la palabra

Sponsor

Héctor Balsas

Este anglicismo, introducido principalmente por el deporte aunque no es palabra específica de ninguno en particular, tiene ya su asentamiento en la conciencia de mucha gente. La Academia Española lo incluye en su última edición del DRAE (2001), pero la letra bastardilla usada para su registro anuncia que lo presenta con la intención de que se lo vea como término foráneo. Como definición, de la traducción al español, que no es otra que "patrocinador".

La palabra procede del inglés, que, a su vez, la toma del latín "sponsor", que significa "fiador". Esta lejana ascendencia latina no es razón de peso para justificar su introducción en el español de hoy porque no hay ninguna necesidad de emplearlo. La lengua tiene equivalente para decir lo mismo que "sponsor". Ya se anotó que "patrocinador" es uno de ellos y ahora se dice que otros son "prohijador" y "apadrinador". Gusten o no gusten, ahí están. Como no se trata de una cuestión de gustos individuales o colectivos, se plantea objetivamente la presencia de esos tres términos sinónimos de "sponsor".

De más está decir que los derivados de los anglicismos también merecen rechazo. "Sponzorizar" y "sponsorización" son dos híbridos de español e inglés que nada tienen que hacer frente a los vocablos españoles "patrocinar" y "patrocinio", respectivamente.

Se puede proponer la españolización plena del vocablo y sus derivados, la cual está muy facilitada por la forma del término inglés. Se tendrían, así, "espónsor", "esponsorizar" y "esponsorización". Nada cambia por realizar una adecuación total a la morfología del español: los equivalentes señalados y validades subsisten.

De las cinco acepciones que "sponsor" tiene en el Dictionary of contemporary English (Longman. Barcelona. 2001), la primera es la que interesa. De ella proviene el empleo en español. Dice así (en inglés): "Persona o institución que paga para realizar un acontecimiento deportivo, radial, cinematográfico, etc. y adquirir por ello el derecho de hacer propaganda de sus productos". El hecho de ser patrocinador va algo más allá, por lo menos por estas latitudes: el prohijador se convierte en el único anunciante por un período generalmente largo. Así se aprecia en el fútbol, deporte en el que quien paga a un club por la propaganda recibe una exposición continua del anuncio de su producto por medio de las casacas que visten los jugadores.

Es seguro que estas líneas no contribuirán mucho al rechazo de "sponsor" por aquello de la tan arraigada pereza mental del hablante. Sea como fuere, se requiere este tipo de acción didáctica, que alerta y alecciona a quienes todavía tienen sensibilidad para estas cosas del idioma. La insistencia sana no molesta a nadie. ¿O sí?

Héctor Balsas

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