Serie: Visualizaciones (LXIII)

Curiosamente

Fotografía digital: más que un clic de distancia

Daniel Elissalde

La fotografía estableció una nueva forma de mirar, de relacionarse con los objetos, con el espacio, con el tiempo. A su vez democratizó la producción y la circulación de imágenes. Con el advenimiento de la fotografía digital, estos procesos se desarrollan hasta sus últimas posibilidades. La cámara se lleva en el celular y el acto de fotografiar pasa a no exigir casi ningún requerimiento especial. Se crea, se trasmite y se desecha en tiempo real.

Pero también ocurre un cambio cualitativo: ahora, además de ver la foto en el momento de sacarla, se puede entrar en la imagen y desde un mouse manipularla en una pantalla. Aun después del clic inicial, que pasa de ser único y determinante a ser nada más que el primero de una serie.

El desplazamiento de la imagen

Quizás el efecto mayor que causó la fotografía con su nacimiento haya sido la consolidación definitiva de un proceso de democratización en la producción de imágenes. Si bien esta corriente ya había comenzado con la invención del daguerrotipo y más atrás con los primeros aguafuertes y litografías –apoyada en las posibilidades que brindaba la imprenta para su circulación- es a partir de la fotografía cuando aquel proceso se afianza.

Y eso ocurría no solo desde el punto de vista de la reproducción de las imágenes –la crucial importancia del negativo como matriz- sino en cuanto a su producción. Ya no era necesario dominar técnicas de dibujo para representar fielmente una escena. Antes de su aparición solo los pintores podían traducir con exactitud en la tela lo que la luz dibujaba; ahora era posible –sin la condición previa de poseer un saber específico- concretar en un papel lo que los ojos veían; la misma luz que dibujaba en los objetos imprimía su presencia y sus sombras en el negativo, casi sin intervención del individuo, quien solo debía encuadrar y luego apretar el obturador.

A medida que la práctica fotográfica fue generalizándose –ayudada por las mejoras continuas de sus técnicas, que la volvían más accesible en todos sus aspectos- la fotografía fue adquiriendo una categoría muy particular. Como actividad profesional, artística, como hobby cada vez más universal. Como productora de documentos, como elemento privilegiado para la transmisión de conocimientos. Este hecho provoca un cambio muy grande en la economía de las imágenes: resulta más fácil crearlas, multiplicarlas y circularlas.

Susan Sontag afirma que "por medio de la cámara las personas se transforman en consumidores o turistas de la realidad. Las fotos ponen a disposición el mundo entero como objeto de valoración". (1) Inaugura una "forma de ver", parte constitutiva de una cultura cada vez más visual, consolidada luego con los aportes que harían tanto el cine como la televisión. Puebla de imágenes el entorno cotidiano, obligando al individuo a adquirir una capacidad de selección que antes no era necesaria, a aprender a mirar más en menos tiempo. Se establece un nuevo código, que permite otra relación con la imagen, otra familiaridad. Una nueva forma de "ver" y de "poseer", dándonos "la impresión de que podemos contener el mundo entero en la cabeza, como una antología de imágenes". (2)

A veces "miramos" como si viéramos fotos y nuestros ojos fueran el objetivo, hasta recordamos más la foto que el momento que representa.

El proceso de democratización de la imagen al que aludíamos se profundiza aun más con la aparición de las cámaras de video de uso doméstico y quizás llegue a su ápice con la generalización del uso de cámaras de fotografía digital, incluidas en los teléfonos móviles.

Esta superposición de medios de diferente naturaleza –el analógico y el digital- se fue dando casi "naturalmente". La fotografía, si bien desde su nacimiento venía desarrollado mejoras técnicas en forma continua, había llegado a cierto punto al cual no podía superar, mientras que el video y los computadores personales seguían ofreciendo mayores posibilidades de innovación. La industria del ocio y del tiempo libre –una de las más poderosas- no podía dejar tecnológicamente estancada una actividad extendida a lo largo de todo el mundo y afín a sus intereses.

Por eso era necesaria y lógica esa "adecuación" de un medio mecánico al medio digital. Había que darle continuidad al clic del obturador con otro clic capaz de colocar la imagen capturada en otra pantalla y en otro espacio, donde pudiera fluir. No solo se trata del proceso de producción de la foto, sino de sus posibilidades de circulación –vía correo electrónico- de disponibilidad –páginas web- y de almacenamiento –discos duros, DVD- con la velocidad y la facilidad que estos tiempos requieren como condición para otorgarle validez.

 

Lo analógico y lo digital

La imagen fotográfica puede definirse simplemente como una huella luminosa, "como el rastro, fijado sobre un soporte bidimensional sensibilizado por cristales de halogenuro de plata, de una variación de luz emitida o reflejada por fuentes situadas a distancia en un espacio de tres dimensiones". (3) Ese es su fundamento, por un lado físico –la reflexión de la luz a través de lentes- y por otro lado químico –su reacción con determinadas emulsiones o placas sensibles a ella.

Al aparecer la imagen digital o infográfica, lo que cambia es su morfogénesis, su modo de producción. Un tipo de imagen que –cabe aclarar- nace independientemente de la fotografía, aunque luego, de alguna manera, haya sido incorporada por esta al volverse digitales las cámaras fotográficas.

La imagen digital "surge a partir de una matriz numérica y se construye por síntesis, con un mosaico de píxeles (unidad de información mínima) definidos cada uno de ellos por valores numéricos que indican su posición en el espacio, su color y su brillo. Técnicas analíticas vuelven la discontinuidad de los píxeles una forma visual analógica, continua y compacta." (4)

Esta propiedad de "hacerse de adentro hacia fuera" de la imagen infográfica en oposición a la analógica, definida como "el rastro de la luz reflejada en un objeto exterior", constituye la base para una diferencia crucial: la inutilidad de un referente físico como condición de existencia. Elimina la cámara y hasta al observador, naciendo de un "ojo sin cuerpo", que no debe necesariamente mirar sino que puede cerrarse e imaginar. La imagen informática ya no es "el término visivo de un corte o de un encuadre óptico que manifiesta, por proyección –en el orden de la Representación- una esencia objetiva atribuida anticipadamente al mundo y revelada por la Mirada de un Sujeto universal y soberano, sino un acontecimiento aleatorio, final de un proceso, que remite al juego de toda una serie de mediaciones específicas que lo traducen y conducen hasta el estadio de imagen terminal". (5)

Si hablamos de la imagen fotográfica en sentido estricto, como la obtenida a través del objetivo de una cámara –sea cual fuere su tecnología- el origen es el mismo: un haz de luz que refleja un objeto y que atraviesa una lente colocada en la parte frontal del instrumento. Cuando la luz llega a la parte trasera del mismo, empiezan a operar las diferencias. En un caso comienza un proceso químico basado en la excitación de haluros de plata para formar una imagen latente en la película, hasta que esta sea revelada. En el otro caso, quien recibe la luz es un sensor, que la transformará en impulsos eléctricos que transmitirán esa información para que sea tratada y decodificada por distintos procesadores, quienes crearán un archivo de datos que contendrá y almacenará la imagen resultante.

La escena "atrapada" dentro de la cámara, se volverá imagen por caminos distintos. La foto analógica va a ser indefectiblemente creada luego del revelado en un negativo, matriz de copias casi idénticas y por tanto definitivas. Con respecto a la digital, constituida por unidades mínimas de información, intangibles, continuará existiendo "en potencia". Su manera de existencia será virtual, al ofrecer diferentes posibilidades de configuración, ya sea actualizándose en una pantalla o mediante una impresión, definitiva y acabada. Pero aun en este caso no será más que una actualización, una de las tantas que permita realizar ese archivo a partir de la interacción entre un programa y un operador.

Aquí lo que se desplaza es el lugar de trabajo, del papel a la pantalla. Y, por primera vez, el usuario puede "entrar en ella", manipulando la imagen punto por punto. Esta pasa de ser un objeto terminado y completo, a ser ‘imagerie’, en tanto producción de imágenes, dinámica y operacional, con la particularidad de integrar al sujeto en una situación de experimentación visual inédita. (6) De esta manera el mismo archivo – ¿o la misma foto?- siempre estará disponible para una nueva intervención, para constituir una nueva versión.

El acto fotográfico

Hablamos de la imagen fotográfica; centrémonos ahora en el acto que la produce. ¿Se puede separar una del otro? Dubois afirma que no, para él tanto el acto como la imagen que definen la fotografía son indisociables. La fotografía no es solo una imagen producida por un acto, es ante todo un verdadero acto icónico en sí, es consustancialmente una "imagen acto".(7) La foto no puede pensarse fuera de su modo constitutivo, funciona como si ambos fueran la misma cosa. Va a ser decisivo en el resultado el contexto en el cual se haya producido el instante de la toma. De ahí su esencia pragmática y su interdependencia.

Existe una serie de consideraciones previas –la elección del objeto a fotografiar, el encuadre, la sensibilidad de la película, el ángulo en el que se coloca la cámara, la distancia focal, la velocidad de exposición, el tipo de lente, el uso de filtros- que acotan y definen en muchos aspectos la imagen final. Pero son nada más que eso, previos. Intervienen hasta el "momento de la toma". Ahí, de una sola vez, de una sola tajada –lo que diferencia la fotografía de otras formas de representación- quedará constituida la imagen final, que podrá ser retocada, pero no modificada sustancialmente durante el revelado.

Esto funcionó así, estrictamente, hasta la aparición de la fotografía digital. Sobre todo con respecto al "después" de la toma. A partir de las nuevas tecnologías ya no se trata de la constitución de la imagen de manera global y en un acto único. Podrá cambiarse punto por punto, según lo estime quien maneje en la pantalla el archivo correspondiente a la foto. Esa "tajada en el espacio y en el tiempo" –única y decisiva- pasa a ser una base de trabajo para una imagen posterior, que puede no tener ningún rasgo semejante a la original. A la manera de aquellos pintores que basaban y trataban sus cuadros a partir de una fotografía, se pasa de la constitución de la imagen en un instante, a un proceso de formación de duración indeterminada. En el medio digital, el acto fotográfico pierde aquella trascendencia decisiva en cuanto a la imagen resultante.

En otro aspecto, con la generalización del uso de las cámaras digitales –sobre todo con su incorporación a la telefonía móvil- se produce una nueva transformación en el acto fotográfico, considerándolo como actividad en sí. Podemos hablar de una "trivialización" en el hecho de sacar fotos. Se vuelve más que algo fácil, algo continuo, con su correspondiente dejerarquización. Cada vez cuenta menos como acontecimiento. No exige una preparación –ni siquiera hay que llevar la cámara, ya que el celular acompaña siempre al individuo- ni un motivo especial para fotografiar. No comporta un gasto económico ni de tiempo. Es fácil, rápido y barato. Sólo se trata de mirar, hacer clic, y mirar de vuelta la pantalla para comprobar cómo salió. Ya está. La imagen pronta para enviar, guardar o desechar con la misma velocidad, con otro clic.

El signo fotográfico

Cuando se crea la técnica fotográfica, aparece un medio que lleva casi a la perfección la función mimética que hasta ese momento cumplía la pintura. No había mejor manera de representar fielmente lo que se veía que a través de una foto. Se la consideró como un "espejo de la realidad".

Con el tiempo ese principio de realidad se transforma en una "impresión" o "efecto", al comenzar a considerarse la influencia del "modo de mirar" por el objetivo, como algo culturalmente codificado. Desde distintos puntos de vista, leyéndose de maneras diversas, el espejo mecánico e inocente, podía devolver más que un reflejo idéntico, una interpretación.

Lo que sí permanecía vigente era la fotografía como "huella de un real", como testimonio de que ese objeto que aparece en ella estuvo ciertamente enfrente del lente, existió. (8)

Barthes sostiene que, desde un punto de vista fenomenológico, más que el poder de representación, lo que prima en la fotografía es el poder de autentificación, el "esto ha sido". (9)

El fundamento último de estas afirmaciones se halla en el carácter indicial de la fotografía. Peirce define tres categorías de signos de acuerdo con la relación que se dé entre signo y referente: índices cuando existe una relación de contigüidad física, íconos cuando el vínculo es de semejanza, y símbolo cuando el lazo que los une es una convención cultural. La fotografía es antes que nada índice. Está determinada por una relación indicial plena en el momento en el cual se saca la foto, en el instante de la transferencia lumínica. Allí hay una copresencia física entre el objeto que refleja la luz y la película o el sensor que la recibe. Durante la exposición –mientras la luz atraviesa el objetivo- la foto es solo índice; casi sin intervención del individuo, es "mensaje sin código". (10)

Como representante de esa categoría de signos, posee los atributos de singularidad –única con respecto al referente, al objeto fotografiado de esa manera sólo esa vez- atestiguamiento- es antes que nada evidencia, por su génesis remite al referente- y designación –señala, dice "allí está".

Luego de ese instante al que aludíamos, a partir de que la foto se constituye como imagen, comienzan a entrar en juego los códigos, las convenciones, las competencias adquiridas por cada uno para descifrarla o comprenderla. De ese modo incorpora su carga semántica, posterior a su dimensión pragmática inicial. La fotografía nos dice "esto existe o ha sido", antes que "esto significa". Su carácter es esencialmente ontológico, antes que hermenéutico. Por eso no debe ser necesariamente semejante a su referente; en primera instancia es una prueba de que ese objeto existió. Luego podrá ser semejante a él y más tarde podrá convertirse quizás en su símbolo.

La naturaleza primordialmente indicial de la fotografía es relativizada cuando consideramos su digitalización, al existir la posibilidad de crear la imagen sin necesidad de un objeto exterior. Aun en el caso de las cámaras digitales, en tanto es posible su modificación total, pudiendo llegar a la desparición de todo rastro de lo que "veía" por el objetivo.

Este hecho hace perder a la fotografía su condición de testigo irreprochable. Genera dudas. Su propia génesis, que antes las despejaba radicalmente, ahora las crea. Pero a su vez, este cambio tecnológico abre para el uso de la imagen nuevas perspectivas. La fotografía había constituido "una verdadera categoría epistémica, irreductible y singular, una nueva forma no solo de representación, sino más fundamentalmente de pensamiento, que nos introduce en una nueva relación con los signos, con el tiempo, con el espacio, con lo real".(11) Se había establecido una forma original de "mirar". Se empezó a ver como si se estuviera sacando una fotografía, sabiendo que cualquier escena era pasible de ser "capturada instantáneamente".

Con la digitalización de la imagen se produce un cambio cualitativo. Ahora, además se puede "entrar en ella", manipularla desde un mouse en una pantalla. La imagen fotográfica pasa de ser un acto global a ser el resultado de un proceso marcado por el diálogo cambiante y sin límites temporales establecidos entre un operador y las variantes que ofrece un programa creado previamente.

Ya no se trata solo de su gran poder de mimesis, de ilustrar con precisión lo que se ve, sino de mostrar lo que se imagina con la misma fidelidad, como si la pantalla del PC fuera una prótesis del cerebro y allí se viera lo que el individuo imagina. Podemos establecer que se pasa del orden de la representación, al de la simulación. De la grabación de imágenes como vía de conocimiento de un objeto, se pasa a su simulación. (12) Con todas las posibilidades que ofrece la manipulación de la imagen digital para su estudio, implica no solo la reproducción en cuanto a la apariencia, sino en cuanto a las propiedades invisibles, al funcionamiento. Objetos reales y modelos creados artificialmente. Más que mostrar, la imagen revela en tanto pone de manifiesto. Se inaugura otra manera de aproximación, tanto a lo que existe como a lo inexistente.

Esta nueva forma de conocimiento se inscribe en las coordenadas que rigen lo que podríamos denominar una "lógica de la informática", basada en la modelización, el cálculo, la simulación y la interactividad. (13)

Una fotografía puede significar muchas cosas. En tanto signo, permanece viva, creando y recreando nuevos significados. En su recorrido histórico –actualizado por los cambios tecnológicos- se desplaza de ser testigo de lo real a ser tan solo huella, interpretación o simulacro de lo que está representando. Aún en algunos casos, lo que hace es presentar más que representar, confundiendo la imagen con el referente, como sucede en algunas prácticas de magia o en el caso de los estandartes con fotos que portan los familiares de los desaparecidos, cuando irrumpen en una marcha y parecen ellos mismos "estar allí".

Puede ser percibida como testimonio, como información, como juego, como obra de arte, como recuerdo. Roland Barthes habla de dos maneras de acercarse a la fotografía, de dos modos de ver. Uno es el studium, constituido por lo cultural, por códigos que el individuo maneja y aplica concientemente. La otra alternativa es el punctum, aquello que "sale de la escena como una flecha y viene a punzarme". (14) Algo de lo que no se es conciente y que cuesta encontrarlo, un detalle que irrumpe en la lectura y que produce dolor o goce, como un fogonazo. Producto quizás del azar y no de una búsqueda especial del fotógrafo, algo que no puede explicarse ni nombrarse con total exactitud.

El signo fotográfico recorrió y recorrerá socialmente diferentes categorías –espejo, huella, simulacro- llegando a ser decodificado por cada individuo de manera siempre distinta. De acuerdo con sus competencias adquiridas, a los saberes que maneje concientemente y según los elementos que afloren inconcientemente en el momento de la recepción, lo que hace que ciertas fotografías sean capaces de producir ese punctum intraducible e intransferible para cada persona que mira cada fotografía.

REFERENCIAS

(1) Sontag, Susan. On Photographie. Artículos aparecidos en "The New York Review of Books". 1973-1977. Sobre la fotografía. Editorial Alfaguara. Buenos Aires. 2006. Página 158
(2) Idem. Página 15
(3) Dubois, Philippe. El acto fotográfico. De la representación a la recepción. Editorial Paidós. Barcelona. 1994. Página 55.
(4) Gubern, Roman. Del bisonte a la realidad virtual. La escena y el laberinto. Editorial Anagrama. Barcelona. 1996. Página 137
(5) Renaud, Alain. "Comprender la imagen hoy. Nuevas imágenes, nuevo régimen de lo visible, nuevos imaginarios." En Videoculture di fine secolo. Liguore Editore S.R.L. 1989. Videoculturas de fin de siglo. Editorial Cátedra. Madrid. 1996. Página 23.
(6) Ibídem. Página 11.
(7) Dubois, Philippe. Obra citada. Página 54
(8) Ibidem. Página 20
(9) Barthes, Roland. La chambre claire. Note sur la photographie. Ediciones Cahiers du cinéma /Gallimard/ Seuil. París. 1980. La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía. Editorial Paidós. Buenos Aires. 2004. Página 137
(10) Dubois, Philippe. Obra citada. Página 82
(11) Ibidem. Página 54
(12) Weinsberg. "Des Reality Shows aux réalités virtuelles". Terminal N° 61. Página 75-81. Citado por Robins, Kevin. "¿Nos seguirán conmoviendo las fotografías?". En Liste (compilador) La imagen fotográfica en la era digital. Routledge, Londres, 1995. Paidós Barcelona, 1997.
(13) Renaud, Alain. Obra citada. Página 17
(14) Barthes, Roland. Obra citada. Página 58

 

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