Serie: Pensamiento (CXVI)

Fin del tiempo

María Noel Lapoujade

Decir "el fin del tiempo" desencadena una cascada de preguntas radicales, esto es, abiertas, sugestivas. El vértigo filosófico del preguntar no necesariamente es el torbellino marino en el que un barco mareado encalla: esto se llama "aporía".

El vértigo filosófico del preguntar puede devenir en sus respuestas, constructor de posibles. Así, inventa la brújula para navegar el mundo y la especificidad de la brújula es la flecha que indica una salida viable del torbellino, y esta es también la especificidad inherente a la "teoría". Nuestra brújula es aquí una poética de unos tiempos imaginarios.

El " fin del tiempo" remite a un comienzo. Comienzo y fin hunden sus orígenes en una misma fuente que es la imaginación humana que, saliendo de la incolora, monótona Eternidad postulada, introduce en ella recortes imaginarios postulados, fisonomías del tiempo.

 

DEL TIEMPO Y LOS TIEMPOS

Llamo al Tiempo absoluto, la Eternidad. Estos nombres quieren señalar -señalar corroborado por las humildes mayúsculas- que el referente es un absoluto. Es tan perfectamente absoluto este absoluto, que debe alcanzar su tautología por la mediación contrastante de lo relativo. El Tiempo absoluto, la Eternidad es el " bajo continuo" sobre el que la música de las esferas contrasta sus infinitas variaciones; esto es, su canto. En otras palabras, a partir de los tiempos cabe postular-imaginando- la Eternidad.

Desde esta apuesta humana, propongo un acuerdo semántico para llamar La Eternidad a la forma infinita de la duración indeterminada; el tedio; y El Tiempo" a "... une sorte d’image mobile de l’éternité...".

El tiempo deviene imagen. Por así decir, su status ontológico se expresa en tanto imagen, esto es, configuración, figura en que se recorta la indeterminación de la eternidad. El Tiempo es imagen móvil, figura en movimiento. La imagen del tiempo configura ritmos. Ritmos que el número expresa y determina. Por ende, el Tiempo es la caleidoscópica configuración de sus imágenes móviles.

El Tiempo se vierte en tiempos, asumiéndose en imágenes. El Tiempo es la sintaxis de sus tiempos. Los tiempos: alegría y tristeza, placer y dolor: juegos de la Eternidad. Los tiempos exorcizan el tedio de la Eternidad.

El inevitable como si . Toda ontología es una apuesta, porque el ser humano es un eterno jugador. ¿Entonces? Entonces, hacemos como si el lenguaje aprehendiera la Eternidad y los tiempos; es decir, a partir de Kant y Wittgenstein, pero fuera de ellos, Eternidad y tiempos son construcciones para una ontología imaginaria. En esta matriz la especie humana lanza su mirada al que llamaré "tiempo cósmico".

Es decir, no sé qué es el tiempo cósmico, pero él aparece, se manifiesta como "imagen del eterno desarrollo ritmado por el número". Es ésta una segunda "lectura" del enunciado de Platón. Es ésta una lectura que implica construir una matriz crítica, poner ese enunciado en el terreno del como si, se le llame "suposición trascendental" alla Kant, o lo que propongo: ficción imaginaria.

De tal modo, la reflexión parte y sólo puede partir de una subjetividad singular; esto es, una subjetividad "puesta en situación" (parafraseando a Jaspers). En y desde ella se lanza toda mirada humana. Ella se descubre mirando al tiempo cósmico y apuesta a la Eternidad. En ese acto se auto-des-cubre, simultáneamente, actuando.

El espacio íntimo de la subjetividad recogida, es el crisol de una acción humana por excelencia, la acción de temporalizar.

EL TEMPORALIZAR

Temporalizar señala la acción por la cual desde una subjetividad se dota de una imagen, el despliegue del cosmos ritmado por el número. En la acción subjetiva de temporalizar hallamos los tiempos vividos, tiempos únicos, singulares, irrepetibles, que dibujan el reino de la diferencia; en cuyas repeticiones infinitas (Diferencia y Repetición, homenaje a Deleuze), que descubren reductivamente una acción objetiva de temporalizar, despojada de las peripecias singulares.

Desde los infinitos, irreversibles instantes en que se ejerce la acción de temporalizar, como el Rey Midas, la especie humana confiere un tiempo a "todo lo que toca". Ya no más el Tiempo, ni los tiempos como formas inertes, cuasi "sólidas", sustantivadas.

Pensemos un extremo del compás se posa sobre la indeterminada duración infinita, postulado imaginario de la Eternidad. El otro extremo del compás se sostiene sobre la infinita diferencia discontinua de instantes efímeros recogidos en la más recóndita intimidad, los tiempos vividos.

El tiempo, y los tiempos son las acciones humanas de temporalizar en su diversidad más rica: pasados, presentes, futuros, posibles, utópicos. Sincronías y diacronías, de alguna manera, imaginarias. El Tiempo y los tiempos, vistos como acción, actividad, expresan una filosofía -por así decir- "en estado líquido".

Hacia una poética del temporalizar.

En el seno de la subjetividad las coordenadas espacio-temporales se vuelven plásticas, móviles; y en su libre juego estético: libres. En el registro estético de lo humano las coordenadas espacio temporales abandonan su rigidez estática, y admiten el más libre juego de combinatorias lógicas posibles. Entonces: el movimiento de temporalizar reitera, incansable, el ciclo eterno.

Ahora -resonancia nietzscheana, vista con otros ojos- el acto de temporalizar vuelve a trazar el anillo infinito del eterno retorno en el recorrido que desde las infinitas acciones singulares de temporalizar, los infinitos tiempos vividos, se dirige hacia el Tiempo absoluto, la Eternidad; y desde ella, otra vez, hacia los infinitos tiempos vividos .....y así, la rueda sigue su inercia. El "canto gregoriano" de la Eternidad, puede vivirse como tedioso en su monotonía.

La compleja armonía musical de los tiempos vividos, podrá quizás generar angustia, pero tedio, jamás. (*)

Si somos lo bastante poetas para vivir estéticamente los tiempos, la alegría y la tristeza, el placer y el dolor, anonadando el tedio (decretando así la defunción heideggeriana) podrán conducir al goce siempre recobrado de sabernos la especie capaz de recomenzar eternamente, de mil maneras, la acción de temporalizar.

DEL "FIN DEL TIEMPO"

En un sentido, el "fin del tiempo" indica el instante del pasaje a la Eternidad. En rigor, todos los instantes efímeros del Apocalipsis se abren a un Génesis eterno, desde el que se gestan los Apocalipsis porvenir, de los que brota un nuevo Génesis y así ad infinitum.

Porque su ritmo eterno de comienzos y fines expresan las figuras imaginarias de la acción humana de temporalizar, con lo cual hemos dado fin al tiempo. El sustantivo estático tiempo, se disgrega en la acción del verbo temporalizar. El verbo temporalizar, es la acción de un sujeto; un sujeto llamado humano.

 

(*) Esta propuesta se articula en la concepción de una filosofía donde nada es rígido ni recurre a sustancias, ni a esencias. Una perspectiva en la que las estructuras son funciones, operaciones. Donde todo se reduce finalmente a movimiento. Entonces la filosofía se expresa como matemáticas, lo que significa que la subjetividad y la fenomenalidad "externa" puede reducirse a formas (geometría) y operaciones (aritmética). Porque las matemáticas, en última instancia, también tienen raigambre imaginaria, en tanto funciones de la mente que consisten en operaciones de sustitución.

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