Serie: Orbe Freudiano (XXVIII)

Psicoanálisis en la vejez

Abel Fernández Ferman

Un campesino que hace comer a su padre separado de su familia, en una pequeña silla de madera hecha por él, sorprende a su hijo juntando maderas: "¿Qué haces?" pregunta el padre. "Es para hacer una silla para cuando tú seas viejo", dice el niño. Inmediatamente después, el abuelo recobró su lugar en la mesa común.

En las últimas décadas la población de más de 65 años viene en aumento en el mundo entero. También las consultas psicológicas de personas en proceso de envejecimiento. En este camino he de detenerme, aunque muy brevemente, en el tema de la vejez y el envejecimiento, como manera de contextualizar una determinada práctica clínica con adultos mayores.

Nos ocuparemos de las peculiaridades de aquellas personas que adquieren conciencia del propio proceso de envejecimiento al llegar a la presumible segunda mitad de su vida, proceso cuyo comienzo situamos en la crisis de la mitad de la vida, entre los 40 y los 45 años. Esta delimitación, que no deja de ser arbitraria, es tomada como forma de ubicarnos ante el tema que nos convoca.

¿Es posible la psicoterapia psicoanalítica en la vejez? ¿Para qué?

Sin duda, para el niño del cuento, que junta las maderas, la vejez es algo que le sucede a los otros. Lo "curioso" es que seguramente también lo era para el hombre que hacía comer a su padre separado de la familia. Marcel Proust decía: "...de todas las realidades, la vejez es quizás aquella de la que conservamos durante más tiempo en la vida una noción puramente abstracta", a pesar de que, con tiempo suficiente, todos llegaremos a viejos.

El campesino sorprende al hijo, y el hijo al campesino; momento crucial en el que algo cambiará para siempre.

Aunque no para todos, el período que se inicia con la crisis de la mitad de la vida es un momento de realización. Para muchas personas es la época de la autorrealización, consolidación personal, independencia de los hijos, etc. Alrededor de las tres cuartas partes de la producción artística y científica en el mundo es de personas mayores de 40 años. Para casi todos se trata de la época de la progresiva toma de conciencia del paso del tiempo y del envejecimiento, tanto propio como el de nuestros padres u otras personas significativas de nuestro entorno, que envejecen y mueren. Este hecho, por cierto, no suele pasar sin dejar una profunda huella en quien lo vive.

En la biografía de Freud escrita por E. Jones, este dice: "El padre de Freud había fallecido en octubre... Al agradecer a (su amigo) Fliess su pésame, escribió: `Por uno de esos senderos obscuros que se esconden tras la conciencia oficial, la muerte de mi padre me ha afectado profundamente. Yo lo había valorado mucho y lo había comprendido con toda exactitud. Con esa su peculiar mezcla de profunda sabiduría y fácil fantasía, significó mucho en mi vida. No hay duda de que al llegarle la hora ya se había sobrevivido a sí mismo, pero su muerte ha hecho revivir en mí todos mis sentimientos más tempranos. Ahora me siento completamente desamparado'".

Refiriéndonos a las peculiaridades de la etapa que comienza a partir de la crisis de la mitad de la vida podemos mencionar tres aspectos de su expresión psíquica:

1. Incremento de la interioridad con un mayor énfasis en la introspección y balance vital, así como con un intento de revaluación del sí-mismo (self). En los casos mejores este proceso abre camino a la integridad y al proceso, deseable, de la "rememoración". En algunos sujetos, con trastornos narcisistas, puede transformarse en desesperación y en el sentimiento penoso de la nostalgia por lo perdido.

2. Cambio en la percepción del tiempo, con desarrollo de la conciencia de la finitud de la vida y de un tiempo personal limitado para vivirla.

3. Personalización de la muerte, vivenciada a través de la muerte de pares y seres allegados. Es decir, la muerte deja de ser una concepción más o menos abstracta. Es un cambio con relación al tema en sí mismo, en tanto ahora se vuelve un problema personal. Se trata de la vivencia de la propia finitud.

En condiciones normales, los últimos dos puntos van alejándose del centro de las preocupaciones de las personas, mecanismos de negación mediante, pero no así el primero.

VUELTA A Sí

El llamado "incremento de la interioridad" suele permanecer en la vejez, ayudando al proceso del envejecimiento. Este punto, a mi juicio, ha sido confundido muchas veces con un incremento del narcisismo, en el sentido de una excesiva preocupación (egoísta) por sí mismo. En realidad no es más que una vicisitud posible, que se convierte en uno de los grandes motivos de sufrimiento expresados como desesperación ante el hecho de envejecer, depresión (por colapso narcisista), hipocondría, conductas negadoras y/o exageradas, como la representada en la imagen de quien niega su propia edad a través de conductas desajustadas del sujeto. Para que un desenlace así tenga lugar, debe pre-existir un trastorno previo de la persona. Ajuriaguerra decía que "se envejece de acuerdo a como se ha vivido".

El siguiente puede ser un ejemplo (sacado del "Fausto" de Goethe) del tipo de envejecimiento patológico al que nos referimos ante el derrumbe del armado defensivo contra la angustia generada en y por la vejez: "Yo, imagen de la divinidad, yo que me figuraba estar ya muy cerca del espejo de la verdad eterna, que gozaba de mí mismo, bañado en la luz y el esplendor celeste, y había despojado al hijo de la tierra, yo, superior al querubín, yo, cuya libre fuerza, llena de presentimientos, ya pretendía osadamente correr por las venas de la Naturaleza, y, creando, aspiraba a gozar de la vida de los dioses, ¡cómo debo expiar mi vana presunción! Una sola palabra, potente como el rayo, ha bastado para anonadarme". Advertimos aquí un penar nostalgioso de quien idealiza el pasado y a sí mismo más allá de la cuenta y de quien no puede enfrentar las pérdidas actuales. Podemos seguir con facilidad la secuencia de la identificación con imágenes ideales, el colapso narcisista (derrumbe de la imagen de sí) y la posterior caída en la depresión expresada por Fausto de la siguiente manera: "Con espanto me despierto por la mañana. Quisiera llorar lágrimas amargas al ver el día, que en su curso no saciará uno solo de mis anhelos, ni uno tan siquiera... Y luego, cuando desciende la noche, debo tenderme intranquilo en el lecho, y ni aun allí encuentro reposo alguno, pues fieros ensueños vendrán a llenarme de sobresaltos...la existencia es para mí una penosa carga; ansío la muerte y detesto la vida". En este caso, sin duda, hablaríamos de un incremento patológico del narcisismo, que se ve tanto en la nostalgia dolorosa como en la depresión ante la imposibilidad de aceptar las consecuencias del pasaje del tiempo. Si traigo una depresión, como ejemplo de un tránsito patológico a la vejez, es porque a mi juicio esta constituye uno de los motivos principales de consulta en esta etapa de la vida.

Cuando postulamos el incremento de la interioridad como salida normal en el envejecimiento "digno", estamos pensando en un aumento de la relación con el mundo interno, que facilita el despliegue de potencialidades en el mundo cotidiano, que de ninguna manera supone aislamiento, marginación, pasividad, ni incremento del egoísmo. Enfatizo esto porque en el trabajo psicoterapéutico con pacientes que envejecen damos importancia primordial a la actividad de la rememoración, como forma de ponerse en contacto con uno mismo y poder rescatar las cosas hechas y vividas a lo largo de la vida. Se trata, a mi modo de ver, de una forma de conservar, al tiempo que reconocer, lo que ya no está (discriminar pasado y presente) y ubicarse ante esta etapa vital, y lo relaciono con la elaboración psíquica en un sentido psicoanalítico.

La persona que comienza a envejecer enfrenta una serie de cambios progresivos, en los que no me voy a detener, que se dan conjuntamente a nivel del cuerpo, la mente y la trama de vínculos sociales.

EL ENTORNO DE LA DEPRESION

Hemos afirmado que la depresión constituye uno de los motivos principales de consulta en la etapa de la vida que comienza luego de la crisis de la mitad de la vida, y en la vejez misma. Depresión por las pérdidas de personas, ideales, etc., reales o fantaseados, considerados esenciales para vivir o satisfacer un deseo. Estas pérdidas pueden haber sido anticipadas como posibilidad en la crisis de la mitad de la vida, o pueden haber sido negadas en la fantasía de la "eterna juventud", caso en el que el enfrentamiento con la realidad se hace más difícil de sobrellevar.

Debemos reconocer que nuestra sociedad, que pone tanto énfasis en los aspectos productivos del individuo, no ofrece mayores posibilidades a quien se encuentra en proceso de envejecimiento, lo que puede muchas veces generar motivos para detonar una situación de duelo patológico y/o depresión en individuos que cursan la tercera edad. Por cierto, el factor desencadenante social se conjugará con la estructura psíquica de la persona que envejece, y hasta con factores constitucionales, combinándose los tres aspectos de manera variable en cada sujeto. Volvemos entonces sobre la distinción de un envejecimiento normal y otro signado por la estructura psicopatológica previa.

En situaciones patológicas, vemos en algunas personas mayores una tendencia a aislarse. Esto incluso llevó a postular tal tendencia como un acontecimiento natural y esperable en la vejez. Tras esta postura podemos encontrar con relativa facilidad el horror a la vejez, al igual de lo que sucede con la locura. La "teoría del desapego", que postula el aislamiento como proceso natural en la vejez, no es más que una vicisitud patológica del envejecimiento a la cual contraponemos la actividad, la integración y la integridad como objetivos a lograr a través de un proceso psicoterapéutico.

Consideramos dos aspectos fundamentales en la evaluación inicial del consultante antes de comenzar una psicoterapia:

A. El grado de posible deterioro orgánico que puede llegar a constituirse en imposibilidad para un tratamiento clásico de orientación psicoanalítica. Quedan incluidos en este grupo los estados de demencia senil, las enfermedades atróficas como la enfermedad de Alzheimer, las arteriopáticas, etc.

B. El tipo de demanda o expectativa, realista o no, en relación con el proceso psicoterapéutico.

Tomamos siempre en cuenta el momento evolutivo de quien solicita ayuda y sus circunstancias vitales, así como los aspectos históricos de la situación conflictiva por la que se consulta. El proceso de la rememoración, si bien incluye el del recordar, supone, como se dijo, una toma de contacto con uno mismo, tendiente a recuperar o revalorar lo hecho a lo largo de la vida. Como ya lo hemos afirmado, el resultado buscado será promover una postura proactiva ante la vida, así como la integridad y la integración.

REFERENCIAS

DE BEAUVOIR, S. La vejez. Ed. Sudamericana, B.A., 1983.
EY, H. Y OTROS. Tratado de Psiquiatría, Ed. Toray-Masson S.A., Barcelona, 1980.
FERNANDEZ, A. "La consulta psicológica y el psicodiagnóstico". Ed. Fin de Siglo, Montevideo, 1994.
GOETHE. Fausto. Ed. Ateneo. Bs. As. 1949.
JONES, E. Vida y obra de S. Freud. Ed. Anagrama, Barcelona, 1961.
SALVAREZZA, L. Psicogeriatría, Teoría y Clínica. Ed. Paidós, Bs.As., 1988.

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