacífico

Nos apresuramos a señalar que quizá sea posible llegar a conclusiones diferentes de las que arriba el autor. En cualquier caso, si se deja a un lado su tesis central, entre apocalíptica y esperanzada sobre el fin del capitalismo, el recorrido que Grompone realiza para sostenerla será harto valioso para todos las personas inquietas. Queda a cargo del lector la tarea de averiguar como sostiene y prolonga Grompone su línea argumental, hasta llegar a la implosión del año 2060 con una población estimada de nueve mil millones de habitantes. Entretanto, aquí apenas nos proponemos dar a saborear con el cuchillo algunos recortes de queso, igual que acostumbran los encargados de los carros de fiambre en las ferias.

Por justificar ese deslinde entre la conclusión y el camino que conduce a ella, y por convidar con algún otro trozo de queso histórico y filosófico, recordemos que el autor transita el origen de las sociedades de clases, las sociedades feudales (desde Egipto a la Europa feudal), las sociedades esclavistas (incluidos griegos y romanos) hasta llegar al mundo contemporáneo. Un sector particularmente interesante del libro refiere al análisis que hace Grompone del colapso del mundo socialista (página 303 siguientes, especialmente a partir de la página 309). Por último, todo culmina con una visión conjetural, de lirismo contenido -pero razonablemente apoyada en datos-, de la sociedad nueva que vendría después del capitalismo.

Muchos agradecerán que alguien aborde de nuevo la historia de la humanidad desde grandes perspectivas, con una estrategia abarcadora similar a la de Spengler -aunque más progresista y menos literaria-, y un talento como el de Carl Sagan para moverse a escala cósmica -pero con capacidad para descender ágilmente a terrenos sociales y políticos-. Ante los comprensibles éxitos editoriales que el lector tendrá en mente, es preciso admitir que el registro histórico de la sensibilidad y la vida privada reviste su propio interés, a condición de que no se lo considere más "riguroso" o "académico" que los esfuerzos por realizar síntesis a gran escala, como este estupendo ejemplo que brinda "La construcción del futuro".

Puede objetarse que la insistencia del autor en explicarlo todo desde un punto de vista "materialista", no evita que los factores "espirituales" que antes había echado por la puerta se reintroduzcan por la ventana, en pasajes relevantes doctrinariamente. Tampoco impide que la obra esté llena de apuntes sabrosos desde varios ángulos. Por ejemplo, Grompone no oculta sus simpatías con fenómenos de espontaneidad social, con las formas razonables del anarquismo, y con los métodos pacíficos de transformación de la sociedad. En su adhesión a los métodos de transformación pacífica de la sociedad, apela a los antecedentes de Jesús, Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela y Lech Walesa (páginas 379 y siguientes). Su condena de todo terrorismo es contundente e inequívoca (página 355). Y declara sin ambages que sueña con una sociedad similar a la que buscaron los anarquistas, es decir, sin gobiernos, ejécito ni policía, trabajadores autónomos, pequeñas comunidades, y necesidades materiales satisfechas (páginas 399 y 400; ver también página 366).

Pero lo fundamental para Grompone no se limita a lo que se desea -por nobles y buenas que sean nuestras intenciones-, sino que consiste en identificar los indicadores objetivos, observables a nuestro alrededor, que sugieren la autodisolución gradual del capitalismo. Esos síntomas los encuentra en un conjunto de fénomenos "irresistibles": la desmaterialización de la propiedad (no se puede destruir a Microsoft con una bomba terrorista contra un edificio porque su activo principal es el conocimiento); la transformación de los medios de pago y la extinción del dinero; la subordinación de la autonomía económica de los Estados nacionales a las grandes corporaciones; la tendencia a contratar a terceros, dado que las grandes corporaciones han alcanzado su tamaño máximo; el aumento de las pequeñas empresas y los trabajadores independientes; la existencia de ONGs que escapan a muchas de las reglas de la economía capitalista; la generación de heterogéneos movimientos anticapitalistas dentro del capitalismo, desde ecologistas hasta adversarios de la globalización; la reducción del propio Estado perseguida por los liberales; las antinomias planteadas por las patentes y los derechos de autor. Esos son algunos, apenas, de los múltiples factores analizados por Grompone.

El quinto es el primero

Por otra parte, Grompone es capaz de descender al detalle minucioso cuando observa la manera no lineal, no secuencial, mediante la cual aprenden los jóvenes de hoy, no solamente computación sino también matemáticas. Los hackers, el sistema Linux, el movimiento del software libre, la organización descentralizada -anarquista- de Internet y la posibilidad de una democracia electrónica, no escapan a la omnívora atención del autor. Las notas a pie de página son un espectáculo aparte. Allí Grompone se permite contar chistes y ensayar polémica teológicas. Ejemplo de lo primero, cuando relata un comentario que circulaba en la Unión Soviética en tiempos de Gorbachov y la perestroika: "Si el marximo fuera una ciencia se habría probado primero con animales, antes de ensayarlo en seres humanos". Ejemplo de lo segundo es su ingeniosa refutación de la reencarnación budista: dado que la población humana estalla demográficamente, hay más cuerpos vivos que almas disponibles de vidas anteriores. Muchos otras sorpresas aguardan al lector, pero serán otros tantos desafíos al ingenio y la actitud abierta, para sumergirse -y disfrutar-, una arquitectura conceptual ambiciosa y siempre fundada en datos contantes y sonantes.

Ojalá que ningún lector se aleje de "La construcción del futuro", porque haya sido concebido como el libro V de una serie de seis, de una obra mayor titulada "La danza de Shiva" -en alusión al "movimiento del mundo" y a la "más hermosa figura que creó la civilización de la India"-.

El hecho de que la publicación comience por el quinto tomo, y no por el primero, sugiere dos explicaciones complementarias. En primer lugar, si se repara en los títulos de los capítulos, se advierte que coinciden aproximadamente con los títulos de los libros mencionados en la solapa. Esto sugiere que en realidad el resto de la obra está en proceso, pero no todavía puesta a punto, y que estamos ante una serie cuyos restantes volúmenes se construirán a partir del desarrollo y la profundización de puntos particulares del enorme horizonte temporal y geográfico de la presente obra.

Por otra parte, a juzgar por los títulos de los demás tomos cuyo contenido no conocemos -pero que al parecer están más acotados en ciertas cuestiones y períodos históricos-, cae por su peso que el abanico más amplio de temas que transita "La construcción del futuro" invitaba editorialmente a ser dado a conocer antes que los demás, dado su interés para varios tipos de público, y porque permitirá aprovechar las reacciones y los comentarios que seguramente despertará este voluminoso adelanto, en las próximas publicaciones que le sucedan.

Solidez y audacia

Dos conceptos algo reñidos entre sí pueden resumir esta obra de Juan Grompone: solidez y audacia. Solidez, porque el autor maneja con destreza una masa confiable y enciclopédica de lecturas, que sabe poner al servicio de sus interpretaciones - sin sucumbir bajo la montaña de títulos y autores-. Audacia, en tanto nos referimos a la tesis algo "loca" acerca del fin del capitalismo. Pero se trata de una audacia fecunda, porque de modo paradójico, y más allá de esa actitud provocativa, nos invita a un estudio inteligente y racional del capitalismo, algo que verdaderamente hacía falta en medio de la abrumadora cantidad de enconos irracionales o falsamente progresistas en contra del "sistema".

Reiteramos una de nuestras objeciones y agregamos otras. Dijimos que los factores "espirituales" que Grompone niega o busca eludir, son reintroducidos de un modo u otro en varios momentos importantes de la obra, incluida su descripción de una sociedad nueva. Además, su ética naturalista (según la cual, por ejemplo, no sería ético aquello que perjudique la evolución de la especie) parece incurrir en la falacia de inferir del ser, el deber ser. Por último, su bosquejo del futuro es susceptible de estimular el mismo lirismo que Grompone critica: las comunicaciones sustituirán a los viajes; la naturaleza será respetada; desaparecerán las ciudades y serán sustituidas por pequeñas comunidades; el agua, los alimentos y los deshechos serán procesados mediante bacterias diseñadas para tal fin; la gente cultivará el arte y se dedicará más a dar que a tener, etcétera. Todo ello, aunque es formulado con calidad expresiva y con nutrido apoyo de elementos objetivos, quitado de su contexto puede inducir utopismos estériles en quienes no conozcan la obra en su totalidad -o hacer creer que los argumentos de Grompone no deberían ser tomados en serio-. Pero ninguno de esos u otros reparos que podrían formularse empañan la magnitud del esfuerzo. Incluso si la proyectada serie de publicaciones se interrumpe, solamente con "La construcción del futuro" Juan Grompone tiene asegurado un lugar de honor en la producción epistemológica y en la reflexión filosófica, con el valor añadido de un hábil abordaje cuantitativo y cualitativo, y una inusual claridad expositiva -pese a la dificultad de las cuestiones abordadas-.

(*) LA CONSTRUCCION DEL FUTURO. La danza de Shiva. Libro V, ediorial La flor del Itapebí, Montevideo, 2001, 572 páginas.


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