dicciones

Bang al air bag

Ya nadie se asombra del reciente alud de extranjerismos que cae sobre el español. Especificando bien, habría que decir anglicismos, pues el noventa y cinco por ciento de los casos proviene de la lengua inglesa.

En otros idiomas de cultura ocurre lo mismo o algo parecido: lo cierto es que el inglés avanza en la conquista de sus lenguas pares.

Alguien podría decir que tal hecho carece de trascendencia, ya que la interrelación idiomática es un fenómeno bien recibido por favorecer la expresión y el entendimiento. En principio, esta idea vale, pero, apenas se pone mayor atención a su contenido, se advierte que la generalización que sustenta no es conveniente. Una lengua crece en su léxico -pues de esto se trata casi siempre cuando se dice "extranjerismo"- si la necesidad requiere nuevos componentes para completar con ellos los vacíos semánticos. Por desgracia, en el español no sucede así. No hay selección de material de la lengua oferente; no hay preocupación por el mejoramiento y el aumento léxicos en función de la expresividad y la necesidad; no hay estudio de lo que se tiene en el tesoro del idioma receptor para sustituir (traducir) aquello que llega de otra lengua. Todo vale: tanto da que se tome en préstamo "sale" ("liquidación") que "best seller" (sin equivalente vocabular). La pereza mental del hablante, que potencialmente es escribiente, rige el destino de cada extranjerismo y es sabido que la pereza es mala consejera. No deja razonar y, por ende, toma al barrer lo que la casualidad, el esnobismo y la desidia le ofrecen en un primer momento. Como ese primer momento es el único con que suele enfrentarse la mayoría de los hablantes, se saca en conclusión que cualquier palabra o expresión del inglés (sobre todo, del inglés) tiene asegurado el éxito de circulación y afincamiento en el español.

UNA REALIDAD DESBORDANTE

El recorrido por las columnas del DRAE último (vigésima segunda edición, de 2001) ilustra lo que se acaba de decir. Hay una sobreabundancia de extranjerismos que llama la atención, en particular si se compara con ediciones anteriores, en las que predominaba la cautela cuando había que elegir una voz extranjera para incorporarla al corpus general del léxico. Parece desprenderse de una observación objetiva y extensa que el último criterio académico predominante fue el de incluir sin mucho miramiento cualquier término del inglés (y algunos de otras lenguas) que tuviera un marco de apoyo más o menos mayoritario en los países de habla española. En vez de la rigurosa selección que toma en cuenta la necesidad del vocablo por carecer el español de un equivalente seguro, se optó por la recogida de aquellas palabras y acepciones que circulan en la prensa y los medios de comunicación en general. El carácter de diccionario panhispánico que surge de la lectura del Preámbulo queda mal parado ante la sobrecarga de extranjerismos en el DRAE de 2001, ya que no puede aceptarse así como así que las academias de la lengua de toda América y Filipinas hayan coincidido en el mismo desacierto.

TREMENDISMO Y REALIDAD

Se ha incurrido en excesos. Hay decenas de extranjerismos en el DRAE que no merecen su aceptación. No alcanza con decir que tienen uso frecuente en diversos países de habla española. ¿Por qué se encaramaron en el léxico? Se buscará la causa en la enseñanza de la lengua materna, la cual falla por no aplicar una política de contención. Si la escuela y el liceo (o como se denomine en cada país a los centros de educación media) descuidan la función de instruir en lengua, se verá que es, precisamente, el vocabulario el que sufre las primeras consecuencias negativas, pues él es el instrumento elemental y básico para la vida de relación entre los alumnos.

Pero la culpa trasciende los centros de instrucción y educación, y se expande entre los medios de difusión y comunicación de la palabra. Así, la radio, la televisión y la prensa cargan sobre las espaldas con mucha parte de la culpa de un estado de cosas que, poco a poco, avanza con firmeza y asusta cada vez más.

Hay quienes dicen que esta forma de pensar es apocalíptica. En verdad, es realista. Recurrir a la minimización de estos hechos idiomáticos es sacarles el cuerpo cómodamente o, por lo menos, dejar para el futuro el planteo de los problemas e inconvenientes que van surgiendo día a día. Como se dice ahora: se patea la pelota para adelante. Y, claro, el que venga detrás que arree.

SIN PIEDAD

Conviene dejar así la exposición para que el lector reflexione por sí mismo con tranquilidad. Lo único que se propondrá ahora a modo de ejemplo es un conjunto de términos extranjeros, anglicismos en casi su totalidad, para demostrar todo lo antedicho. Se hallan en el DRAE y no importa que estén escritos con otro tipo de letra o con la tradicional negrita propia de los lemas consagrados. La presentación gráfica no los priva de su condición de innecesarios en la mayoría de los casos. Luego de enfrentarse a estas voces, se descubren en seguida las dificultades de orden fonético, ortográfico y morfológico que presentan muchas de ellas y que constituyen la segunda parte de este vastísimo problema, inevitable segunda parte de la que se hablará aquí oportunamente.

Véase una lista, que es inicial y que cada uno ampliará si se toma el trabajo de consultar el DRAE de 2001. Aparecen, entre otros y ya incorporados al español, los extranjerismos siguientes: airbag, big bang, blazer, body, casting, clac, clóset, disc-jockey, ferry, flash, flash-back, full-time, free lance, gourmet, lifting, magazín o magacín, maître, marine, mass media, ranking, sheriff, short, show, test, western, windsurfing.

Héctor Balsas


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