Serie: Orbe Freudiano (XXXIII)
La "subjetividad producida" en cuestión
Saul Paciuk
Una nueva constelación de palabras recorre el cielo psicoanalítico, en el que anidó signada por tan buena fortuna que en algunos ámbitos del psicoanálisis esas palabras son moneda corriente (con los riesgos de devaluación que trae consigo el uso para todo servicio). Acuden desde otros campos (sociología, filosofía, antropología), así como de los (reivindicativos) estudios sobre género y sobre nuevas formas de sexualidad.(3), (5,6) Pero no es de interés aquí dilucidar autorías y deslices. En todo caso el mérito de los conceptos no debiera derivar de quién los nombra, sino del qué nombran ellos.
Los términos que integran esta constelación tienen como eje la elusiva noción de sujeto ("persona innominada" para el diccionario), acompañada de las de subjetivación, construcción, constitución y producción de subjetividad y sus derivados. Se habla, por ejemplo, del "proceso de construcción del sujeto psíquico". (1) A todos esos términos se los presenta como apuntando a la relación entre el sujeto y su entorno social, y su eclosión, en los hechos, ha significado el olvido, entre otros conceptos, del hasta hace poco imprescindible "sujeto del inconciente".
Por el momento y hasta donde puedo conocer, el sentido preciso de tales palabras parece no haber sido establecido y, mas aun, se advierte que se las usa indistintamente ("… es uno de los pilares sobre los cuales se constituye la subjetividad. En el caso de los hombres, la subjetividad se ha construido socialmente…". Enfasis mío) (2)
Algunas expresiones de esta constelación integran el lenguaje cotidiano, y así es que entre jóvenes se dice de alguien que es o está "muy producido", aludiendo a que muestra señales de intervenciones (cosméticas, por ejemplo) que transforman su presencia espontánea.
Estos cambios en proceso ¿acaso muestran un psicoanálisis que igualmente intenta lucir muy producido, intentando así satisfacer un cuestionable afán de novedad o de modernización, o una necesidad de dar por probadas supuestas y endebles "superaciones"?
Quizá corresponda ser cautelosos y abrir así espacio a la pregunta por su validez en nuestro campo, considerando la propuesta de adopción de esos nuevos términos como un intento de explorarlos, "haciéndolos trabajar" en los espacios de la teoría y de la práctica psicoanalíticas..
Se nos presentan así varios escenarios en los cuales es posible considerar la subjetivación. Entre ellos está cierto empeño renovador del psicoanálisis, para el cual la subjetivación parece asociarse explícitamente con la necesidad de "modernizarlo" y que intenta alejarlo de lo que esa misma postura modernizadora confina como "psicoanálisis clásico", del que se dice que sería insuficiente y hasta iatrogénico para encarar los nuevos cuadros, los producidos por nuevas condiciones sociales.
En fin, es mucho lo que abona la necesidad de compartir la pregunta "¿de qué hablamos cuando hablamos de subjetivación?". (1)
CUANTO DE NUEVO
Contradiciendo el ánimo de novedad, por aquí y por allí se asocian subjetivación y, por ejemplo, individuación, como lo hacen Gutton (8) y Roussillon, (13) volviendo a un concepto empleado abundantemente hace unas décadas, tensado entre un sí mismo verdadero que debía ser alumbrado y lo seudo, apariencia que encubre un alumbramiento eludido. Vale especialmente anotarlo porque ahora también se pueden encontrar paralelas referencias a "la verdadera subjetivación". El camino se revela conocido: así como antes la individuación (concepto también recogido de otros ámbito, de Jung), hoy la subjetivación corre el riesgo de volverse valor. Lo cual pone sobre el tapete la pregunta acerca de ante qué sujeto nos coloca una subjetivación acabada, lograda. (14)
La subjetivación, como antes la individuación, considerada como meta, también deberá plantearse la pregunta: ¿es deseable esa forma de coagulación que supone una individuación lograda o una subjetivación definida?
El atajo actual nos recuerda que en psicoanálisis a la noción de sujeto no le cabe la pretensión de referirse a o de erigir una coherencia unificante, propia de lo sustancial e inmutable. Más bien el psicoanálisis engrana con la -ineludible- crisis de la noción de sujeto y mantiene viva la pregunta acerca de si todavía una cierta subjetividad concreta puede entenderse como algo de alguna manera asible, pasible de definición.
Quizá a una visión psicoanalítica le sería más propio atender a una meta elástica, que mantenga la posibilidad de identificaciones variables, indicadoras de riqueza personal, ya que "debe producirse un déficit de subjetivación para que sea posible una identificación exterior al Yo y para ser objeto para un otro", según lo formula con acierto Carlos Sopena. (14)
Por otro lado se pone un concepto específico cuando se habla de la producción y la construcción de la subjetividad, haciendo del sujeto un producto. Se dirá que la novedad se justifica porque el psicoanálisis había tratado del Yo, mientras que ahora está en consideración el sujeto, sin advertir que se traslada sin más una noción de sujeto propia de las ciencias sociales, sin que sea considerado el posible obstáculo representado por las diferencias entre los encares y supuestos de ambas disciplinas.
EL GRAN GIRO
¿Estamos ante un nuevo giro en la teoría psicoanalítica? Roussillon (13) nos recuerda un momento de giro en el pensamiento freudiano, el ocurrido con la publicación de "El Yo y el Ello". Hasta entonces se entendía que para el psiquismo se trataba de apropiarse de la realidad psíquica reprimida, la cual tenía representación. Con la noción del Ello aparece lo que no tiene representación, lo que no es reprimido ni puede ser apropiado subjetivamente, si bien es potencialmente subjetivable. El Ello actúa desde el interior del psiquismo, pero desde fuera de la subjetividad y se trata de la conquista del Ello, de integrar aspectos inconcientes del Ello en el Yo, un trabajo de apropiación de sí. Todo en la dirección de la afirmación programática formulada por Freud en 1932 con el "Wo es War, Soll ich verden", algo como decir donde el Ello es, que el Yo sea. En este contexto, debe notarse que el sentido que da Roussillon (13: 785) a lo que llama subjetivación no remite a lo que desde el exterior conforma al sujeto.
Ahora se propone considerar una nueva fuente de subjetivación: el mundo exterior y la cultura, la realidad social y política, todo lo cual actuaría como moldeando al sujeto, pero ya no por apropiación sino por causación. Un reciente texto expresa claramente: "Los efectos de los cambios de la sociedad y la cultura en la subjetivación, entendida como la construcción del sujeto inmerso en ese contexto sociocultural". (1) En el mismo sentido se pronuncia Eribon. "Ciertas dinámicas (lo que es decir fuerzas, mecanismos) estructuraron la generación de lo que somos. Ellas dieron lugar al desarrollo en cada uno de nosotros de una determinada y particular conciencia de sí." Y agrega que se puede sostener que "nada nos puede interesar más que conocer los mecanismos que nos construyeron en tanto individuos",; y concluye: "¿qué puede haber de más acuciante que saber el cómo y el cuándo de la producción del individuo y de la individualidad en la sociedad occidental?’"(3)
Este nuevo pensamiento parece orientarse a identificar factores determinantes que producen sujetos que son "efectos" de esos factores.
La pregunta que haría este concepto de subjetivación sería del tipo ¿cómo influye cada sociedad o cada modelo cultural? Pero antes de responder al cómo, sería pertinente preguntarnos qué significa influye, puesto que se le puede entender, por ejemplo, como apuntando a la causación mecánica, o al condicionamiento, o a proponer diferentes modos de ser y escenarios que sirven a los fines de brindar posibilidades de identificación y de expresión de lo propio.
Quizá merecería una amplia discusión el traslado sin más de la noción de sujeto propia de las ciencias sociales, que se propone sin reparar en los diferentes enfoques de aquellas disciplinas y el psicoanálisis.
Dejemos la cuestión en ese punto por el momento, para señalar que junto con este giro asistimos a otro, el que pone sobre el tapete la noción de sujeto, la que poco lugar tuvo en la obra y el pensamiento de Freud, quien más bien habló de "Yo". Y aquí las diferencias son radicales, pues mientras el sujeto habla de lo "innomimado" y es intercambiable y m´ss bien tiene valor estadístico, el Yo habla de alguien concreto y encarnado, habla de quien puede decir "yo", que es un pronombre y es a la vez un Yo instancia, una estructura que Freud coloca como central en el psiquismo.
Contraviniendo la noción corriente de sujeto, el psicoanálisis ha estado lejos de sostener el concepto de un psiquismo constituido como unitario y acabado; más bien es pensado como escindido y hasta como grupalidad; y ha estado lejos de sostener que es el resultado de la revelación de un ser secreto, sino que más bien es pensado como la sedimentación de trazas de relaciones múltiples. Todo lo cual justifica que se hable de un proceso de constitución o de crecimiento del psiquismo en torno a un socius, proceso en el que tiene un lugar fundamental la identificación (y veremos que ella se opone a la producción). Punto de vista para el cual las instituciones, grupos, cultura, sociedad, cobran presencia y relevancia precisamente a través de los avatares de la relación con ese socius irrenunciable.
UN PRODUCTO
Quizá muchos acuerden en que ocurre una vuelta de página cuando se habla de la producción y la construcción de la subjetividad. En este punto es oportuno recordar que el psicoanálisis no se ha propuesto (hasta ahora al menos) como ontología ni como ontogenia, que en su programa no figura el dar respuesta a la pregunta por la génesis del sujeto o por el carácter de la "naturaleza humana" y que su teorización es estrictamente la que vale como sustento de su práctica y que a esta nos debemos. Y en este contexto enfatizar la causación "externa" cuestiona la visión freudiana que acentúa la impulsión como factor central en la constitución de lo psíquico y toma partido en la cuestíón nature-nurture.
Se dirá que el ambiente que influye es un factor, es efectivo, pero mientras esa efectividad siempre fue reconocida, lo discutido -y discutible- es el carácter de esa influencia.
Si esos factores pueden tener alguna influencia y hasta ser presentados como determinantes, ello puede ocurrir a partir de ser recibidos por el sujeto, de engranar con apetencias del propio sujeto que de algún modo se ven satisfechas (al modo de lo que ocurre, por ejemplo, con la identificación). Y a propósito de influencias, debe recordarse que ellas van en los dos sentidos, son recíprocas, y el sujeto a su tiempo es actor frente a su circunstancia.
Esta vuelta parece colocarnos ante un pensamiento orientado a señalar factores determinantes que producen sujetos que son "efectos" de esos factores. Tal teoría productiva abre paso a un segundo escenario y a una cuestión central: ¿ella puede reclamar igual legitimidad en el ámbito de la fantasía del analizando y en el caso de la teorización del psicoanalista?
UNA TEORIA DEL ANALIZANDO
Me centraré aquí en una de las facetas del concepto de subjetivación: la llamada producción de subjetividad, considerada -por razones obvias- en el campo de la clínica y no en la teoría social.
Comencemos por la situación.
El analizando viene a la sesión y habla y escuchamos lo que dice como asociaciones, es decir, como teniendo una relación -que debemos indagar-, explícita o no, con alguna otra cosa o asunto. Así, de modo manifiesto o latente, se establece una articulación de asociaciones en las que queda expuesto lo que él es y lo que le pasa y que, si bien lo quiere, no puede ser de otra manera, ella está impedida de ejercerse.
En cuanto al analizando ¿se trata de cómo es y de lo que le pasa, o, mejor, de lo que dice acerca de lo que él es y le pasa y acerca de los porqués? Comencemos por el final. Los porqués del analizando articulan su teoría personal acerca de su situación, la que toma la forma de fantasías. En ellas el analizando muestra que quiere pero no puede ser de otra manera más acorde con un cierto sí mismo larvado y hace suya una visión causalista según la cual él es un sujeto movido, determinado -un ser hecho, producido- por fuerzas que vienen tanto de sí como de fuera de sí y que tanto están en su pasado como en su presente. Su teoría sostiene también que su ser manifiesto es necesario: resultado ineludible y efecto de lo recibido, lo que le hicieron o le hacen vivir. (Agreguemos: el analizando también hace manifiesta la fantasía de haber hecho a otros, transitando por análogos caminos de determinación.)
Retomaremos luego el primer punto, que se trata de lo que el analizando dice. Anotemos ahora que nadie tomaría lo que dice el analizando como el protocolo de una experiencia científica y ni siquiera esperaría mayor objetividad en su relato. Más aun, reconocería que, hablando, el analizando a la vez argumenta (en forma implícita o explícita), instigando al psicoanalista a reconocerlo y ponerse de su lado, al menos en cuanto a por qué él es así como es.
ME HAN HECHO ASI, ME HAN HECHO MAL
Bien sabemos con cuánta facilidad un pensamientro así se desliza insensiblemente hacia la identificación de causas y de allí a la adjudicación de culpas y responsabilidades. Y, en efecto, la experiencia de todos seguramente abona la comprobación de que esta teoría se suele presentar en un entorno de queja, de acusación o de culpa, es una toma de posición esquizoparanoide.
Todo ello nos coloca ante un clima de relación instrumental, una instrumentalización del otro, en un caso vuelto medio que ha dotado de un cierto ser al sujeto o el propio sujeto que se considera instrumento para dotar de ser al otro, en la fantasía de haber hecho un objeto del que debiera ser otro sujeto.
El analizando tiene muchas razones para darle la bienvenida a una hipótesis productiva: es que hallando y definiendo causas, por un lado logra darse un entendimiento (una fantasía) de sí al modo racional, con aires de científico, mientras por otro lado todo adquiere estabilidad, puesto que hay una relación necesaria entre lo que invoca como causa y la resultante situación, de modo que en la configuración de ambas él no está jugado. Y además, si lo que lo determina es contingente, entonces su propio ser dañado se libra de la contingencia.
En tanto el analizando entiende que su subjetividad ha sido producida, construida desde afuera, entonces sólo podría dar la bienvenida a una formulación académicamente aceptada que hable de producción de subjetividad y confirme lo que es una de las tesis que hacen la columna vertebral de su teoría en cierto momento: él ha sido hecho: lo que él es es lo que otros han hecho de él.
En ese marco esquizoparanoide esas fuerzas productivas aparecen encarnadas, de modo que el productor es otro, u otros (y también bajo la forma de la época, el ambiente), y es por acción (otros lo dañaron) u omisión (otros no impidieron el daño).
Antes del psicoanálisis, ya Nietzsche (11) advirtió que este mundo de fuerzas y causas traduce una cierta "voluntad": la causa y la concepción mecánica hablan de la lucha y victoria de la voluntad, del poder, relacionando así la causa productiva con la experiencia subjetiva del hombre y a esta con las relaciones de poder, es decir, se ubica en el plano de la intersubjetividad y no en la mecánica.
¿COMO ESCUCHAR?
¿Cómo puede escuchar el psicoanalista esta teoría de producción que nos ubica al cabo de una operación de construcción, y esta construcción que ha operado al modo de la dinámica (interacción de fuerzas), a través de mecanismos? Su escucha quizá podría encaminarse en al menos alguna de estas direcciones:
- coincidencia con una teoría propia centrada también en la producción, que tiene como base el mismo fondo cultural que nutre la teoría del analizando, con lo cual acepta y confirma la relación causal en lo que le pasa o le pasó.
(Dejo de lado expresamente los casos en que aparece una coincidencia con formulaciones que pertenecen al campo de las ideologías, que identifican diversos rasgos de la sociedad como causante de los males que pueden aquejar a sus integrantes, por cuanto representan posturas militantes que difícilmente puedan considerarse incluidas en el campo del psicoanálisis.)
- considerar la producción como un momento de un proceso. Recogerá la fantasía productiva y a la vez ahondará en el surco de la atribución de intenciones y acciones a otros (y también en las del analizando en relación con otros). Es entonces que decir que tiene una causa puede tomar otro sentido: referirse a la identificación proyectiva, o bien referirse a motivo, como por ejemplo, que se tiene algo (proyecto) que se busca realizar, hacia lo que lo mueve y por lo que se moviliza. Ello supone diferenciar causa y motivo, e-moción y pro-moción.(12)
Según entienda como pertinentes uno u otro sentido de la "causa", el psicoanalista trabajará de diferente manera.
Una cierta visión mecanicista ha integrado el psicoanálisis desde siempre; sin embargo, difícilmente se toma "causa" en el sentido en que puede decirse que una contusión produce un hematoma, porque nada de la interacción humana obra así. Una misma madre "produce" hijos bien diferentes entre sí. Un conocimiento causal pleno debería permitir pronosticar y si llegamos a conocer lo que podemos llamar las causas de una situación, entonces deberíamos poder afirmar que en presencia de iguales causas se obtendrán iguales resultados. Y en el plano humano seguramente nadie osará aventurar un pronóstico de esta naturaleza.
¿Qué modalidad de análisis será la que se ubica en el horizonte de un analista que tenga tal sustento teórico? Podrá ser, por ejemplo, un analista propenso a coaligarse con el analizando en las quejas acerca del ambiente en que este vivió o vive, que podrá acompañar sus quejas y reclamos de modificación, olvidando que se trata de que se modifique el analizando y no de modificar su ambiente (lo cual, en todo caso, es una tarea que debe encarar el mismo analizando, o bien otras disciplinas).
Al sujeto producido suele corresponder un analista productor él también (del analizando) que a su turno se embarca en la rectificación de la producción de otros o del ambiente o la historia o la vida, de lo que ellos hicieron del sujeto (sufrido, problemático, conflictivo).
¿Cómo probar las hipótesis causales, de producción? ¿Acaso le pertenecen al psicoanálisis los medios, las herramientas, que son propias de otros tipos de investigación? ¿En qué medida esas hipótesis están saturadas de asunciones a priori, altamente ideologizadas?
Por cierto, el valor de la teoría mecánica no está libre de cuestionamientos fuertes en el ámbito del psicoanálisis. Fairbairn (4) subrayó lo problemático del papel de la inercia en el pensamiento de Freud. Frente a la inercia, se sostiene la apetencia por la tensión, porque toda apetencia entraña, antes que algo concreto y determinado, tensiones, y la inercia propia de la teoría mecánica obligaría a luchar para librarse de ellas, por el camino del placer como anulación de tensiones, en procura del nirvana.
En particular, los límites de la teoría causal que apunta a lo social (lo ambiental) aparecen bien pronto, por ejemplo, obligando a recurrir a lo que podemos llamar la compleja teoría de los dos factores, la que dice que "la subjetivación [es] entendida como la construcción del sujeto inmerso en ese contexto sociocultural, pero a la vez manteniendo lo que lo caracteriza en su singularidad." ¿Cómo no preguntar por el significado de la tal singularidad, por su naturaleza y por su origen? La respuesta no puede escapar de volver una y otra vez a la discusión acerca de qué se considera como más decisivo, la constitución innata o la crianza y el ambiente social.
La opción por la hipótesis según la cual la sociedad o la cultura moldean al sujeto, debe todavía responder a un cuestionamiento radical: ¿quién las define? Es que ni la cultura ni la sociedad de un cierto tiempo tienen el carácter unívoco que el concepto de producción requiere, y su ambigüedad las convierte en un problema a ellas mismas. ¿Acaso esos hechos admiten ser definidos en términos de variables, lo que sería condición para ser considerados como factores que intervienen en una "producción"?
Frente a la incidencia de lo social, que se entiende como siendo entidad general, las innegables diferencias individuales (lo que más arriba se llamó singularidad) radican en qué hace cada uno de ellos con las influencias (ambiente, cultura, sociedad), o seaí cómo es que cada uno define los estímulos que intersectan en su vida. Es la recepción lo que le da valor de estímulos o causas a las ocurrencias que se presentan en una vida. Lo que interesa no es tanto lo que le pasaron -y recibió- o lo que le pasa, sino qué es lo que hace con lo que le pasó o le pasa.
Debe recordarse que esas influencias generales están en un circuito que va en dos sentidos, y que en la opción por la producción y decidir que esos factores pueden tener alguna influencia y hasta ser considerados como determinantes, ello puede ocurrir a partir de que la sociedad y la cultura ofrezcan modelos que pueden ser recibidos por el sujeto, y sean capaces de engranar con apetencias del propio sujeto, de manera que en alguna medida se ven satisfechas (al modo de lo que ocurre, por ejemplo, con la identificación) y permitirle expresar situaciones propias (conflictos, por ejemplo).
En todo caso, conviene no dar por derogada la propuesta de Lévi-Strauss (10) en su análisis del chamanismo. Y quizá debamos acordar en que "no hemos ganado mucho si reemplazamos el falso saber sociológico por un igualmente falso saber psicológico, un porque por otro porque. " (9)
Y un punto mas. La apelación a la producción del sujeto parece integrar esa vasta corriente del psicoanálisis que dejó en el olvido la para algunos fundamental distinción entre imago y personaje. Aquellas relaciones causales pueden ser propias de una "realidad" de la cual la realidad psíquica toma distancia, para atender y trabajar con lo que Laplanche y Pontalis definen como "prototipo incinciente que orienta efectivamente el modo según el cual se aprehende al otro". Olvido de la imago que es renuncia a considerar la fantasía en su lugar de sustancia de lo psíquico.
DE LA CAUSA A LA HISTORIA
Volvamos a lo que el analizando dice, la historia, su cuento. Se trata de lo que dice que le pasó y es la historia lo que reclama aquí su lugar. Las causas de que se habla en psicoanálisis no son hechos objetivos, no se intenta la investigación acerca de cómo lo que le pasó al analizando se convirtió en factor causal. Por ello mismo el psicoanalista no objetiva su trabajo bajo la forma de un protocolo del curso de una investigación. Y significativamente y desde Freud, elabora un historial clínico. Y concomitantemente, el analizando hablando, narra una historia y no el diario de una construcción según un plan que establece una meta predeterminada, prevista.
Si tomamos el punto de vista de la construcción ¿qué debemos decir del niño en relación con el adulto? ¿Acaso que es un adulto en construcción? Para la historia en cada momento el sujeto es un todo logrado, y no es un estadio de un todo que en algún tiempo se alcanzará.
Esto es decir que tampoco es la verdad histórica la que importa centralmente (y el psicoanalista no es un juez idóneo para establecerla) sino la historia de qué ha hecho y qué hace el sujeto con lo que acontece en su vida. Y lo que es esperable es que en el curso del psicoanálisis pueda modificar su historia, hallar motivos para ello reconociendo las posibilidades que ella tenía y que estaban escindidas. Podrá así acceder a una nueva historia, que a la vez estará, para el propio analizando, más en consonancia con "su" verdad.
En el plano de la historia el mecanicismo tiene escasa vigencia, ya que el conocimiento histórico no se dirige a la explicación causal sino a la condicional. Causa y ley (las que suponen que el objeto histórico es necesario) poco se aplican en el conocimiento histórico. Se trata de las condiciones que conforman el contexto de un acontecimiento y de las posibilidades a las que abre. El conocimiento histórico se dirige al conocimiento de las posibilidades retrospectivas, recurriendo al complejo de los factores condicionantes; pero no solo a ellos, sino que reconoce el papel del propio sujeto en la configuración de sí mismo y que él está siempre en reconstrucción y que es inapresable, no por ser cambiante, sino por vivir en el juego escisión-integración.
ENTRE CAUSACION E INVENCION
El trabajo del psicoanalista, más que al del arqueólogo se parece al del historiador; es un investigador que trabaja con el presente y a partir de allí busca sus antecedentes, las condiciones que lo hicieron posible y lo hacen comprensible, integrándolo en una historia en la que no es posible eludir el futuro al que una vida apunta.
Su material, sus "documentos", solo son relatos, doblemente invenciones, porque los relatos no responden a la investigación de la "verdad objetiva" y porque se integran por una selección intencionada, "subjetiva". Además el historiador tiene en cuenta que los elementos del pasado que los relatos le presentan apuntan a algo del presente. Esto hace que se pregunte ¿a qué del ahora apuntan, intentan qué, pretenden qué modificación de ese ahora? Es que lo que importa es lo que el analizando hizo y hace con lo que (dice) que le pasó. Esto que hace, hace que la historia sea contemporánea, lo que acuerda con ese gran descubrimiento de Freud: que hay transferencia, que lo actual es una referencia al pasado y que el pasado ilumina y da cuerpo a este presente.
Allí aprecia que la constitución del presente no se relaciona con las causas de lo que el sujeto es, sino con la causa que lo mueve hoy y en función de la cual articula -inventa- un pasado. Así la fantasía productiva del analizando busca satisfacer ciertas necesidades, como la de establecer relaciones de queja e inculpación. Y es posible que en el curso del psicoanálisis el sujeto se abra a relaciones de gratitud.
TOPARSE CON LO DADO
La producción es una fantasía del sujeto (fantasía paranoide de acusación y culpa por lo que le hicieron otros, por lo que hizo a otros) que se supone podrá ser "elaborada", es decir, modificada.
Como posición mental del analista en el trabajo, aparece frente a la "producción" una concepción mas fecunda, es la que pone en evidencia que el sujeto no es una construcción ni un resultado, que el sujeto más bien se topa, se encuentra con otro y cada uno de ellos cuestiona al otro (lucha por el reconocimiento), que no estamos ante una relación de sujeto hacedor con objeto factura, sino relación entre dos sujetos en que uno intentará, en ciertos momentos, volver objeto, objetalizar al otro (relación esquizoparanoide).
De la elaboración de la historia de esta relación podrá resultar que se hagan concientes otras posibilidades del pasado del analizando, que en su momento no le fueron posibles. Es que el analizando tenía razones para su "ceguera" frente a sus opciones. En la medida en que lo actual queda comprendido en una historia, se des-encubren las otras posibilidades -escindidas- que solamente ahora se le hacen visibles.
CONCLUSIONES
Entre los escenarios posibles en los que cabe considerar la subjetivación, está el del empeño renovador del psicoanálisis: la subjetivación aparece asociada con el intento de "modernizar" el psicoanálisis y alejarlo de lo que esa misma modernización confina como "psicoanálisis clásico", insuficiente, se dice, para encarar los nuevos cuadros producidos, también se dice, por nuevas condiciones sociales.
Será necesario entonces hacer trabajar el concepto de subjetivación y producción de subjetividad en el campo del psicoanálisis, sea por legitimar su validez, sea por cuestionarla. Ahora podemos decir que el mismo parece como válido en el marco de la fantasía del analizando en cierto momento, pero en cuanto a la teoría y práctica del psicoanálisis, empalma con una versión de la disciplina que no todos suscribiríamos y que -como todas- requiere ser sometida a critica.
El trabajo del psicoanálisis se ubica en el marco de una historia contada y se trata allí de "modificar la historia" des-encubriendo lo que el relato del analizando escinde de su relato. Es entonces una tarea en la dirección de la integración.
La validez que pueden tener conceptos tales como construcción, producción de subjetividad en campos como la antropología o la sociología, no se transfiere sin más al psicoanálisis, puesto que sus sujetos varían notablemente -lo que hace a la tensión entre disciplinas- y dado que cada concepto arrastra otros, que es necesario poner en evidencia. Es que mientras para la sociología el sujeto puede parecer construido, su sujeto es todo hombre, o los integrantes de una clase de ellos, una generalización, un sujeto estadístico, en tanto el psicoanálisis tiene en vista un sujeto concreto que no puede ser entendido como un efecto de causas sin violentarlo. No se trata de oponer general y particular, sino de reconocer que no se pueden considerar los dos encares a un mismo tiempo o tratarlos como análogos. Si Freud analizó al hombre moldeado por su tiempo y el tiempo cambió, y si ahora nos proponemos analizar al hombre de este tiempo, ¿cuál es el nombre de alguno de esos hombres típicamente amasados por su tiempo, dónde están los historiales que hablan de esos prototipos? ¿Cómo identificar los rasgos de cada tiempo que tienen valor causal? Pero además, ¿acaso un tiempo, una cultura,una circunstancia histórica, tienen una definición univoca como para considerarlas como causas claras y efectivas?
En realidad ni Freud ni los psicoanalistas de hoy hablan de hombres de un cierto tiempo, sino de hombres reales, hombres cuya realidad como sujetos desborda al tiempo en que vivieron o viven, y los psicoanalistas no se quedan en la circunstancia, sino que intentan comprender estructuras, lo sustancial de esos hombres.
En cuanto a las disciplinas, en un caso tratan de abstracciones tales como sujetos colectivos, o conceptos, en tanto el psicoanálisis constituye una psicología concreta, tal como la pedía Pollitzer, la cual tiene como objeto a sujetos particulares, como ese que echado en el diván (me) habla dando por hecho que lo escucho, en el marco del intento de establecer un diálogo específico en el cual lo que yo diga no debiera ser una respuesta y en el cual eso que yo diga está expuesto a verificaciones muy peculiares.
Si bien todos lo saben, no es ocioso recordar que toda área del conocimiento crece y se legitima en la medida en que sus cultores identifican y ponen a prueba sus supuestos y esta tarea debería ser emprendida.
En fin, se trata -otra vez- de "la ubicación que tenemos como psicoanalistas", como expresa un documento reciente (1), a la que me permito proponer un agregado y decir que se trata en todo caso de la ubicación frente al analizando. Y no frente a la causa social.
NOTA: Este artículo es una versión ampliada del trabajo "Una subjetividad producida" publicado en la Revista Uruguaya de Psicoanálisis Nº103
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