Serie: La Singularización (XVII)
DE LA MANIDA IDENTIDAD
Agustín Courtoisie
Los textos sobre la cuestión de la identidad son tan numerosos, y son tan variadas las aproximaciones hechas desde las disciplinas previsiblemente involucradas, que podríamos ironizar diciendo que filosófos y psicólogos -entre otros-, no han intentado en el fondo más que hablar de sí mismos.
Especialmente hoy, en plena globalización, la cuestión de la identidad es abordada desde visiones cuya simplicidad no le hace honor al asunto.
Platón psicoanalista
El infaltable Platón manifiesta en una pasaje célebre -prefigurativo del psicoanálisis freudiano -, que "trato de los deseos que se despiertan en el sueño, cuando está dormida la parte razonable, pacífica y dominadora de aquella otra..." ("La República", Libro Noveno, 571 b) y menciona con indisimulado escándalo que esa parte "bestial y salvaje" durante los sueños se atreve a todo, incluso en "yacer juntamente con su madre o con cualquier otro ser (...) y mancha sus manos con sangre de los demás".
Pero la psicologia platónica no redujo el alma a una parte concupiscente (eros) y a una parte racional (nous) sino que advirtió sobre una tercera parte, enérgica y orgullosa (thymos), cuya papel es fundamental, y a la que en otro lugar nos referiremos (esa tercer parte involucra una serie de conceptos emparentados, que van desde la autoestima hasta la sed de reconocimiento, y que podrían ser aplicados con provecho para la comprensión de niños asesinos, empleados postergados, e incluso naciones emergentes).
El injustamente denostado Francis Fukuyama, en "El fin del hombre", ha señalado a propósito que "muchos analistas contemporáneos desdeñan irreflexivamente la psicología 'simplista' de Platón que divide el alma en tres partes, sin comprender que muchas escuelas de pensamiento del siglo XX son aún más ingenuas al reducir el alma a su elemento concupiscente, conceder a la razón un papel poco más que instrumental y prescindir por completo del thymos".
¿Para qué acudir a Platón? La apelación es justificada porque si el alma tiene partes, entonces, mal podemos hablar de la identidad como de una cuestión que deba ser definida monolíticamente (como suelen hacer las sociedades nativistas con la "identidad nacional"). Pero prosigamos.
En filosofía, si bien a veces es imposible aproximar escuelas cuyos exponentes habitan la misma ciudad, a una distancia medible en cuadras, uno puede cotejar pensadores distantes 2000 años entre sí, o insumos reflexivos múltiples, sin violentar regla metodológica alguna. Por eso, mientras aguardaba que Benavídez se refiriera a Pessoa, o a Kierkegaard, en aquella noche de agosto -después de aludir a Platón-, leí fragmentos muy conocidos de David Hume --sobre la idea del "yo" y la identidad personal--, e incluso párrafos de Julio Cortázar --cuando en "Rayuela" describe experiencias de escisión del yo y las denomina "paravisiones"--. Por último, creo que culminé la conferencia con las extrañas tesis de Thomas C. Schelling sobre el autodominio.
Debo decir que en aquella ocasión omití recordar que Vaz Ferreira, en "Los problemas de la libertad y los del determinismo", planteó ciertos interesantes casos particulares del problema de la libertad: el grado de independencia de la voluntad y de la personalidad respecto de lo que ellas no son, y de la conciencia respecto de los fenómenos materiales, biológicos, que parecen sustentarla. Esto es --como denominador común de todos esos subproblemas--, el grado de independencia de un "parte" del psiquismo respecto de todo aquello que esa "parte" no es).
Hoy insistiré con la sugerente perspectiva de Thomas Schelling pero solamente incorporaré como novedad ciertas teorías de la neuropsicología contemporánea, esto es, la idea de "pandemónium" de Daniel C. Dennett.
Demonios de la mente
Para reubicar la manida cuestión de la identidad, digamos que el planteo habitual del tema se realiza de modo muy sesgado y empobrecido. Ello se debe en buena medida a que la cuestión ha sido asociada, por un lado, a los casos psiquiátricos, patológicos, de casos de personalidades múltiples --que al parecer se desconocen unas a otras en el enfermo--, lo cual conduce a descuidar la identidad en términos "normales", si eso quiere decir algo --en la experiencia "normal" parece haber cierta supervisión consciente o semiconsciente de estados diferentes del yo, pero uno se eriza de distinciones después de afirmar cosas así--. En el cine y en literatura los ejemplos que pueden encontrarse son numerosos.
Pero por otro lado, la cuestión de la identidad suele abordarse sociológica y psicológicamente desde su génesis y su maduración, repitiendo hasta el hartazgo el papel del "nosotros" en la constitución del "yo". Esa idea está bellamente resumida en la canción de Jorge Drexler "Antes": "Antes de ti yo no era yo. / Antes de nosotros dos / no éramos ninguno de los dos". Aquí no tengo espacio para desarrollar las interesantísimas cuestiones que todo esto plantea, pero por lo menos cabe sugerir que "uno" no es más "uno" en un cuarto de hotel del interior, por el mero hecho de estar solo, y que por el contrario "uno" se siente más "uno mismo" en el ejercicio de integrar grupos.
Esto es casi banal y simpático, pero no lo es tanto recordar que con frecuencia el "nosotros" puede ser aplastante para el "uno", y cualquiera puede recordar experiencias en tal sentido, o ilustrar el fenómeno con aquel personaje de Ionesco que advierte que las personas que le rodean en forma gradual se va transformando en rinocerontes.
Otro problema que debe ser mencionado, por lo menos de paso, es el referido al hecho de que partes sin autoconciencia, reunidas de un modo particular produzcan la emergencia de algo que aceptamos cotidianamente llamar "conciencia", o "yo", y que denominamos "identidad" cuando esa conciencia está ligada a una memoria que se considera propia --¿puede haber una conciencia sin memoria, o la sensación de "ser un yo" sin cierta continuidad?--. Pero veamos ahora algo muy sugerente.
¿Qué nos dice la neuropsicología contemporánea? El filósofo Daniel C. Dennett ha recordado que en los albores de la inteligencia artificial Oliver Selfridge, creó un software al que denominó "Pandemónium". Su sistema consistía en una muchedumbre de demonios parcialmente independientes y cuando surgía un problema todos se ponían a saltar diciendo "¡Yo, yo! ¡Yo sé como hacerlo!" o cosas parecidas. Tras una breve pugna uno de los demonios se imponía y se encargaba de abordar el problema. Si fracasaba, otros demonios podían entra en la liza.
Esta idea de una caótica y divertida sociedad o asamblea de la mente que recoge Dennett, parece dar cuenta más fiel de la mente humana que los modelos estructurados y burocráticos. "El problema de esos modelos --explica Dennet--, es que las especificaciones de las tareas no dejan lugar a hacer el loco. No hay gente que arrime el ascua a su sardina, que se quede sentada mirando o que cree problemas.La Madre Naturaleza no diseña las cosas de esta manera. Cuando la Madre Naturaleza diseña un sistema, es 'a ver quién se divierte más, hagamos una gran fiesta y, sea como sea, construiremos esto". Esta es una estructura organizativa muy diferente". Luego agrega en tono más académico: "Mi tarea consiste en mostrar cómo, si aplicamos esta idea --es decir, una plétora de agentes semiindependientes que actúan de manera sólo parcialmente organizada con mucho derroche de movimiento-- al funcionamiento cerebral, comienzan a encajar un montón de cosas y obtenemos una perspectiva diferente de la conciencia". (El texto completo de Dennet puede encontrarse en "La Tercera Cultura", obra colectiva coordinada por John Brockman y editada por Tusquets en 1996).
Ahora no quiero después
Uno de los planteos más extraños y persuasivos que he encontrado sobre el tema de la identidad lo encontré en "La ética, el derecho y el ejercicio del autodominio" de Thomas C. Schelling, quien focaliza un fenómeno que todos hemos observado en los demás y la mayoría de nosotros lo hemos observado en nosotros mismos: "Es el comportarse como si hubiera dos identidades alternativamente al mando. Un ejemplo conocido es el de alguien que no se puede levantar cuando suena el despertador. (...) Digo sólo que la gente actúa como si hubiera dos identidades alternativamente. Preferiría no comprometerme sobre si hay realmente dos diferentes identidades o facultades cognoscitivas o centros de valores que alternan y compiten por el dominio. Pero las maneras como la gente se las arregla, o trata de arreglárselas, con la pérdida del dominio en su interior, se parecen mucho a las maneras como uno ejerce el dominio sobre otro individuo".
Luego Schelling enumera variadas conductas y decisiones que pueden exhibir esa cualidad: fumar, beber, aplazar las cosas, sentir miedo en escena, derrochar, etc. Pone en claro que no le preocupan los estados de ánimo cambiantes de las personas, como el preferir a veces escuchar música, y en otro momento caminar. En casos semejantes esas "personas" diferentes no riñen entre sí. Lo que le preocupa es otro fenómeno: "si pudiera decidir ahora sobre prescindir del postre en la comida, no fumar un cigarrillo con el café, no beber un segundo vaso de vino y no ver la última película de la TV cuando he llegado a casa, tomaría esas decisiones, porque 'ahora no' quiero hacer cosas 'después'. Y sé que cuando llegue el momento querré hacer esas cosas y las haré. Ahora prefiero frustrar mis preferencias posteriores". Encontrar maneras de anticipar esas decisiones, y no dejarlas para que se tomen de manera diferente, justifican acudir a la "teoría de la decisión", "ciencia de decidir de acuerdo con las propias preferencias existentes, maximizando la satisfacción de los valores que uno tenga", pero se necesita por añadidura algo que Schelling bautiza como "teoría del dominio" o "teoría de la administración de uno mismo".
Apenas me propongo aquí dar a probar lo esencial de la fina aproximación de Thomas Schelling, omitiendo sus especulaciones acerca de qué ocurriría si las normas jurídicas se diseñasen sobre esta visión más compleja de la identidad. Para consultar el texto completo puede recurrirse al volumen colectivo "Libertad, igualdad y derecho" de John Rawls, Amartya Sen y otros, editado por Planeta-Agostini en 1995.
Regresemos a nuestro autor. Lo relevante es distinguir, en primer lugar, el caso "normal", que transcurre "como si hubiera una sucesión de identidades momentáneas, cada cual con sus necesidades y deseos" pero, advierte Schelling, "todas ellas bajo la supervisión de un super yo intemporal, un supremo administrador o árbitro que trata equitativamente a esa identidades transitorias". Hasta aquí esto es comprensible y simple.
En segundo lugar, y este es el fenómeno que realmente le inquieta más, es menester distinguir el otro fenómeno, el de las "preferencias alternantes" o "valores alternantes incompatibles sin posibilidad de compromiso". En sus palabras: "En el caso que quiero tratar, ese super yo, ese árbitro dinámicamente programador, no existe. En su lugar, hay una alternancia de identidades no permanentes, cada cual al mando durante parte del tiempo, cada cual con sus necesidades y deseos durante el tiempo en que tiene el mando, pero -al menos algunas de ellas- dotadas de preferencias acusadas sobre lo que se hace durante el período en que otra domina". Con cierto fino humor ilustra el autor: "una de nuestras identidades, la adicta al tabaco, quiere fumar cuando está al mando; la otra, preocupada por la salud y la longevidad, quiere no fumar nunca, no importa quién esté al mando, y por tanto quiere 'ahora' no fumar 'después', cuando si querrá".
Dejemos a Schelling, a Dennet y a Platón por un momento. Ocurre que no sé si continuar o no, y es probable que una parte en el lector desee continuar y otra no. Pero si me inclinara por cerrar ahora, lo haría con una oportuna frase de Gilles Deleuze: "Decir algo en nombre propio es muy curioso; porque no es en absoluto en el momento en que uno se toma por un yo, una persona o un sujeto, cuando se habla en su nombre. Al contrario, un individuo adquiere un verdadero nombre propio como consecuencia del más severo ejercicio de despersonalización, cuando se abre a las multiplicidades que le atraviesan de parte a parte, a las intensidades que le recorren".
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