Serie: Pensamiento (CXXII)

Nietzsche vs. Kant

Andrea Díaz Genis

Se suele decir que para entender una filosofía, es preciso por lo menos llegar a comprender cuáles son los interlocutores a los que su interlocutor hace alusión o se opone, y en tal sentido son reiteradas las veces que, en su obra, Friedrich Nietzsche se refiere a las concepciones de Immanuel Kant. Lo hace sobre todo para oponerse a ellas, apuntando a las "Críticas" y alcanzando tanto a la teoría del conocimiento como a la postura ética y la postura estética de Kant.

Consideraremos aquí el Kant de Nietzsche, figura que por cierto es resultado de una interpretación, de una perspectiva que "da mucho que pensar". No es un tema menor analizar tal oposición, puesto que gran parte de la filosofía contemporánea es deudora de estos filósofos. Diríamos que los continuadores de Kant hoy día, como por ejemplo la ética comunicativa de Apel-Habermas, pretenden mantenerse dentro de los parámetros de la Ilustración, mientras que los seguidores de Nietzsche se nos presentan como "posmodernos" o "postilustrados", como es el caso de Gianni Váttimo con su pensiero débole, Michel Foucault, o Gilles Deleuze, por mencionar sólo algunos.

LEJANIAS

Se presume, al parecer con cierto fundamento, que Nietzsche no leyó directamente los textos de Kant, y que los conoce a través de sus intérpretes, principalmente Arthur Schopenhauer y Friedrich Albert Lange (como también Gustav Teichmuller, Otto Leibman, Kuno Fischer). Sin embargo, hasta intentó hacer una tesis sobre Kant sobre el tema "El concepto de lo orgánico a partir de Kant", influido por la lectura del Kant de Fischer.

Pueden ser muchos los motivos de esta carencia de lectura directa, no especularemos sobre eso ahora. La cuestión es que Nietzsche pone a Kant ante sí como a uno de sus rivales fundamentales, porque es conciente de la importancia y la influencia de su pensamiento en la filosofía alemana. Y lejos de pensarlo como un mal menor, le parece muy peligroso: lo cierto es que Kant es peligroso para Nietzsche y Nietzsche para Kant. Nietzsche "detesta" a Kant (aunque a veces muestre ciertos atisbos, siempre muy contradictorios, de admiración por él), y gran parte de su obra se construye en oposición a este filósofo.

Autores como, por ejemplo, el español Jesús Conill, quieren acercar a Kant y Nietzsche, en el entendido de que ambas filosofías constituyen los dos grandes paradigmas de la filosofía crítica. En este sentido, dice Conill que Nietzsche lleva hasta el límite la crítica kantiana, para preguntarse no solo por los límites de la razón formal, sino también por las condiciones reales y valorativas que hacen posible interpretar al mundo como perspectiva, y hacerlo accesible a una razón corporal y hermenéutica (Conill, 1997: 20). Pero lo que ocurre es exactamente lo contrario: la crítica nietzscheana podría entenderse, lo dice Deleuze, como una "crítica a la razón impura", y no se trata de que Nietzsche "amplíe" el criticismo kantiano, dando cuenta de lo "otro de la razón", sino que lo desborda. En Nietzsche el "timón" de la crítica es genealógico y apunta a ser una critica histórica del valor a partir de su procedencia , y a partir de una serie de criterios que valoran el valor, en tanto estimulen o no la voluntad de poder, la afirmación de la vida entendida como voluntad de poder, último y primer criterio desde el cual se asume la crítica total, que pasa por ser una crítica a la misma voluntad de verdad (a través de la "máxima prueba", que es la prueba del eterno retorno).

Dice Nietzsche: "La falsedad de un juicio no es para nosotros ya una objeción contra él(...).La cuestión es saber hasta qué punto favorece la vida, conserva la vida(...) y nosotros estamos inclinados por principio a afirmar que los juicios más falsos (de ellos forman parte los juicios sintéticos a priori) son los más imprescindibles para nosotros, que el hombre no podría vivir si no admitiese las ficciones lógicas, si no midiese la realidad con el metro del mundo puramente inventado de lo incondicionado(...). Admitir la no-verdad es condición de la vida: esto significa, desde luego, enfrentarse de un modo peligroso a los sentimientos de valores habituales; y una filosofía que osa hacer esto, se coloca, ya solo con ello, más allá del bien y del mal" (Nietzsche, Más allá del bien y del mal: 25-26).

Estaríamos totalmente de acuerdo con Gilles Deleuze y con Olivier Reboul (Deleuze, 1971, y Reboul, 1993) en que la crítica nietzscheana, lejos de acercarlo a Kant, le permite superarlo totalmente. Kant es el primer filósofo que entiende la exigencia de que la crítica ha de ser total ("no se le debe escapar nada"), en tanto que es crítica, y se vale para ello de la razón, pero ese es su límite. Para Nietzsche, en cambio, el criterio fundamental para la crítica no es racional; su crítica "total" no parte de la razón, sino que devela las fuentes mismas de ese valor de lo racional, que en el marco de la ilustración permanece incuestionado. Es capaz de ver, como dice M. Foucault, que a través de la voluntad de saber, que tanto marcó Occidente, hay una voluntad de poder, o una voluntad de poder-saber o de saber-poder.

El pensamiento en Nietzsche supera la esfera de lo racional, no la complementa. Su pensamiento deja de ser una ratio, para estar al servicio de la vida, y la vida deja de ser una simple reacción para pasar a ser acción, voluntad de afirmación, voluntad de poder. El poder sería el elemento genético y diferencial de la voluntad (Deleuze:121) y por ello la voluntad de poder sería fundamentalmente creadora. Es el querer lo que libera en Nietzsche, y no el deber, sustentado en la razón. Según Nietzsche, filosofía y crítica son la misma cosa, y Kant nos ha hecho perder la crítica y por lo tanto la filosofía. Y esto Nietzsche no solo se lo dice a Kant, sino a toda la descendencia, desde Hegel hasta Feuerbach.

POR EL PODER

¿Quién ha de conducir la crítica entonces? No es la Razón, no es el Espíritu. La crítica kantiana no ha sabido encontrar la instancia realmente activa de la crítica para Nietzsche; no ha sido capaz de conducirla hasta su límite, que implica la crítica a la misma razón que la conduce. No ha sabido hacer una crítica a las fuerzas reactivas que se expresan en el hombre, en su razón, su moral y su religión. Para Deleuze es Nietzsche, y no Kant, el gran filósofo crítico.

Kant denuncia la ilusión que proviene de la propia razón, la de un saber que se presenta como absoluto. Quiere fundar la verdadera ciencia, la verdadera moral, pero no pone en duda a la propia verdad en un sentido racional.

Para Nietzsche, de lo que se trata es sentar la crítica sobre su verdadera base. En ese sentido, la relación de Kant con Nietzsche es análoga a la de Marx con Hegel (aunque sus resultados no lo acercan para nada a Marx). La importancia de los juicios sintéticos a priori, para Nietzsche, no tienen que ver con su verdad (como mencionaba el autor al que nos referimos en el texto antes citado). Lo importante es que sean necesarios desde una óptica perpectivista de la vida. La verdad es para Nietzsche una ilusión que se ha olvidado que lo es, es una perspectiva, la perspectiva es una forma de interpretación y la interpretación es una forma de la voluntad de poder. La fuerza del poder del conocimiento debe ser entendida hermenéuticamente; está en la capacidad que tiene de "someternos" a su punto de vista o a su ángulo.

Dice Nietzsche: "La voluntad de verdad, que todavía nos seducirá a correr más de un riesgo, esa famosa veracidad de la que todos los filósofos han hablado hasta ahora con veneración : ¡qué preguntas nos ha propuesto ya esa voluntad de verdad!(...) ¿Quién es propiamente aquí el que nos hace preguntas? ¿Qué cosa existente en nosotros es lo que aspira propiamente a la "verdad"? (...) Suponiendo que nosotros queramos la verdad: ¿por qué no, más bien, la no-verdad? ¿Y la incertidumbre? ¿Y aun la ignorancia?" (Nietzsche, Más allá del bien...:22). ¿Para qué agregar más? Esta es, en definitiva, la gran crítica a la crítica y a todas las críticas que se mantengan dentro del proyecto de la razón ilustrada.

Para Nietzsche, Kant no es un verdadero filósofo, sino un "trabajador de la filosofía", como aquellos que se contentan con hacer un inventario de los valores en curso, lo contrario de los filósofos del futuro, que son los verdaderos legisladores, los creadores de valores, aquellos que son capaces de ver la voluntad de verdad como lo que es, voluntad de poder. Para Kant, efectivamente, lo que legisla es la razón, el buen uso de las facultades. Somos legisladores siempre y cuando obedecemos a la razón, pero Nietzsche va más allá, y se pregunta a qué obedecemos cuando obedecemos a la razón. ¿Qué se esconde detrás de esa "fuerza"? Y cuestiona el hecho de obedecer. ¿Por qué obedecer, cuando lo valioso es precisamente mandar? Cuando dejamos de obedecer al Estado, a Dios, a nuestros padres, aparece la razón para convencernos de ser dóciles. La gran crítica nietzschena a Kant es principalmente moral, porque detrás de toda filosofía hay una moral, y detrás de una moralidad está la persona del filósofo, su personalidad, una "semiótica de los afectos".

Incluso prescindiendo del valor de afirmaciones tales como "dentro de nosotros hay un imperativo categórico", siempre es posible preguntar todavía: una afirmación así, ¿qué dice acerca de quién la hace? "Hay morales que deben justificar a su autor delante de otros (...); otros, acaso precisamente también Kant, dan a entender con su moral: ´lo que en mí es respetable es el hecho de que yo pueda obedecer, -¡y en vosotros las cosas no deben ser diferentes que en mí!`- en una palabra, las morales no son más que una semiótica de los

afectos" (Más allá...:,126)

Lo que es respetable para Kant, lo que es "valioso" para nuestro autor (debido quizás a su educación cristiano- pietista), es obedecer y nos pide que todos hagamos lo mismo. Lo que realmente le importa a Nietzsche a la hora de sopesar el valor es, como manifiesta en La Genealogía de la moral: (...)¿en qué condiciones inventó el hombre esos juicios de valor que son las palabras bueno y malvado? ¿y qué valor tienen ellos mismos? ¿Han frenado o han estimulado hasta ahora el desarrollo humano? ¿Son un signo de indigencia, de empobrecimiento, de degeneración de la vida? ¿O, por el contrario, en ellos se manifiestan la plenitud, la fuerza, la voluntad de la vida, su valor, su confianza, su futuro?"(: 24).

Estas son las preguntas claves de la Genealogía nietzscheana: ¿en qué condiciones se crearon esos juicios? ¿Qué valor tienen? ¿Han favorecido el desarrollo humano? ¿Son señales de escasez o por el contrario de fuerza, valor, etc.? Estas últimas preguntas, por supuesto, nos develan que la forma en que juzgará el filósofo el valor; tienen que ver con toda una concepción acerca de las cualidades "valiosas". Estas son las verdaderas preguntas de una crítica de la moral, de una estimación del valor, que deben ir, para Nietzsche, en el sentido de la fuerza, de la afirmación de la vida (amor fati), de la voluntad de poder.

El criterio final de valoración parece ser, en último sentido fisiológico; pero aunque tenga expresiones "fisiológicas", es moral también (una moral fisiológica, o una fisiología moral, o mejor aun una especie de medicina moral o una moral médica). Se resalta el valor de la fuerza sobre la debilidad; de la salud sobre la enfermedad (no entendemos aquí la salud física, sino la voluntad de poder, la "gran salud"); de lo fuerte sobre lo débil; de lo activo sobre lo pasivo o reactivo.

La moral de Kant es reactiva y está en el marco del ideal ascético. Esto significa, entre otras cosas, que es una moral cristiana. Una moral decadente, que esconde una profunda negación a la vida, al placer, al cuerpo, a la fuerza, a la vitalidad. Lo que en esta moral aparece bajo el signo de "lo bueno" es en realidad lo malo; implica una "transvaloración" a través de la cual lo bueno se trastocó y se tornó malvado en la historia, y lo malo, bueno; es decir, el triunfo del ideal ascético en el contexto judeocristiano. Lo bueno, lo "valioso" para Nietzsche son precisamente los ideales perpetuados por el héroe homérico (pre-socrático) o latino, que tienen que ver con la fuerza, la vitalidad, el orgullo, el ideal dionisíaco que integra y no separa, que afirma la vida como voluntad de poder (ver La Genealogía de la Moral y El Anticristo). En el fondo, todo lo que la moral de tipo judeocristiana trata de fundamentar -de la que Kant forma parte-, va en contra de la fuerza y busca consuelo en un más allá ideal que puede entenderse como una forma de nihilismo pasivo y decadente.

Contra Kant como moralista

Dice Nietzsche en un texto en que sintetiza, a nuestro entender, su crítica a la ética kantiana, más específicamente a su imperativo categórico: Una palabra todavía contra Kant como moralista. Una virtud tiene que ser invención nuestra, personalísima defensa y necesidad nuestra: en todo otro sentido es meramente un peligro. Lo que no es condición de nuestra vida la daña: una virtud practicada meramente por un concepto de "virtud", tal como Kant lo quería, es dañosa. La "virtud", el "deber", el "bien en sí", el bien entendido con un carácter de impersonalidad y de validez universal -ficciones cerebrales en que se expresan la decadencia, el agotamiento último de las fuerzas de la vida, la chinería konisberguense. Lo contrario es lo que ordenan las leyes más profundas de la conservación y el crecimiento: que cada uno se invente su virtud, su imperativo categórico. Un pueblo perece cuando confunde su deber con el concepto de deber en general. Nada arruina más profunda, más íntimamente que los deberes "impersonales", que los sacrificos hechos al Moloch de la abstracción.- ¡Qué la gente no haya sentido como peligroso para la vida el imperativo categórico de Kant!...¡El instinto propio de los teólogos fue el único que tomó bajo su protección! - Una acción que el instinto de la vida nos compele a realizar tiene en el placer su prueba de ser una acción correcta: y aquel nihilista de vísceras dogmático-cristianas entendió al placer como una objeción...¿Qué destruye más rápidamente que trabajar, pensar, sentir, sin necesidad interna, sin una elección profundamente personal, sin placer? ¿Como un autómata del "deber"? Esta es precisamente la receta de la decadencia, del idiotismo... Kant se volvió idiota. (El Anticristo: 40-41; cursivas del autor).

¿Qué quiere decir esto de que Kant es un idiota? Nietzsche también lo dice de Jesucristo. Entre otras cosas, volverse idiota quiere decir volverse cristiano. Pero en realidad el adjetivo aparentemente descalificador, usado tanto para Cristo como para Kant, es ambiguo, pues hace alusión al Idiota de Dostoiewski (lectura que había hecho Nietzsche en los momentos en que escribió El Anticristo). Y significa cosas contradictorias, como que alguien es genial pero torpe, alguien que está por encima de todos, pero también por debajo, alguien genuino, soberbio, pero inútil, etc. Eso es Kant para Nietzsche. Y no termina aquí su crítica personal (como todo lo que asume Nietzsche) a Kant: "El instinto que yerra en todas y cada una de las cosas, la contranaturaleza como instinto, la décadence alemana como filosofía-¡eso es Kant!"(:41)

Kant pertenece a la "raza de teólogos" en la cual han mamado la mayoría de los filósofos alemanes. No es filosofía lo que crean; en el fondo es teología, porque no hacen más que afirmar los ideales de la decadencia judeocristiana, que pretenden afirmar un sobremundo "más valioso" que este que tenemos.

Dejando de lado las "des-calificaciones", el texto del Anticristo no tiene desperdicio, y contiene en una forma hiperconcentrada lo que nos parece lo central de la crítica nietzscheana a la moral kantiana, más específicamente a su "imperativo categórico".

En su Metafísica de las Costumbres (1977), Kant defiende la posición de que lo moral debe surgir por deber, es decir, con fundamento racional, y no por inclinación. La ley moral, para valer moralmente debe llevar consigo una necesidad absoluta, y esta solo puede ser dada a priori, exclusivamente en conceptos de la razón pura. La acción moral debe ser hecha por deber, y no por el propósito que en ella se quiere realizar, sino por la máxima a través de la cual ha sido resuelta. Obedecer al deber y no a la inclinación implica someterse al imperativo categórico. Veamos lo que dicta el imperativo categórico, en una de sus formulaciones: "obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal" (Kant, 1977:78). Se trata de que la máxima, es decir, el principio subjetivo de la voluntad, se convierte en principio objetivo, o sea en regla práctica, principio válido para todo ser racional. Actuar como si la máxima de tu obrar pueda, por tu voluntad, convertirse en ley universal de la naturaleza.

La posición de Nietzsche pretende ser opuesta al imperativo categórico: "la virtud", "el bien", "el deber"(como resultados de la aplicación del imperativo categórico) son ficciones cerebrales que dan muestra del agotamiento de la voluntad. Son formas de nihilismo pasivo. Trasmundos inventados, que ocultan la debilidad del poder, y el instinto de rebaño que busca y prioriza, en su conducta, "obedecer". En el Zaratustra "De las alegrías y de las pasiones", Nietzsche dice: "Este es mi bien, y eso es lo que yo amo, así me agrada del todo, únicamente así quiero yo el bien.

No lo quiero como ley de un Dios, no lo quiero como precepto y forzosidad de los hombres: no es para mí una guía hacia las super-tierras y hacia paraísos"(: 67, las cursivas no son nuestras).

Este es mi bien, mi virtud, esto es lo que quiero para mí y sobre todo para mi placer. Porque es el placer el quiere la eternidad, en Nietzsche solo el placer quiere el retorno. No por deber, sino por placer. No por obediencia a una ley universal e impersonal, sino personalisima, y que ni siquiera tengo necesidad de nombrar (puedo "balbucear" mi virtud, tengo derecho). Lo importante es que es bueno, porque lo amo; y no es la razón de todos, sino mi razón. Porque nada arruina más profundamente, más íntimamente que los deberes impersonales, que los sacrificios hechos en virtud de la abstracción. En oposición total a Kant, Nietzsche dice: lo que verdaderamente importa es lo personal y no otra cosa. Lo que importa es lo que amo. Es la total coincidencia entre existencia y valor, y esto es lo que muestra la idea del eterno retorno de lo mismo. Esta, y no el imperativo categórico, es la gran prueba del valor. Hay un diálogo posible entre estas dos ideas, que marca la diferencia profunda entre el pensamiento ético de Nietzsche y el de Kant, y a ello nos referiremos en lo que sigue.

ETERNO RETORNO VERSUS IMPERATIVO CATEGORICO

Gianni Váttimo hace referencia al hecho de cómo se ha querido ver al eterno retorno nietzscheano como una "nueva formulación" del imperativo categórico kantiano: "¿Cuál es el problema que plantea el fragmento de La Gaya Ciencia? No es el que ha menudo se ha querido ver, el de entender el eterno retorno como un posible criterio moral de tipo kantiano, una especie de nueva formulación del imperativo categórico. Además, la conclusión del aforismo es muy explícita en este punto: no se trata de actuar de tal modo que se quiera que una acción determinada se repita eternamente (como actuaba el hombre moral kantiano, de modo de querer que la máxima de su obrar pudiese convertirse en principio de una legislación universal)"(1998:186).

El aforismo al que hace referencia Váttimo es el 341 de La Gaya Ciencia, donde aparece por primera vez anunciada la idea del eterno retorno de lo mismo. Allí vemos un diálogo implícito con el imperativo categórico kantiano, que nos muestra la clave de la diferencia rotunda entre ambas ideas. Vamos a citar simplemente la última parte de dicho texto, que muestra lo que estamos diciendo:

"Si aquel pensamiento cobrase poder sobre ti, transformaría al que ahora eres y quizás te despedazaría; la pregunta ¿"quieres esto una vez más, e incontables veces más?", referida a todo y a todos, ¡gravitaría sobre tu actuar como el peso más abrumador! Pues ¿cómo podrías llegar a ver la vida, y a ti mismo, con tan buenos ojos que no deseases otra cosa que esta confirmación y ese sello últimos y eternos?" (:330, cursivas en el original)

La cursiva que introduce Nietzsche ("no deseases otra cosa") tiene para nosotros una función explícitamente antikantiana. No le interesa a Nietzsche que haga referencia a ninguna idea trascendental, no le importa que la posibilidad del eterno retorno pueda ser elevada a ley universal, sino esta confirmación única, personal, este sello eterno, esta decisión en el aquí y ahora, en el instante, que abarca todo su significado. En la primera parte de este pasaje (no citada) aparece la idea de "qué te sucedería si...", el eterno retorno planteado como una conjetura, como posibilidad; y sigue diciendo: "Esta vida, tal y como tú la vives y la has vivido, tendrás que vivirla una vez más e incontables veces más; y no habrá en ella nada nuevo, sino que todo el dolor y todo el placer, y todo el pensamiento y suspiro, y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida tiene que volver a ti, y todo en el mismo orden y secuencia..."(: 330).

"¿Quién sería capaz de soportar la idea del eterno retorno?, algunos se arrojarían al suelo y harían rechinar los dientes y maldecirían a quien sustentase esta idea, otros no serían capaces de pensar otra idea más divina" (ídem)

En La Voluntad de Poder nos encontramos con la idea de que el eterno retorno de lo mismo selecciona tipos humanos. El eterno retorno del imperativo categórico kantiano sería el eterno retorno del deber, una vida absolutamente impersonal, desgastante y desgastada ad infinitum. Nietzsche nos advierte que la idea del eterno retorno le puede dar a muchos la razón del suicidio. ¿Sería el caso del tipo kantiano? Un kantiano nos podría decir que si todos tendiésemos a aplicar el imperativo kantiano (como "idea regulativa"), la vida sería para todos mejor (no más feliz).¿Pero mejor en qué sentido? Más racional, más justa, más virtuosa.

Lejos está Nietzsche de considerar que una vida buena es la más racional, la más impersonal, la que se conduce por deber. La vida mejor es toda la vida (no hay un criterio trascendente y racional que la juzgue, el criterio del eterno retorno es inmanente), es esta vida, la que elijo a cada instante, aquella en la que aplico toda mi fuerza y mi valor, la que va en el sentido de la voluntad de poder, aquella en la que decido y pongo todo mi ser, y en la que no busco otra cosa "que esa confirmación y sello eterno". No busco mejorarla a través de criterios racionales que me conduzcan a "supertierras" o paraísos, es esta la vida que ganó el "premio" (no hay una "recompensa" más allá que nos distraiga y debilite), es esta la que decido querer, que decido honrar, amar, asumiendo todas sus consecuencias.

La aceptación de la doctrina del eterno retorno supone un nuevo tipo de ser humano y una nueva relación con el tiempo(concepto que no podemos desarrollar aquí). Lo que sí está claro es que no promueve el tipo humano que desarrolla el "ideal ascético" del imperativo categórico, sino un ser humano que se deje llevar por su instinto, que le ponga una marca personal y afirmativa a la vida, que le ponga voluntad de poder. Como dice Nietzsche: "¿pues cómo podrías llegar a ver la vida y a ti mismo con tan buenos ojos que no deseases otra cosa que esta confirmación y ese sello últimos y eternos? ".Este es el gran desafío del eterno retorno como idea o posibilidad, y su nexo con la idea del "superhombre": producir una nueva humanidad capaz de querer el eterno retorno de todas las cosas; en definitiva, querer, elegir, amar la vida tal cual es, AMOR FATI.

REFERENCIAS
Deleuze, Gilles, 1971: Nietzsche y la Filosofía, Barcelona, Anagrama.
Conill, Jesús, 1997: El poder de la Mentira. Nietzsche y la política de la transvaloración, Madrid, Tecnos.
Foucault, Michel, 1988: Nietzsche, la Genealogía, la Historia, España, Pretextos.
Kant, I.,1977: Metafísica de las Costumbres, Buenos Aires, Austral.
Nietzsche, F., (traducciones utilizadas):
1972: Así habló Zaratustra, Madrid, Alianza
1972: Más allá del bien y del mal, Madrid, Alianza
1973: Crepúsculo de los ídolos, Madrid, Alianza
1974: El Anticristo, Madrid, Alianza
1971: Ecce Homo, Madrid, Alianza
1932: Obras completas, Madrid, Aguilar.
2002: La gaya ciencia, España, Edaf.
2000: La voluntad de poder, 2000, Madrid, Edaf.
Reboul, Olivier, 1993: Nietzsche, crítico de Kant, México, Anthropos, UAM.
Váttimo, Gianni, 1998: El sujeto y la máscara, Barcelona, Península

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