Serie: r-Educación (XLXI)

El currículo

Mariluz Restrepo

¿Cómo pensar la universidad en sus prácticas concretas si no es a partir de la visión que se tenga de la educación y por ende del hombre en su devenir? Toda visión educativa resulta de una concepción de lo universal que nos lleva a pensar en aquello que sería necesario "curriculizar", es decir, la acción por excelencia de la educación formalmente concebida.

"Educación", como tarea humana, es asumida aquí como formación, y en este sentido como inherente a la realización humana, porque al entenderse aquella en su dimensión profunda de "adquirir forma o mantenerse en ella", hacemos referencia a las condiciones de existencia de un ser no terminado. Esto supone concebir al hombre como proyecto, como lanzado hacia adelante, siempre en desarrollo. Al hombre le corresponde irse haciendo permanentemente; en otras palabras, formándose en lo que es como posible. Entonces, la formación como ascenso a la "generalidad" supone una tarea humana.

Gadamer define Building -formación- "como el proceso por el que se adquiere cultura: como el modo específicamente humano de dar forma a las disposiciones y capacidades naturales del hombre". Sin embargo, el resultado de la formación no se produce al modo de los objetos técnicos, sino que surge del proceso interior de la formación y la conformación, y se encuentra por ello en un constante estado de desarrollo y progresión.

REAPRENDER EL PASADO

El concepto de formación va más allá del mero cultivo de capacidades previas. En la formación uno apropia por entero aquello en lo cual y a través de lo cual uno se forma. La formación no trata de cuestiones de procedimiento o de comportamiento, sino del ser en cuanto ente devenido; su principal característica es ese mantenerse abierto hacia lo otro, hacia puntos de vista distintos y más generales.

Dado que los seres humanos no están completos, sino en un estado de devenir (becoming), el educando, como razón de ser de la educación, tiene para el educador un doble sentido: es un nuevo ser humano en el mundo y es un ser humano haciéndose. En términos de Hannah Arendt, cada ser humano "es un ser en desarrollo tanto como lo es un gato, pero es nuevo solo en relación con un mundo que ha sido construido antes que él y que continúa después de su muerte, y es en ese mundo donde desarrolla su vida."

Si el ser humano fuera simplemente no-terminado y nuevo, la educación sería una función de la vida y tan solo consistiría en el cuidado de la vida. Pero en la educación se asume la responsabilidad no solo por la vida, sino por el mundo. No puede dirigirse únicamente hacia el bienestar humano, sino también hacia la persona nueva, extraña, que nace en un mundo viejo que no conoce. En este sentido, la educación es la mediación entre el dominio privado del hogar y la construcción de mundos posibles. No será solamente la responsabilidad por el bienestar vital de algo que crece, sino también por el desarrollo de cualidades y talentos artísticos de cada quien. La responsabilidad de la educación, entonces, radica en introducir a cada ser humano en un mundo siempre cambiante.

"Es de la naturaleza de la condición humana -lo recuerda Arendt- que cada generación nace en un mundo viejo; así, preparar a una generación para un nuevo mundo solo puede significar que uno desea apuntar a las manos de los recién llegados su propia oportunidad por lo nuevo." Reaprender el pasado inventando el presente es la trayectoria característica del pensamiento moderno, que de suyo gesta la posmodernidad, como claramente lo expone Lyotard. Tradición-conservación-revolución es una relación siempre en tensión: conservar lo nuevo frente a lo viejo y también lo viejo frente a lo nuevo. ¿Qué había en lo viejo que de una manera u otra "preparaba para lo nuevo" o se relacionaba con lo nuevo? Lo antiguo entra en lo nuevo con la significación que lo nuevo le da, y no podría hacerlo de otra manera.

En esta perspectiva, no puede concebirse la educación como ausente de contenidos, hasta el punto de privilegiar la forma sobre la entraña. Tampoco puede caerse en el extremo de creer que solo se puede conocer y comprender lo que la persona misma hace, porque la educación se reduciría a inculcar destrezas. Como consecuencia, muchas instituciones educativas se han convertido en centros vocacionales que enseñan a ser abogado, arquitecto o comunicador, de la misma manera como se enseña a conducir un automóvil, a escribir a máquina o a hablar en público. La educación no puede reducirse a instruir sobre el arte de vivir; ella permite comprender concepciones del mundo, modos de ver y explicar la realidad, lo que permite desarrollar nuevas y diversas maneras de actuar y de decir.

LO INTEGRAL

Abogar por la educación integral -lugar común de casi toda identidad educativa, en especial de la universitaria- no significa ofrecer por separado un poco de cada cosa, creyendo que por esa sumatoria se llega a un todo. Quisiera tomar en serio este calificativo que se le da a la educación: lo integral es lo entero, lo que no es troceado, lo que no se toma por partes. Educación integral, entonces, es la que asume al ser humano como "persona íntegra", como totalidad; es una educación que reconoce las dimensiones humanas no por partes, sino en permanente despliegue, siempre presentes en todos los ámbitos de la existencia. Es una educación que sabe que en cualquier actividad que le es propia está implicada la persona humana como un todo, que no privilegia la inteligencia sobre la afectividad, ni separa la imaginación de la acción. La acción educativa se da privilegiadamente en la relación maestro-alumno, relación fundamentalmente asimétrica, porque el maestro es quien dirige el juego y el alumno se re-conoce sin luz, como nos lo hace ver el origen de los términos. Se busca que en esa relación el alumno se ilumine, aprenda. El énfasis de la educación, en consecuencia, está en el aprendizaje, no en la enseñanza. Si seguimos escuchando a la etimología, aprender es tomar, agarrar, y al agarrar se prende, se enciende, se inicia, se inaugura... y por eso el aprendizaje jamás podrá reducirse a repetir lo ya existente. Se aprende de lo dado por otros, por el maestro privilegiadamente: de lo que el maestro pone en signos, de lo que en-seña que es lo que la palabra en sí significa; y los maestros no solo proporcionan un saber, sino también un querer saber, un querer decir, un querer ser...

Pero no olvidemos que no puede a-prenderse lo que no queremos aprender. Diríamos que solo de lo que nos enamoramos aprendemos; de ahí que la pasión tenga un papel decisivo en los procesos educativos y que la dimensión lúdica, en su sentido denso, habría de ponerse en juego.

UNA RENOVACION CULTURAL

Después de veinte años en la docencia, reconozco que nada puede enseñarse, si por enseñanza se entiende dar al otro lo que yo sé, pasar mi conocimiento a otro; porque no tiene sentido ni se puede hacer que otro vea lo que yo veo, ni entienda lo que yo entiendo. El conocimiento no consiste en eliminar la ignorancia, porque conocer es negociar, "trabajar" en términos psicoanalíticos, discutir, entrar en conflicto con lo desconocido que se construye sin cesar. A lo que podemos aspirar al enseñar es a representar mundos para ser descubiertos por otros. En la educación se construye un diálogo, un proceso cultural, una esperanza.

El jesuita e historiador francés, Michel de Certeau, en un texto clásico, "Experiencia pedagógica", magistralmente expone el sentido de la educación y el educador en el contexto del desarrollo humano: "El educador debe transmitir ciertos conocimientos. Si se critica con razón la preferencia que generalmente se le concede a la información en perjuicio de la formación, no se puede concebir, sin embargo, la segunda sin la primera. Precisamente el diálogo es lo que hace de una necesaria información el elemento fundamental de una auténtica formación. Las relaciones entre el educador y el discípulo intentan ser el crisol donde se opera lentamente la mutación de la cultura y la evolución del lenguaje: en ellas debe mezclarse, de una forma privilegiada, dos corrientes opuestas: la de una tradición y la de una revolución; en ellas se forma ese humanismo en ´vías de desarrollo` y se perfila el hombre moderno, el que enseña y el que es enseñado, el que está llamado a estar toda su vida aprendiendo a perfeccionarse, a comenzar su propio ciclo constantemente (...) El maestro es ante todo el hombre del encuentro y la confrontación. Es al mismo tiempo solidario, promotor y víctima de la renovación y se encuentra entre el pasado y el futuro, sirve a la causa de la tradición por lo que enseña y a la causa de la revolución en aquellos que debe formar. Está, en fin, encargado de iniciarlos en el sentido que su existencia tiene en la comunidad y, si es posible, de enseñarles un lenguaje que sea tan auténtico para él como para ellos. ¿Qué espera de todo esto? Que un día, instalados en su propia voz, hablen en términos nuevos, distintos a los que él quería enseñarles."

La información ha de entenderse, entonces, en términos del filósofo norteamericano Richard Rorty, como edificación, como el proyecto de encontrar nuevas "formas de hablar" que sean más interesantes y provechosas. El discurso que edifica es "anormal" porque nos saca de nosotros mismos, por la fuerza de lo extraño, para ayudar a convertirnos en seres nuevos, utilizando siempre materiales proporcionados por la cultura de la época. Estamos en el corazón de la educación entendida hermenéuticamente y no como un simple proceso de ´adaptación para la socialización´ de los individuos.

La educación no puede entonces reducirse a meros procesos de enseñanza, sino que ha de comprenderse como un complejo proceso de transmisión y renovación cultural. Si bien es cierto que la educación es una tarea de toda la vida y que son muchos los ámbitos donde ella actúa: la familia, los amigos, el trabajo, los medios de comunicación... algo especial le corresponde a las entidades formalmente concebidas para generar posibilidades de formación.

LO QUE HACE LA ESCUELA

Apuesto a que lo que hace la "escuela" de cualquier nivel y/o enfoque es curriculizar; esa es su razón de ser, lo que la caracteriza como organización educativa a diferencia de una financiera, comercial o industrial. El currículo, en consecuencia, se sitúa como la función fundamental de la organización educativa.

El término currículum, en su uso académico, aparece con el surgimiento de las universidades y se utilizó para designar "el tiempo señalado cada año para asistir a las lecciones" y, en sus vicisitudes, fue convirtiéndose en cursus, "curso", como hoy se utiliza en castellano. Si se vuelve sobre el sentido originario del término, currículo viene de currere, "correr", que significa "ir rápido, de un lugar a otro con pasos largos que son como saltos"; es, también, "anticiparse, hacer algo antes del momento". ¿No es esta, precisamente, la razón de la existencia de las organizaciones escolares: ofrecer "a saltos" el acervo cultural, la "tradición", a cada ser nuevo que llega a este mundo ya hecho, para que pueda seguir construyéndolo; y permitir que lo pueda ir conociendo y comprendiendo "más rápido", "anticipadamente", "antes del momento" de lo que supondría recorrer los siglos de historia que han transcurrido? El currículo, como lo propio de la identidad educativa, es lo que media entre el proyecto educativo que responde, de una manera u otra, al proyecto histórico-social de la comunidad donde está inserta la organización, y las acciones que allí, o desde allí, se realizan entre maestros y alumnos a través de cualquiera de las múltiples modalidades del proceso aprendizaje-enseñanza.

El currículo, entendido así, es el "camino por recorrer". En este sentido es método, que, según la etimología griega, significa camino, camino que solo se hace mientras se recorre. Es interesante esta cercanía de los vocablos, en tanto que el camino que se traza no podrá ser normativo, ser constativo. El currículo no podrá convertirse en un recetario prescrito, ni reducirse a un plan de estudios, sino que siempre será posibilidad por realizarse, siempre acompañado de su "razón". Este camino no es tampoco fruto del azar, ni del tanteo individual, sino que requiere un encadenamiento razonado en pos de un proyecto. Los métodos son plurales, diversificados, de acuerdo con diferentes dominios y en el interior de cada uno, dependiendo de los problemas. El currículo es, por lo tanto, una acción intencional; esto es, constitutiva de sentido. Es lo que hace inteligible a los procesos educativos. Es, podría decirse, donde se concreta la función orientadora de la educación, en tanto que muestra ´caminos, trayectos que están por recorrerse`. Al curriculizar se toman las múltiples posibilidades de acciones de la organización educativa, se las reconoce y se explicita su sentido formativo. De ahí que no pueda haber nada "extracurricular" en el sentido literal del término. Lo extracurricular será lo que no es importante ni necesario para la formación. Tampoco se concibe un "currículo oculto", porque se trata, precisamente, de dar sentido con cualesquiera actividades y procesos que se realicen, conforme al proyecto educativo propio de la organización. Si es oculto es porque no se ha visto, o no se ha comprendido su posibilidad formativa. Así, por ejemplo, los ´huecos` en el horario, la biblioteca o la oración son curriculizables, no porque se integren a los procesos ´formalizados` de educación, sino porque se les reconoce su sentido formativo, por ser precisamente lo que son, y se articulan como parte de las acciones y las prácticas de la entidad.

En consecuencia, mal se haría si el punto de partida fuese -como tradicionalmente se espera- la definición del perfil del egresado que se busca formar. Si bien es cierto que es necesario delinear -y en ese sentido se habla de "perfil"- un proyecto como horizonte que orienta, en ningún caso se trata de especificar características terminales como resultantes del proceso formativo; primero, porque no se trata de buscarle forma al otro, sino de ofrecerle posibilidades para la propia edificación, y segundo, porque estaríamos asemejando el proceso educativo a una acción industrial en la que se recibe una materia prima que se procesa para llegar a un producto terminado. ¡Que contradictorio sería, si precisamente se trata de posibilitar siempre la novedad! Sería muy distinto si nos interrogáramos -en nuestro caso- por lo específico de la comunicación y por las condiciones que consideramos más apropiadas para su ejercicio profesional, en un mundo aún inexistente que les corresponda construir a los educandos.

La curricularización, entonces, requiere una dimensión reflexiva, conceptual, donde permanentemente se estén pensando los procesos propios de la organización educativa, en su sentido de posibilidades para la formación. También implica una dimensión planificadora, en tanto diseño (en el sentido denso de la palabra) que articule los elementos y las acciones de los diversos actores que entran en juego para posibilitar procesos de formación. Y, por supuesto, ha de considerar las acciones que se viven, las prácticas, como base de cualquier reflexión sobre las diversas maneras de posibilitar la formación humana.

Curriculizar supone, primero, traducir -entendido el término metafóricamente- cualquier proceso vivido en acciones con sentido que contribuyan a la formación; segundo, conjugar, poner en juego los diversos componentes de los procesos educativos; y tercero, proyectar,en tanto que todo proceso curricular parte de lo existente para posibilitar el futuro.

El currículo debe permitir la puesta en escena de acciones con sentido, las cuales de continuo se reinterpreten para fortalecer de nuevo los procesos curriculares. También, y aun más fundamentalmente, el currículo, al traducir, conjugar y proyectar, ha de ofrecer la posibilidad de múltiples y variadas imágenes que desarrollen la sensibilidad, enriquezcan la imaginación y permitan la comprensión de sí mismos de quienes, como actores de estos procesos, puedan continuar creando mundos ni siquiera imaginados por nosotros.

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