Serie: Freudiana

El duelo ¿de qué objeto?

Carlos Sopena

Duelo y melancolía es una de las obras de Freud que no había suscitado mayores polémicas. Las aportaciones ulteriores, realizadas por varios autores, parecían desarrollar las tesis freudianas sin contradecirlas. Esto ha cambiado en los últimos años, en que se ha vuelto a problematizar el duelo.

En el Proyecto de psicología, Freud plantea que todo saber proviene de la percepción externa. La percepción permite distinguir la "cosa del mundo" de sus atributos o propiedades. La percepción suscita la conciencia de una cualidad y los contenidos de la conciencia comprenden las cualidades sensoriales, las sensaciones de placer y de displacer. La cosa, en cambio, es un resto que se sustrae a la apreciación del juicio, al quedar velada detrás de los atributos.

LA DIVISION ORIGINAL DE LA EXPERIENCIA DE LA REALIDAD

Al comienzo de la operación del juicio las percepciones se descomponen en una parte inasimilable, a la que llamamos la cosa, y una parte consabida para el yo, que son las cualidades del objeto. En esa primera aprehensión de la realidad por el sujeto, el objeto se separa en dos partes: todo lo que en el objeto puede ser formulado como atributo, cae dentro de la psique, que es el lugar de la cualidad, mientras que la otra parte, que permanece unida como cosa, es el elemento aislado en el origen por el sujeto como algo extraño por naturaleza.

La cosa es el primer exterior, que es extraño y a veces hostil; es el término alrededor del cual gira todo el movimiento de la representación, gobernado por el principio de placer. La cosa sería el otro real, el otro absoluto, imposible de alcanzar. En tanto que objeto perdido por naturaleza, es la razón del deseo, pues es lo que se trata de volver a alcanzar.

En su Seminario sobre La ética del psicoanálisis, Lacan señala que al objeto lo vemos emerger en una relación narcisista, relación imaginaria a cuyo nivel el objeto es intercambiable con el amor que el sujeto tiene por su propia imagen. La noción de objeto es introducida en esta relación de espejismo. Pero este objeto no es el mismo que es la causa del deseo, el cual no es especularizable ni puede ser integrado por lo simbólico. Entre el objeto tal como está estructurado por la relación narcisista y das Ding (la cosa) hay una diferencia, y es en el espacio de tal diferencia que este autor sitúa el problema de la sublimación. Podríamos sostener, sin forzar las cosas, que en ese mismo espacio se sitúa también el problema del duelo, para nada ajeno a los procesos sublimatorios.

LOS TRES TIEMPOS DE LA CONCEPCION FREUDIANA DEL DUELO

En 1915, seis meses después del comienzo de la primera guerra mundial, Freud escribe un artículo titulado De guerra y muerte. Temas de actualidad, en el que realiza un primer estudio del duelo, al que relaciona con la alteridad del otro. La circunstancia de la guerra plantea la alteridad de forma aguda, ya que el otro aparece como el enemigo. Freud sostiene que los seres humanos no podemos pensar en nuestra propia muerte, ya que al nivel del inconciente estamos persuadidos de nuestra inmortalidad. En cambio, nos acomodamos muy bien a la muerte del enemigo, que significa el aniquilamiento de lo que odiamos.

La problemática del duelo surge cuando vemos morir a uno de nuestros próximos. Cuando muere un amigo, o un hijo, es como si muriera yo mismo, que hasta ese momento no quería saber nada de la muerte. En ese momento doloroso irrumpen dos alteridades distintas: primera, la alteridad de la muerte en la vida del propio sujeto, que debe reconocer que él también puede morir; segunda: descubrimos que el amigo, al que nos unían tantas afinidades, era otro, que era, en parte al menos, otro desde siempre. Como lo expresa Freud: "Cada una de las personas amadas guardaba también una parte extraña". Y esa parte del otro nos era insoportable, intratable. De aquí se desprende que la ambivalencia afectiva es más o menos universal, ineludible, contrariamente a lo que va a afirmar poco después en Duelo y melancolía.

En esta obra, de 1917, que es el segundo tiempo de su abordaje del duelo, Freud explica las dificultades para hacer un duelo, por el vínculo narcisista previamente establecido con el objeto perdido, y por la ambivalencia hacia el objeto, que tiene un papel determinante en todas las formas patológicas del duelo. Cuando la ambivalencia es acompañada de una regresión a la fase oral de la libido (incorporación), y cuando la investidura del objeto se muestra "poco resistente", tenemos que ver con una verdadera melancolía.

 

LAS CRITICAS A "DUELO Y MELANCOLIA"

Quien realizó el primer cuestionamiento fuerte a Duelo y melancolía fue Jean Allouch, que en 1995 escribió un libro titulado Erótica del duelo en el tiempo de la muerte seca, en el que describe las carencias y errores que encuentra en ese texto, y trata de elaborar una nueva versión del duelo a partir de los seminarios de Lacan centrados sobre Hamlet. Pero el autor no logra precisar suficientemente esa nueva teoría del duelo a lo largo de las más de cuatrocientas páginas del libro.

Más recientemente, Michael Turnheim, en L´autre dans le même, explica su desacuerdo con determinados aspectos de las tesis de Duelo y melancolía. Este autor comienza por afirmar que Freud parece haber olvidado en 1917 lo que había escrito en 1915, en De guerra y muerte, en que ya disponía de una teoría general del duelo; ese olvido lo lleva a considerar la ambivalencia como el factor etiológico del duelo patológico y a excluir de su explicación del duelo normal toda consideración en cuanto a una confrontación con la alteridad del otro. En el texto de 1915 la ambivalencia, más que causa, sería efecto de la irrupción de la alteridad del objeto, que había sido negada. La pérdida del objeto hace vacilar la barrera de separación entre lo mismo y lo otro, es decir, entre el objeto estructurado por la relación narcisista y la cosa, objeto irrepresentable e inolvidable que es causa del deseo.

Otra objeción que plantea Turnheim es que el duelo normal presupondría, según la tesis de 1917, no solamente la capacidad del sujeto de sustituir un objeto por otro, sino también de efectuar una tal sustitución de una manera completa, sin resto. Si bien Freud nunca cambió oficialmente su punto de vista al respecto, sí lo hizo en una carta que escribió a Binswanger en 1929 --que acababa de perder a un hijo--, justo el día en que se cumplía el décimo aniversario de la muerte de su hija Sofía. Freud expresa en esa carta lo que vendría a ser el tercer tiempo de su concepción del duelo: "Se sabe que después de una pérdida tal el duelo agudo se terminará, pero permaneceremos inconsolables, pues la pérdida será para siempre irremplazable. Todo lo que viene en su lugar, aun colmándolo completamente, será sin embargo siempre otro. Y, en el fondo, está bien que sea así. Es la única manera de perpetuar el amor que no se quiere abandonar."

Freud había sostenido que en las psicosis la libido era retirada del objeto, mientras que la investidura de objeto permanecía intacta en las neurosis. En lo que se refiere a la melancolía, observó que había una fuerte fijación al objeto al mismo tiempo que una débil resistencia de la investidura de objeto. Esta aparente contradicción desaparece como tal si tenemos en cuenta que desde el comienzo el objeto se separa en dos partes, por lo que en estos casos hay, por un lado, fuerte fijación al objeto narcisista y, por otro, frágil investidura del objeto en tanto que alteridad, de la que el melancólico no quiere saber nada. Pero Freud no ha tenido en cuenta, subraya Turnheim, que la alteridad, desde que deviene causa de deseo, podría reforzar la resistencia de la investidura de objeto, en tanto que condición del éxito del trabajo de duelo.

A partir de la observación de Freud, de que el melancólico no sabe lo que ha perdido, Lacan va a decir, al final de su Seminario sobre La transferencia, que el duelo consiste en identificar, pieza por pieza, la pérdida real. El duelo es posible si se sostiene la alteridad del objeto, mientras que su ocultamiento podría explicar el duelo patológico. J. Allouch, en la obra anteriormente citada, expresa que el duelo no consiste solamente en perder a alguien, sino que es perder a alguien perdiendo un trozo de sí. El duelo se subjetiva a través de un sacrificio gratuito, puesto que no recibe nada a cambio. El sacrificio de la completud fálica es lo que sostiene la falta del sujeto y lo que da consistencia al objeto en el deseo.

Una diferencia importante de las tesis de J. Allouch y de M. Turnheim con respecto a la de Freud, es que ellos estudian el duelo desde la libido de objeto y menos en función de la libido narcisista, que hace del duelo un trabajo sobre el fondo de la identificación con el objeto perdido.

REFERENCIAS

Allouch,J.-(1995) Erótica del duelo en el tiempo de la muerte seca. Edelp, 1996.
Freud,S.- (1895) Proyecto de psicología. Amorrortu, T.I.
" " (1915) "De guerra y muerte. Temas de actualidad". Amorrortu, T. XIV
" " (1917) "Duelo y melancolía". Amorrortu, T. XIV.
Lacan,J.- (1959-60) Le Séminaire VII. L`éthique de la psychanalyse. Seuil, Paris.
" " (1960-61) Le Séminaire VIII. Le transfert. Seuil, Paris.
Turnheim,M.- (1999) L`autre dans le même. Ed. Du champ lacanien, 2002, Paris.

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