Serie: Los Diferentes (IV)

Desde la psicología y el psicoanálisis

La xenofobia y el racismo

Jorge Rosa

Por más que la consideración de temas como el racismo puede parecer algo alejada de lo que es la práctica diaria del psicoanálisis y la psicología, está bastante generalizada la opinión de que los conocimientos generales del psicólogo contribuyen a la comprensión de varios aspectos poco considerados que aparecen tras la fachada de la ideología, se exprese ésta a través de un individuo, un grupo social, un partido político o una política de Estado.

Si definimos ideología como una manera de ver el mundo en función de una convicción socio-política sobre el valor de las relaciones que vinculan a los individuos con la sociedad a la que pertenecen, y si aceptamos que estas convicciones incluyen en cada individuo fantasías inconcientes determinadas, (9) nos encontramos con que cabe al psicoanálisis la obligación de entender los aspectos motivacionales y, si podemos, los específicamente pulsionales, de modo de hacer más comprensible un fenómeno de tan amplia difusión como las tendencias xenofóbicas y racistas propias de ciertas ideologías.

PRECISIONES

Podemos preguntarnos si existe una relación entre posmodernidad y xenofobia desde una perspectiva clínica, en la que la psicología social y la sociología pudieran servir de apoyatura pero no fueran el centro de interés. Para lograr una respuesta debemos escuchar atentamente el discurso social filtrado a través del discurso, supuestamente individual, de las personas que trabajan con nosotros en nuestra práctica clínica.

No vamos a plantear la existencia de una entidad psicopatológica específica, pero sí la de una constelación de conflictos, y de defensas con relación a estos, que configuran la estructura de un síntoma y que, como tal, mientras es eficiente, permite el control o una disminución de la ansiedad. Para entrar en ellos, definamos algunos términos.

Conocemos el término fobia. Fobos es más que miedo. Es espanto. Xenofobia es espanto ante el extranjero, el extraño. L. Müller señala que que el extranjero es un otro que no causa asombro o curiosidad sino pánico, terror. (12) Tales emociones desencadenan fuga o agresión. Muchas veces confundido con el anterior, el concepto de racismo implica una calificación del distinto, en general por sus características físicas, y se traduce en su desvalorización absoluta.

Por tanto nos encontramos ante dos relciones disímiles: la primera tiene que ver con la diferenciación igual-distinto, la segunda con la de superior-inferior. No siempre se encuentran juntas y pueden llegar a mostrarnos necesidades psico-afectivas diferentes.

Mientras la xenofobia parece ser un sentimiento casi natural en los seres humanos, el racismo surge en tiempos relativamente recientes, producto de condiciones de desarrollo específicas: el nacimiento del Estado.

Dice Foucault en "Genealogía del Racismo": (5) "Me parece que uno de los fenómenos fundamentales del siglo XIX es aquel mediante el cual el poder se hizo cargo de la vida. Es una toma de poder sobre el hombre en tanto ser viviente, es una suerte de estatalización de lo biológico" y, más adelante: "es el modo en que, en el ámbito de la vida que el poder tomó bajo su gestión, se introduce una separación, la que se da entre lo que debe vivir y lo que debe morir". "El racismo permitirá establecer una relación entre mi vida y la muerte del otro que no es de tipo guerrero, sino de tipo biológico." En esta lógica la muerte del otro, de la raza inferior, "mejora" la vida. Sin extendernos demasiado en sus conceptos, digamos que considera que el racismo se desarrolló en primer lugar con la colonización. La gestión del poder a través de la biología llega a su paroxismo con el Estado nazi.

Hannah Arendt considera a la ideología racista un fenómeno moderno y occidental. Por ejemplo, el racismo inglés relacionado con la expansión colonial británica.

Wieviorka dirá (18) que el racismo es una biologización del pensamiento social. Señala que se trata de elaboraciones míticas que organizan una representación del origen. Es decir que concilia, sobre un registro imaginario, elementos más o menos dispares, y los unifica en una única representación. Tal ideología pone el acento en el sentido del acto y el discurso racista.

EL INDIVIDUO. LA IDENTIDAD

Hechas estas precisiones, pasamos a focalizar nuestro interés en el individuo portador de estos sentimientos. Esto con plena conciencia de que, para expresarse en forma socialmente abierta, se necesitan condicionantes que trascienden al individuo aislado, pero que no son posibles sin él. En ese sentido, el material de observación que poseemos corresponde a la situación que Wieviorka denomina infrarracismo. Se trata de la expresión de sentimientos o ideas racistas entre personas, manifestadas con mayor o menor libertad, pero donde no existe una expresión orgánica a través de partidos políticos u órganos de opinión. Asimismo existe una clara condena del Estado, la que podríamos comprender como una prohibición superestructural.

Los materiales usados a modo de ejemplo provienen de publicaciones hechas en otros lados, pero que ejemplifican adecuadamente nuestra experiencia. Asimismo intentaremos plantear algunas modificaciones que esta situación genera en los individuos que pertenecen a los grupos discriminados, ya que planteamos que también estos desarrollan un sistema psico-afectivo que debe ser analizado.

Volvamos entonces a la constelación de conflictos y defensas que hemos planteado anteriormente. Para nosotros, el núcleo del conflicto se halla en un trastorno en la conformación de la identidad. Concepto que en Freud aparece solamente para referirse a su pertenencia a un grupo, refiriéndose a una "identidad interior". Nosotros lo tomamos en su sentido más obvio, es decir, como el producto de múltiples identificaciones que confluyen simultáneamente a conformar aquello que es "Yo" ("precipitado de identificaciones") y permite diferenciarse de lo que no lo es.

Para Grinberg (9) esto implica un triple vínculo de integración: espacial, temporal y social. La desintegración de estos vínculos lleva a la aparición de distintos cuadros psicopatológicos, incluídos neurosis y psicosis.

Aquí deseamos hacer una precisión: si bien la expresión de ideas con contenidos discriminatorios, sin plena conciencia de ello por estar en la ideología social, puede verse en cualquier estructura de personalidad, el uso de este mecanismo para satisfacer necesidades internas lo vemos en personalidades con trastornos importantes en el desarollo. Por ejemplo, estructuras psicopáticas, fronterizas, paranoicas.

Siguiendo la clásica investigación de Ackerman (1) sobre antisemitismo, encontramos como predisposiciones emocionales a su desarrollo: intensa angustia, confusión en la imagen del propio yo, alteración de las relaciones personales, intolerancia frente a lo diferente, dificultades adaptativas y un insuficiente desarrollo de la conciencia moral.

Veamos, a modo de ejemplo, cómo se refiere a estos elementos Ruiz de los Llanos, (16) militante nazi argentino, que luego de ser analizado escribió una autobiografía crítica de su pasado: "Todo lo que se afirme en sí mismo acentúa su inseguridad. Todo el que lleve una identidad comprobable lo refiere a su no saber quién es. Desarrolla su odio contra los que existen, los que realmente existen". "Porque lo escandaloso del judío es su identidad propia, que promueve en el antisemita el escándalo de evidenciarle su falta de identidad." En el horizonte aparece entonces la posibilidad de adquirir una identidad propia, que emane de la persecución misma. "Su identidad estará dada por su praxis, hacer desaparecer al portador de la escandalosa identidad. Todo lo que manifestase la diferencia, la individualidad, debía ser reprimido."

Lo que resulta impactante aquí es la ambivalencia existente entre el deseo de suprimir al diferente y la profunda necesidad del mismo, ya que de esa dialéctica perseguidor-perseguido extraerá el material para un intento de diferenciación yo-no yo. Este mecanismo no suele ser suficiente para controlar la emergencia de angustia, que tiende a ser difusa, desorganizada, indefinida. Estas personas, tras una máscara de confianza en sí mismos, se sienten vulnerables, con profundos temores en el área sexual o laboral. La vivencia es la de un mundo hostil, duro, agresivo. La ubicación del objeto peligroso cumple una función tranquilizadora, ya que lo temido deja de estar en el mundo interno para ser ubicado afuera. Este recurso es necesario, ya que su propia imagen es confusa, con sentimientos del individuo en el sentido de no saber qué y quién es. Esta confusión se hace extensivo a sus proyectos.

En relación con esto, observamos la fluctuación entre sentimientos de inferioridad y superioridad, entre considerarse fuertes o débiles, aislados o pertenecientes a un grupo. Reflexionemos en la función de ciertos grupos en esta situación. Basta pensar en las "barras bravas", donde a través de una masiva conducta identificatoria se establece una discriminación (yo=endogrupo, no yo=exogrupo) que de otra manera resulta sumamente difícil.

Consideremos el caso, citado por Ackermann, de una persona que habiendo salido de un medio socio-económico muy bajo, llega a una posición estable y sólida. Vive angustiado, oscilando entre pertenecer al medio de su pasado o al actual. Los sentimientos de culpa son intensos y, a medida que desarrolla un alcoholismo marcado, comienza a expresar sentimientos antisemitas, culpando a los judíos de apoderarse de la riqueza del país y ser así responsables de la existencia de pobres. En este caso, el síntoma disminuye la culpa, ayuda al Yo a discriminarse y alivia algo la angustia.

En esta situación de inestabilidad yoica, las relaciones con los demás se tornan difíciles, puesto que están signadas por extrema agresividad o dependencia, lo que limita las posiblidades de encuentro con los otros. El temor y la desconfianza llegan en algunos casos a hacer prácticamente imposibles las relaciones, lo cual se expresa a través de timidez, torpeza o incomodidad social. Debemos destacar que esto puede estar enmascarado tras una actitud exitosa. Es frecuente ver a personas triunfadoras, incluso en lugares de responsabilidad o autoridad, que se sienten totalmente aislados, faltos de calor afectivo y sin vínculos profundos. Se pueden agregar signos de depresión, tales como abatimiento y desvalorización.

Ackerman(1) insiste en las tendencias conformistas de estos individuos, que en algunos casos podríamos llamar hiperadaptados, ya que el intento de establecer relaciones puede traducirse en un ajuste a las normas sociales vacío de contenido y limitante de toda creatividad. En estos casos, el deseo de ser aceptado apunta más a un intento de no diferenciarse que a una verdadera identificación. Incluso pueden pasar de uno a otro grupo, de acuerdo a la necesidad. Para estas personas resultan una fuente de conflictos aquellos considerados diferentes, más aun si estos no expresan la voluntad de renunciar a sus diferencias. El temor y el rechazo no tiene necesariamente que ver con elementos diferenciadores objetivables, sino con las dificultades emocionales de quien los expresa.

DESARROLLO Y PERSONALIDAD

Esta dificultad para enfrentar lo que le es extraño está tanto más marcada cuanto más lejos esté el individuo de haber atravesado la circunstancia edípica, de manera tal de haber accedido a la lógica de la diferencia de sexos y, por tanto, a la de toda diferencia. La angustia que genera la percepción del otro como distinto parece no haber sido superada. El distinto es alguien que debe ser negado y eventualmente eliminado. Esto nos trae a la referencia de lo que J. P. Sartre llama "antisemitismo democrático". En sus "Reflexiones sobre la cuestión judía", (17) nos alerta sobre un tipo de pensamiento que, bajo la pretensión de la igualdad, impide la expresión de las diferencias. Señala que quien dice "para mí todos los hombres son iguales", aun portando una ideología e intencionalidad democráticas, de hecho está desconociendo el derecho de los diferentes. Esta interesante reflexión se nos hace presente cotidianamente, cuando percibimos las múltiples propuestas hechas a los integrantes de minorías-y que se expresan de distintas maneras- de tener derechos, a condición de ser igual al que lo otorga en su condición de "representante de la norma". Piénsese en las recientes posturas de la Iglesia católica de que los feligreses pueden ser homosexuales… a condición de que no tengan relaciones sexuales.

ETIOPATOLOGIA

Las características descritas se inscriben, como fue señalado, en importantes trastornos del desarrollo psico-afectivo y responden a sus causales, las que, en el orden psicológico, podemos extender a todo aquello que genere dificultades para un adecuado proceso de identificación: situaciones traumáticas, padres gravemente perturbados, rechazo precoz. En fin, todas aquellas situaciones que podemos pensar como de insuficiente provisión narcisista.

Hasta aquí hemos hablado de modalidades psicológicas que predisponen a la xenofobia y al racismo. Que de esta estructura predisponente se pase al uso de estos contenidos, depende en gran medida de los valores sociales vigentes y de las defensas que cada individuo "elija".

Que lo social brinda el contenido es obvio, si pensamos que los discriminados varían según sea el lugar y el momento, pero la función que cumplen es siempre la misma, así como lo es la función en el interior del psiquismo de cada uno de los implicados en ese hecho. Los sentimientos de hostilidad hacia el diferente implican un esfuerzo por restaurar un Yo débil e inseguro. Así, podríamos compararlo al delirio, en el sentido que le da Freud, de intento de curación.

El mecanismo básico en este esfuerzo defensivo es la proyección. Forma en que se deflexiona la pulsión de muerte en el pensamiento kleiniano, es la manera más elemental que encuentra el Yo para aliviar sus tensiones.

PREJUICIO Y PENSAMIENTO ESTEREOTIPADO

La proyección está en la base del prejuicio y del pensamiento estereotipado. El prejuicio significa la existencia de una opinión generalizada sobre una determinada particularidad, independientemente de la experiencia. Tiene su base en el pre-juicio, en el sentido del juicio previo, imprescindible en la vida cotidiana pero diferenciable, justamente tras su confrontación con la realidad.

En un continuum, el prejuicio se vuelve pensamiento estereotipado cuando es suficientemente rígido para no ser modificable por la realidad. La fuerza de la proyección llega a ser tal que no se detiene ante contradicciones flagrantes, hecho que denuncia el origen inconciente de estos contenidos. Los negros pueden ser al mismo tiempo holgazanes y serviciales trabajadores, los judíos avaros y solidarios, y así múltiples ejemplos. Pensemos en un discurso en que Hitler (citado por Ackermann) dice: "Hay dos hermanos, Moisés es banquero, Isidoro es comunista". Cada uno puede tomar lo que mejor sirva a sus necesidades.

En algunos casos, cuando existe algún sentimiento de culpa, se pueden ver ensayos de racionalización. Conjuntamente con la proyección, jerarquizamos la negación, ya que cuando la primera es insuficiente se asiste a un verdadero esfuerzo por negar los contenidos yoicos indeseables. Frecuentemente encontramos el rechazo de los propios aspectos negativos, lo cual proviene de la presión ejercida por la Conciencia Moral y el Ideal del Yo.

También debemos valorar el lugar de las Formaciones Reactivas, manifestadas por una actitud contraria a los impulsos. Su función defensiva se percibe cuando existen exageraciones fuera de toda lógica, o por el fracaso de la misma en situaciones especiales. La actitud de idealización acotada a un área, mientras en otras se repiten los prejuicios sociales, se observa frecuentemente.

También en esta línea , nos encontramos con una enunciación de lo que, siendo una cualidad en general positiva, el contexto, la forma de decirlo, en fin el "espíritu", la convierte en negativa. Así, ser trabajadores los gallegos o unidos los judíos deja de tener un sentido positivo y pasa a ser algo que aparece con un halo de negatividad. Hemos encontrado particularmente estas manifestaciones en personas con fuertes tendencias a la envidia. Así, la intolerancia frente a lo diferente puede estar favorecida por aquellas cualidades que, reales o fantaseadas, posee el objeto y son inasequibles para el sujeto.

 

PROBLEMAS TECNICOS

Llegado este punto nos preguntamos si en cumplimiento de nuestros deberes como psicoterapeutas hay algo que podamos o debamos hacer. Aquí nos vemos enfrentados a dos problemas: la técnica en sí misma, y el que se refiere a los aspectos contratransferenciales, donde incluimos la ideología del terapeuta. (Por supuesto que ella también debe ser parte de la técnica, pero es una separación operativa.)

En lo que hace a lo primero, solo podemos expresar que, en la medida que hablamos de una gradación de jerarquía del conflicto, no podemos plantearnos un único tipo de respuestas. En términos generales, pensamos que en las personas con perturbaciones severas no son aconsejables los elementos del encuadre que favorecen regresiones importantes; en primer término el uso del diván, pero también, en forma importante, toda nuestra actitud en relación con la ansiedad. Tan importante como el análisis del conflicto es un apuntalamiento yoico que posibilite incluso la tolerancia al tratamiento. La tarea de discriminación entre mundo interno y mundo externo y el reforzamiento de sus identificaciones secundarias deben colaborar en la disminución de sus proyecciones, mejorando sus relaciones interpersonales. En fin, todo lo que ayude a una adecuada discriminación yo-no yo. Solemos decir: "el que discrimina es porque no discrimina". En este juego con los sentidos de un término hay un planteo terapéutico: hay que ayudar a la persona a discriminarse, para que no tenga necesidad de discriminar.

En segundo término, queremos hacer referencia al lugar en que se ubica el terapeuta. Es imprescindible el análisis de los componentes ideológicos del profesional y de la forma en que ellos influyen sobre la contratransferencia, determinando el lugar otorgado a un conflicto en particular.

En un trabajo anterior (13) diferenciamos los conceptos de abstinencia y de neutralidad, ya que su uso en nuestro medio como si fuesen equivalentes ha llevado al mantenimiento de una fantasía (la neutralidad), que, pese a ser un imposible, le da estatuto científico a lo que es precisamente la parte menos científica de la disciplina (los aspectos ideológicos).

La abstinencia consiste en no proveer al paciente con satisfacciones sustitutivas, para permitir el desarrollo del proceso terapéutico. Es un motor del trabajo, que obliga a la búsqueda.

Baranger dice: (3) "El psicoanalista debe abstenerse de toda influencia sobre el analizando en el campo ideológico", pero él mismo reconoce que esto es inaplicable.

Laplanche (10) en su Diccionario dice que el analista debe ser neutral en cuanto a los valores religiosos, morales y sociales. ¿Es esto posible?¿Es deseable?

La abstinencia es un concepto distinto, referido a algo que voluntariamente dejamos fuera. Es un concepto técnico, traducido entre otras cosas en no comunicar nuestros deseos o ideas, y no dar satisfacción a demandas concretas. Esto es posible y necesario. La neutralidad, por otra parte, implicaría un vacío ideológico que no puede existir.

Grinberg dice que el psicoanálisis es ciencia ideologizada. Laura Achard (2) sostiene que aislarse y prescindir del proceso histórico-social, lejos de constituír una actitud neutral, es un modo activo de tomar posición.

Lo antedicho es fundamental a la hora de discutir los criterios de curación. Baranger (3) dice que la curación es una actitud normativa. Por supuesto que el concepto mismo es discutible. Pero cualquier criterio que usemos para evaluar la evolución o las modificaciones de una persona, va a estar determinado por la concepción de salud y de enfermedad, valor o no de la adaptación, lugar de la sexualidad, es decir, todo lo que hace a nuestra concepción de la tarea. Asimismo señala que la relación que implica una interpretación es de por sí una relación ideológica.

Tratamos de decir, entonces, que el terapeuta tiene enormes posibilidades de verse implicado en el tipo de conflictos que hemos analizado, sea para subestimar la importancia de estas ideas y su función , negándole el valor sintomático que poseen, sea sintiéndose tan implicado que, al no tener una conceptualización técnica que lo rescate, arriesgue incluso tener una actuación contratransferencial.

EL OBJETO DE ODIO

Dediquemos ahora nuestra atención al planteo de otro problema, que es saber lo qué pasa con los individuos pertenecientes a esas minorías.

Pensamos que la pertenencia a una minoría más o menos discriminada implica la puesta en juego de mecanismos que apunten a la adaptación. Éstos pueden ser eficientes o llegar a lo sintomático.

Asimismo, tiene importancia desde el lado del terapeuta, ya que no alcanza, para comprender cabalmente toda la situación, aplicar las categorías básicas del psicoanálisis, sino que estas deben estar encuadradas en la experiencia concreta del individuo perteneciente a una minoría. Aclaramos que el concepto de minoría lo usamos en el sentido de minoría psicológica de Kurt Lewin, que está referido no al sentido numérico, sino a cómo está estructurada la relación dominador-dominado. Así, los negros en Sud Africa, o los indios y mestizos en Bolivia, constituyen minorías en la medida en que los valores y la ubicación social están determinados por grupos que, sin constituir la mayoría numérica, operan desde el punto de vista ideológico como si así fuera, marcando las relaciones de poder y la normatización de la sociedad.

Trataremos de ver cuáles son los principales mecanismos comunes a todas estas situaciones.

A. Memmi, (11) refiriéndose a los judíos, acerca de los cuales él hace sus observaciones, pero aclarando que considera a estas extensibles a otras minorías, separa dos grandes tendencias, que aparecen superpuestas, pero en combinaciones distintas:el rechazo y la aceptación de sí mismo .

Lo más claro y conocido en cuanto a lo primero es el mecanismo de identificación con el agresor,.lo que significa la incorporación, en la estructura yoica, de los valores con que el grupo es percibido por la mayoría. Lo que circula en el medio penetra a los mismos implicados. Esto lleva implícita una disociación por la cual una parte del individuo pertenece al grupo minoritario y otra aparece como representante del pensamiento mayoritario. En determinadas situaciones llega a haber una verdadera negación de sí mismo, o situaciones de tipo persecutorio. Para ejemplificar, basta pensar en los negros que expresan ideas racistas hacia los negros o en los judíos antisemitas o en las mujeres que desvalorizan la inteligencia femenina . Esto se puede expresar no solo en el plano de las ideas, sino también en la conducta. Continuando con el ejemplo anterior, pensemos en los negros que intentan clarearse o los judíos que se cambian el apellido. Ésta es la situación que Memmi llama de auto-odio.

En los casos extremos encontramos un conflicto donde está siempre presente la pareja parental, usando un mecanismo de escisión que permite expresar el odio hacia un aspecto de los padres, mientras se preserva el resto.

Pero aunque algún conflicto de este tipo esté presente en las situaciones más marcadas, los mecanismos del auto-rechazo aparecen casi en forma universal.

Asimismo también se da la tendencia contraria, es decir a la idealización del propio grupo, tendiendo a la percepción del endogrupo como superior en algún aspecto, lo que muchas veces cumple con las características de una formación reactiva.

En todos los casos, además del trabajo sobre los conflictos edípicos o pre-edípicos es necesaria una comprensión de la situación especial de este individuo.

La aceptación de sí mismo y los demás, así como del conflicto que la pertenencia a ese grupo conlleva, significa un reforzamiento de la identidad.

Decimos enfáticamente que una modificación exitosa de la personalidad de un integrante de un grupo minoritario implica una buena relación con el medio a partir de una identidad firme, que implique una aceptación de sí mismo, el rechazo al auto-odio y la idealización compensatoria. En una palabra, como dice Baranger, los cambios que suceden en el curso de un trabajo psicoanalítico exitoso deben ser, también, modificaciones ideológicas.

Así como consideramos positiva la flexibilización de la estructura defensiva de la persona en cuestión, esta debe ir acompañada de una disminución del pensamiento estereotipado, para dar lugar a la emergencia de los aspectos más creativos de la personalidad.

REFERENCIAS

1 – Ackerman, Nathan y Jahoda. Psicoanálisis del antisemitismo. Ed. Paidós, Bs. As, 1954
2 – Achard, Laura y col. Crisis social y situación analítica. Cuestionamos 1. Granica Editor
3 – Baranger, Willy y Madeleine. Interpretación e ideología: sobre la regla de abstinencia ideológica. Problemas del Campo Psicoanalítico. Ed. Kargieman, Bs. As. 1969
4 – Castel, Robert. El psiconanalismo, el orden psicoanalítico y el poder.Ed. Siglo XXI, México, 1980
5 – Foucault, Michel. Genealogía del racismo. Ed. Altamira, Bs. As, 1992
6 – Freud, Sigmund. Los Caminos de la Psicoterapia Psicoanalítica. O. C. Amorrortu Ed., T., XVII, Bs. As., 1988
7 – Freud, Sigmund. Comentario sobre el Antisemitismo. O. C. Amorrortu Ed., T. XXIII, Bs. As., 1988
8 – Freud, Sigmund. Puntualizaciones sobre el amor de transferencia. O. C. Amorrortu Ed., T., XII, Bs. As., 1988
9 – Grinberg, León y Rebeca. Identidad y Cambio. Ed. Paidós, Bs. As., 1976
10 – Laplanche-Pontalis. Diccionario de Psicoanálisis. Ed. Labor, Barcelona, 1971
11 – Memmi, Albert. La liberación del judío. Ediciones OSA – Diálogo, Bs. As., 1973
12 – Richter, Horst-Eberhard. Autocrítica y capacidad de reconciliación. Xenofobia y nacional-socialismo:Un fenómeno inquietante. Ed. Trilce, Montevideo, 1993
13 – Rosa, Jorge, Abstinencia y Neutralidad. Revista de Psicoterapia Psicoanalítica, Tomo III Nº1. AUDEPP, Ed. Banda Oriental. Montevideo, 1989
14 – Rosa, Jorge. Las Intervenciones Psicoanalíticas. Libro del 2º Congreso de AUDEPP Ed. Fin de Siglo, Montevideo, 1994
15 - Rosa, Jorge. Vigencia y Porvenir del Psicoanálisis. ¿Ciencia o Creencia? Serie Interrogantes Nº 2
16 – Ruiz de los Llanos, Gabriel. El Antisemita. Ed. Amanecer, Bs. As., 1984
17 – Sartre, Jean Paul, Reflexiones sobre la cuestión judía. Ed. Sur, Bs. As., 1962
18 – Wieviorka, Michel. El espacio del racismo. Ed. Paidós Ibérica, Barcelona, 1992

Volvamos al comienzo del texto


Portada
Portada
© relaciones
Revista al tema del hombre
relacion@chasque.apc.org