Serie: Freudiana

Freud y su Pueblo

Guillermo Delahanty

¿Hasta dónde llegó la identificación de Freud con su pueblo?. ¿Acaso se puede explicar su construcción del psicoanálisis desde la perspectiva de la visión del mundo propia del pueblo judío? En todo caso es posible comprender su identidad judía a través de algunos segmentos de su obra sobre los sueños, un crisol de la identidad de Freud en la comunidad judía de la diáspora.

La religiosidad implica, por lo menos en la misma medida que el amor, una verdadera intimidad.

Viktor Frankl.

Erikson escribió que "… en 1926 Freud envió un discurso a los miembros de una logia judía en que analizaba su relación con el judaísmo y su descartada fe religiosa y orgullo nacional como los ‘primeros nexos'. Luego señaló, en términos más que científicos, una atracción inconciente así como conciente en el judaísmo: emociones poderosas no verbalizables (viele dunkle Gefüshlsmächte), y la clara conciencia de una identidad interna (die klare Bewusstheit der inneren Identität). Por último mencionó dos rasgos, que sintió que él debía a sus antecedentes judíos: la libertad de los prejuicios que constriñen el empleo del intelecto, y la disposición a vivir en oposición..." (Erikson 1949: 249).

Para Erikson, la ambición de unicidad en la realización intelectual de Freud no era solamente yo-sintónica, etno-sintónica, sino casi una obligación para con su pueblo. "Entre la vida psíquica del individuo y del grupo no hay simplemente una analogía, sino una virtual identidad. De manera colectiva, también el grupo expresa la memoria de acontecimientos profundos experimentados en una etapa precoz de su historia y los transmite filogenéticamente a través del inconciente." (Yerushalmi, 1991:80).

LOS NOMBRES

Sigismund Schloimo Freud Nathansohn nació el 6 de mayo de 1856 en Pribor (Freiberg), Moravia en la zona bohemia (la actual República Checa), hijo de Jakob Freud, quien procedía de un medio jassídico de Galitzia, que le puso el nombre oculto Schloimo (Salomón), escrito en yiddish con caracteres hebreos, para el brit.

Según Blum (1989), la herencia de los nombres bíblicos media en el proceso de socialización de Freud. En este sentido, Wolf-Felder (1991) elaboró la relación de los nombres de Salomón, José, Jacobo, desde una interpretación psicoanalítica-filológica. El nombre Schloimo está relacionado etimológicamente con Shalom, que significa paz en hebreo. Es interesante su análisis de los significantes del nombre oculto de Freud con su apellido materno, Nathansohn. En este sentido encuentra que es un derivado del nombre de Nathan, profeta que transmitió su mensaje al constructor del templo. El yo de Freud se oculta en los Josef de su espacio vital. Derrida sostiene que "Freud tenía sus espectros, lo confiesa a veces. Nos hace partícipes de su verdad. Tenía los suyos y les obedecía (Jakob, Shelomoh, Moisés y algunos otros)" (Derrida, 1994:97).

Yerushalmi reflexiona que Freud, en su imagen pública, admitía que solamente había recibido una magra educación religiosa judía; en el hogar de los padres había una mínima observancia judía, y nunca supo hebreo ni yiddish. Su madre Amalia hablaba en un alemán apenas desligado del yiddish. En el yiddish se manifiesta la transmisión de la esencia de la identidad judía. También Yerushalmi demuestra la estructura invisible del judaísmo de Freud en su manifestación privada; a saber, contó trece palabras yiddish en su correspondencia.

Freud fue instruido por su padre en la Tora y estudió hebreo y la historia de la religión judía con Samuel Hammerschlag. Antes de cumplir nueve años estuvo inscrito en una escuela judía privada. Es posible que la lectura de la Biblia sea la fuente de la afición de Freud por los libros; a raíz de su sueño de la monografía botánica, escribió: "...siendo estudiante, se desarrolló en mí una predilección franca por coleccionar y poseer libros". En los estantes de la biblioteca de Freud se encuentran libros subrayados, algunos con escasas marcas y otros sin uso (Brückner, 1975).

La Biblia Israelita de Philipson, establecida de manera bilingüe en yiddish y alemán, le sirvió a Freud para ilustrar el contenido sexual en el simbolismo vegetal de las semillas con el relato del jardín de la doncella en El cantar de los cantares. "desde el punto de vista de lo que hace al judío y que lo vincula, independientemente de sus creencias y sus opiniones, no hay para Freud diferencia sustancial entre las historias de la Biblia, las narraciones del Talmud y las inagotables jüdische Witze en los que el pueblo hace sin cesar su propia sátira" (Robert, 1974: 48). Hay un libro de humor que trata de las recetas de cocina de Freud y sus discípulos.

Freud tenía predilección por las historias judías y las adaptaba a su propia situación. Su predilección por el schnorrer se funda en que coloca al mundo en ridículo con una palabra atinada. Por lo tanto lo popular se encuentra impreso en su obra. Cuenta Reik de como los chistes judíos le causaban tanta gracia a Freud, que lo hacían reír, El judío sufre y tolera; Freud y otros hijos de comerciantes se rebelaron ante la posibilidad de continuar por el sendero de los negocios y optaron por la medicina, el derecho y la literatura.

LA FORMA DE PENSAR

En los sueños, los lapsus, y algunos acontecimientos absurdos presentados en el Talmud, conviven leyendas que acentúan "las menores cosas de la vida, aun las más insignificantes o las más triviales en los asuntos humanos, eran dignas de atención y, sobre todo, dignas de un pensamiento correcto" (Robert, 1967: 96). La obra de Freud, según la autora, es considerada como el último párrafo del Talmud. (Talmud es el comentario de la ley mosaica). David Rapaport (1959) considera que los métodos de asociación e interpretación en el psicoanálisis están vinculados con los métodos del Talmud. "La frase aramea estereotipada, que introduce la interpretación talmúdica, dice así: ‘¿Qué desea él dejarme oír?’ (p. 19).

Merani concluyó que en la tradición judía la interpretación de los sueños es fundamental, porque es un medio para conocer a Dios; por ello los rabinos también se ocupan de los sueños. Merani transcribe una frase del Talmud: "aunque haya escondido mi rostro a Israel, quiero comunicar con él por medio de sueños" (Khag, 5 b, citado en Merani, 1974:98).

 

Freud acudió a la cultura judía para ilustrar sueños, ya sea desde la colección de los propios o los sueños de otros. Es evidente el contenido judío en el material onírico de Freud: "en el material de que está tejido el sueño, pueden reconocerse dos de esas risueñas anécdotas judías que esconden una sabiduría de la vida tan profunda, muchas veces amarga, y que de buen grado citamos en nuestras conversaciones y cartas" (Freud, 1900:209).

Freud interpreta un sueño donde lo infantil es considerado como fuente del proceso onírico. Su primera asociación lo remite a la primera novela que leyó a los 13 años, de la que no recordaba su título ni su autor. (Tal vez de Chéjov). En el sueño de las tres mujeres relacionadas con la madre, la muerte y la amante, encuentra que "en el pecho de la mujer coinciden el amor y el hambre". El hilo asociativo lo conduce a un recuerdo infantil: "cuando tenía seis años y mamaba de mi madre las primeras letras, hube yo de creer que estamos hechos de polvo y por eso al polvo volveremos" (Freud, 1900:189, esta es una versión añadida en 1911). Nos recuerda el versículo de: "con el sudor de tu rostro comerás pan hasta tu retorno a la tierra; pues de ella fuiste tomado, pues polvo eres, al polvo volverás" (Génesis (3-19)

Freud, en La interpretación de los sueños, hace referencia al otro gran soñador: el José bíblico, hijo de un Jacobo. El método interpretativo de José es simbólico. "... Toma en consideración todo el contenido onírico y busca sustituirlo por otro contenido, comprensible y en algunos respectos análogo..."(Freud, 1900:119). Freud acudió al relato de Flavio Josefo, Antigüedades judías, que describe con más extensión el sueño del faraón. Freud quedó conmovido por la novela de Thomas Mann José y sus hermanos, en la que José dice: "la interpretación precede al sueño, y, cuando soñamos, este procede de aquella".

"José es el primer lazo entre Israel y la historia temporal y profana. José es la huida de una familia, el éxodo de un pueblo, el comienzo turbulento y tumultuoso de una misión que se extiende a través de los siglos..."(p. 140). José es el gran desconocido de la Biblia. Es más complejo y secreto de lo que se cree. "a través de él entramos en contacto con una visión trágica del destino judío, digno de sus antecesores" (Wiesel, 1975:151). Para Jack Miles (1995), José es la figura más atractiva de la Biblia: es ardiente, atractivo, astuto, dominante, y maravillosamente bueno.

El nombre José fue significativo para Freud. Lo encontramos en sus amigos Paneth y Breuer; también está asociado a un tío epiléptico y cuasi-delincuente. Finalmente evoca el nombre de un tal Popper, futuro esposo de su primer amor adolescente, Gisela Fluss. El mismo Freud vivió en una ocasión en una casa ubicada en la calle José (conmemorativa del emperador Francisco José).

Aunque cronológicamente, Freud primero analizó la estatua de Miguel Angel qu representa a Moisés y, luego, escribió una monografía sobre el hombre Moisés, el libertador de los judíos, nosotros invertimos el orden del análisis.

Es curioso que Freud, en Moisés y la religión monoteísta, cite el trabajo de Otto Rank (1914) que establece la hipótesis del origen semejante de Moisés y de Sargón, el fundador de Babilonia, y se olvide de Karl Abraham (1912), que consideró al faraón Amenhotep IV como un precursor de Moisés en los temas del monoteísmo, al decretar como único Dios a Atón y prohibir su figuración pictórica. Además, durante su investigación Abraham utilizó el archivo de Breasted, un historiador sobre Egipto, autor que el mismo Freud cita en su texto, e incluso reconocemos líneas de párrafos de Freud semejantes al texto de Abraham.

Es evidente que Freud conoció el artículo de Abraham, como lo confirma la correspondencia de los días 11 de enero, 2 y 28 de mayo, 3 y 9 de junio y 10 de julio de 1912, fecha en que le confiesa que le ha gustado la redacción de su Amenhotep. Recordemos el temor de Freud al plagio, y que él mismo reconocía que en ocasiones una idea es prestada por otro.

Me parece que por la honradez de Freud, su tipo de plagio corresponde al descrito por Bergler (1932) como inconciente, que sustituye a un recuerdo, y podemos suponer que también interviene la vejez, cuidando la relación afectiva con el autor en cuestión.

Sobre la tesis de Freud de que Moisés es egipcio, Buber lamenta que un hombre de ciencia eminente en su campo publique un libro sobre Moisés basado en hipótesis sin fundamento y sin rigor científico. Para Buber, "que el nombre de Moisés sea egipcio - significa nacido, hijo (de alguien) o, posiblemente simiente del lago, del agua, forma parte del carácter histórico de la situación: parece que proviene de un sector muy egiptizado del pueblo judío. Quien intentare hacerlo egipcio por esta circunstancia, quita al relato el fundamento en que estriba". El relato mismo tiende a explicar el nombre por la etimología hebrea: "el que ha sido sacado" (del Nilo) (Buber, 1944:58).

Fromm (1959) reflexionó que Freud negó a los judíos el derecho a la originalidad del monoteísmo, y como es una mera opinión sin ningún sustento clínico, es plausible entonces la interpretación psíquica sobre los motivos inconcientes que lo indujeron a establecer la hipótesis de que Moisés no era judío.

Por su parte, Meissner (1967) sostiene que desde el punto de vista histórico arqueológico, la ética y el monoteísmo de la religión judía tienen su matriz en el desplazamiento seminómada del pueblo hebreo con raíces en Mesopotamia y no en Egipto. Y Moisés surgió en el escenario en un momento específico de introspección luminosa de revelación. Las fuentes teológicas de Freud se fundamentaron en las interpretaciones hegelianas de historiadores bíblicos de su época, como Wellhausen.

Claudio Maria Martini considera que la tradición rabínica ha encontrado mucho de Moisés, sobre todo partiendo de Jesús. Moisés se convirtió cada vez más en el representante del rabinismo que sobrevivió a la destrucción del templo. Toda la tradición hebrea moderna vive de Moisés. Existen también bellas reinterpretaciones midrhásicas, que se ocupan de Moisés con grande amor (Martini, 1986).

Para Michel de Certeau, el libro de Freud sobre Moisés lo escribe en un pasaje de exilio de una tierra a otra. Es un relato de nómada. Su forma es de parodia. Su estructura es literaria y tiene un comienzo histórico. Es un texto de ficción e historia. "en la tradición, la autoacusación es el precio del sentido; es preciso acusarse para que la desdicha sea comprensible. En Freud, la confesión es de otra especie. Sin embargo su lucidez se afirma en la continuidad de esta tradición, como problema interno. Primero toma la forma de un ‘dicho ingenioso’, a la vez chistoso y blasfemo: Moisés egipcio" (De Certeau, 1978, p. 299). Es el tipo de enunciado, afirma el autor, que se registra en todo el texto freudiano como en la estructura de la haggadah.

ROMA DE LEJOS

Freud se consideró el Moisés que no pisaría la tierra prometida (o sea la psiquiatría para el psicoanálisis). El sueño de mirar desde la lejanía a Roma, sin pisarla, es una evocación bíblica del castigo impuesto a Moisés de no poner los píes en la tierra destinada a su pueblo. Según Fromm (1959), la identificación de Freud con Moisés tiene raíces inconcientes; su tema de interés es que como líder de su pueblo, lo encaminó a la tierra prometida, sin entrar él mismo. Semejante situación sentía Freud sobre la esperanza del psicoanálisis de convertirse en una misión para el alivio del sufrimiento humano, sin que se encontrase el mundo plenamente convencido de sus beneficios curativos. "Freud se identificó íntimamente con Moisés, el profeta incomprendido por su pueblo y sin embargo capaz de controlar su rabia y continuar la tarea de conducir a su pueblo hasta la tierra prometida" (Bettelheim, 1991:53).

Freud escenificó el anhelo infantil a través de la representación del deseo en el sueño de Roma. La simbolización está conformada por múltiples significados.

"La Ciudad Eterna –escribe Erikson- parecía significar muchas cosas a la vez, todas ellas magníficamente resumidas en la frase ‘la próxima Pascua en Roma’. Aquí se trata de la nostalgia humanística del alemán por el mundo clásico; el anhelo del judío sin patria, tal como se expresaba durante la Pascua hebrea con las palabras de ‘el año que viene en Jerusalem’; y muy probablemente también ese deseo infantil (que repudia ahora el hombre racional) de vivir nuevamente el esplendor ceremonial de la fiesta de la Resurrección, y esto en la propia ciudad del Papa" (Erikson, 1955, p. 84).

Grinstein (1968) supone que el motivo inconciente de visitar a Roma está relacionado con el deseo incestuoso hacia la madre o su subrogado materno, el personaje de su nana. Y el temor consecuente de la amenaza de castigo.

EL ANTISEMITISMO

En Roma se encuentra con la estatua de Moisés, esculpida por Miguel Angel, obra de arte que lo impresionó incesantemente y le hizo escribir un ensayo sin su firma para publicarlo de manera anónima. La carga afectiva de Moisés sobre Freud es interpretada por Fromm en los términos siguientes: "Freud, como el gran jefe de los judíos, había llevado al pueblo a la tierra prometida, sin haber entrado él mismo en ella; había experimentado su ingratitud y su desprecio, sin renunciar a su misión"(p. 81).

Es indudable que su anhelo por conocer la ciudad, cuya meta creativa demoró tres años para construirla, estaba envuelta en un nódulo conflictivo: su identidad judía por su admiración a Aníbal (quien en la imaginación infantil de Sigmund, era un semita) que intentó conquistar a la ciudad y por su repudio a la opresión de las masas sobre su pueblo, hecho histórico conectado por el recuerdo del acontecimiento del rechazo que experimentó su padre al ceder el pasaje de la calle a un transeúnte antisemita. Beirnaert desvela que la visita tardía a Roma representó el rechazo de su condición de judío humillado por el cristiano y la confrontación a la religión que predica la redención por el Hijo, suceso que le provocó turbación. Rieff (1959) considera que la actitud de Freud, relacionada con la idea de que el cristianismo es una rebelión contra el judaísmo, supone que en ello está la raíz endémica del antisemitismo.

El antisemitismo obligó a Freud a su exilio a Londres, tras abandonar Viena el 4 de junio de 1938, mientras los nazis embargaban la editorial psicoanalítica y quemaban sus obras. Freud no conoció el terror del genocidio, pero cuatro de sus hermanas (Rosa, Marie, Adolphine y Paulina) fueron asesinadas en Auschwitz en 1942.

Existe la sospecha, confirmada por Schur (1972), su médico de cabecera, de que Freud fue inducido a la muerte cuando le pidió a su médico tratante que le procurara un final más suave a causa de los dolores lacerantes de su cáncer, el 23 de setiembre de 1939.

REFERENCIAS

 

o Abraham, Karl (1912), "Amenhotep IV: una contribución psicoanalítica para la comprensión de su personalidad y del culto monoteísta de Atón", en: Estudios sobre psicoanálisis y psiquiatría. Buenos Aires, Paidós.
oBergler, Edmund (1932), Psicoanálisis del escritor. Buenos Aires, Psique.
oBeirnaert, S.J., Louis (1956), Experiencia cristiana y psicología. Barcelona, Editorial Estela.
oBettelheim, Bruno (1989), El peso de una vida. Barcelona, Editorial Crítica.
o Blum, Harold P. (1989), "Freud and the figure of Moses: the Moses of Freud", American Journal of Psychoanalysis Association, vol, # p. 513-535.
oBrückner, Peter (1975), Sigmund Freud’s Privatlektüre, Köln, Verlag Rolfhorst.
o Buber, Martin (1944), Moisés. Buenos Aires, Hormé.
o De Certeau, S.J., Michel (1978), La escritura de la historia. México, Universidad Iberoamericana.
o Derrida, Jacques (1994), Mal de archivo. Una impresión freudiana. Madrid, Editorial Trotta.
o Erikson, Erik Homburger (1949), "El espécimen del sueño en el psicoanálisis", en: Erik H. Erikson. Un modo de ver las cosas. Estudios selectos de 1930 a 1980. Stephen Schlein (comp). México, Fondo de Cultura Económica, 1994.
o Erikson, Erik H. (1956), "Una amistad histórica: la correspondencia de Freud con Fliess", en: Historia personal y circunstancia histórica. Madrid, Alianza Editorial.
o Freud, Sigmund (1914), "El Moisés de Miguel Angel." Obras completas. Vol. XIII, Buenos Aires, Amorrortu.
o Freud, Sigmund (1939), Moisés y la religión monoteísta. Obras Completas. Vol. XXIII, Buenos Aires, Amorrortu.
o Freud Sigmund y Karl Abraham. Correspondencia (1907-1926). Hilda C. Abraham y Ernst L. Freud (comps), Barcelona, Gedisa.
o Fromm, Erich (1959), La misión de Sigmund Freud. México, Fondo de Cultura Económica.
o Gay, Peter (1988), Freud. Una vida de nuestro tiempo. Buenos Aires, Paidós.
o Grinstein, Alexander (1968), Los sueños de Sigmund Freud. México, Siglo XXI.
Hillman , J y Ch. Boer (eds) (1985). La cocina del inconsciente Barcelona, Gedisa, 1988.
o Martini, S.J., Claudio Maria (1980), Vida de Moisés. Vida de Jesús. Bogotá, Ediciones Paulinas.
o Merani, Alberto L. (1974), Freud y el Talmud. México, Critica Grijalbo.
o Miles, Jack (1995), Dios. Una biografía. México, Planeta.
o Rapaport, David (1959), La estructura de la teoría psicoanalítica, Buenos Aires, Paidós.
o Rank, Otto (1914), El mito del nacimiento del héroe. Buenos Aires, Paidós
o Reik, Theodor (1962), El humorismo judío. Buenos Aires, Editorial Candelabro.
o Rief, Philip (1959), Freud. La mente de un moralista. Buenos Aires, Paidós.
o Robert, Marthe (1964), la revolución psicoanalítica. La vida y la obra de Freud, México. Fondo de Cultura Económica.
o Robert, Marthe (1967), Acerca de Kafka, acerca de Freud, [sur le papiers], Barcelona, Anagrama.
o Robert, Marthe (1974), Freud y la conciencia judía. De Edipo a Moisés. Barcelona, Península.
o Schur, Max (1972), Sigmund Freud: enfermedad y muerte en su vida y en su obra. Buenos Aires, Paidós
o Wiesel, Elie (1975), Celebración bíblica. Retratos y leyendas del Antiguo Testamento. Barcelona, Muchnik Editores.
o Wolf-Felder, Martín (1991), Los nombres ocultos de Freud. Montevideo, Editorial Roca Viva.
o Yerushalmi, Yosef Hayim (1991), El Moisés de Freud. Judaísmo terminable e interminable. Buenos Aires, Nueva Visión.

El autor expresa su gratitud al rabino Daniel Kripper y al psicólogo y jesuita Antonio Ocaña S.J. por su revisión crítica del manuscrito.

Volvamos al comienzo del texto


Portada
Portada
© relaciones
Revista al tema del hombre
relacion@chasque.apc.org