Serie: Ser Urbano (XXII)

Del concepto de territorio (*)

Pensar el territorio

Juan Pedro Urruzola

En general pensamos y nos relacionamos con el territorio como si fuera algo externo a nosotros. Mucho más a menudo es "aquello" que señalamos con el dedo, que algo que eventualmente pudiera incluirnos. Al territorio, esa especie de materialidad a la vez ajena y extraña a nuestro ser humano, vamos. Como si hubiera puertas que nos conducen, las abrimos o cerramos según nuestras necesidades o voluntades cambiantes. Le accedemos.

Y por poco que nos detenemos a pensarlo, sin el territorio nuestra condición humana no parece siquiera concebible. ¿Es factible un ser humano sin territorio? ¿Y un territorio sin seres humanos? La evidencia empírica de lo nacional, dejando de lado la más obvia de lo material, demuestra que no. Y sin embargo, en los últimos años no ha dejado de utilizarse reiteradamente un nuevo concepto que ha dado en llamarse des-territorialización. ¿Estar por fuera del territorio entraría en lo humanamente practicable?

Con sus velocidades absolutas y sus impactos financiero-materiales devastadores, las redes de flujos inmateriales parecen tener mucho que ver con ello. Nuevas geografías empresariales, movilidades incontrolables, mercados totalmente liberados de los estados-nación...Los territorios des-localizados de la nueva topografía terrestre compiten por su cuota parte. La economía ocupó el paisaje. Entonces aparecieron los territorios ganadores y perdedores, esa especie de sálvese quien pueda que el discurso neo-liberal pretende transformar en condición de partida. ¿Acaso las redes y flujos inmateriales no tienen siempre un origen y un destino territorial?

La experiencia de los últimos años en nuestro país pone en evidencia que es mucho más sencillo dotarse de instrumentos para el hacer (leyes de protección, EIA, ministerio, planes concretos, espacio académico, etc) que de un pensamiento (por ejemplo los fundamentos que definan una ley) que permita preguntarse y responderse para qué hacemos. Pensar el territorio, hacer "investigación fundamental" que se detenga en sus fundamentos primarios, esenciales, imperativos, es por ello doblemente importante. Porque a la vez que permite construir más y mejor conocimiento nos permite comprender el sentido de nuestra realidad concreta. Y ello, y sólo ello, nos permitirá -voluntades políticas mediante- transformarla radicalmente.

El desafío de pensar el territorio, por lo tanto, es decisivo. Porque sólo en la consideración de su naturaleza fundamental y su sentido humano más profundo podremos alejarnos de las visiones meramente instrumentales, cuantificadoras y funcionales. Entonces tal vez podamos dotarnos de la distancia necesaria para plantearnos el que probablemente constituya su desafío central: el de su ordenamiento.

Definiciones básicas

El término territorio, proveniente del latín, siempre refirió a una extensión determinada de la superficie terrestre sobre la cual vive un grupo humano. Todavía en el siglo XVII era común el uso del término terruño, aunque ya en 1690 apareció la palabra territorio asociada al desempeño de las funciones episcopales. Su uso no se generalizó hasta el siglo XVIII, cuando las obras políticas de Montesquieu y Rousseau, en particular, lo pusieron nuevamente a la orden del día. Entonces pasó a designar una extensión de tierra donde habita una colectividad humana con una autoridad definida. En plena expansión del colonialismo imperial europeo y en vísperas de la revolución francesa, el concepto volvió a adquirir explícitamente su profundo sentido político. En 1872, inmediatamente después de la Comuna de Paris y de la guerra franco-prusiana, el concepto pasó a integrar explícitamente la idea de la defensa. En esa fecha se crearon las primeras tropas francesas sedentarias consagradas a la defensa interior del país, es decir de su territorio, las que justamente llevarán el nombre de "territoriales". 1

A principios del siglo XX la etología hizo suyo el término y estableció el atributo de la territorialidad como una condición inherente a la propia existencia del territorio. En una de sus acepciones posibles el diccionario se refiere al territorio como a un "terreno o lugar concreto, como una cueva, un árbol o un hormiguero, donde vive un determinado animal, o un grupo de animales relacionados por vínculos de familia, y que es defendido frente a la invasión de otros congéneres".

Al final de un recorrido milenario, caracterizado por el ejercicio constante de la territorialidad en tanto consecuencia inevitable de la existencia del territorio, la sociedad humana la ‘re-descubre’ a través de la etología y el estudio de los animales. "Si ya no se nos erizan los pelos ni somos capaces de mostrar los colmillos, somos rápidos en desenfundar el revólver o en apretar el botón nuclear". 2 La segunda guerra de Irak, en este inicio del siglo XXI, pone de manifiesto el sentido más primitivo de la territorialidad en tanto apropiación y robo basado en el mero ejercicio de la violencia. La guerra, en tanto ‘definición de la política por otros medios’, adquiere aquí todo su sentido. Aunque su ejercicio, primitivo y bárbaro inevitablemente, no se prive del uso de las tecnologías más sutiles, delicadas y creativas, que el hombre haya soñado. 3

La primera acepción del término territorio que propone el diccionario lo define como una "porción de la superficie terrestre perteneciente a una nación, región, provincia, etc.". Refiere, por lo tanto, a las construcciones políticas que vinculan contractualmente (según cierto ordenamiento jurídico) una determinada extensión de superficie terrestre con un grupo humano preciso.

La constitución uruguaya reconoce en el territorio de la república uno de los elementos constitutivos de su existencia, asumiéndolo como el soporte material de nuestra soberanía nacional. En tal caso el territorio nacional refiere a un área de la superficie terrestre con límites precisos sobre la cual los habitantes de la república, como hecho colectivo, ejercen su autoridad. "La soberanía en toda su plenitud existe radicalmente en la Nación, a la que compete el derecho exclusivo de establecer sus leyes". 4 El concepto de territorio, según esta definición constitucional, vincula tres ingredientes decisivos: el soporte material, sus habitantes y la relación que los une y los legitima allí en ese lugar preciso de la superficie terrestre. El concepto de soberanía, entonces, trasciende lo meramente individual (incluyendo la propiedad privada del suelo) para conformarse en tanto derecho político del colectivo de sus habitantes sobre la porción de suelo que reconocen como propia.

Las sociedades primitivas ya mantenían una práctica radical de su soberanía territorial. Sus relaciones con los otros estaban pautadas por dos condiciones básicas, mutuamente excluyentes, como son la alianza o la guerra. Estas condiciones o estrategias de relación traducían la naturaleza gentilicia de tales sociedades, donde se era pariente o enemigo. Entonces el territorio y la sociedad conformaban una unidad indisociable, sin ninguna mediación interna. Perder el territorio significaba perder el origen y el destino, el 'sentido' de la sangre, la identidad fundadora. La sociedad nacida en la Grecia clásica introdujo modificaciones sustanciales en tales relaciones sociales. La nueva asociación humana, fundada en la territorialización de sus relaciones sociales, dio lugar al nacimiento de la política, tanto como nueva categoría conceptual del pensamiento que como ejercicio 'natural' de la novedosa convivencia colectiva que planteaba.

De La Política

El primer tratado sistemático sobre la nueva sociedad política fue elaborado por Aristóteles hacia el final de su vida, en el último tercio del siglo IV AC. Su realización, además del estudio de más de un centenar de constituciones antiguas y modernas realizado por sus discípulos del Liceo, contó con la riquísima experiencia de casi dos siglos de vida democrática ateniense. Aún después de tantos y tan intensos siglos de historia, dicho tratado no sólo constituye una fuente fundadora del pensamiento político sino que sorprende por la curiosa actualidad de muchas de sus meditaciones.

En el primer libro Aristóteles define los dos fundamentos esenciales del nuevo plan de gobierno que parece haberse trazado la sociedad naciente. El Estado -su primera 'novedad'- es una asociación de varias aldeas "que llega a bastarse absolutamente a sí mismo, nacido ante las necesidades de la vida, que satisface" (29) 5. Esta asociación, que es la más importante, "comprende a todas las demás y puede llamarse asociación política, ciudad, o más propiamente, Estado" (27). Esta asociación, justamente, define al hombre como un "animal político", ya que si bien "el hombre, perfeccionado por la sociedad, es el primero de los animales, es también el último si vive sin leyes y sin justicia... Justicia: tal es la base de la sociedad; derecho: tal es el principio de la asociación política" (30).

El segundo fundamento desarrollado por Aristóteles refiere al tema de la propiedad, particularmente de personas (esclavos). Sobre la base de que nada de lo hecho por la naturaleza es en vano y que su obra es perfecta, "es forzoso que todo lo haya creado para el hombre" (39). Sostiene que hay hombres para obedecer y otros para mandar, cuya asociación es natural, pues en ella "buscan el amo y el esclavo su común interés" (28). Aristóteles afirma que el esclavo es "aquel que por una ley de la naturaleza no se pertenece, sino que, sin dejar de ser hombre, pertenece a otro". Afirma, por lo tanto, que "el esclavo es propiedad ajena", lo que demuestra que "la propiedad es un instrumento necesario a la existencia" (32). Por ello mismo "la guerra es un medio de adquisición natural... de los hombres que, nacidos para obedecer, se niegan a la esclavitud" (39).

"Una organización política es, en cierto modo, propiedad de todos; esta organización exige ante todo un suelo común; porque quien dice Estado dice unidad de lugar" (49). El territorio, por lo tanto, implica el dominio concreto de un grupo humano sobre una porción de tierra definida. Constituye una afirmación de poder que, más allá de las distintas aproximaciones o puntos de vista específicos que se asuman a su propósito, resulta imprescindible para la existencia colectiva. Esto no quiere decir que la comunidad deba extenderse a todos los bienes y personas sin excepción. En su opinión el hombre actúa según "dos grandes móviles de solicitud y de amor: la propiedad y la familia" (53). Criticando La República de Platón, Aristóteles sostiene que "en general toda propiedad común, cualquiera sea el modo de usufructuarla, presenta graves inconvenientes" (54). Por ello cree preferible el sistema actual y propone que las leyes se organicen de modo tal "que los bienes pertenezcan a los individuos y los productos sean en cierto modo comunes" (54). 6

En el libro cuarto Aristóteles analiza la "república perfecta" y define los aspectos que a su entender son decisivos para construirla. Entre otros presenta las condiciones, "tales como se desean", que debe reunir el territorio, que básicamente refieren a su extensión y a la cantidad de ciudadanos que lo habitan. Afirma que "la belleza resulta de la feliz armonía de la extensión y del número. El cuerpo político que presente esta doble combinación será el más perfecto... Cada cosa, para poseer todas sus propiedades, no debe ser ni desmesuradamente grande ni excesivamente pequeña; porque entonces, o se pervierte o pierde su naturaleza especial" (129). Si el ciudadano, en su condición de miembro del soberano, debe elegir magistrados y juzgar sobre los diversos litigios que se presentan en la vida de la polis, "es preciso que los ciudadanos se conozcan y aprecien mutuamente". Por ello afirma "que el cuerpo político estará en una justa proporción cuando se componga del mayor número posible de ciudadanos que, teniendo medios suficientes para vivir reunidos, puedan conocerse" (130). Conocimiento mutuo y medios suficientes. La preocupación por armonizar el suelo y el alimento con la cantidad de habitantes también refleja las dificultades tradicionales que tuvieron los griegos para alimentar sus poblaciones en constante crecimiento. En efecto, ¿cómo satisfacer la demanda de una población en aumento en el marco de un territorio limitado?

La política de fundación de colonias ultramarinas desarrollada por las principales ciudades-estado griegas a partir del siglo VIII AC fue un claro intento por encontrarle una respuesta adecuada a tal interrogante. Tales colonias, sin embargo, no constituyeron nunca expansiones territoriales de las metrópolis de origen ya que una vez establecidas se convertían en Estados independientes, eventualmente ellos mismos origen de nuevas colonias. La armonía "de la extensión y del número" que Aristóteles defiende como deseable parece traducir la experiencia de una política territorial desarrollada durante mucho tiempo y con muy buenos resultados. En todo caso es interesante notar, como se verá más adelante, que las políticas imperialistas de los griegos generalmente no se tradujeron en expansiones territoriales basadas en la ocupación de suelos ajenos.

Aristóteles observa que no todas las partes de un ser son igualmente importantes para su constitución como cuerpo organizado. Haciendo esta ley extensiva a la polis, sostiene que todos sus asociados deben compartir ciertos puntos básicos que fundamentan la unidad del cuerpo político. En primer lugar señala dos aspectos -los alimentos y el suelo- que expresan inequívocamente los atributos esenciales que estructuran al territorio: como recurso, ya que provee al grupo social de su alimentación, y como asiento, ya que provee al grupo social del suelo necesario para residir. Sin embargo, más allá de estos "elementos primitivos hay otros que no son secundarios" (134) y sin los cuales no se comprendería la polis. Recapitulándolos, Aristóteles menciona seis atributos básicos: ante todo las subsistencias, es decir los alimentos y el suelo ya mencionados; luego las artes (pues "hay una porción de objetos indispensables a la vida" ); las armas ( "una sociedad política necesita someter a los facciosos y rechazar a los enemigos de afuera" ); la hacienda ( "necesaria tanto para la administración interior como para las guerras" ); el sacerdocio o culto divino; y, "por último, el elemento más indispensable, la justicia, para decidir los intereses generales y las relaciones privadas". Si faltase uno solo de los atributos mencionados "sería imposible que la asociación se bastase a sí misma" (135) y el sentido de cualquier cuerpo político, para Aristóteles, no es una agregación cualquiera, sino una agregación de hombres que sólo tiene sentido si puede satisfacer todas sus necesidades por sus propios medios.

El nacimiento del Estado, que según el filósofo griego "tiene siempre su origen en la naturaleza" (29), evidencia la aparición de una nueva sociedad caracterizada por conflictos y divisiones internas y necesitada por ello de un agente de contención capaz de mantener su unidad. El territorio, como antes, seguía siendo sujeto de dominio, 7 pero ya no lo era solamente frente a los de afuera, los enemigos o los bárbaros cuya lengua era incomprensible. La nueva sociedad política se basaba en la apropiación privada de la tierra 8 y del trabajo ajeno bajo la forma de la esclavitud. El dominio, con ello, se había trasladado al interior de la propia sociedad en tanto propiedad o posesión de unos frente a otros que, ahora legalmente, estaban totalmente excluidos de los nuevos derechos que aseguraba la polis a sus ciudadanos. Con la sociedad política nacía a la vez un nuevo concepto y una nueva práctica del territorio y con todo ello nacía una nueva forma -razonada- de explotación del hombre por el hombre.

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(*) Este es el primero de una serie de tres artículos sobre el concepto de territorio. Su publicación continuará en números posteriores.

REFERENCIAS

1) Dictionnaire Historique de la Langue Française - Le Robert.
2) BOISIER Sergio (2001): "Crónica de una muerte frustrada: el territorio de la globalización", Chile, Revista LIDER, 11, Universidad de Los Lagos, Osorno.
3) "Indico que al ser tan semejantes terra y terror, uno busca posibles puntos de relación. Por ejemplo, enterrar, soterrar y desterrar tienen igual estructura que aterrar: prefijo, más la forma verbal derivada de terra. No se explica fácilmente porqué en aterrar tenemos el mismo verbo derivado de tierra, si su significado no tiene nada que ver con tierra. O acaso sí. Porque aterrar significó también hace medio milenio, abajar a tierra, humillar, poner en baja situación moral, de donde fue ya fácil el paso al terror, que no deja de ser una forma de humillación, la más intensa manifestación de humildad (recuérdese al respecto la conducta de los perros y otros carnívoros) ante las exhibiciones de fuerza del más poderoso". Mariano Arnal, www. elalmanaque.com.
4) Artículo cuarto de la Constitución uruguaya.
5) En todos los casos los números entre paréntesis refieren a Aristóteles (IV AC), "La política", Madrid, Editorial ALBA, 1998.
6) Presenta un argumento muy querido por los conservadores de todas las épocas, aunque muy curioso también por su escaso sustento histórico: "¿es creíble...que en tantos años como el mundo lleva de existencia no se haya descubierto este sistema, siendo tan bueno?" (56).
7) El término dominio, identificado con el territorio, su propiedad y control, proviene de la palabra latina dóminus, que define la condición de dueño. Esta, a su vez, proviene de domus (casa). Su origen, sin embargo, se remonta al griego: en su raíz encontramos damao (domar, domesticar, amansar, vencer), domos (casa, construcción) y demos (tierra habitada por un pueblo, territorio perteneciente a una comunidad). Ver Mariano Arnal, idem.
8) El término de propiedad puede vincularse al de cercanía en tanto estar más cerca (prope). Sin embargo, en cierto momento pudo no ser suficiente la cercanía y entonces "fue necesario sentarse encima, que ése es el significado más probable del verbo possidere, en el que el prefijo pos sería un pro (delante, encima) contagiado fonéticamente por sedere (sentarse). Con esto llegamos al segundo gran cambio de la humanidad, el hacerse sedentaria: al ir escaseando el alimento, ya no fue suficiente 'estar cerca' para evitar que otros se comiesen los frutos tanto animales como vegetales del propio territorio. Se hizo necesario crear ya asentamientos estables, convertirse en sedentario, de hecho sentarse encima, o justo delante, para defender las fuentes de alimentación que se habían estado vigilando e incluso cultivando". Ver Mariano Arnal, idem.

 

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