El Palacio Salvo, una construcción de signos
Mariela García, Daniel Elissalde
Condiciones históricas y culturales específicas permitieron al Palacio Salvo convertirse en un símbolo de la ciudad. Símbolo con historia propia. De algún modo, aquellas marcaron el comienzo de un proceso de semiosis que se ha ido enriqueciendo con el tiempo y que aún continúa, produciendo y añadiendo nuevos significados a esa "máquina" de connotar, entre otras cosas, Montevideo.
"Finalmente el viaje conduce a la ciudad de Tamara. Uno se adentra en ella por calles llenas de enseñas que sobresalen de las paredes. El ojo no ve cosas sino figuras de cosas que significan otras cosas: las tenazas indican la casa del sacamuelas, el jarro la taberna, las alabardas el cuerpo de guardia, la balanza el herborista. Estatuas y escudos representan leones delfines torres estrellas: signo de que algo -quién sabe qué- tiene por signo un león o delfín o torre o estrella." (1)
Cuando alguien se adentra por su ciudad, que por cierto deberá tener algo de Tamara y de cada una de las ciudades que Italo Calvino hace imaginar a Marco Polo, (2) cuando alguien mira realmente su ciudad, sin dudas va descubriendo la selva de signos que la constituye.
Las ciudades y los signosAquellos cotidianos, aquellos que no quiere ver, aquellos que le pasan casi inadvertidos pero que lo marcan, aquellos que lo hacen detener, aquellos que lo deleitan y aquellos que lo sorprenden. Tanto una escultura como unos graffiti, una obra arquitectónica o un cartel publicitario; tanto una reja trabajada que bordea una plaza como una reja sencilla que encierra una casa. Todos son signos: un monumento, una esquina, una persona que trabaja en una esquina; un barrio, un edificio, una chimenea o una cruz, una ventana con macetas o una puerta tapiada.
La ciudad misma es un signo, que resignifica cada una de sus partes. Y esto lo hace a partir de sus habitantes: de sus expectativas, de sus deseos, de su memoria, de su imaginación, de sus interacciones.
Néstor García Canclini, en su libro "Imaginarios Urbanos", se refiere específicamente a un componente clave en la configuración de las ciudades: las imágenes. No solo "las de los planos que las inventan y ordenan, también imaginan el sentido de la vida urbana las novelas, canciones y películas, los relatos de prensa, radio y televisión".(3) Todos elementos que van conformando las "ficciones individuales" de cada ciudadano, las historias y la atmósfera de cada lugar.
En medio de ese entramado de signos y en Montevideo, el Palacio Salvo es uno de los más importantes que posee la ciudad. Esto es sabido y aceptado por todos. Lo que no está tan claro y merece analizar es qué tipo de signo es y cómo llegò a la condición de tal.
Según Peirce, un signo (representamen) es aquello que para alguien (intérprete) se refiere a algo o está en lugar de algo (objeto), provocando en la mente del intérprete un nuevo signo (interpretante). Los tres elementos constituyentes del signo -representamen, objeto e interpretante- son a su vez cada uno de ellos un signo. La semiosis es el proceso que pone en juego estas tres partes , con la particularidad de ser infinita, ya que cada interpretante de un signo puede volverse representamen de otro y así sucesivamente. Esto es posible porque se trata de relaciones y no de términos, nada en sí es un representamen o interpretante, su naturaleza la determinará el estudio de una semiosis dada. (4)
Cuando analizamos el caso del Palacio Salvo en tanto objeto, encontramos las más diversas significaciones: como obra arquitectónica, como hecho estético, como síntoma de decadencia, como muestra de lo que fue una época, como afirmación de poder de una familia, como patrimonio cultural e histórico, como recuerdos personales, como símbolo de la ciudad. (5)
Cada uno de estos significados que cada usuario o intérprete crea o utiliza son válidos, pero en este caso se pondrá especial énfasis en la fuerte identificación que se da entre la imagen del Palacio Salvo y la ciudad de Montevideo, en esa semiosis específica.
Siguiendo a Peirce, los signos pueden clasificarse en tres tipos, de acuerdo con su relación con el objeto: ícono, índice y símbolo. Icono cuando entabla una relación de semejanza o analogía con el objeto, índice cuando refiere una relación existencial de continuidad y no de semejanza, símbolo cuando la relación establecida con el objeto está basada en una convención o ley. (6) En este aspecto, considerando al Palacio Salvo como figura, como aquel dibujo distintivo y sobresaliente en la silueta de la ciudad, bien podríamos adjudicarle cierto carácter de ícono de Montevideo. Basado en una característica de similitud, de su propia forma repetida y presente en la forma total de la ciudad como silueta. También es un símbolo, en cuanto a que, por muy diversas causas, se ha llegado a establecer una convención por la cual el Salvo representa a Montevideo. Como la Torre Eiffel a París, como la estatua de la Libertad a Nueva York o el Corcovado a Rio de Janeiro.
Algo que en un principio fue seguramente innovador, hasta inverosímil. El hecho de representar la ciudad a través de la imagen de un edificio recién construido. Aunque no se tratara de un edificio cualquiera; constituía en sí mismo una osadía por su forma y concepción. Justificaba plenamente que se lo celebrara, que inspirara a algún poeta, que apareciera magnífico en fotos, dibujos o pinturas. De esa manera, casi "naturalmente", debe haberse ido convirtiendo en postal. En una de las postales favoritas de Montevideo. Esa relación genuina que proponía colocar la imagen de una construcción reciente en lugar de la ciudad en la cual se erigía, con el tiempo y con el uso se fue afianzando. Hasta consolidarse plenamente y establecerse como regla, como algo sabido. Ahora sí, verosímil, decodificado casi inequívocamente. Un símbolo que empezó a utilizar y continúa empleando asiduamente la publicidad, para definir o connotar Montevideo.
Más allá de estas categorías, se puede establecer también que el Palacio Salvo es un emblema de Montevideo. Los emblemas, cuyo origen se encuentra en los griegos y significa "adorno en relieve", "labor de mosaico", (7) son "composiciones alegóricas basadas en la unión de elementos naturales o artificiales, que pueden poseer sentido simbólico", "ideogramas figurativos que suelen acompañarse de una divisa que explica su sentido o duplica el enigma, y de una glosa en prosa".(8) Se utilizaban para representar ideas abstractas por medio de dibujos. En definitiva son símbolos, pero potenciados con una fuerza diferente, con el "poder de los emblemas, que una vez vistos no se pueden olvidar ni confundir." (9)
El Palacio Salvo es un emblema de Montevideo, y no necesita leyendas ni divisas explicatorias. No importa lo que contenga, su sola imagen alcanza. Más que su imagen, su silueta, sus líneas; porque a esta altura y gracias a su utilización por parte de la publicidad, el cine, la televisión, las tapas de los libros, se ha convertido en el logo de Montevideo. Y cuán importante es para una ciudad poder construir una imagen que la contenga y que la identifique, que la haga reconocible instantáneamente y que no la deje olvidar, para propios y extraños. Ya sea un edificio, un monumento, una ruina o una montaña.
Cómo se llega a ser un símbolo
Hay determinadas condiciones que se dan en el Palacio Salvo que lo llevan a constituirse en un símbolo de Montevideo, fuera de su imagen y forma arquitectónica.
La elaboración de un símbolo es algo cultural y por lo tanto marcado por una sociedad, una época, un lugar y un tiempo histórico determinados. Su posterior evolución también se verá pautada por estos factores. En el caso del Palacio Salvo, cobra importancia clave su historia previa, la época en que se erigió y el lugar específico donde se ubica.
Aun antes de la colocación de su piedra fundamental, el predio ya tenía una carga emotiva muy grande. Había que demoler "La Giralda", uno de los cafés más famosos de ese tiempo, donde -por si fuera poco- la orquesta de Roberto Firpo había estrenado "La cumparsita", en 1917.
Debía valer la pena lo que viniera después. Y la expectativa fue muy grande. Se hizo un llamado a concurso en el que participaron arquitectos uruguayos y extranjeros. Se lo declaró desierto. Posteriormente se eligió el proyecto de uno de ellos (el italiano Palanti) que había participado en el concurso y que tenía, entre sus obras realizadas, un edificio muy similar al que luego sería el Salvo, en Avenida de Mayo en Buenos Aires (el Palacio Barolo). Se prometió un hotel de lujo, "con todo el confort de las exigencias modernas" (10) y el edificio más alto del mundo en cemento armado, se presentó como el primer rascacielos de la ciudad.
Sus dueños eran de los empresarios más prósperos y poderosos del país. Ellos mismos constituían un ejemplo de lo que era posible en el Uruguay de los años veinte; la demostración cabal de que alguien que había llegado escapando a la miseria en países lejanos, podía llegar a volverse millonario con el fruto de su trabajo. La familia misma era un símbolo. Y la creación de ese gigante era ofrendado a la ciudad, como un reconocimiento a su gente.
Cómo no iba a generar expectativas el edificio, si ya traía todos estos elementos antes de empezar a levantarse, cuando su forma estaba recién delineándose en la cabeza de Palanti y su silueta se dibujaba, quién sabe cómo, en las mentes de los montevideanos que pasaban por la Plaza Independencia y contemplaban azorados el pozo cada vez más profundo donde antes había estado "La Giralda".
Además de la carga de toda esta historia previa, otro aspecto fundamental para la elaboración de este símbolo es la época en que se construyó. El Uruguay del Centenario, de la consolidación y de la prosperidad, del progreso sin límite. Del ascenso social, de las quimeras, del animarse a lo que fuera, porque todo podía ser posible. Un país que se refundaba y buscaba nuevas imágenes donde poder mirarse y reconocerse. El Palacio Salvo es un símbolo de esa época. Es la concreción de un sueño, de gente que se animaba a desafiar la inercia y las alturas, hasta arañar el cielo.
El otro factor decisivo que se quiere anotar es el lugar específico donde se ubica. Bordeando la Plaza Independencia, del lado donde se inicia la Ciudad Nueva. Ocupando una manzana, recostado sobre una esquina, mirando hacia la Ciudad Vieja, la bahía y abriendo la avenida principal. El lugar le permitió destacarse en el espacio, sin que hubiera nada que lo ahogara.
Además, en los años veinte se inaugura el monumento a Artigas en la Plaza Independencia. Con motivo de los festejos del Centenario se empiezan a realizar allí los homenajes más importantes. Se consolida plenamente el desplazamiento desde la plaza más significativa de la Ciudad Vieja (la Matriz) hacia la de la Independencia. En un momento en el que se buscaba fundar una nueva identidad nacional, el santuario elegido parece ser justamente esta última, y a su lado, enmarcándola, estará el Palacio Salvo.
Por otra parte, no se debe olvidar que en esa época la entrada principal a la ciudad era la del puerto, y desde allí el Salvo es una de las primeras cosas que se ven. Su silueta anuncia la llegada a Montevideo. Por algo en uno de sus pisos altos funcionó durante muchos años el puesto de Vigía del Puerto.
En último término, queremos referir la importancia que adquiere la historia propia del edificio. El conjunto de hechos que fue generando a lo largo de su vida, que fueron marcándolo y añadiendo significados al símbolo que es hoy.
Ya a partir de su inauguración se desarrolló en él la Primera Exposición de la Industria Nacional, que fue un éxito auténtico. Visitada por miles de personas, por escuelas, obligada por la admiración del público a extender la duración de su apertura inicialmente programada, demostraba la calidad de los productos uruguayos. Y más aún, la confianza que diversos sectores del país tenían en sí mismos.
Las fiestas llevadas a cabo en sus salones, las actuaciones y estadías de artistas y visitantes famosos; los cenáculos literarios que tuvieron lugar en él, sus reductos inaccesibles de creación; todo esto le fue dando una atmósfera especial y cosmopolita. La amplia lista de personajes de nuestra cultura que vivieron en él mucho o poco tiempo fue sumando realidades que contribuyeron a generar los mitos y leyendas que también integran la historia del Palacio Salvo.
Una historia que lleva ya más de 75 años y que pasó por diferentes estaciones. Desde la magnificiencia inicial, pasando por una etapa de deterioro hasta llegar a estos tiempos de hoy, en los que ha sido reconocido su valor cultural y patrimonial.
Niveles de lectura
¿Cuáles son los mecanismos de lectura de este símbolo? ¿Cómo leer un signo, en primer lugar, arquitectónico?
Charles Jenks, una de las figuras relevantes en la teoría de la arquitectura actual, sostiene que la postmodernidad ha legitimado el reconocimiento de una dimensión lingüística y connotativa antes vedada para esta disciplina.(11)
El lenguaje de la arquitectura moderna se basaba en formas absolutas y arquetípicas. Para Le Corbusier, una obra debía ser considerada estrictamente en los términos reducidos de sus líneas, superficies y masas. Sin embargo, desde el punto de vista de esta nueva mirada, "las abstracciones se sitúan siempre en contextos significativos. Los códigos utilizados para la comprensión o interpretación de las formas abstractas de la arquitectura no son fijos o inalterables, puesto que derivan y reflejan los diversos contextos múltiples en que la obra arquitectónica es leída y experimentada". (12)
Basados en esta concepción, proponemos analizar las diferentes "lecturas" del edificio emblemático de Montevideo, como lo haríamos con un texto. Texto como lo define Barthes, como obra en la que se concibe, percibe y recibe su naturaleza íntegramente simbólica. (13) Obra entendida como campo metodológico, de carácter ilimitado, que no se reduce solamente a lo escrito, "también hay texto en los juegos de imágenes, de signos, de objetos: películas, tiras cómicas, objetos rituales". (14)
Leerlo con todo el placer que la lectura supone; producir "el texto ese que escribimos en nuestra cabeza cada vez que la levantamos" mientras leemos, guiados por la lógica de la razón pero entremezclada con la lógica del símbolo. (15) Esa lógica, según Barthes, no es deductiva, sino asociativa (asociamos al texto material "otras" ideas, "otras" imágenes y significaciones). Efectuará una lectura diferente el que vivió en él, que la de quien lo ve por primera vez, el que lo sabe de memoria o el que busca descubrirlo. Quien le añada expectativas lo sentirà diferente al que le añada recuerdos. Dependerà con qué "ojos" lo haga: desde el punto de vista de un arquitecto, desde la cotidianeidad de un vecino, o desde la mirada curiosa de un turista.
Si comenzamos por observar el contexto de la época en que se lo construyó, nos damos cuenta de que el Palacio Salvo nació a destiempo. Mientras las corrientes arquitectónicas del siglo veinte ponían énfasis en la "función", el Salvo pareció subrayar la forma; estéticamente puede ser considerado como una obra "antigua". Cuando las formas modernas se reducían a la esencialidad, este edificio parece acercarse a "una colección contrastada de cosas pequeñas" a una "vieja e insensata agregación de partes".(16)
Algunos afirman que Palanti no estaba informado de las últimas tendencias, otros hablan de una "imaginación fértil", de una "inventiva desorbitada y sin control", como dice Leopoldo Artucio.(17) El mismo Artucio sostiene que Palanti no hacía historicismo ecléctico, sino que "creaba sus formas sin prejuicios" y gracias a ello fue capaz de crear un edificio "lleno de accidentes", que "pierde toda forma decidida" de manera que "la vista divaga por ellas asombrada, sin sosiego ni apoyo, como un navío en la tempestad". (18).
Naturalmente, en la obra de este arquitecto italiano pueden registrarse influencias. César J. Loustau (en su libro "Influencia italiana en la arquitectura uruguaya") asegura que lejos de inspirarse o de imitar a Gaudí, hay sin embargo una "posición similar ante el hecho arquitectónico": ambos son "desubicados en el tiempo". Afirma que la idea de estructura la tomó de William Le Baron Jenney y que la técnica es de vanguardia, pero "la máscara pertenece a otra época".(19)
El arquitecto Ramón Gutiérrez (crítico e historiador argentino) ubica a Palanti dentro de la corriente del eclecticismo.(20).
Incluso existen críticos que señalan la posible relación entre las dos obras más importantes de Palanti -el Palacio Salvo y su hermano gemelo, el Palacio Barolo de Mayo en Buenos Aires- con la Divina Comedia. Consideran correspondencias entre el número de pisos y los círculos de Dante, y la presencia del faro en el piso superior.
Podemos hablar -como en todo texto- de intertextualidad. Técnicas diferentes y lenguajes diferentes atraviesan la obra, citas que aluden a otros textos, irreconocibles ya, "al estilo de un reflejo cambiante".
Si observamos el Palacio Salvo en su forma general, visualizamos una base cuadrada -aunque las medidas indiquen rectángulo- y una torre -esta sí de base cuadrada- que se eleva en una de sus esquinas, con sus cuatro torretas y todos sus accidentes.
Esa primera imagen a "golpe de vista" es la que ha dado lugar a tan diversas impresiones: un barco, un enano con galera, una jirafa, un elefante, un postre de cemento. Todas tienen un punto en común: ninguna indica movimiento. El Palacio Salvo parece connotar cierto estatismo que según entendemos, emana fundamentalmente de la presencia que impone su base.
El cuadrado es la expresión de lo estático y alude además a lo material o intelectual racionalista. "Los cuatro elementos, las cuatro estaciones, las cuatro edades de la vida, pero sobre todo los cuatro puntos cardinales, suministran orden y fijeza al mundo". (21) Orden y fijeza a esa mole de cemento, sostenido además, por una columnata que simboliza "un impulso ascendente y de autoafirmación". (22)
Cimientos claros, definidos y fuertes, "fijan" ese barco o esa jirafa al borde del mar, de manera tan neta que parece desafiar el espacio y el tiempo.
Sobre ese cuadrado se eleva la torre. Su silueta es visible (o lo fue en su momento) desde todo punto de Montevideo, como la luz de un faro. Y ella es la que "encierra", por su forma, una significación muy distinta a la de su base. Introduce la verticalidad. Ramón Gubern afirma que la línea vertical está asociada a las ideas de poder, autoridad y jerarquía. Es por su significado simbólico la elevación o la acción de elevarse por encima de la norma, vital o social. Corresponde pues al simbolismo ascensional, primordialmente. (23)
Por oposición a la horizontalidad, la torre se eleva no solamente por sobre el cuadrado, sino por sobre todas las demás cosas de esta ciudad. La altura lograda supone cierta liberación, cierto dominio y control. Cabe recordar que fue esta torre la que albergó al vigía de nuestra ciudad, convirtiéndose, así, en ojos que miran, protegen y recorren, calles, casas, plazas, cerro, río.
Dos torres que se tocan
El Palacio Salvo mira a Montevideo como la Torre Eiffel mira a París. Visitarlos es "salir al balcón para percibir, comprender, saborear cierta esencia de la ciudad a la que pertenecen."(24)
Ambos son el emblema de la cuidad de la cual forman parte, y en ellos encontramos algunos elementos que podemos comparar.
La Torre Eiffel nació para determinados usos científicos; según Gustave Eiffel, era útil para realizar medidas aerodinámicas, investigaciones de radioelectricidad, de resistencia de materiales, problemas de telecomunicaciones, observaciones meteorológicas, entre otros usos. Aunque estos sean indiscutibles, se vuelven irrelevantes al considerar el verdadero sentido que ella tuvo para París y el mundo entero.
Eiffel veía su torre "como un objeto serio, razonable, útil; los hombres se lo devuelven como un gran sueño barroco que alcanza naturalmente los límites de lo irracional". (25)
El Palacio Salvo nace como "agradecimiento" de una familia que se hizo rica, que encontró mucho más de lo que podía imaginar en estas tierras. Nace como un hotel de lujo; sin embargo pocos recuerdan o saben que ese fue uno de sus destinos en su origen.
Al igual que la Torre Eiffel, rebasó los límites establecidos por su origen para convertirse en algo no planeado por sus creadores. Ni siquiera Palanti debe haber imaginado que su obra sería depositaria de tal significación emblemática.
Por otro lado, ambos están ligados a la industria. La Torre Eiffel fue construida para una Exposición Industrial Mundial, la Exposición Universal, en conmemoración del Centenario de la Revolución Francesa. Es símbolo de la ciencia.
El Palacio Salvo fue inaugurado con una gran Exposición Nacional de la Industria, que significó mucho para el Uruguay del momento, en el marco de los "fastos del Centenario" de la Independencia.
Pero hay un aspecto más sutil que los emparenta.En los dos edificios se establece un juego de mirada-objeto-símbolo, como un "infinito circuito de funciones" que les permite ser Torre Eiffel y Palacio Salvo, a la vez que mucho más que Torre Eiffel y Palacio Salvo.
Los dos tienen el poder de ser objeto cuando se los observa, a la vez que mirada cuando se los visita (o habita, como en el caso de nuestro símbolo), convirtiendo en objeto a la ciudad que se encuentra a sus pies. Objetos que ven y miradas que pueden ser vistas. Objetos que tienen la cualidad de que ninguna mirada puede dejar de recaer en ellos, adjudicándoles sentido. Ambos siempre serán "algo", quién sabe qué, según quien los mire, pero nunca suscitarán indiferencia a los ojos del turista ni del ciudadano.
El Palacio Salvo, ya se lo ha mencionado, fue "mal visto" por su estilo arquitectónico en su época y tildado de jirafa, barco, "enano con galera". La Torre Eiffel parece haber corrido la misma suerte. Maupassant desayunaba a menudo en el restaurante de la Torre, justamente por no gustarle: "es el único lugar de París desde donde no la veo", decía.(26) Algunos la tildaron de "tallo", "cohete", "torre de perforación", "falo", "pararrayos" o "insecto". Para otros, en cambio, es el símbolo perfecto, bello en sí mismo.
. Antes de que se presentara el proyecto de los hermanos Salvo existía otro, también muy arriesgado. El empresario Marcelino Allende quiso construir un gran edificio de oficinas en el mismo terreno. Constaría de quince pisos y cuarenta y nueve metros de altura, lo que lo hubiese convertido también en el edificio más alto de la ciudad en ese momento. Un emprendimiento muy interesante que no se llevó a cabo.
Al igual que en el solar de los Salvo, en tierra francesa tambien existía la promesa de otra realización que dejaría inexistente, o no como lo conocemos, al símbolo parisiense. El proyecto era de un arquitecto francés que pretendía construir una "torre sol". En su cima debía situarse una llama que alumbraría a París en todos sus rincones mediante un sistema de espejos. En la última planta habría una especie de sanatorio donde los enfermos podrían gozar del aire más puro posible, "como en la montaña".
Una característica radicalmente diferente que poseen, radica en su textura. La Torre Eiffel es transparente, es solo estructura. Por su parte, el Palacio Salvo es macizo.En él hay un interior claramente demarcado, y privado.
Por eso, mientras en una la visita es casi obligatoria, en el otro el acceso está vedado. Solo en ocasiones muy especiales, o cuando estaba habilitado el mirador del último piso, en sus primeros años de existencia.
Debajo de la piel
El Palacio es la "casa" de unos cuantos vecinos, propietarios o inquilinos, que lo hacen, lo viven y modifican. Es una característica única de este patrimonio nacional.
El "adentro" del Palacio Salvo es muy especial. Se ha dicho que es "un barrio vertical", un "mundo aparte", y ello no es errado. El edificio alberga empresas, radios, restaurantes, consultorios, oficinas, salón de billar, entre muchos otros "negocios", además de los apartamentos destinados a vivienda.
Decidirse a entrar es vencer el miedo a perderse, disponer de mucho tiempo para encontrar el lugar deseado si no se tienen las referencias claras, pues sus pasillos laberínticos nos llevan a lugares que parecen ser siempre el mismo. La misma disposición, la misma luz, la misma estrechez, el mismo silencio.
Cuánto más alto llegamos, más secreta y misteriosa se revela la torre. Recorrerla, elevarse hasta su cima es casi la tarea de un iniciado. El ascensor no llega hasta los últimos pisos, nos vemos obligados a subir por escaleras. Entrar al Palacio es "encerrarse" como en un templo, en pasillos de múltiples puertas idénticas, grandes, fuertes y brillantes (por su roble en general lustrado y bien cuidado). Entrar en el Salvo es entrar en contacto no solamente con lo sagrado histórico (a través de sus murales y vitreaux) con lujo y riquezas (vestigios de un Montevideo pasado) , sino que además es conectarse con el rastro de lo humano, pues está conformado por un movimiento dialéctico entre sus formas y su gente.
El Palacio es recuerdo, cultura y humanidad. En el se despliega el abanico más variado de personas, que dejan sus marcas en cada rincón, balcón, en cada ventana; cambiando mediante una maceta, una antena, cortinas o ropa colgada, la fisonomía del edificio. Es, quizá, el lugar más cosmopolita de Montevideo; visitarlo es también encontrarse con la más variada población. Sin embargo, las dimensiones y el grosor de las paredes y puertas permiten hacer de cada apartamento un mundo aparte. "El proyecto Palacio Salvo está diseñado fundamentalmente con una concepción social". "Fue creado para que cada uno viva en sociedad manteniendo su individualidad". (27)
El edificio es una construcción rica y compleja, con una gran concentración de gente y multiplicidad de ofertas. Ha venido a modificar, a transformar el territorio urbano. Existe una ciudad antes y otra después de él. Es evidentemente un hecho material, "pero si ampliamos nuestra lupa vemos que dentro de ese hecho material hay gente que viene y va, que se desplaza constantemente, que descansa". Por tanto es "un artefacto espacial" y un "ámbito social". "Un objeto que nos contiene y que nosotros contenemos en nuestra mente."(28)
Miles de ojos se alzan a diario, apenas lo rozan o lo recorren sin terminar de ver nunca lo que muestra o sugiere. "El ojo no ve cosas sino figuras de cosas que significan otras cosas...los signos forman una lengua, pero no la que crees conocer". (29)
|
Volvamos al comienzo del texto
![]() Portada |
© relaciones Revista al tema del hombre relacion@chasque.apc.org |