Serie: Orbe Freudiano (XXX)

Subjetividad y Psicoanálisis

Damián Schroeder

El psicoanálisis y la subjetividad son entidades de distinto orden. La exploración de las nuevas formas de la subjetividad nos interroga en múltiples sentidos. Entre ellos se destacan nuestras concepciones sobre el Complejo de Edipo y los debates antiguos y actuales que este concepto fundamental del psicoanálisis suscita.

Por otra parte, los procesos de institucionalización, entendidos como el juego de fuerzas permanente entre lo instituido y lo instituyente, son procesos que producen subjetividad. En estos es necesario considerar la dimensión grupal e institucional de la subjetividad. Para pensar las subjetividades y los procesos de subjetivación desde el psicoanálisis resulta imprescindible considerar la implicación del psicoanalista.

Psicoanálisis y subjetividad.

En el debate acerca de la subjetividad y el psicoanálisis hay, al menos, tres posturas:

1) La noción de sujeto, implícita en el concepto de subjetividad, ha sido patrimonio de diversas disciplinas como la filosofía, la historia, la sociología, la literatura, la psicología social, etc., y por lo general aparece ligada a la conciencia.

Desde esta perspectiva se puede aducir que el sujeto de la conciencia y el inconciente postulado por el psicoanálisis se hallan en las antípodas (Bleichmar, S., 2006). En esta concepción, y más allá de considerar al ser humano como un sujeto histórico y social concreto, la fantasmática inconciente en la que se destaca la pulsión sexual y el deseo humano constituye un universal que guarda una relación de extraterritorialidad con las contingentes formaciones históricas en las que advenimos como sujetos.

2) Otro punto de vista establece una equivalencia entre fantasía y subjetividad, por lo que desde sus comienzos el psicoanálisis no habría hecho otra cosa que ocuparse de la subjetividad. Así, el método psicoanalítico habría permitido "acceder" a la subjetividad de un modo inédito, a través del análisis de la transferencia, habilitando así la producción singular, única, del sujeto psíquico en la sesión. Este punto de vista soslaya problemas y diferencias que importa conceptualizar.

3) Una tercera postura, que es la que nos interesa explorar, sostiene que, así como hay diferencias conceptuales importantes entre la subjetividad y el modo psicoanalítico de concebir el inconciente, hay puntos de contacto, zonas intermedias a explorar.

¿La realidad material influye en nuestro inconciente? ¿Qué relación hay entre cultura y psicopatología?

¿Nuevas formas de subjetividad?

Los términos subjetividad y subjetivación, de centenaria tradición en disciplinas vecinas, se han introducido hace apenas algunos años en nuestra disciplina psicoanalítica. Excede al propósito de estas líneas dilucidar las razones de dicha introducción. En todo caso parece una fecunda vía de interrogación (Bleichmar, S., 2006) analizar la incidencia de los factores socioeconómicos y políticos de estos últimos tiempos, signados por la violencia y el desamparo y que hacen peligrar el contrato narcisista que Piera Aulagnier considera que funda cualquier posible relación del sujeto con la sociedad y que permite el advenimiento social de los sujetos (Aulagnier, P., 1975).

En un trabajo anterior (Schroeder, D., 2004) señalé que para comprender las nuevas expresiones de la subjetividad era preciso considerar la incidencia de la decadencia del Otro amparador estatal en los procesos de destitución subjetiva. Los procesos destituyentes de este desfondamiento estatal (Lewkowicz, I., 2002) han tenido y tienen consecuencias devastadoras en el tejido social, aumentando la marginación y la exclusión social.

También afirmé que en esta época, caracterizada por los procesos dialécticos entre la modernidad y la postmodernidad, existe una tendencia a abolir la distancia entre el sujeto y el Otro (Dufour, D., 2001) que brinda "…el fundamento simbólico fundacional para el sujeto". "Los modos de subjetivación en esta era de predominio postmoderno se caracterizan por una función reflexiva de una figura del otro dispersa, fragmentada y/o en red" (Schroeder, D., 2004).

Interesa, pues, señalar que los cambios trascendentes en los modos históricos y sociales concretos de producción de sujeto psíquico, que Marcelo Viñar en nuestro medio ha calificado de mutación civilizatoria, han hecho que los psicoanalistas no podamos ser ajenos a los mismos (Viñar, M., 2002).

¿Los cambios en las formas del trabajo, del amor, de la sexualidad, de las configuraciones familiares, por citar sólo algunos elementos del catálogo del nuevo milenio, inciden en la estructuración psíquica? En caso afirmativo, ¿estamos en condiciones de dar cuenta de los diversos modos en que dicha incidencia se produce? ¿En qué medida los procesos de producción de subjetividad nos permiten entender los procesos de estructuración psíquica?

Se insiste desde hace tiempo en la eventual existencia de nuevas patologías. Por una parte, hay quienes sostienen que el sufrimiento del hombre ha sido el mismo en todas las épocas, a pesar de que cambian las formas de presentación de dicho sufrimiento. Por otra, se ha señalado que abordar la cuestión de las "nuevas patologías" supone considerar las nuevas "normalidades" (Boschán, P., 2001), que es preferible denominar nuevas formas de subjetividad. Pensar en la existencia de nuevas formas de subjetividad nos exige revisar nuestra "caja de herramientas" y renovar las preguntas. Entre ellas queremos destacar una: la cuestión del Edipo como uno de los debates centrales y su vínculo con las nuevas formas de la subjetividad.

Edipo(s)

Desde sus comienzos el psicoanálisis concibió la estructuración psíquica a partir de los conceptos de sujeto dividido, el conflicto psíquico, el deseo inconciente, la pulsión sexual infantil, la diferencia de sexos y generaciones, por citar sólo algunos de los conceptos fundamentales. Así, el ser humano es concebido como adviniendo a un universo simbólico en el que el Complejo de Edipo y la prohibición del incesto constituyen reguladores universales.

En nuestro medio, Daniel Gil ha criticado la operación universalizante que hiciera Freud del mito de Edipo. En esta línea importa advertir que, al leer a Sófocles y conceptualizar el psicoanálisis, Freud "inventó" otro Edipo, y otro mito: el del parricidio original.

Aunque no constituya un aspecto esencial de la subjetividad humana y, por lo tanto, un universal humano, el complejo de Edipo tiene igualmente un valor estructurante del psiquismo, y constituye la "…organización fantasmática del deseo en las sociedades de padre…" (Gil, D., 2002, P. 107). No constituye una verdad ontológica, sino una verdad histórica. Estos controversiales aportes suponen, desde mi punto de vista, una contribución que enriquece nuestras posibilidades, tanto en nuestras prácticas como en nuestras teorías.

No desconozco que estas afirmaciones suponen en última instancia un debate mayor que tiene que ver con cómo concebimos lo humano: ¿Naturaleza humana? ¿La Especie humana es única como planteaba Robert Antelme (Antelme, R., 1996)? ¿Condición humana como ha propuesto entre nosotros Marcelo Viñar (Viñar, M., 2002)? ¿Humanidad al pie del acontecimiento y al pie de la catástrofe y que, por lo tanto, se puede ganar o perder, como proponía Ignacio Lewkowicz (Lewkowicz, I., 2002)? A su vez, este debate acerca de la mayor o menor "centralidad" de la cuestión edípica se vincula con el modo de conceptualizar la prohibición del incesto.

La antropóloga Françoise Héritier ha propuesto hace ya varios años la distinción entre un incesto de primer tipo y uno de segundo tipo. El de primer tipo es el "psicoanalítico". Consiste en la prohibición de relaciones sexuales directas hetero u homosexuales entre consanguíneos, verificable en la mayoría de las culturas y que, por lo tanto, tiene un carácter particular y no universal. Esto no excluye que en toda cultura haya prohibiciones que regulen los intercambios sexuales.

El incesto de segundo tipo es indirecto. La prohibición recae en los consanguíneos del mismo sexo, no homosexuales, que comparten el mismo partenaire sexual. "La prohibición del incesto de segundo tipo, bajo su forma paradigmática de interdicción de una madre y su hija respecto de un mismo hombre, aparece así como la forma pura de exceso de lo idéntico" (Héritier, F., 1995, P. 9). Lo verdaderamente prohibido sería "el encuentro de los fluidos". La prohibición fundamental recae en el contacto de los humores idénticos. "…El coro no le dice a Edipo que se ha acostado con su madre, le dice que se ha "encontrado" con su padre en la matriz de su madre, como si esto fuera lo más terrible" (Héritier, F. citada por Gil, D., 2002, P. 142). El que haya un límite para el "encuentro de los fluidos", límite a la sexualidad a fin de cuentas, constituye un regulador universal. Es condición de cultura el que se distinga lo idéntico de lo diferente. Es por esto que Green sostiene que aunque las hipótesis de Héritier provienen de la antropología y no del psicoanálisis, de todos modos remiten a este último.

Buena parte del siglo XX, que vio crecer y desarrollarse a nuestra disciplina, ha sido definida como la de una modernidad caracterizada por las certezas. Dichas certezas presididas por la creencia en la razón, que el propio psicoanálisis ha contribuido a deconstruir, incluyen las certezas respecto al lugar del padre, la madre, la mujer, la diferencia de sexos, generaciones, pertenencias y linajes.

En las postrimerías del siglo XX y comienzos del XXI se han producido cambios profundos, cuya magnitud e incidencia importa dilucidar. Sostiene Green que: "quizás hoy estemos en condiciones de aceptar que un solo modelo no puede describir el complejo de Edipo y que nos hace falta admitir varios otros de los cuales el clásico Vatercomplex no dio cuenta por entero" (Green, 2005, P. 245). En cierto momento de su recorrido teórico dicho autor planteó "…una teoría de la triangulación generalizada con tercero sustituible" (Green, A., 2005, P. 275-76). A pesar de que el tercero remite siempre a una triangulación, no quería decir que el psicoanálisis debía reducirse a la estructura edípica. Es posible considerar relaciones triangulares en las que el tercero no remita necesariamente a la función paterna, aunque exista siempre la función de corte, de separación, de discriminación. Es por esto que el Edipo concebido como "…histórico y estructural, debe considerarse además un modelo del que sólo conocemos aproximaciones" (Green, A., 2005, P. 263). Algo que como psicoanalistas, a veces, perdemos de vista.

Desde la perspectiva de Green: "Se anuncia la muerte del Edipo, con el pretexto de que nuestras sociedades contemporáneas ya no mantienen el papel tradicional del padre" (Green, A., 2005, P. 266).

Estos cambios epocales en los que se destaca el desfallecimiento de la figura del padre en nuestras sociedades, han sido señalados en nuestro medio por Daniel Gil y Sandino Núñez. Con respecto a lo señalado por dichos autores, Fanny Schkolnik afirma que es: "una propuesta que habilita a seguir pensando cómo operará lo simbólico y su articulación con lo real y lo imaginario en las nuevas formas que están adquiriendo el padre y la madre con el cambio en las funciones en nuestra sociedad actual" (Schkolnik, F., 2002, P. 179).

Es que el papel tradicional de la madre también ha cambiado de la mano de la tecnología. Hay tres figuras de madre: la madre biológica, la que da su vientre en alquiler y la que lo cría. Esta "proliferación" de "discursos posibles" con respecto a la maternidad, origen de no pocos debates, nos interroga respecto a la posible declinación de la figura materna. Aunque, como afirma Derrida: en todo caso siempre habrá nacimiento y organización social, lazo social que reciba al niño (Derrida, J., 2004). Lo difícil es presagiar las configuraciones específicas de dichas organizaciones sociales.

No hay dudas de que la sexualidad infantil constituye un organizador. No obstante, a la luz de lo señalado cabe preguntarse: ¿plantea el psicoanálisis que hay una única vía de sexuación o, como sostiene Allouch, las vías de sexuación son múltiples (Allouch, J., 1999)? Estas eventuales múltiples vías de sexuación hacen a los debates promovidos por los movimientos gay y de lesbianas, cuyo punto de partida es que la perversión en general y la homosexualidad en particular señalan una de las mayores asignaturas pendientes del psicoanálisis. ¿Qué pensamos de la adopción de niños por parejas homosexuales? Esos "locos bajitos" padecerán fallas en su estructuración psíquica? Por ahora lo ignoramos.

Esto, que es señalado y retomado por la sociología y la política, no ha podido ser considerado aún en profundidad por nuestra disciplina. A modo de ejemplo resulta elocuente evocar la posición sostenida por Chasseguet-Smirgel, para quien el movimiento llamado "lesbiano" conduce a una indiferenciación sexual, desnaturalizando la sexualidad. Critica que ésta sea concebida como una mera construcción político-social "heterocéntrica" (Chasseguet-Smirgel, J., 2001). Este debate pone sobre el tapete la "zona de tensión" entre una postura genética, la función simbólica y el constructivismo (Derrida, J. 2004).

Esta zona de tensión hace también a los debates de género, cuya importancia ha aumentado a partir de la modificación del papel de la mujer; la más importante del siglo XX para el historiador José Pedro Barrán.

La dimensión grupal e institucional de la subjetividad

"La cuestión de los ideales fue abordada por Freud en diversas obras. Con su concepción del ideal del yo, Freud daba cuenta simultáneamente de una instancia del aparato psíquico y de la influencia de lo social y lo cultural en la estructuración psíquica. Así, el ideal del yo sería la bisagra conceptual por excelencia entre lo "interior" y lo "exterior". Es la manera en que Freud "resolvió" la vieja dicotomía individuo y sociedad" (Schroeder, D., 2004). De ahí que toda psicología individual sea al mismo tiempo y desde un principio psicología social (Freud, 1921, P. 67). Por lo tanto, podemos decir con Freud que el estudio de las masas permite el análisis del yo y el elemento clave lo constituyen los procesos de identificación.

Esta dirección "desde afuera hacia adentro" hace a la primacía del Otro en la constitución subjetiva. Dicha primacía fue señalada por Freud cuando afirmó que la figura del otro aparece integrada siempre en la vida anímica individual como modelo, objeto, auxiliar o adversario (Freud, 1921).

Este aforismo fue retomado por Pichon-Rivière como punto de partida de la psicología social para reformularlo y afirmar que: "…toda psicología, en un sentido estricto, es social" (Pichón-Rivière, 1978, P. 43).

Estos aportes de Pichón, que me interesa señalar, nos permiten comprender lo que calificaríamos de dimensión grupal de la subjetividad. Pichón fue más lejos y conceptualizó la noción de Emergente como aquello que en el seno de un grupo articula la verticalidad de un individuo, es decir su historia singular, con la horizontalidad del grupo, la que "…hace al proceso actual que se cumple en el aquí y ahora en la totalidad de los miembros" (Pichón-Rivière, E., 1978, P. 158). La noción de emergente, a mi juicio, constituye entonces otro aporte para comprender la compleja articulación entre individuo y grupo.

En la misma época en que Pichón elaboraba su teoría, Bleger (que fue discípulo de Pichón) distinguía: a) un ámbito psicosocial (individuos); b) un ámbito sociodinámico (grupos); c) ámbito institucional (instituciones); y d) un ámbito comunitario (comunidades). Estos ámbitos son propuestos por Bleger "…para el estudio del ser humano como totalidad en las situaciones concretas y en sus vicisitudes interpersonales (presentes y pasados)" (Bleger, J., 1974, P. 47).

Agrega Bleger que: "…se impone un pasaje de los enfoques individuales a los sociales en el doble sentido de reforma de los modelos conceptuales y ampliación del ámbito de trabajo" (Bleger, J., 1974, P. 48).

Tomando en cuenta los aportes de Pichón y Bleger me parece que es posible, y necesario, postular una dimensión grupal de la subjetividad.

Por otra parte, importa consignar los desarrollos del socioanálisis francés entre los que se destacan, entre otros, los aportes de Lourau. Sostiene Lourau que: "El enfoque de Freud permite entonces proporcionar una base para la teoría moderna de los grupos. Permite también aproximarse al concepto de institución" (Lourau, R., 1975, P. 167).

"Psicología colectiva y análisis del yo descarta la falsa oposición entre una clínica "individual" y otra "social", entre el dominio del individuo y el dominio de la sociedad como objetos de ciencia...." (Lourau, R. 1975, P. 168).

Es decir que la subjetividad dando cuenta de lo social y la singularidad como expresión singular de un sujeto de esa subjetividad permiten romper la polaridad individuo- sociedad.

"…Estudiar las relaciones sociales en función de un modelo institucional, y tratar de intervenir en esas relaciones planteándolas dentro de un juego de estructuras instituidas e instituyentes, y no como una naturaleza o una matriz de relaciones interindividuales o intergrupales, significa tener en cuenta a la vez el descubrimiento de Freud y el aporte de las ciencias sociales…". El análisis institucional describe "…un sistema de instituciones que, desde la elaboración del complejo de Edipo hasta los rituales funerarios, pasando por todas las estructuras, estructuras-acontecimientos y acontecimientos instituyentes, es el lenguaje de las relaciones sociales" (Lourau, R. 1975, P. 168-9)".

En este sentido es que toda institución (incluidas las instituciones psicoanalíticas) es productora de subjetividad y a la vez cada sujeto constituye una singularidad de una subjetividad instituida.

La implicación y los procesos de subjetivación en el analista

Nuestra implicación institucional, en la que también participan de manera consciente o no nuestros esquemas referenciales, hacen a los procesos de subjetivación en el analista. Realizar un análisis de la implicación implica dar cuenta de las condiciones sociales, políticas, económicas, de construcción de saberes, de elementos técnicos que conforman una práctica social determinada, entre las que se incluye la del psicoanalista. En la medida en que seamos capaces de dilucidar dicha implicación, estaremos en condiciones desde nuestro posicionamiento analítico, siempre en jaque, de potenciar el poder subjetivante de la experiencia analítica.

REFERENCIAS

ALLOUCH, J. (1999) Para introducir el sexo del amo. En: Revista. Litoral, La opacidad sexual Nº 27, Edelp, pp. 47-125.
ANTELME, R. (1957) La especie humana. Montevideo, Trilce,1996.

AULAGNIER, P. (1975) La violencia de la interpretación. Buenos Aires, Amorrortu, 1977.
BARANGER, M. La mente del analista: de la escucha a la interpretación. En: Revista de Psicoanálisis, APA.,Tomo 49, Nº 2, Buenos Aires. 1992, pp. 223-237.
BLEGER, J. (1966) Psicohigiene y Psicología Institucional. 3a. ed. Buenos Aires, Paidós, 1974.
BLEICHMAR, S. (2004) Límites y excesos de la subjetivación en psicoanálisis. En: http: //www.apuruguay.org/, ver Trabajos introductorios, 2006, P. 4.
BOSHAN, PEDRO. (2001) "¿Y ahora qué? Reflexiones sobre la realidad y el tiempo". En: V Conferencia Interregional de IPA. "Desafíos al psicoanálisis en el Siglo XXI: Salud mental, sexualidad y realidad social". Bs. As. Argentina, inédito.
CHASSEGUET-SMIRGEL, J. (2001). "A propósito de algunas "nuevas" patologías. Las conductas de rasgos autárquicos."En: "Desafíos al psicoanálisis en el Siglo XXI: Salud mental, sexualidad y realidad social". Conferencia Interregional de IPA. Bs. As. Argentina, inédito.
DERRIDA, J. Y ROUDINESCO, É. (2001) Y mañana qué... Buenos Aires, Fondo de Cultura Económico, 2003.
DUFOUR, D.-R. Esta nueva condición humana. Los desconciertos del individuo-sujeto. Le Monde Diplomatique, Edición Cono Sur. Servicio Info-Dipló / Los Semanales. 11/05/2001
FOUCAULT, M. (1978) La verdad y las formas jurídicas. Madrid, Ed. Gedisa, 1980.
FREUD, S. (1897) Carta 69. En: Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Buenos Aires, Amorrortu Editores tomo I, 1982.
-------------- (1921) Psicología de las masas y análisis del yo. Bs. Aires, Amorrortu Editores, tomo XVIII, 1982.
-------------- (1926) Inhibición, síntoma y angustia. Bs. Aires, Amorrortu Editores, Tomo XX 1982.
GIL, D. Y NUÑEZ, S. (2002) ¿Por qué me has abandonado? El psicoanálisis y el fin de la sociedad patriarcal. Montevideo, Ed. Trilce.
GOMEZ MANGO, E. El extranjero en la frontera de lo inhumano. La desolación. Brecha, 12 de marzo de 2004.
GREEN A., (2003) Algunas directrices para un psicoanálisis contemporáneo; desconocimiento y reconocimiento del inconsciente. Buenos Aires, Amorrortu, 2005.
HÉRITIER, F. (1994) Presentación. En: Autores varios. Del Incesto. Bs. Aires, Ediciones Nueva Visión, 1995, pp.7-19.
LACAN, J. (1966) Posición del inconsciente. En Escritos 2. Bs. Aires, Siglo XXI editores, 1985.
LEWKOWICZ, I. Sucesos Argentinos: notas ad hoc. Buenos Aires, Lewkowicz & Asociados, 2002.
LÓPEZ, A. (2002) Tatuajes hoy. En: Revista Appia, Montevideo, 2005.
LOURAU, R. (1970) El análisis institucional. Amorrortu Editores, Bs. Aires, 1975.
----------------. (1980) Balance de la intervención socioanalítica. En: La intervención institucional (Varios autores), Plaza y Valdes, México, 1987.
--------------.- (1988) Grupos e institución. En: Subjetividad y devenir socia. Lo Grupal 10, Bs. Aires, Búsqueda de Ayuí,1993.
NEYRAUT, Contratransferencia y pensamiento psicoanalítico. En: La transferencia. Bs, Aires, Ediciones Corregidor, 1976, Cap. 1.
PICHON-RIVIÈRE, E. (1971) Del psicoanálisis a la psicología social (I). Bs. Aires, Ediciones Nueva Visión, 1978.
RACKER, H. Aportación al problema de la contratransferencia. Revista de Psicoanálisis, Tomo XII, Nº 4 . Bs. As., 1955.
SCHKOLNIK, F. (2002). La función paterna y el lugar de la mujer en la sociedad contemporánea. Dialogando con el autor: ¿Por qué me has abandonado? de Daniel Gil y Sandino Núñez. Revista Uruguaya de Psicoanálisis. Encuadres y procesos psicoanalíticos. Tomo Nº 96. APU. Uruguay, pp.177-181.

SCHROEDER, D. (2000) El sujeto y el objeto de la contratransferencia. El Trabajo del analista: La Contratransferencia en cuestión, RUP 92, noviembre 2000.
---------------------. (2004) Ideales, psicoanálisis y nuevas formas de subjetivación: una encrucijada interdisciplinaria. En: El poder de los ideales. Idealización del poder. 3º Congreso de psicoanálisis, A.P.U. Montevideo, agosto de 2004, edición en CD.
VIÑAR, M. (2002). El psicoanálisis y el mundo de hoy. Cambios y permanencias. Revista Fepal. Cambios y Permanencias. Sao Pablo, 2002.
WINNICOTT, D. W. Realidad y Juego. 1971 Bs.As., Gedisa.

 

Volvamos al comienzo del texto


Portada
Portada
© relaciones
Revista al tema del hombre
relacion@chasque.net