RETRATO DEL DETECTIVE

Juan Carlos Capo

La teoría de Chandler sobre la novela de detectives.

Dorothy Sayers, renombrada escritora inglesa de relatos policíacos, escribió que el relato detectivesco no llega, y no puede llegar nunca, al plano más alto de logro literario.Ella asimismo remarcaba que el relato de detectives pertenece al género de evasión, y no es "literatura de expresión". Chandler discrepó de cabo a rabo con este enfoque. ¿Quién puede fijar el punto más alto de logro literario? se preguntó. Ni Esquilo ni Shakespeare lo sabían. Tampoco lo sabe Sayers, arguye Chandler.

 

Diferenciar literatura de expresión y literatura de evasión es jerga de críticos, dice Chandler; es utilizar palabras abstractas como si tuviesen significados absolutos. Todo lo que se lee por placer, agrega el novelista americano, es una evasión, se trate de un texto en griego, de un libro de matemáticas, de uno de astronomía, de uno de Benedetto Croce o de El diario del hombre olvidado (…)

Es probable que todo haya empezado en la poesía, con la poesía; casi que todo comienza con ella, por lo demás, agrega Chandler.

Y más probable (…) es que todo haya comenzado con Whitman, remata Chandler. "Se dice que a Hammet le faltaba corazón-recuerda Chandler- y sin embargo el relato que a él más le gustaba era la descripción del afecto de un hombre por un amigo".

Por eso en todo lo que se puede llamar arte hay algo de redentor, sostiene. Y por eso el detective no es un hombre capaz de bajezas, no está comprometido, ni asustado. El detective debe ser un hombre completo y un hombre común, y al mismo tiempo ha de ser un hombre extraordinario, puntualiza Chandler. "Es un hombre relativamente pobre, porque de lo contrario no sería detective". "No acepta con deshonestidad el dinero de nadie ni la insolencia de nadie sin la correspondiente y desapasionada venganza". Y agregó algo más relevante aun en "Comentarios informales sobre la novela de misterio":

"La trama amorosa casi siempre debilita el misterio, porque introduce un tipo de tensiones que son antagónicas a los esfuerzos del detective por resolver el problema. El único tipo de trama amorosa eficaz es la que genera un peligro personal para el detective…pero que, al mismo tiempo, uno sabe instintivamente que será episódica".

"Un buen detective nunca se casa"

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Un Quijote moderno

Un caballero medieval "con armadura antigua rescatando a una dama que se hallaba atada a un árbol, sin más encima que una larga y oportuna cabellera": tal es el grabado del vitral en la puerta de un cliente millonario que despierta la atención del héroe cuando está por trasponer el umbral de una mansión en Los Ángeles, donde, según sus palabras, tiene una cita con "cuarenta millones de dólares".

El lector puede entender, razonable, figurada, simbólicamente, que el grabado en cuestión representa un Quijote moderno, espejo del detective que lo contempla.

Quijote americano, revestido con traje decente, ordinario, formal, como corresponde a un "outsider" que no se hace ilusiones sobre el lugar social al que puede aspirar.

El personaje de detective impar que es Marlowe errará por inéditos terrenos

ontológicos, sociales, urbanos y suburbanos, pero eminentemente subjetivos, que tienen como centro radiante el vientre necróforo de la ciudad de Los Ángeles, con su aire oceánico y brumoso de orbe tentacular, inquietante y opresiva.

El gabinete de trabajo del detective es un sitio poco presentable, desordenado, y donde por lo general, el investigador privado no se queda ahí por mucho tiempo.

Se lo puede caracterizar como una guarida apenas ventilada, donde él guarda allí sus cosas más queridas: un tablero de ajedrez, unos libros, algunas fotografías, unas viejas cartas. Todo ello hace las veces de hogar, y hasta de familia del personaje.

Philip Marlowe es el héroe de Raymond Chandler, siempre munido de una pipa, sus honorarios consisten en veinticinco dólares diarios más costos de gasolina; ello es suficiente, le da para sus gastos: una petaca de whisky, un auto, los arreglos que su medio de transporte requieren, pongamos un Oldsmobile destartalado, de aspecto tan anacrónico como un perro perdido, y una o dos pistolas, que se han de saber y poder usar en el momento apropiado.

Retrato de Philip Marlowe: "Soy detective privado (..) soy un tipo solitario. He estado en la cárcel más de una vez y no me ocupo de divorcios. Me gustan la bebida, las mujeres, el ajedrez…(…) Soy hijo natural, mis padres han muerto, no tengo hermanos ni hermanas, y si alguna vez llegan a dejarme tieso en una callejuela oscura, nadie, ni hombre ni mujer, sentirá que ha desaparecido el motivo y fundamento de su vida."

En estos términos se pinta "de cuerpo entero" el mismo detective.

El humor en la novela negra

El "modo" Chandler está dotado de una infrecuente originalidad en su estilo seco, breve, conciso y poético, con una regular cantidad de limaduras de humor sardónico, enunciadas en forma epigramática o aforística: "-Las mujeres tienen muy pocas defensas, pero no hay duda de que hacen maravillas con las que tienen".(…) "Entonces bajó las pestañas, que casi acariciaron sus mejillas, y las levantó de nuevo lentamente, como un telón. Llegaría a conocer bien este truco, que tenía como finalidad hacerme caer de espaldas, patas arriba".

La secretaria de un chantajista resume su experiencia en estos términos: "nunca conocí a un tipo listo, ninguno que fuera listo hasta el final"- puntualiza.

"¿Le hice daño en la cabeza?"-le pregunta el detective. Ella contesta:

-"Usted y todos los hombres con quienes me he tropezado".

"Los cadáveres pesan más que los corazones destrozados", es frase que restalla en una réplica, o sino el lector puede asistir a este otro diálogo:

"-¡Oh! ¿Es usted honrado?

-Desgraciadamente"

¿Adiós a los policías? El amor, el alcohol, la insanía moral son objeto -por parte del tratadista, para el caso, este detective- de un abordaje poético, abismal, patético, delicado, quizás hermoso en sus alcances últimos, veteados por la desesperanza y la melancolía, pero que, no obstante, procuran ir más allá del enojo y la piedad.

Estas reflexiones que se podrían entender asimismo como condición de sobrevivencia, se las transmite a Marlowe un confiable policía, que de acuerdo a lo que piensa el detective en lo que a policías atañe "no se ha inventado con ellos todavía la manera de decirles adiós".

El detective como psicoanalista. Otro personaje -un amigo- se dirige al detective en un plano de confidencias y le cuenta acerca del alcohol y del primer trago tranquilo de la noche en un bar tranquilo: ¡ah, eso es maravilloso!-arranca diciéndole; luego agrega, en la tibieza del alcohol y la confidencia, que la droga del amor es engañosa y tóxica, porque luego del primer beso, del segundo, en fin, de la intimidad que viene con el tercero -y esto ya es la rutina- y después, claro, de desvestir a la muchacha…

-¿Y eso es malo? pregunta Marlowe, interrumpiéndolo

-No, es interesante, responde el amigo, pero es una emoción impura, en el sentido estético; y no es que desprecie el sexo-continúa- es necesario, no tiene por qué ser desagradable, pero es preciso manejarlo con prudencia, hay que transformarlo en algo maravilloso, que es empresa de millones de dólares, y ¿cuánto cuesta cada centavo de esos millones?

El detective replica -como si hablara un psicoanalista- que es preciso tomar eso con calma; al final los seres humanos transpiran, se ensucian y tienen que ir al servicio. ¿Qué es lo que usted esperaba? ¿Mariposas doradas revoloteando en una nube color de rosa?

En esta novela se alternan las escenas de desayunos, almuerzos, tés, conversaciones, entrevistas con fiscales de distritos, con sirvientes, con millonarios, con mujeres que guardan secretos de amor, no solo en sus alcobas, sino en sus pasados, y en sus cantados futuros; lo que significa para Marlowe la amistad, y como él, en aras de ella, puede errar creyendo que la ha hallado. Todo la fábula, a marcha atractiva y veloz, pasa revista al descubrimiento de cuerpos asesinados, rostros desfigurados, busca de móviles y de asesinos; y a las técnicas de Marlowe como detective, en las que se encuentra un inextinguible afán interrogador, una paciente actitud de escucha, una concesión al tiempo de las esperas, una confianza en la propia especulación y de pronto la intuición que lo toma y estalla como "un súbito grito en la noche pero no se oye ningún sonido". Es el momento de iluminación que los toreros llaman "el momento de la verdad", razona Marlowe, es lo que lo empuja a ir ahora hacia donde él sabe que debe ir. El erotismo y la esgrima dialéctica de los tratados de vida del detective filólogo (quizás las espaldas de Marlowe toleren este adjetivo) alternan con escenas de violencia llevadas adelante por más de un torpe gramático del crimen que le sale al paso buscando borrar de un plumazo al detective.

La inocencia perdida

Los elementos de fábula reseñados provienen de El largo adiós (The Long Goodbye, 1953) la más extensa, compleja, violenta, poética, y hermosa de las novelas de Chandler, donde el detective encuentra el nudo gordiano de los adioses, y donde simbólica y realmente sucumbe, tal vez sea adecuado decir: una vez más, al engaño inocente en la apariencia de Terry Lennox: un joven de pelo enteramente blanco -con un rostro extraño en que se dibujaban horrorosas las secuelas de una explosión sufrida en la guerra, en operación relámpago contra los nazis- y donde las intervenciones de la cirugía plástica han dejado sus huellas: un rostro acuchillado con cicatrices blancas que a veces enrojecen.

Pero las cosas se complican, el joven se separa de su mujer, de la que era un pelele, luego vuelve con ella, después ella es asesinada, antes que él emigre a México donde se suicida, o, ¿es posible que también él haya sido asesinado?

Otros adioses imposibles. El largo adiós se ramifica. ¿Cuántos adioses han quedado sin ser pronunciados? se pregunta Marlowe.

Chandler se extiende sobre las ceremonias de un adiós o de más de un adiós, o, mejor fuera decir sobre la ausencia de las ceremonias del adiós.

El canevas de la fábula de Chandler trata de una doble o triple expiación que el romanticismo de Phil Marlowe cree necesario llevar adelante, primero con el mismo Lennox, ("un caso perdido": una de las especialidades del detective, precisamente).

Marlowe, el amor y la muerte

Marlowe al fin se va a liar con una mujer y se va a casar. Él mismo no lo puede creer. El detective lo ve así: "No estaba enamorada de mí, y ambos lo sabíamos. No lloraba por mí. Era tiempo de que derramara algunas lágrimas, simplemente."

Pareciera que Marlowe se resigna a marchar hacia su propio casamiento.

Ella contraataca con sabiduría "¿Qué tienes ahora? Una casa vacía a la que vuelves todos los días, sin que te esperen siquiera un perro o un gato, una pequeña oficina hedionda en la que te sientas y esperas. Aunque me divorciara de ti, nunca te dejaría volver a eso".

Ella se llama Linda Loring, aparece en El largo adiós y los escarceos amorosos del detective dan comienzo en esta novela, con una inclinación de cabeza hacia los franceses. Phil y Linda, comparten una noche y un lecho; en la mañana él observa un pelo de Linda sobre la almohada; Chandler siente un peso en la boca del estómago y dice:

-"Los franceses tienen una frase para eso. Los muy sinvergüenzas tienen una frase para cada cosa y siempre tienen razón". Y agrega:"Decir adiós es morir un poco".

Playback (1958) y La historia de Poodle Spring (inconclusa) fueron las siguientes novelas en que aparece un Marlowe en trance de casarse con Linda -en Playback- y ya casado en Poodle Springs, pero las consideraciones que esta nueva vida le merecen al héroe no pasan de ser pequeños apuntes joviales de circunstancia, aunque se infiere de ellos que Marlowe no se encuentra cómodo en su nuevo lugar de detective pobre casado con mujer rica.

En Poodle Springs, Chandler alcanzó a escribir solo cuatro capítulos, y es imposible no referirse a la inquietud que invade al lector cuando asiste a la construccion incipiente, precaria, de un mundo narrativo que empieza a despuntar, ve cómo la dorada expresión del nuevo relato se empieza a abrir en la naciente verdad de una trama, que se deja ver en su recién nacida frescura de corola húmeda de rosa, de revelación nueva de rostro de hermosa y desconocida mujer; para cerrarse súbitamente todo ello de un solo golpe (al final del cuarto capítulo) y simultáneamente la estatua de Marlowe comienza a disgregarse, como arcilla humana llevada deprisa por las aguas de la muerte:

Marlowe, un detective tan jovial y triste, tan solitario y justo, tan enérgico y duro, y tan menguante, trágico y final.

REFERENCIAS

BORGES, J. L. -Textos cautivos (1936-1939) Alianza editorial. 1998. Madrid.
CHANDLER, R. Obras completas. Tomos 1 y 2. (1995). Presentación de Javier Coma. Debate.1995. Madrid.


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