LA POBLACION COMO PROBLEMA
Sergio Cecchetto
El crecimiento demográfico mundial, ocasionado por factores tan disímiles como las innovaciones económicas y técnicas, las medidas de higiene pública y los adelantos biomédicos, comenzó a ser percibido como fenómeno novedoso y a un tiempo preocupante en la década de 1960.
La fórmula "explosión demográfica", hoy corriente, fue utilizada por primera vez por el profesor Philip M. Hauser en la reunión anual de la Asociación Americana de Sociología, en agosto de 1968.(1) La fórmula resumía de manera sencilla la amenaza que un aumento desbocado de la población acarrearía al resto de los habitantes del planeta Tierra, por la expoliación de recursos no renovables e incluso el reto al señorío del hombre sobre las demás criaturas. Pero, además de económica, la fórmula era apta para titulares periodísticos y fácil de incorporar en esquemas ideológicos sencillos.
"EXPLOSION DEMOGRAFICA"
La idea tenía cierta antigüedad, ya que el tamaño de las poblaciones y su manera de afectar el bienestar propio, o el de otras poblaciones cercanas, o incluso el de la humanidad en su conjunto, había sido transitada por pensadores de todas las épocas.(2) Sin embargo, fijar tamaños de población "excesivos" y subrayar las repercusiones "negativas" de este fenómeno sobre el bienestar, hasta el punto de convertir esto en problema y proponer controles, como una medida defensiva necesaria para acotar el desajuste, es una mirada contemporánea que enlaza hechos, valores y una teoría explicativa como telón de fondo.
Buscar la trama que permita entender por qué una población se desboca y en qué sentido esto constituye un hecho disvalioso tiene, por fuerza, que retrotraer nuestro análisis hasta la Inglaterra del siglo XVIII. Fue Robert Malthus, pastor anglicano dedicado a la enseñanza de la economía en el East India College, quien publicó en 1798 su popular An Essay on the Principle of Population, como manera activa de oponerse a distintas doctrinas sociales defendidas por su compatriota William Godwin y el enciclopedista francés Jean Condorcet. A diferencia de ellos, Malthus no creía en un progreso ascendente e indefinido de la humanidad; tampoco en la posibilidad de establecer una sociedad igualitaria, ni que ésta alcanzara en algún momento un desarrollo tal que le permitiera producir alimentos suficientes para todos, ni que el impulso sexual pudiera ser desplazado por otros intereses de naturaleza intelectual. Muy por el contrario, sus pensamientos lo llevaron por otro camino bien distinto. En un escenario donde las desigualdades sociales están instaladas, "La población, si no encuentra obstáculos, aumenta en progresión geométrica. Los alimentos tan solo aumentan en progresión aritmética. Basta con poseer las más elementales nociones de números para poder apreciar la inmensa diferencia a favor de la primera de estas dos fuerzas."(3)
El aumento más alarmante lo ve el pastor entre las capas sociales más desfavorecidas y miserables, ya que las leyes de beneficencia inglesas (poor law) les permiten un respiro y, sin alcanzar para abandonar definitivamente la pobreza, les hacen posible al menos pensar en reproducirse sin inhibiciones. El incremento de personas resultante debe cargarse a la lista de individuos que ya están compitiendo para hacerse acreedores a bienes escasos (minerales, alimentación, energía, etc). El resultado final de esta operación es una distribución generalizada de los pocos bienes existentes entre un número mayor de personas necesitadas o, dicho en otras palabras, un empobrecimiento generalizado de todo el conjunto social. Entre los mecanismos admitidos para solucionar este desfasaje, Malthus propone retrasar al máximo la edad para contraer matrimonio y también la abstinencia sexual. No admite, sin embargo, métodos artificiales de control natal.
A finales del siglo XIX las propuestas malthusianas se entremezclaron con un ideario diverso, que contenía elementos de las teorías racistas francesa y alemana, del positivismo filosófico y aportes de las ciencias biológicas como clave de interpretación de la "cuestión social", envueltos en un clima decadentista: el eugenismo. Este movimiento social, que alcanzó gran difusión en el mundo entero, aunque adquiriendo características propias de acuerdo con la idiosincrasia de cada país, hizo las veces de teoría totalizadora para explicar la evolución de las sociedades y, al mismo tiempo, desarrolló una vertiente práctica relacionada con la biomedicina y con las leyes.
NEO-MALTHUSIANISMO
Pero, si bien es cierto que las advertencias de Malthus tuvieron un lugar dentro del movimiento eugenista, no fue sino hasta mediados del siglo XX que sus dichos fueron retomados al pie de la letra por un grupo autodefinido como neo-malthusiano, que pretendía confirmar punto por punto los postulados básicos de An Essay y, en consecuencia, optar por políticas agresivas de control demográfico para elevar los estándares de calidad de vida.
Una de las primeras instituciones enroladas en este bando fue el Population Council, fundado en los Estados Unidos en 1952 para proporcionar el recurso humano que llevara adelante aquella misión, en los países poscoloniales muy en especial. En su tarea fue acompañado por otras afamadas organizaciones, entre ellas el Club de Roma, que no ahorró esfuerzos para detener el colapso ecológico, económico y político, a los que juzgaba inminentes. Los miembros del Club se opusieron al mito del progreso indefinido y a la inconmensurable capacidad de la tecnología para resolver los fenómenos infaustos generados por el devenir de la era industrial. Abrigaban serias dudas sobre la perdurabilidad del mundo humano y, en concordancia, trazaron su plan de acción sobre dos ejes: mantener estable el número de habitantes sobre el planeta, y disminuir el consumo de materias primas y la actividad industrial en beneficio del medio ambiente (teoría del "zero growth").(4) Las producciones ideológicas del Hudson Institute y del Alan Guttmacher Institute, de las Fundaciones Ford y Rockefeller (las cuales financiaron las investigaciones sobre la píldora anticonceptiva), las Fundaciones y empresas Volkswagen, Olivetti, McArthur, Ted Turner, Bill Gates, Bristol-Meyers, Squibb, American Home Products, Kimberly Clark, Petrolera BP-Amoco, Citibank y Chevron, entre muchísimas otras, se han multiplicado de manera concordante, envueltas todas por una gran preocupación: la de controlar al fantasma poblacional. Las iniciativas desde allí surgidas apuntan a controlar la natalidad, planificar familias, decidir su tamaño y determinar los espacios intergenésicos, sea por medio del Estado, sea a través de asociaciones intermedias.
Las advertencias primeras provinieron de los economistas, de los intelectuales y de los políticos, frente a un panorama de escasez generalizada que alcanza al agotamiento de los recursos no renovables y al incierto futuro de los recursos llamados renovables. Los portavoces de estas opiniones catastrofistas –Kahn, Wiener, Ehrlich, Meadows, W. y P. Paddock- tendieron a señalar la magnitud del crecimiento demográfico exponencial y a contrastarlo con la tasa más lenta de producción alimentaria, con el agravante de una desigual distribución de la población, de diferentes niveles de ingreso y por tanto también de acceso diverso a los alimentos, de restricciones ecológicas y tecnológicas. El cuadro se completaba con la reducción progresiva de la mortalidad infantil y el aumento constante del promedio de vida.
Tomemos como ejemplo ilustrativo el clásico de Paul Ehrlich de 1968, The Population Bomb.(5) Su autor, que no es demógrafo, escribió: "Nos reproduciremos hasta el olvido" es decir, hasta la extinción. También él cree que la producción no podría de ningún modo mantenerse al mismo nivel que el creciente número de estómagos vacíos, pero confunde a cada momento crecimiento con desarrollo. Su enfoque alarmista de los recursos responde a una concepción meramente cuantitativa, cuya estimación por lo demás es objetable.(6) Por eso, cuando propone una restricción voluntaria generalizada del incremento productivo mundial, termina condenando, de manera injustificable, al mundo subdesarrollado a la pobreza permanente. De igual manera, cuando aborda y propone una política compulsiva de control de la natalidad, no solo interfiere en los planes privados de las personas y en sus economías domésticas, sino también en los proyectos demográficos nacionales.
Estas aproximaciones hicieron sentir su peso en las distintas convocatorias internacionales que las Naciones Unidas hicieron para discutir problemas de población y desarrollo: la primera en Bucarest en 1974, la segunda en Ciudad de México en 1984, la tercera y última en El Cairo, durante 1994. Y también en las cuatro conferencias mundiales sobre la mujer (México 1975, Copenhague 1980, Nairobi 1985 y Beijing 1995). La contraparte ideológica de los neo-malthusianos, los cuales identificaban el desarrollo económico con la restricción poblacional, fueron los pro-natalistas, representados con mayor frecuencia por los países tercermundistas, los no alineados y el bloque socialista. Para estos las dificultades poblacionales aparecen como un fenómeno neutral que no guarda relación directa con el desarrollo. Para plantearlo en otros términos, los problemas de los países poco desarrollados no provienen de su exceso de población, sino de la propia dinámica establecida por el capitalismo transnacional. La alta fertilidad no produce el subdesarrollo entonces, sino que este es su propulsor. La solución última al "problema" debe buscarse en la ayuda internacional para cambiar las condiciones económicas reinantes en los países más pobres del globo.(7)
En los inicios de la década de 1960 las Naciones Unidas lanzaron su programa internacional de control de la natalidad, de nítido corte malthusiano. El propósito de este organismo fue, desde el momento mismo de su fundación, "promover la paz, el desarrollo y los derechos humanos" entre los pueblos del mundo. Al adherir a la ideología reinante en los países centrales, armó su propuesta de ayuda social a las naciones más atrasadas en base a una limitación de la población que fuera capaz de permitirles en un futuro mediato el desenvolvimiento y el progreso. Desde entonces y hasta el presente el Fondo para las Actividades de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por su sigla en inglés), se ha constituido en un referente de primera magnitud en el concierto de agencias controlistas y en la asignación de fondos para generar políticas, programas y proyectos de control demográficos. Algunas de sus indicaciones se han deslizado también a través de la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y su rama latinoamericana, el Centro Regional de Educación Superior para América Latina y el Caribe (CRESALC). Trabajando codo a codo con el UNFPA y persiguiendo idénticos objetivos se mueve la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID, por su sigla en inglés: United States Aid for International Development), que en muchas ocasiones condicionó su ayuda económico-financiera a las naciones en problemas, a las bajas tasas de fertilidad que estas fueran capaces de exhibir.
LA IMPRONTA DE SANGER
Párrafo aparte merece la tarea de Margaret Sanger, una neoyorkina nacida en 1879 y fallecida en 1966. Hija de una familia numerosa y pobre, siendo joven tropezó con los escritos de la feminista sueca Ellen Key, la conocida autora de The Women’s Movement. Tomó de ella las ideas sobre el matrimonio y la condición femenina, pero supo conjugar ese ideario con otros acercamientos personales a las cuestiones sociales y políticas. Hacia 1916 Sanger estableció, con el auxilio económico de grupos intolerantes, la primera clínica para el control natal de New York en un área altamente poblada por inmigrantes de origen eslavo, latino y hebreo. Reclutó después a dos o tres ministros religiosos negros, para que sus feligreses aceptaran de buen grado las ofertas que el centro sanitario tenía para ofrecerles. En paralelo creó la Liga para el Control Natal (ABCL, por su sigla en inglés The American Birth Control League) y comenzó a publicar una revista y un boletín: la Revista del Control Natal (The Birth Control Review) y el Boletín del Control Natal (Birth Control News).
La propuesta de Sanger era sencilla, pues combinaba elementos aristocráticos (acciones para promover a una elite anglosajona hasta el dominio y el gobierno del país), con un odio acérrimo a las multitudes (un racismo indisimulado por las "personas inferiores", de "educación indiscriminada"). Su lema era: "Más niños para los más aptos, menos para los incapacitados; esa es la base del control de la natalidad",(8) y para cumplir con la máxima promovió de todas las maneras que pudo una limitación de la familias indeseadas. El control de la natalidad se constituía a sus ojos como una variante contemporánea de la lucha de clases, indispensable para limitar a la "maleza humana" y estimular la libertad de la "estirpe superior".(9) En su trabajo The Pivot of Civilization escribió: "Los filántropos que proporcionan cuidados de maternales gratuitos estimulan a los segmentos más sanos y normales del mundo a soportar la carga de la fecundidad irreflexiva e indiscriminada de los demás: lo que trae consigo (...) un peso muerto de desperdicio humano. En lugar de disminuir y dedicarse a eliminar las estirpes que más perjudican el futuro de la raza y del mundo, tienden a volverlas dominantes en un grado amenazador".(10)
La producción bibliográfica de esta activista se produce en las primeras cinco décadas del siglo XX, pero la incorporación conciente de elementos tomados del movimiento eugenista no se produce sino hasta que Sanger conoce personalmente a Haverlock Ellis en Inglaterra, uno de los presidentes de la Liga Mundial para la Reforma Sexual sobre Bases Científicas, y tiene oportunidad de leer su trabajo The Problems of Race Regeneration. El espíritu regeneracionista se gestó en la isla como respuesta a las protestas obreras y a la organización de las masas trabajadoras. La clase media y algunos intelectuales –el grupo de los Fabianos, la Sociological Society, la Eugenics Education Society, la Moral Education League, etc.- comenzaron a hablar de decadencia cuando se produjo la guerra contra los boers y la muerte de la reina Victoria, debido a la sensación de inseguridad en que el Imperio quedó envuelto. Si bien no se trataba de una crisis profunda, ya se había tomado nota de que los pobres podían amenazar los privilegios adquiridos por los estamentos cultos y poderosos. Haverlock Ellis postuló en su libro que solo debía brindársele ayuda a los pobres que aceptaran someterse a una esterilización quirúrgica. Otra de sus sugerencias apunta a la formación de matrimonios con una previa selección de los padres, al igual que los nacional-socialistas alemanes hicieron con sus casas de crianza de Lebensborn.(11) Pero la alumna fue aun más lejos que su mentor en materias tales como el odio racial,(12) la pretensión de crear una "raza de sangre pura",(13) el desprecio por los trabajadores,(14) la obsesión por controlar el número amenazante de recién nacidos entre el común,(15) la intolerancia frente a los desvalidos,(16) y la repugnancia ante los sentimientos de solidaridad.(17)
Hacia 1930 Sanger se divorció de su primer marido y se casó con un millonario, lo cual le permitiría, en adelante, financiar sin dificultades su cruzada de control natal.(18) Así, en 1942, modificó la estructura de su ABCL y la transformó en la Federación de Paternidad Planificada de los Estados Unidos (PPFA, por su sigla en inglés: Planned Parenthood Federation of America), institución activa todavía hoy. Los procedimientos del nazismo alemán comenzaban entonces a salir a la luz, y convenía cambiar la estrategia al presentar al público americano unos objetivos institucionales que se mantenían sin mayores variantes desde 1916. Con el correr del tiempo, dentro y fuera del país, las agencias conectadas con la PPFA para promover y distribuir servicios anticonceptivos, métodos de control natal y de salud reproductiva, comenzaron a autodenominarse Asociaciones de Planificación Familiar (FPA, por su sigla en inglés: Family Planning Associations).
En 1952 Sanger sumó a sus esfuerzos a John D. Rockefeller III y, con dinero de la Fundación Brush, fundaron en Bombay la Federación Internacional de Planificación Familiar (IPPF, por su sigla en inglés: International Federation of Family Planning), con sede central en Londres, en las oficinas suministradas a título gratuito por la Sociedad Inglesa de Eugenesia.(19) Se trata de una institución privada de segundo nivel, ya que incorpora hoy como miembros a 109 FPA activas, distribuidas en más de 140 países. Estas se organizan, a su vez, en seis regiones, las cuales abarcan 95% de la población mundial. Sus fondos provienen, en su mayor parte, de los países desarrollados (Alemania, Austria, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Inglaterra, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos, Suecia y EE.UU), y de otros organismos internacionales (UNFPA, etc).
En los últimos treinta años lleva invertidos más de dos mil millones de dólares en su esfuerzo por promover y apoyar los servicios de planificación familiar a través del mundo, con el propósito de alcanzar un equilibrio entre población y recursos naturales. Esto implica no solo el ejercicio de su influencia en la elaboración de políticas nacionales sobre asuntos demográficos (matrimonio, divorcio, herencia, tutela, régimen fiscal, ayuda social, empleo, educación y pensiones), sino también el fomento de la salud materno-infantil y la difusión del control de la natalidad (mediante toda clase de métodos anticonceptivos, incluso el aborto "seguro" y la anticoncepción quirúrgica permanente).(20) Desde sus inicios la IPPF abogó por la libre elección y el derecho íntimo a decidir de las personas, a la libertad que ellas tienen para planificar su familia (pro-choice), pero esto no le impidió participar activamente también en políticas controlistas coercitivas –como las emprendidas por el gobierno chino, el de Bangladesh o el de Filipinas- en nombre de valoraciones pro-salud.(21)
El Grupo Mundial de Parlamentarios en Población y Desarrollo, con sede en New York, es el brazo legislativo de la IPPF. Por su parte, los legisladores de las Américas y el Caribe han conformado el Grupo Parlamentario Interamericano (GPI) con el objeto de formular políticas de control demográfico que estén respaldadas en leyes, y de promover legislación actualizada en la materia.(22) Pretenden para ello revisar los cuerpos normativos vigentes, impulsar modificaciones donde haga falta y derogar toda norma que obstaculice llevar adelante políticas de población y desarrollo.
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