Serie: Freudiana (LXV)

¿Cuerpo y mente?

Sujeto encarnado

Saul Paciuk

El entendernos como formados por dos componentes, tiene una larga historia. Ella arrranca, por lo menos, desde el momento en que, según dice la Biblia, Jehová reúne polvo al que da forma -imagen- y le agrega "aliento de vida". De ese modo crea al uno, el que permanece como único hasta que el mismo creador decide arrimarle compañía, momento en que nace la sociedad entendida también como una suma.

Las religiones, buena parte de la ciencia, pero sobre todo "nuestra" cultura, suelen coincidir en el supuesto que dice en el hombre se reunen -de modo más o menos problemático- un par de elementos que en el tiempo actual se suelen llamar cuerpo y psique, elementos cuya historia está pautada por una buena variedad de nombres, lo que es decir, de perspectivas. A pesar del peso que tiene el prestigio de tamaña coincidencia, ese dualismo se mantiene como cuestión abierta y justifica preguntas tales como: ¿acaso el dualismo se corresponde con "la naturaleza de las cosas" o con lo vivido, con la experiencia de sí?; ¿es que rige igualmente en todos los ámbitos culturales? Claro está que se trata de preguntarnos sin ánimo de alcanzar alguna respuesta acabada.

Más allá de la Biblia y sus misterios, el dualismo cuerpo-psique y el consiguiente extrañamiento del cuerpo, es una formulación reciente de un principio filosófico de vieja data que es uno de los pilares de "nuestra" cultura. Ese mismo dualismo opera como una metafísica y como una antropología y si bien es de continuo cuestionado desde la propia cultura, no deja de renacer de entre sus cenizas. Situación que habla al menos de dos cosas: del fuerte arraigo en lo cotidiano y en lo cultural que muestra.este supuesto, y de que al mismo tiempo su vigencia va acompañada de cierta insatisfacción que inspira sus revisiones. En relación al arraigo y a la dificultad cultural para revisar el dualismo, puede anotarse que no son tomadas en cuenta las ocasiones en que la experiencia cotidiana y las propias producciones culturales lo desmienten: por ejemplo, el cómo se representa a los muertos -que habrían dejado de lado sus cuerpos -en la plástica, o en la literatura, donde aparecen encarnados y salvo cierto carácter desteñido, no muestran mayores diferencias con la manera en que son representados los vivos.

Como producto cultural, el "cuerpo" que surge de ese dualismo es una "invención" que se manifiesta de diversos modos. Como el cuerpo objeto (Körper), desnudo, observable, mensurable, sin sujeto y sin historia, que sería el que encara la ciencia o la cédula de identidad, más allá del cual se ubica el cuerpo vivido (Leib). Pero las variedad de las perspectivas es mucho mas amplia, incluye, por ejemplo, el cuerpo social, el privado, el del esquema corporal, de la imagen corporal, el sexuado y las modalidades de presentación corporal que se describen en las diferentes afecciones psíquicas, etc. Todo lo cual, finalmente, lleva a preguntarse si todavía puede hablarse de "el" cuerpo.

Por otro lado, el propio conocimiento científico no puede dejar de bordear la unidad que ignora, por lo cual una vez que se ha establecido en el dualismo se empeña en la tarea de su recomposición; es así que establece hipótesis acerca del relacionamiento entre cuerpo y psique, o bien postula intentos mas o menos infructuosos como los de la psicosomática.

Si bien cada concepto precisa su sentido en el marco de una oposición, decir que lo que se opone a psique es cuerpo es ya una toma de posición al lado de la cual caben otras,.del mismo modo que oponer día y noche es una opción válida mientras el eje de la diferencia sea la presencia de luz solar, pero ella no vale si se trata de intervalos de tiempo -en cuyo caso día se opone a hora o a semana.

De modo que establecer una oposición supone elección de un criterio y respecto del cuerpo cabe considerar, por ejemplo, el par cuerpo propio y cuerpo ajeno, es decir, el par yo-otro, una de las formas de hacerse presente la alteridad que constituye el mundo humano.

El psicoanálisis engrana con el dualismo ya en su nombre (análisis de lo psíquico) y sea porque lo asume o sea porque no le inquietan ciertas preguntas, no parece propenso a cuestionar lo relativo al par cuerpo-psique. ¿Un ejemplo? En un reciente Congreso cuyo tema fue "El cuerpo", de los más de 100 trabajos presentados sólo unos pocos hacen alguna referencia al dualismo y de éstos, casi todos toman partido por él; en algún caso se toma la "distinción entre el cuerpo y la psiquis" como "punto de partida" y allí se la deja, en otro se señala que "la relación cuerpo mente es un problema no resuelto. El misterioso salto de lo psíquico a lo somático que tanto preocupó a Freud desde sus trabajos sobre las afasias aun está en pie", a pesar de lo cual el artículo bien pronto se pliega a la tesis del "correlato fisiológico de la representación."

ANALISIS DE LO PSIQUICO

Hagamos un paréntesis. Consideraremos al cuerpo tal como se da en la experiencia cotidiana, la que traen los analizandos y la que viven los analistas, tal como la recoge el psicoanálisis; esa experiencia nos abre a la cuestión del dualismo y la extranjería del cuerpo que en el psicoanálisis no está saldada. Por el contrario, se manifiesta como problema y lo hace ya en el plano de lo más inmediato, el de la práctica. Así, en la sesión, Freud impone poner en suspenso el "uso" cotidiano que analizando y analista hacen del cuerpo. Se conviene en que ambos actores están dispuestos a dar y a recibir palabras y a no cometer otras acciones (desde reclinarse en el diván a la regla de abstinencia). Además se le pide al analizando que hable de lo que piensa, siente, imagina, es decir, que atienda a su ámbito psíquico. Al amparo de esa rutina, toda manifestación de los cuerpos es intrusiva, inoportuna, molesta y a veces hasta vergonzante (tos, eructo, flato, beso, abrazo).

En el marco de esta misma puesta en suspenso, se abre un espacio en el que el cuerpo se hace oír y la escucha psiconalítica lo entiende como fuente de mociones, de exigencias, lugar de angustia y placer; el cuerpo aparece planteando al sujeto (identificado con el psiquismo) necesidades, pulsiones, deseos; el cuerpo es el asiento de una inquietud y de una imperatividad inexcusable y generadora de tensión psíquica en tanto ella no es satisfecha, y a la vez es capaz de responder con el alivio de la tensión, esa módica forma del placer. Este psiquismo es entendido como siendo acosado desde el interior y condicionado fuertemente desde el exterior, obligado entonces a hallar alguna forma de conciliación que satisfaga lo que se quiere en él desde dentro y lo admisible para el entorno.

Entre las articulaciones que reclama el dualismo, tiene su lugar un concepto central, el de pulsión, que Freud, en "Tres ensayos sobre una teoría sexual", considera como "un concepto límite entre el psiquismo y lo somático", dejando sin resolver "el misterioso salto de lo psíquico a lo somático" que mencionamos antes. Y también el concepto de síntoma conversivo, entendido en "Dora" como una "transferencia de la excitación psíquica a lo corporal", que dice que los sintomas pueden corporizar una situación de conflicto psíquico desde que los afectos estrangulados (las mociones pueden ser inaceptables para el psiquismo) se transforman en inervaciones o inhibiciones, como lo señala Freud en la Conferencia 32. Y además en "Juanito" la angustia de castración aparece relacionada con la "pérdida de una parte sustancial del cuerpo", sustancial para la psique, que no tanto para el cuerpo biólogico.

De modo que la articulación cuerpo-psique transcurre como un tránsito en ambas direcciones y suele ser una fuente de conflictos.

MODELOS NO DUALISTAS

Sin embargo, y también en el campo del psicoanálisis, la inspiración dualista se codea con relevantes excepciones que proponen concepciones no dualistas. No se trata aquí de sobrevalorarlas, sino solo de señalar que están al menos insinuados, otros caminos.

En este sentido, la introduccion del concepto de "fantasía" por Susan Isaacs, presentó un punto de vista renovador. La fantasía cuenta un cuento que habla de acciones y que tienen como actor y como escenario tanto el cuerpo propio como el cuerpo ajeno. En ese cuento el sujeto y el objeto aparecen improblemáticamente encarnados.

Y más generalmente, para la postura kleiniana, el dualismo merece ser entendido como una escisión: entonces no sería la religión o la filosofía el fundamento por el cual se consuma la extranjería del cuerpo, sería una escisión que está ya en el "mi cuerpo y yo", en la ocasión en que el sujeto se cobija en su yo y se separa de ese cuerpo cuya titularidad se vuelve vidriosa. Es por la escisión que el cuerpo es constituido por la psique como un objeto, y en ese marco puede despegarse del objeto -el cuerpo- y configurarlo como perseguidor, idealizarlo, etc. Entre este cuerpo y esta psique se puede dar, en el caso del sufrimiento orgánico por ejemplo, la misma pregunta que la víctima puede plantear a su victimario: ¿porqué me pasa esto a mi? La escisión ocurre también con relación al otro, y su cuerpo se convierte en objeto a conocer, penetrar, dominar.

En otro plano, el de la vida corriente, el cuerpo es exaltado, o es mantenido bajo control, es objeto de dominio, modificado y hasta mortificado; más generalmente, se lo considera asiento de los límites y fuente de la finitud (es lo que se corrompe, envejece, enferma, muere), es lo que evidencia la contingencia del humano, es lo que corporiza diferencias entre sujetos y hasta es la cárcel de la mente. En cuanto a la contingencia, quizá nada la resuma tan dramáticamente como el dicho que Freud recuerda: "la anatomía es el destino", es decir, el cuerpo nos habla de que hay algo como una destinación y del fondo de conflicto con ella.

Pero volvamos a Freud. Quisiera llamar la atención sobre lo que a mi juicio es una clara asunción del modelo no dualista que aparece en los primeros trabajos, allí donde Freud habla de la satisfacción alucinatoria en términos que la colocan antes del dualismo.

El concepto de satisfacción alucinatoria se encuentra en el "Proyecto", también en su continuación, el capítulo VII de la "Interpretación de los sueños", y es mencionado en algunos textos posteriores. El concepto plantea un problema que puede concretarse en una pregunta: ¿cómo entender que pueda alcanzarse la satisfacción que se le reclama al objeto, precisamente en ausencia del objeto?

Dejaremos de lado lo que el concepto de satisfacción tiene de problemático, para atender a la manifestación de la demanda y a la presencia del objeto capaz de satisfacerla.

El planteo de Freud es bien conocido. Desde su nacimiento, el ser humano está expuesto a desequilibrios corporales, que se manifiestan en demandas cuando no existe una vía automática de satisfacción. La demanda se dirige a superar dos barreras: ser admitida por la psique y ser admitida y satisfecha mediante la acción de otro, de un objeto.

De modo que el sujeto se dirige al objeto, al mundo, reclamando que se modifiquen y con ello cambie la situación del sujeto. Ello origina tensiones (displacer) en la espera, en el intervalo que va desde el nacimiento de la necesidad y la expresión de la demanda hasta su satisfacción (que premite la descarga de tensión, placer).

Si el sujeto, en un inicio, se libra de las tensiones por cierta intervención de un objeto, por ejemplo uno que proporciona alimento, tomará esa experiencia como modelo al que se fija -al modo del "imprinting" del que luego hablaron los etólogos. El objeto toma carácter electivo y el sujeto reclamará que la intervención del objeto original (o la de algún objeto analogable) se reitere posteriormente, ante cada necesidad que pide ser satisfecha.

Pero en el caso de la alucinación se habla de satisfacción en ausencia del objeto y se salva esta dificultad diciendo que lo que opera es la imagen o representación del objeto original que es reactivada. No es claro qué es lo que Freud entendía por imagen (incluso no aparece como entrada en el exhaustivo "Vocabulario" de Laplanche y Pontalis), pero todo hace pensar que se centra en la presencia visual del objeto. En textos como "El Yo y el Ello", Freud sostiene que las memorias visuales se aproximan más a los procesos inconcientes que las palabras. Y también señala en "La interpretación de los sueños" que, al volver la necesidad, se inviste la imagen mnésica asociada con ella, la que es evocada y cargada de interés. Se sostiene que en la alucinación, esta "carga" intensifica la vividez de la imagen, por esta intensificación ocurre un desplazamieno retrógrado y la imagen vuelve como percepción.

De modo que la satisfacción alucinatoria hablaría de un cumplimiento (alucinado) que es a la vez un incumplimiento (real).

PRESENCIA REVIVIDA

Pero Freud no solo habla de la imagen; en el "Proyecto" sostiene que el proceso de satisfacción ocurre en un marco de acciones, tanto del sujeto como del objeto, hábiles ambos para producir lo que llama la "acción específica".

Esta acción comprendería la ejecución de un conjunto de actos (tono muscular, gestos, apertura de la boca, secreciones, etc.), que conforman una secuencia y que deben tener lugar como preparación para recibir la acción específica que se espera del objeto y alcanzar así la satisfacción demandada.

Cuando se reitera una necesidad y la tensión que ella genera, ¿qué le está pasando al sujeto? La demanda se manifiesta no como "concepto" sino como expectativa concreta, que consiste en que el sujeto realiza, así sea en esbozo, su parte en la acción específica. La acción específica es previa a la presencia del objeto demandado y es más bien correlativa a su busca y al conocer el sujeto qué es lo que demanda del objeto y a apreparase para recibirlo.

Esta realización es la que da contenido y define esa expectativa, ella dice al propio sujeto qué es lo que le ocurre, que es lo que no está satisfactorio en él.y dice qué es lo que convoca como capaz de calmar su tensión. El niño estira los brazos y mira hacia arriba: dice así que pide ser alzado, lo dice mediante la acción con la cual el cuerpo toma la posición que corresponde al acto que pide de otro y esa acción, a la vez, prefigura el encuentro con el otro. "Tener sed" es una forma abreviada no de dar cuenta del nivel insuficiente de líquido en el organismo, sino de disponerse a beber, y a nadie se le ocurriría que el aporte líquido llegara por vía intravenosa. Hambre es "tener deseo de comer" y desear y saber qué es lo que se desea es hacer algo lo involucrado en el comer.

Las "acción específica", esa corporización, no es una operación "psicológica" previa ni separada del acto corporal, ni parece haber un motivo, una idea, una formulación de un contenido que anteceda al acto, sino que en un mismo proceso la demanda toma forma y su forma consiste en hacer su parte en el acto de recibir del objeto lo que se espera que el objeto realice, haga real.

El sujeto actúa como si ya estuviera en presencia del objeto. Esta acción específica es la "realización" de una presencia que el sujeto puede tomar como real porque hay algo que es real: es real que él está actuando y que revive el cómo el objeto hace sentir al sujeto en su presencia.

¿Acaso esta anticipación no es en sí misma una alucinación? Habría que decir que ya la demanda, la expectativa, supone una cierta presencia alucinada de aquello que debería colmarla.

El deseo, pues, realiza el encuentro con los signos ligados a la satisfacción, se muestra como cumpliéndose, se presenta solo a través de aquella experiencia (del sujeto con el objeto) que lo colmaría. En términos de Freud, "Este movimiento es lo que llamamos deseo, reaparición de la percepción [del objeto que colma] es el cumplimiento del deseo".

A la alucinación implicada en la expectativa, puede sumarse otra realización alucinatoria, el sujeto puede alucinar, tomar por real la ocurrencia de la acción específica de parte del objeto con satisfacción de la demanda. Pero si el objeto no está presente, ¿qué significa decir que el sujeto alcanza la satisfacción? ¿Se dirá que hay aquí un error?

En la satisfacción alucinatoria parece haber un cambio en la demanda, al menos desde que una presencia parcial serìa suficiente (chupar aun cuando no reciba leche), Pero puede hacerse otra hipótesis, decir que la satisfacción es completa, solo que ha cambiado lo que se demanda y con quién se plantea el pleito, cambia cuál es el objeto. Si hay error, es de parte del observador, que no reconoce el cambio de objeto.

El objeto ha cambiando desde que se le reclama, deja de ser dador para ser el que es supuesto como que se niega a dar, el que retiene (para sí o para darle a otro). Quizá esta fantasía sea mas completa, porque la frustración forma parte de la satisfacción alucinatoria como su primer acto. El sujeto supone que el objeto le "causa" la espera, la frustración, la que es mas que ausencia del objeto: es presencia de un objeto que se niega a dar satisfacción y que por esa vía el sujeto presume que tiene intenciones más bien hostiles hacia él, que no da porque lo guarda para si o se lo da a un tercero, es decir, un objeto frustrador tan alucinado y real como el que satisface.

y la relación es entonces otra y por lo tanto otra la resolución: se trata de modificar la relación con ese objeto, de una transformación de la relación por la cual cambia el lugar de cada actor. Con la satisfacción alucinatoria el sujeto toma el lugar del que está con un dador y el objeto que no daba es dejado de lado, abandonado, ha quedado ubicado en el lugar que antes tenía quien le reclamaba satisfacción y fue "frustrado".

Esta forma de cumplimiento no se relaciona solo con la alucinación. Igualmente se dice que el sueño y la fantasía son "cumplimiento de deseo", porque ambas muestran al deseo solamente como realizándose. No se trata por cierto de que el sujeto se engañe, sino que fantasías o sueños son una espera. ¿Espera de qué? Lo esperado está "puesto en escena", es una representación hecha por el sujeto, en el sentido teatral del término, de aquello que es deseado.

LA CONVICCION ALUCINATORIA Y LA REAL

¿Cuál es el signo que funda la convicción acerca de la ocurrencia "real" de la "experiencia de satisfacción" demandada?

La convicción de la satisfacción requiere una base firme, como lo es la "acción específica", la certeza que arranca del acto, de lo ejecutado por mí. Si esta presencia alucinada tiene realidad para el sujeto, si tiene poder de convicción, es precisamente porque nace de la realización (así sea parcial) de algo que integra un contacto efectivo, realizado, con el objeto, mas allá de toda imagen evocada.

Como en el sueño, se dice que en la alucinación hay percepción, y por ello hay convicción, es que percepción habla de presencia de algo que el sujeto tiene por real, tanto que la sufre o la goza.

Ahora bien, si la acción o presencia "real" del objeto no es decisiva para la "satisfacción", ¿qué es lo decisivo? Habrá que decir que lo es la acción espécifica que confirma el "cuento" en que ella se inscribe. Es decir, la fantasía -y la fantasía es una con el cuerpo, ocurre en el sujeto entero.

Pero, además, el marco de la alucinación es una escisión por la que se "coloca en un objeto" cuanto muestra una ausencia y se niega cuanto apunta a una falta (y se idealiza lo poco que brinda, ya que si bien el dedo y la sábana se dejan chupar, ellas no aportan leche). Pueden faltar la sábana o el dedo como origen de la sensación y la ejecución de la "acción específica" igualmente puede "representar" la presencia del objeto, como es el caso de la polución. Por ello puede decirse que la satisfacción alucinatoria, lejos de ser una "percepción sin objeto", estaría reafirmando la centralidad de la presencia del objeto y de sus diversos modos de presencia.

La convicción acerca de la "realidad" de la satisfacción tendría así dos fuentes: la escisión y la acción que sustento a la fantasía. Y además, presenta matices.

Para el soñante, para quien alucina, la fantasía o lo que ocurre en el sueño tiene, sin más, valor de percepción, de realidad y sólo se hace sueño al despertar. En la vigilia, la convicción supone contrastaciones efectuadas o posibles, pruebas y evidencias, se exige un entrecruzamiento de encuentros con el objeto que pueden fundar una experiencia en una base mas firme, que podemos considerar como un movimiento de integración.

De modo que la diferencia entre alucinación y percepción no sería obra de un misterioso principio de realidad, no viene tampoco del testimonio que puede dar el objeto acerca de si él participó o no de la satisfacción, sino que ese principio nace de la experiencia, de la posibilidad de ese cotejo.

Pero hay que decir que es más bien problemático el diferenciar en cada momento y plenamente una satisfacción alucinatoria de una real. El objeto real puede estar presente, puede decir "estoy aquí haciendo lo que lleva a la satisfacción", pero ese objeto puede no ser para el sujeto más que un soporte, un maniquí que sostiene un objeto del que recibe una satisfacción alucinatoria.

EL CUERPO PIENSA

No se trata de ignorar aquí que estos conceptos de Freud constituyen expresiones relativamente aisladas dentro de su obra, pero ello no obsta para que busquemos correspondencias con otros de sus textos. Así por ejemplo, en un trabajo posterior, en "Los dos principios del suceder psíquico", Freud hablará de la satisfacción alucinatoria en términos que permiten establecer un continuo entre conceptos comúnmente tenidos como diversos: pensamiento, sueño, satisfacción alucinatoria, fantasía, y hace de la presencia alucinada su modelo. Lo dice así: "cualquier cosa pensada (deseada) era imaginada simplemente en forma alucinatoria, como sucede todavía con nuestros pensamientos oníricos todas las noches" y llama a esto "la tentativa del niño para satisfacerse alucinatoriamente". Lo que apunta a que la alucinación es propia de toda vida y no solo es signo de psicosis.

"Imaginada en forma alucinatoria", ¿podemos interpretar esto como que imaginar se corresponde con la acción específica, con una actividad del sujeto encarnado? La acción específica estaría entonces en la base de toda una serie de conceptos, desde el deseo a la observación, pasando por la alucinación, el pensamiento, la percepción, y la ejecuta un sujeto unitario y encarnado. Un planteo que conoce otros ejemplos, como los movimientos del ojo que mira recorriendo y sacudiéndose, o el gesto que acompaña todo discurso pese a que ello no sea de buen tono; un planteo al que Merleau Ponty le estaría dando razón cuando dice que "Hay, sin duda alguna, un acompañamiento motor de nuestros pensamientos". (Estructura del comportamiento).

El cuerpo resulta ser así el órgano del pensamiento (así como lo es de la percepción). Lo cual cambia el planteo acerca de necesidad y deseo y de cuerpo y psiquis, y echa luz sobre lo que sería la base fundamental del "logos". Si se mantiene el término "representación", ello lleva a recurrir a otra base, la de la "acción específica".

En términos más generales, la acción específica puede ser una posible vía para volver al sujeto encarnado. Vuelta necesaria, porque si se habla del cuerpo y no del sujeto, si se habla de un cuerpo sin sujeto, ¿cómo será posible rescatar al sujeto encarnado?

Quizá la perspectiva unitaria que este trabajo intenta poner de relieve, permite iluminar esa hermética expresión que estampa Freud en "El yo y el Ello" en la que sostiene que "El yo es ante todo un yo corporal…" Sería el yo de las acciones específicas, y en este caso por "yo" habría que entender "sujeto", es decir, presencia.

Volvamos al comienzo del texto


Portada
Portada
© relaciones
Revista al tema del hombre
relacion@chasque.apc.org