Serie: Acontece (XXXIV)

Nuevos vientos en Medio Oriente

La hora del chiísmo

José Luis Bruno

En este siglo y en el siempre convulsionado Oriente Próximo, parecería que la tradición milenaria del clásico quietismo chiíta comienza a tomarse su revancha, en lo que sin duda han tenido participación importantísima la revolución iraní, la guerra en Irak y la caída de Saddam Hussein.

El Islam, palabra que significa sometimiento a la voluntad de Dios, es una religión revelada, con un profeta -Mohamed- y un conjunto completo de normas a aplicar. No es filosófica ni especulativa, y en el corazón mismo del Islam se halla el concepto de Alá -Dios- único. Precisamente, la creencia en la unicidad de Alá, preside toda la teología del islamismo, con un gran mensaje del profeta a sus seguidores: se destaca la relación directa entre ese Dios único, todopoderoso y compasivo y el hombre, sin intermediarios.

MOHAMED, SUNNITAS Y CHIITAS

En el Islam mahometano no hay sacerdocio, ni sacramentos, así como tampoco existe una autoridad doctrinal central, puesto que en virtud de esa inmediatez entre Alá-Hombre, ninguna institución o ser humano puede interponerse entre los creyentes y Alá. Por eso la oración musulmana -que no se ve como una petición de favores a Dios- tampoco necesita un clero dirigente, puesto que es más bien un ritual que valora y reconoce el poder de su divinidad única.

Importa destacar que la oración en comunidad de los fieles musulmanes afirma la "hermandad" de sus participantes. Es la celebración de la unidad de una "gran tribu", que así se mantiene unida, precisamente por su sumisión a Alá y la obediencia a sus mandatos, revelados al profeta. De ahí, también, la importancia política que reviste esta actividad unificadora.

Todo este cuerpo normativo y religioso -verdadera Weltanschauung-, tras la muerte de Mohamed, sufrió un reacomodo interpretativo, al tiempo que se planteaban conflictos acerca de quién o quiénes, harían una auténtica interpretación, difusión y dirección de la doctrina islámica entre los sucesores del profeta.

Enardecidos por el fervor religioso, los mahometanos se lanzaron a difundir su nueva religión más allá de las fronteras de la península arábiga, donde había nacido. Sus energías conquistadoras no se agotaron hasta que hubieron establecido el Islam en un vasto territorio que se extendía desde Persia hasta el sur de España.

El mundo islámico había dejado, en consecuencia, de ser exclusivamente árabe y se había tornado plural y políglota. En el nuevo conjunto habían quedado integrados pueblos enteros, diferentes idiomas, antiguas costumbres y tradiciones distintas, que iban mucho más allá de lo conocido hasta entonces en Arabia. En la doctrina y principios básicos de la religión de Mohamed y en los dictados culturales de los árabes, habían penetrado, así, ideas foráneas.

La expansión arrolladora del Islam, llevada a cabo, especialmente, durante los cuatro primeros "califas"(sucesores), sufría un gran embate. Abu Bakú, Omar, Utman y Alí, habían conocido de cerca y bien al profeta y fueron elegidos sucesivamente califas por los ancianos de Medina. El Islam político y religioso, cabe anotar, se conducía todavía desde Arabia.

Pero en un imperio tan expandido y lleno de rivalidades confrontadas, la capacidad que se le reconocía a las autoridades religiosas de la remota Arabia, para continuar eligiendo al máximo dirigente político y religioso del enorme conglomerado, acabó por desaparecer.

Luego de caer el califa Alí, que reinó del 656 al 661, por una revuelta que acabó por asesinarlo, desapareció para siempre el control que sobre la referida elección del califato ejercían los seguidores de Mohamed en Medina. Conmocionados por la pérdida de su poder y hostiles a los extranjeros, que habían pasado a hacerse con el control del enorme Islam expandido, los árabes de la península se desentendieron de las preocupaciones del imperio y se replegaron en sus propias tradiciones y territorio. El sector persa de los seguidores del asesinado califa Alí reaccionó, renegando del cuerpo doctrinal de la principal corriente del islamismo que venía desde Arabia, convirtiéndose en chiítas (o seguidores de Ali) .

La "nación islámica" se dividió. Los más ortodoxos, se declararon sunnies (o sunnitas) considerándose fieles directos de las enseñanzas de Mohamed, mientras que los chiítas añadieron a estas, aunque conservándolas en lo fundamental, nociones tales como el martirio, el sacerdocio o los santos, que complicaron la primigenia simplicidad de las enseñanzas del profeta, especialmente en todo aquello que se refiere a la relación entre Alá y el hombre.

Pero, en definitiva, a pesar de su carácter originario de principal rama disidente del Islam, sus diferencias con el sunnismo mayoritario son menos importantes que los elementos que tienen en común, principalmente la creencia en un Dios único y en el mensaje de Mohamed.

Luego aparecerá, en el marco del Islam, el sufismo, una secta que predicaba el misticismo y que provocará una nueva variante doctrinal en la antes simple, única y firme religión. Será en esta nueva variante, ya en el siglo XVIII, cuando un predicador itinerante que erraba por la Arabia central y septentrional -Abdul Wahhab- comenzará a reclamar el retorno a la "auténtica" doctrina de Mohamed y a insistir en la necesidad de su "rearabización". Enmarcada básicamente en el sunnismo que se practicaba mayoritariamente en Arabia, el "wahhabismo" dio un salto atrás en el tiempo, volviendo hacia los orígenes y a las enseñanzas del profeta, remontándose más allá de ciertos teólogos y legistas, en busca de recrear el ámbito histórico del siglo VII. La doctrina wahhabita y su teología desterraban el pensamiento místico sufí, del cual había surgido, y eran tributarias y clamaban por el retorno a las rígidas enseñanzas originales del profeta, purificándolas de toda exposición o contacto con influencias foráneas y restableciendo, fundamentalmente, los valores culturales árabes como criterio básico con el que medir, siempre, a un musulmán. De esta variante islámica, de base sunnita, surgirá el wahhabismo actual tal como se sigue practicando en Arabia Saudita y que diera origen "a las escuelas coránicas" de los talibanes en Afganistán.

GLOSARIO CHIITA Y SUS VARIANTES

El chiísmo, principal rama disidente del Islam sunnita, mayoritario, se dividió en varias orientaciones, que se definen a partir de los "imanes" -los sucesores de Alí- que son sus referentes principales. Para el chiísmo la posición de los imanes es muy importante, ya que son los más aptos para comprender las enseñanzas de Mohamed. Entre ellos, Hussein, hijo de Alí y el tercero de los imanes, ocupa un lugar destacado. Perseguido por el califa Omeyu Jazid, y sitiado en la ciudad de Karbala (hoy en Irak), resistió durante mucho tiempo, para finalmente ser asesinado. El martirio de Hussein y su resistencia al "mal", desempeñan un papel crucial en la mitología chiíta; se los conmemora todos los años durante el mes musulmán de muharrán, incluso en países islámicos de mayorías sunnitas, con ceremonias y actos expiatorios que recuerdan la gesta de Hussein y la santidad de la ciudad de Karbala.

Otro referente principal del chiísmo, es la teoría del "imán oculto".

Para la mayoría de los chiítas -particularmente iraníes, iraquíes y libaneses-, denominados imanitas o duodecimanos, se habrían sucedido doce imanes que recibieron su poder directamente de Alá, lo que los hacía absolutamente infalibles. El último, de nombre Mohamed, desapareció en el año 874. Luego de haberse comunicado con el mundo exterior a través de sus mensajeros, se "retiró", pero para el chiísmo aún sigue vivo: es el imán oculto .

El zaydismo representa otra rama del chiísmo, más moderada, que difiere del imanismo en que solo reconoce a cinco imanes, cuya designación depende fundamentalmente de sus cualidades personales. El zaydismo no se encierra en el legitimismo rígido de los imanitas y rechaza el dogma del imán oculto. A pesar de ser Yemen, en el suroeste de la península arábiga, en la actualidad un país con 53% de población sunnita, del 47% restante chiita es mayoritaria la variante zaydista.

MEDIO ORIENTE Y CHIISMO HOY

De aquellas lejanas disidencias musulmanas y sus variantes, que se afirmaron a través de los siglos, da cuenta el Medio Oriente actual. Desde las cordilleras del Líbano, todo Irán, pasando por Mesopotamia y las costas del Golfo Pérsico (o Arábigo), especialmente la región Este, petrolífera por excelencia, de Arabia Saudita, y mayoritariamente en Bahrein, se advierte en la actualidad la práctica religiosa de un Islam en su vertiente chiíta, que a pesar de la presencia de gobiernos de confesión sunnita, se ha ido -y se va- camino a constituir un "poder político chiíta" en gran parte del Medio Oriente actual, y que ha comenzado a visualizarse, por sus lugares de asentamiento y expresión principal, como "La Media Luna Chiita".

En este siglo, y en el siempre convulsionado Oriente Próximo, parecería que la tradición milenaria del clásico quietismo chiita, especialmente de un "radicalismo revolucionario", frente al siempre impulsivo sunnismo, comienza en la actualidad a tomarse su revancha, en lo que, sin duda, parte importantísima han tenido la revolución iraní, la guerra en Irak y la caída de Saddam Hussein. En estos primeros años del siglo XXI, observando el panorama político religioso de Medio Oriente, es dable advertir que el chiísmo ha ido logrando una muy buena representación político-religiosa en Irak, en Líbano y de cierta manera en Bahrein. Allí están presentes las exigencias de poblaciones chiítas mayoritarias -antes tratadas como minoritarias- abandonadas, perseguidas durante mucho tiempo e incluso humilladas, que ahora consideran las estructuras religiosas como los verdaderos cimientos de su cohesión comunitaria, básicas para su ascenso y la captación del poder político.

En Arabia Saudita la situación es diferente, pues el chiísmo movilizado es una religión minoritaria y aun así muy reprimida por el régimen sunnita-wahhabita del gobierno de los Al Saud, y casi totalmente privada de sus derechos y libertades fundamentales. Lo mismo sucede en Pakistán y Afganistán, de indudables y fuertes mayorías sunnitas, con la variante wahhabita más radical y extrema en este último país, durante el gobierno de los talibanes. Estas históricas y actuales represiones y persecuciones contra el chiísmo, en realidad, no hicieron más que fortalecer el lazo comunitario chiíta e impulsarlos a salir de su tradicional quietismo y buscar nuevos derroteros. Actualmente parecen hacerlo con buen resultado. En Irán, país chiíta por excelencia, donde esta variante es el único de los cultos islámico, la situación presente -año 2005- parece ser de cierto debilitamiento. El poder autoritario iraní, surgido de una revolución (1979) y de la guerra contra Irak (1980-1988), parece debilitarse progresivamente, enfrentándose actualmente con una sociedad cada vez más secularizada. No obstante esto, el chiísmo iraní por el momento parece firme, aunque está muy lejos de las primeras teorías de la revolución jomeiniana del "gobierno del docto" .

Con la caída de Saddam Husseim y el triunfo del chiísmo en las elecciones iraquíes de comienzos de año, se advierte ahora una fuerte cooperación política, económica, religiosa y estratégica entre los dos gobiernos chiítas vecinos, en guerra hasta pocas décadas atrás. Notable es, además, la cooperación entre las ciudades santas de Qom en Irán y las de Najaf y Karbala en Irak. La influencia de Irán en Irak, desde que el chiísmo ganó las elecciones en este último país, es cada vez mayor.

Es probable también que en virtud de la unidad religiosa actual entre ambos países y gobiernos, se pretenda que el Islam chiíta sea la principal fuente de la futura Constitución iraquí, que se proyecta en estos momentos para su ulterior aprobación legislativa.

Pero el acercamiento del gobierno iraquí a Teherán, se produce también en aspectos prácticos. Ejemplo de ello es que el propio gobierno iraquí ha promovido el pago de su deuda de miles de millones de dólares con Irán, por daños provocados durante la larga guerra iranio-iraquí de los años 80. Además, el gobierno iraquí está auspiciando la construcción de un oleoducto entre Basora y el puerto iraní de Abadan, lo que uniría finalmente y definitivamente a dos antiguos rivales.

El gobierno chiíta de Irak reconoció asimismo la responsabilidad de su país en la pasada guerra con Irán. Para acentuar aun más ese clima de entendimiento y afirmación chiíta en Irán e Irak, como bloque de influencia en Medio Oriente frente a los países sunnitas, ambos Estados acaban de suscribir acuerdos de cooperación militar.

La religión islámica chiíta ha ganado espacio en el antes secular Irak, como lo va ganando en otras zonas de importantes comunidades chiítas, sometidas y desdibujadas por las comunidades y gobiernos sunnitas.

Los chiítas insisten en que esta "casi vuelta" a su religión, y por tanto el ascenso al poder político, se debe a que en tiempos de adversidades y retos, el Islam chiíta es siempre una fuerza unificadora, con valores sólidos e inmutables.

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