Serie: Orbe Freudiano (XXIV)

Suzanne Urban y el "teatro del terror"

Eliseo González Regadas

¿Por qué revisitar a Suzanne Urban medio siglo después? Una mirada retrospectiva incluye –inevitablemente- lo que podemos pensar hoy en contraste con lo que pensó e hizo Binswanger en su momento. Bajtín plantea que "Las obras rompen los límites de su tiempo, viven durante siglos, es decir, en un gran tiempo y, además, tratándose de grandes obras, esta vida resulta más intensa y plena que en su actualidad." ¿Qué obra más grande que la vida de un ser humano?

Este es el relato (1) de un fragmento –de la locura- en la historia de la vida de una mujer que forma parte de un conjunto más amplio de estudios sobre el tema de la esquizofrenia, realizados por Ludwig Binswanger durante la primera mitad del siglo veinte. Su presentación está hecha desde una perspectiva fenomenológica y analítico-existencial. Los otros historiales son los de Lola Voss, Jürg Zünd, Ilse y Ellen West. (Los dos últimos traducidos al castellano en el libro Existencia, Madrid, Gredos, 1977, compilado por Rollo May.) El autor parte de la psiquiatría de Wernicke (la contracara de Kraepelin), transita por MartIn Heidegger, el existencialismo francés y la psiquiatría alemana de la época. Su interés básico es realizar un análisis de lo que él llama una forma de existencia frustrada, (2) partiendo de los datos proporcionados por la patografía de la paciente y su anamnesis.

Su estudio no se centra en las cuestiones referidas a la cura. Las alternativas que ofrecía en tal sentido la psiquiatría de esa época eran escasas y Binswanger fue, sobre todo, un psiquiatra con intereses filosóficos. Las suyas son disquisiciones sobre las manifestaciones clínicas, la semiología psiquiátrica, el diagnóstico y la psicopatología. Esto lo comparte con otro de los grandes de su época: el psiquiatra y filósofo Karl Jaspers. En realidad, lo único que nos dice sobre el tratamiento, como al pasar, está referido a la prescripción de opiáceos, el empleo de sábanas húmedas y balneoterapia como herramientas de sedación y apaciguamiento para momentos de agitación y productividad delirante. No se alude al psicoanálisis clínico como un abordaje terapéutico posible, sino como una teoría para comprender la psicopatología. Esto a pesar del contacto que hubo entre Freud y Binswanger a principios del siglo veinte.

El libro contiene una "autodescripción" (pp. 19-27) de la enfermedad, realizada por la propia Suzanne Urban a pedido de una médica de Kreuzlingen, con quien la paciente estableció un buen vínculo.

¿Por qué revisitar a Suzanne Urban medio siglo después? Es un caso publicado. No fue tratada con todos los recursos disponibles en su época, y esto hay que reivindicarlo en su nombre. Tampoco fue psicoanalizada. Ello nos permite entonces hacer un libre ejercicio de interpretación de lo ocurrido con la paciente desde otra perspectiva: la del psicoanálisis de los procesos colectivos. (3) Porque, al desarrollar una mirada retrospectiva con otra óptica y medio siglo después, tomamos el texto escrito como objeto de una indagación que incluirá –inevitablemente- lo que nosotros pensamos actualmente en contraste con lo que pensó e hizo Binswanger en su momento. Recogemos, así, el desafío que Bajtín (4) nos plantea frente a una obra de arte: "comprender y explicar una obra tan solo a partir de las condiciones de su época, tan solo de las condiciones del tiempo inmediato, jamás podremos penetrar en sus profundidades de sentido…Las obras rompen los límites de su tiempo, viven durante siglos, es decir, en un gran tiempo y, además, tratándose de grandes obras, esta vida resulta más intensa y plena que en su actualidad." ¿Qué obra más grande que la vida de un ser humano?

Acerca de la paciente

Se nos informa que tenía "un culto idolátrico por sus padres y un amor por el marido cargado de preocupaciones hipocondríacas". La anamnesis psiquiátrica (pp. 28-32) se centra en la descripción del delirio persecutorio calificado como "anónimo" o "plural" (porque no se limitaba a un perseguidor individualizado, sino a una situación creada a partir de sus sentimientos de culpabilidad). La paciente llega a sus 48 años al sanatorio Bellevue, propiedad de la dinastía de los Binswanger, en Kreuzlingen, a orillas del lago Constanza. Proviene de una rica familia de clase acomodada. Casada con un primo suyo, mujer sin hijos, es la tercera de cuatro hermanos. Una de sus hermanas se suicidó con 29 años de edad, degollándose con una navaja. (Cursaba un cuadro melancólico con ideas de culpabilidad y ruina.) Su hermana mayor presentó una depresión en ocasión de su menopausia y consultó durante tres meses. En su infancia, Suzanne era considerada "una niña prodigio". Se manifestaba muy sensible cuando su orgullo quedaba herido, ocasión en la que sus piernas se ponían rígidas. Durante su desarrollo va evidenciando gradualmente un carácter egoísta y autoritario: era muy obstinada y jamás se daba por vencida.

Según los datos recogidos acerca de sus padres, estos siempre le dieron mucho amor. Ella "los idolatraba en forma absolutamente patológica". Hizo la educación primaria en su hogar. Luego fue al liceo hasta los 17 años. Allí tuvo una destacada actuación académica. Hablaba fluidamente cuatro idiomas: alemán, francés, inglés e italiano. Aprendió canto y pintura. Durante la adolescencia manifestó una tendencia a aislarse, a retraerse, a no hacer amistades. Entre los 18 y 19 años fue una apasionada lectora de novelas eróticas, cuya lectura la excitaba sexualmente, llevándola al orgasmo. Según Binswanger, era una persona "muy apasionada" a la que interesaba todo lo referido a la sexualidad. Acostumbraba hacerle "cuentos verdes" a su padre.

Contrae matrimonio a los 21 años –"sin estar enamorada del primo"- por considerar que podía quedarse solterona. A los 27 sufre un resfriado (coriza eczematosa) que no responde a los tratamientos indicados por los otorrinolaringólogos.

Su marido le prodiga múltiples cuidados y trata de evitarle cualquier situación penosa. La hermana mayor de Suzanne fallece cuando ella tenía 17 años. El padre muere cuatro años antes de su internación psiquiátrica. A su madre "la cuida con una solicitud hipocondríaca" durante los últimos años de vida.

No quiso tener hijos en su matrimonio; pero dice haberse arrepentido al ver sufrir a su esposo por tal motivo. Poco más de un año antes de su consulta psiquiátrica, al esposo le diagnostican un carcinoma de próstata mientras estaba en Berlín. De allí fueron a París para que lo trataran. La estadía durante todo ese período fue "un verdadero infierno". Suzanne dedicó todas sus energías al cuidado del marido "con una devoción obsesiva".

En un determinado momento pensó que si su esposo no se curaba ella lo mataría y luego se suicidaría. Comenzó a llorar día y noche, a raíz de su convencimiento de que ninguna de las enfermeras que lo cuidaban era buena. Dejó de alimentarse y caminaba en puntas de pie. Se mostraba cada vez más ansiosa, angustiada y perseguida por toda la situación. Como consecuencia de esto, un psiquiatra al que consultaron la internó en una clínica durante un mes. Allí se sentía observada y decía que a través de las sábanas y compresas que usaban "me contagiaron con sífilis". Pensaba que todos los alimentos estaban envenenados y los rechazaba. Imaginaba que cuando se desnudaba para ducharse la observaban con cámaras ocultas y le sacaban fotos para luego mostrárselas al esposo. Entre sus perseguidores estaba la policía, cuyas intenciones eran "torturar y matar a toda mi familia". Todos los que la rodeaban "empleaban un lenguaje de gestos provisto de un especial significado". En todo lo ajeno al delirio se mostraba lúcida. Pese a ser una mujer culta, su lenguaje y sus modales se tornaron vulgares y groseros, y adquirió todo el aspecto de "una vieja". Durante esta fase delirante desapareció toda preocupación por la enfermedad del marido.

A su llegada a Kreuzlingen estaba aterrorizada. Esto se agravó cuando el médico interno quiso hacerle un examen físico: "lo mira con una mezcla de miedo y disgusto". Se atrinchera en la cama y se pone a "balbucear palabras monótonamente en su lengua materna" (que no era el alemán, pero no se sabe cuál era).

Rechaza todos los alimentos que le suministran y es imposible para el médico obtener de ella alguna respuesta verbal. Al cabo de diez meses de internación su estado de excitación no había cedido, "pareciendo aun más fuerte que el primer día". Pide a gritos un revólver, una cuerda o veneno para que la maten, porque "soy una gran criminal". Aclara que todos sus crímenes los había cometido "en un estado de narcosis". Los que estaban a su alrededor "interpretaban malévolamente" sus dichos, como si fueran calumnias. Este era precisamente su "crimen"; razón por la cual debía "pasar por un martirologio". Su familia sería torturada "y sus genitales arrancados y arrojados a un lugar frío". ¿Cómo podían acusarla de haber asesinado a su madre, si ella la adoraba? Aseguraba estar sufriendo de un cáncer en la garganta y el estómago. Solo lograban calmarla con opiáceos, envolturas húmedas y baños. Los "torturadores eran miembros de la policía", a quienes responsabilizaba "por haber falsificado una fotografía" de su familia de origen. Para Binswanger ella vivía en un perpetuo "teatro del terror" sin haber podido asimilar nunca la noticia de la enfermedad de su esposo. En este "teatro del terror", el papel desempeñado por la policía era de castigarla por sus "pensamientos pecaminosos". El mundo se torna para ella un lugar en extremo peligroso. Como dice Binswanger, la paciente vive manifiestamente "en un mundo horroroso; un verdadero teatro del terror y el absurdo".

Desde Suiza escribe "una petición" a un alto funcionario diplomático de su país para que interceda para "librar a sus padres de los sufrimientos por los que estaban pasando". Rogaba que "los dejaran morir en paz". "Una voz terrible" era la responsable de todas estas "calumnias" contra su esposo, sus padres y otros miembros de su familia. Frente a estos "horrendos martirios" la muerte iba a ser "una liberación". En momentos de máxima desesperación se arranca los cabellos, contorsiona todo su cuerpo y se masturba compulsivamente, entre lamentos y gemidos, frente a la enfermera que la cuida.

Su humor oscila entre la euforia y la depresión. Finalmente –al cabo de un año- abandona el sanatorio en contra de la opinión de los médicos tratantes. Posteriormente se recibieron algunas postales "escritas con una caligrafía fina y caótica". No se supo más nada de ella: sobrevino la Segunda Guerra Mundial y la Shoah.

Comentarios y asociaciones

Con un planteo que amalgama la psiquiatría, el método fenomenológico y el análisis existencial, Binswanger manifiesta que la esquizofrenia llega a su acmé a través del delirio esquizofrénico. Este, a su vez, no puede ser directamente aprehendido: hay que "dejarse conducir por la naturaleza de las cosas".

Aquí, "la naturaleza de las cosas" es "el proceso de metamorfosis del ser-en-el-mundo" que desemboca en el delirio como materialización del proceso. Apoyándose en ideas provenientes de Wernicke, remarca que son las experiencias vividas con una inusual intensidad las que funcionan como punto de partida de la actividad delirante. Aclara que a estas no debemos confundirlas con las causas de la enfermedad. La pregunta es: ¿por qué esas experiencias -y no otras- adquieren tal intensidad patogénica? ¿Por qué estas experiencias son tan singulares y únicas para cada individuo?

Por nuestra parte, hemos ensayado como respuesta la vulnerabilidad inconciente específica. (5) Hay hechos en nuestras vidas que registramos como particularmente dolorosos, que se dan en un determinado contexto afectivo -y no en otro-, donde se monta un cierto escenario que congrega a determinados personajes y se concitan ciertas emociones. De este cuadro complejo no nos damos cuenta; pero es como el juego del carretel: va y viene, aparece y desaparece. Es como estar poseído por una fuerza demoníaca de la cual no podemos sustraernos, a menos que algo nos ayude a tornarnos concientes de todo este montaje con su parafernalia. Por tanto, el primer paso es identificar la/s vulnerabilidad/es específica/s. En este programa de trabajo coincidimos con el autor acerca de "abrir caminos a una exploración ulterior, lo más profunda posible".

El factor desencadenante

El cáncer prostático del marido desanuda en Suzanne todo lo relacionado con una vulnerabilidad inconciente específica. Se produce un cambio de humor: tristeza, aflicción, pensamientos obsesivos –una suerte de tortura mental/corporal- que la lleva a dejar de dormir y alimentarse, hasta el punto que un psiquiatra la interna. Es su primera internación y dura un mes. Durante ella están, en un primer plano conductual, la agitación y el estado ansioso.

En lo mental, emergen las ideas de persecución. El cáncer del marido es detectado a partir de la consulta que hace con un dermatólogo por una eczema. La paciente –recordémoslo- había tenido un resfrío eczematoso antes de casarse, que no respondió al tratamiento médico. Detectamos, por lo tanto, un trait d´union entre algo que a ella le sucedió en su cuerpo -sin causas médicas reconocibles- y algo que ocurre luego en el cuerpo del esposo, y que la enloquece.

Con posterioridad al diagnóstico hecho en Berlín, y estando en París para su tratamiento, ella lo ve sufrir tanto que piensa en matarlo y luego suicidarse. Aquí podríamos decir que hay una simbiosis patológica tal entre ella y el esposo, que los dos son uno. El sufrimiento corporal de él, es el sufrimiento mental de ella. La mente se corporiza y el cuerpo se espacializa, como ocurre en todo proceso psicótico.

El estar psicótico

¿Cuál es la salida psiquiátrica para este estado de cosas que se evidencia en el momento de la consulta con el especialista? ¿Se interna a la paciente? ¿Se la aleja del esposo? Llamativamente, además, en un lapsus, Suzanne llama "lazareto" al hospital psiquiátrico. Por tanto, si está allí, es porque sufre de una enfermedad contagiosa que requiere una cuarentena. Ella y su marido se han contagiado, tienen una misma enfermedad: un carcinoma que los carcome y condena a la muerte a través de innumerables padecimientos. ¿Cuál es el carcinoma corporal/mental de Suzanne? ¿Son las cosas ofensivas que ella dice sin querer, pero que las dice como una posesa y que luego se vuelven contra ella? "Mi padre ha cometido indelicadezas y mi marido acuña monedas falsas." Padre y marido son equiparados, se simbiotizan en la trasgresión.

Trasgresión y psicosis

Transgredir no es lo mismo cuando la estructura psicopatológica es la de una psicosis que cuando estamos frente a una perversión. A pesar de que trabajando con las psicosis sabemos del aserto clínico de Bak: (6) que las perversiones son el negativo de las psicosis. Durante el proceso terapéutico es corriente ver que las personas que habían sido diagnosticadas psiquiátricamente como psicóticas atraviesan –sobre todo en los períodos de remisión- por fases psicopático-perversas. La trasgresión en las estructuras psicóticas remite generalmente a una falta básica o fundamental (como dice Balint) en el proceso mismo de organización del aparato psíquico. Lo faltante, en estos casos, es una ley que organice y estructure el psiquismo de tal modo que la barrera de la represión pueda instaurarse de manera que el mundo interno y el externo puedan separarse y conectarse de un modo diferente y compartible socialmente. En las trasgresiones perversas lo que se ataca es la legitimidad de dicha ley: se supone que todos son trasgresores; el que penaliza también. La autoridad no es tal, sino que es autoritarismo, y por eso mismo la persona se siente validada para violar las normas de convivencia social.

Es así como lo saludable es la presencia de una ley organizadora de los intercambios entre el espacio interior –del psiquismo- y el mundo externo, y como se legitima una autoridad para que el aparato psíquico y la sociedad funcionen adecuadamente. No era este el caso para Suzanne Urban. Si nos remitimos a su historia, veremos cómo ella equiparaba padre y marido "en actividades sucias". Así, la distancia de una intimidad con el padre se desdibuja incestuosamente. Esto es lo que traba al médico internista para realizar esa rutina de un "examen físico". Vemos, así, cómo se desdibuja la distancia entre el cuerpo eczematoso del esposo y el propio cuerpo, cuando estalla la enfermedad psiquiátrica.

El merecido castigo

Ella debería "ser decapitada" por albergar los pensamientos que se le imponían por torturar a su "inocente familia". Las graves acusaciones que dirige a sus familiares la vuelven "una asesina". Ella también es una trasgresora. Sus calumnias –según nos dice- cuestan la vida a mucha gente que, además, posee contactos con la policía. Por tal motivo escribe una carta a una persona influyente para que interceda por ella. Es que alguien (¿Dios? ¿Un juez supremo?) la ayudará en poner un punto final a toda esta escalada violenta. Este Dios/Juez Supremo tiene mucho parecido con esa figura invisible que domina varios relatos y novelas de Kafka. Alguien con poder para acusar y juzgar, pero que nunca hace explícito el crimen cometido. Lo repudiado es la palabra que alude explícitamente a la violación del tabú del incesto, trasmitida en la historia familiar no dicha. Para Binswanger es "una fuerza diabólica, un castigo como el infligido a la raza de Tántalo". Ella es castigada por el mal que habita en su espíritu.

Vivir en el incesto constituye una fuerza enloquecedora y diabólica, fruto de la trasgresión de las leyes del parentesco. Su "amor idolátrico por los padres" sería una expresión más de esta trasgresión. Ya no se trata de un amor humano; es un amor que sobrepasa los límites de lo permitido y –a través de "la idolatría"- pone en evidencia la trasgresión; razón por la cual ella "se condena" y es "merecedora de un eterno castigo".

Kreuzlingen

En su análisis, Binswanger enfatiza el terror como tema central. Un terror que organiza patológicamente esa forma de existencia frustrada en que vive la paciente. Para nosotros, el terror es el estado manifiesto en que ella vive por haber cometido "el peor de los crímenes" (como lo llama la paciente): traspasar las barreras del incesto. ¿Por qué este terror no cede durante todo el período que está en Kreuzlingen? ¿Por qué solo pudo hablar con una médica de guardia a la que confió el relato escrito de su enfermedad? ¿No será porque los hombres –"idolatrados"- representan esa autoridad peligrosa e ilegítima fundada en la trasgresión y el incesto? Por algo no aceptó ser tocada por el médico que iba a examinarla a su ingreso al sanatorio, "mirándolo aterrorizada y de un modo singular..."

Su partida de allí, sin el consentimiento médico, fue desde esta óptica una salida saludable. Nadie en Kreuzlingen buscó captar las raíces inconcientes de su sufrimiento; entender sus vulnerabilidades inconcientes específicas e intervenir para que cediera su angustia siderante y se abriera la perspectiva de un cambio o de alternativas diferentes. Luego llegó el terror de la Segunda Guerra Mundial con la Shoah que exterminó a millones de judíos. Su preludio fue el terror nazi en ascenso. De este modo confluyen en un círculo diabólico la historia personal-familiar, el contexto institucional (un sanatorio con "médicos arios") y la coyuntura histórica. La historia familiar aparece como la consumación de una trasgresión (violación del tabú del incesto) que en ella asume el peso transgeneracional de lo no dicho. Kreuzlingen es propiedad de una familia de psiquiatras suizos ("arios"). Cuando ella, como parte de su enfermedad, se contorsiona y balbucea, "no se expresa en alemán sino en su lengua materna". Los germanos-arios del sanatorio seguramente "eran unos falsarios" –como su padre y su marido-, porque no encarnaban una autoridad legítima. La institución aparece fracasando en su función terapéutica de apaciguamiento y resolución sintomática. No tenemos claro cuál era su programa terapéutico: ¿Sacarla de la agitación? ¿Del delirio? ¿Cómo? ¿Con sábanas húmedas y opiáceos?. Por esa misma época, en Inglaterra, Maxwell Jones inauguraba su modelo de la Comunidad Terapéutica situado en un hospital psiquiátrico. Se trataba de hacer gestionar entre todos los involucrados la vida cotidiana de la sala de un hospital psiquiátrico y de realizar un proceso de aprendizaje social, de convivencia y ayuda recíproca, diferente de la promovida por el asilo tradicional que hoy ha recuperado vigencia, con independencia de lo dicho y escrito.

Cincuenta años después

Nos resulta significativo que sea Binswanger (p. 133) quien alude al cuento de Kafka En la colonia penitenciaria. Ahí se hace referencia a distintos tipos de castigos y torturas infligidos al cuerpo. En la fenomenología del mundo alucinatorio de Suzanne, su cuerpo es castigado y sufre tremendas torturas por pensar lo que piensa acerca del padre, el marido y la familia. En ella el pensamiento se corporiza y es el cuerpo quien sufre por los pensamientos. Esto ya nos lo señalaba Gisela Pankow. (7)

Binswanger hace explícito su proyecto al decir que "la aprehensión de la esencia del terror y de sus posibilidades esenciales representa la verdadera intención de nuestro estudio" (p. 96, énfasis nuestro). Esto parece satisfacerlo. Nosotros nos planteamos esto: ¿qué hacemos para modificar la situación, una vez que logramos identificar la vulnerabilidad inconciente específica? Aquí ya no coincidimos con Binswanger. Él considera que el problema es el terror. Para nosotros el terror resulta de la trasgresión del tabú del incesto, regulador de las reglas del parentesco y habilitador de la vida social. Esta es la vulnerabilidad inconciente específica de Suzanne y de toda la familia Urban. Si este punto no es identificado correctamente, el proceso psicoterapéutico y su dispositivo –en nuestro modo de ver las cosas- no serán los apropiados.

Otro abordaje

Heidegger, a diferencia de Binswanger, da un sitial trascendente al lenguaje. En el caso de Suzanne Urban las palabras adecuadas para nombrar lo innombrable y exorcizar los demonios parecen no haber tenido un lugar preponderante para entender y resignificar una historia durante los encuentros con los profesionales. Tampoco sabemos nada acerca de un trabajo corporal para crear, a partir de allí, un espacio transformador y generador de mentalización. ¿Qué se hizo en materia de socialización, de empleo del tiempo libre, de exploración de habilidades para la vida cotidiana? ¿O de prevención de futuras recaídas?

Lo imaginario de las psicosis parece no haber sido explotado como lo hizo Pankow, y nosotros con el recurso de la expresión imaginativa. Kreuzlingen parecía funcionar en ese entonces más como manicomio que como institución terapéutica.

Suzanne Urban tiene la virtud de poner en un primer plano la ética del proceso de la cura y la idea de no desechar ninguno de los recursos indicados disponibles en esa época. Seguramente podría haberse utilizado el teatro del terror, tan bellamente descrito por Binswanger, para, a partir de allí –y apoyándose en las fortalezas específicas de la paciente-, encarar un verdadero proceso de transformación del delirio esquizofrénico, con todas las limitaciones que esta empresa pudo tener en su momento.

El teatro del terror –que, repetimos, no es más que la fachada encubridora del fracaso en instaurar la barrera de la represión del incesto- puede ser abordado con múltiples técnicas terapéuticas (todas de carácter grupal) para salir del solipsismo y socializar la situación, con su cortejo de afectos acompañantes, en un contexto reasegurador.

La expresión imaginativa y escénica en grupos (8) parte de un relato imaginario construido por el grupo, en el primer caso; o bien de texto propuesto o creado por los participantes en el segundo. Esto sirve como vehículo de expresión de los estados afectivos dominantes ligados a un escenario determinado. Es corriente, en grupos con pacientes psicóticos, el desarrollo de angustias persecutorias ligadas a ciertas escenas –que son propias y específicas para cada uno, pero que también aportan a la construcción colectiva de un escenario con resonancias afectivas para todo el grupo. En tanto no es el escenario singular del terror propio y específico, es más fácil para la persona elaborar los afectos propios alienados en la construcción colectiva.

Cercano a lo anterior, pero poniendo ya en juego lo corporal gestual, tenemos el psicodrama analítico grupal, que estaría permitiendo a la paciente representar –con la ayuda del grupo- ese teatro del terror.

Siguiendo con lo corporal propiamente dicho, habría sido muy importante para Suzanne Urban explorar ese cuerpo que ella liga, con exclusividad, al dolor y la enfermedad somática y del que excluye cualquier forma de placer. En este sentido incluyo su compulsión autoerótica –dolorosa- a masturbarse en momentos de desesperación y angustia persecutoria exacerbada. La clínica evidencia que los límites del yo-piel, como lo llama Anzieu, (9) desbordan los límites corporales e incluyen los cuerpos cercanos. Es importante, por consiguiente, poder establecer límites en este cuerpo doloroso, indiscriminado (con el del esposo-madre) que tenía la paciente. En este sentido Joyce McDougall, en sus teatros del cuerpo (10) habla de un cuerpo para dos. En este caso, el grupo y la institución constituyen un referente simbólico –cultural/social-, que rompe con ese dualismo imaginario.

La dimensión plural del abordaje terapéutico-institucional no debería excluir ni el trabajo individual, ni la dimensión familiar (esencial), ni el atravesamiento institucional: a todo esto es lo que llamamos el psicoanálisis de los procesos colectivos. Si no hubiera sido "materialmente" posible trabajar con la familia por diversas razones y por los datos que tenemos; esto tampoco excluiría la dimensión familiar: siempre es posible el trabajo con la familia imaginaria y lo multifamiliar. Todo esto habría posibilitado un "arreglo simbólico de cuentas" por parte de Suzanne Urban que, seguramente, la habría beneficiado ampliamente.

No saber nada de lo que pasó después de su fuga de Kreuzlingen: esto abre un gran signo de interrogación. ¿Se la tragó la Shoah? ¿Cómo fue su vida ulterior? Hemos visto que los peligros de la realidad fáctica, en pacientes graves como ella, mitigan las angustias persecutorias y hacen retroceder la actividad delirante. SIn que importen nuestras disquisiciones, hubo un tramo de vida de una persona y una familia que tal vez podrían haberse beneficiado más de esa estadía en Kreuzlingen. Binswanger y su equipo no agotaron terapéuticamente ese "teatro del terror, esa forma de existencia frustrada" que fue identificada durante el encuentro privilegiado con Suzanne Urban.

REFERENCIAS

(1) Binswanger, L.: Le cas Suzanne Urban. Étude sur la schizophrénie, Paris, Desclée de Brouwer, 1957.
(2) Binswanger, L.: Tres formas de existencia frustrada, Buenos Aires, Amorrortu, 1972.
(3) González Regadas, E. M.(compilador): Prevención y procesos colectivos, Montevideo, Impresora Gordon, 2003.
(4) Bajtín, M.M.: Estética de la creación verbal, Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, 2002.
(5) González Regadas, E. M.: Comunidad Terapéutica y trastornos duales, Montevideo, Psicolibros, 2001.
(6) Bak, R. C.: Object relationships in schozophrenia and perversion, Londres, Int. J. Psycho-Anal., T. 52, pp. 252 y siguientes.
(7) Pankow, G.: El hombre y su psicosis, Buenos Aires, Amorrortu, 1974.
(8) González Regadas, E. M.: Activación del paciente psiquiátrico en rehabilitación mediante expresión imaginativa y dramática en grupos, Montevideo, Revista de Psiquiatría del Uruguay, No. 246, V. 41, pp. 22-37, 1976.
(9) Anzieu, D.: El yo-piel, Madrid, Biblioteca Nueva, 1995.
(10) Mc Dougall, J.: Teatros del cuerpo, Madrid, Julián Yébenes, 1995, 2da. ed.

 

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