Sobre la interpretación.
Luis Campalans
Interrogarse por el lugar de la interpretación implica – por ese sesgo – interrogarse por la posición del analista, en tanto la interpretación se distingue del conjunto de sus intervenciones. Es más, puede decirse que de acuerdo a como se concibe esta posición (que debe distinguirse de la persona que la encarna con mayor o menor fortuna) se tiene una concepción de la interpretación.
Los trabajos clásicos de Strachey sobre la interpretación "mutativa" responden a la idea de un analista que ocuparía el lugar del super-yo o del ideal del analizante. La sobreabundancia de interpretaciones transferenciales que marcó cierta época del kleinismo resultaba de ubicar a la persona del analista en el centro de la cura, donde a través de la experiencia real con él ("aquí, ahora y conmigo") se podría corregir la insuficiencia de los objetos primarios. Como se ve, lo actual aquí – como siempre – es que no se puede ser analista sin andar preguntándose que quiere decir eso.
RN LA OBRA DE FREUD
Si en la obra de Freud ha de indicarse un texto que responda por la cuestión de la interpretación ese es – o sigue siendo – "La interpretación de los sueños"; concepción de la interpretación que es solidaria de una concepción del inconsciente. En tanto el sueño es su relato o enunciado, la interpretación procede en forma invertida como enunciación y apunta al deseo que subyace; al wunsch, al anhelo, pero también adonde este se umbilica. Si hay interpretación (simbólica, no analógica) será entonces porque hay propiedad significante del lenguaje (equívoco, polisemia, multivocidad, etc.) que otorga fundamento a traducir un decir en lo dicho, algo connotado en lo denotado. De ello surge que: a) la interpretación no preexiste, no es la aplicación de un saber previo del analista porque la enunciación adviene en un tiempo segundo y no puede ser anterior a lo que marque el enunciado y b) que al ser de discurso la interpretación no tiene otro referente mas allá del discurso mismo, pues del dato empírico o del acontecimiento solo tenemos su relato.
Así, el sujeto del psicoanálisis no coincide con el que habla (individuo, yo) y se produce por la escucha en transferencia. Si este sujeto depende del recorte o puntuación del intérprete, si el lector interpreta a un texto y no al autor, hay imposibilidad de hacer conjunto, de establecer una escucha standard o universal a riesgo de salirse de nuestro campo cuyo límite es el del lenguaje.
EL EFECTO INTERPRETATIVO
La interpretación no se define tanto por su forma, que puede implicar las más variadas figuras de intervención (señalamiento, pregunta, juego homofónico, corte o escansión,construcción, etc.) ni por su contenido, es decir por la pertinencia de las significaciones que aporta o vehiculiza. De su oportunidad, señalaremos – con Freud – la condición de la instalación de la transferencia analítica; admitiendo que si toda interpretación es en transferencia, ello no supone que deba ser, forzosamente, de la transferencia.
La interpretación se define, encuentra su justeza, por su efecto a posteriori; al punto que – a riesgo de tautología – preferimos hablar de "efecto de interpretación". Efecto subjetivo, mediato o inmediato, que podrá ir desde la sorpresa, el aflujo de nuevo material asociativo hasta un reposicionamiento en la realidad con pérdida de goce. Dicho de otro modo, el valor de una interpretación dependerá de su posibilidad de aportar un elemento significante que insertándose en la trama del relato genere un efecto metafórico; un algo nuevo que concierne al sujeto y en cierto modo lo produce. Efecto o plus de sentido que es también efecto de verdad sí, pero contingente, no pre-decible por la intención o el cálculo previo del analista. Cuando este efecto se produce, se puede decir que la interpretación vino – no ya de la persona del analista – sino del Otro, que no es ninguna persona sino el lugar de la palabra, del conjunto de los significantes y que el analista – en ese momento – encarna. Esto dejaría ver que la interpretación opera si el analista está en su lugar; si se está en otro (amo, semejante, etc.) su palabra quedará a otro título, por ejemplo: acumulación preconsciente de conocimiento o información, sin efecto subjetivo; cuestión particularmente espinosa en los análisis de sujetos obsesivos.
El efecto interpretativo no sería entonces la comunicación de un conocimiento sino la generación de una verdad subjetiva. El conocimiento atañe al Yo, la verdad al sujeto; que desde la "Psicología del Yo" se priorize la interpretación de de las resistencias tiene aquí su lógica.
POR LA VERDAD
¿Cuál es la relación de la interpretación con la verdad? Lacan señala que ella no
está abierta a todos los sentidos. No es un vale todo, un puro bla-bla, porque entre un bla y el otro, algo debe concernir al sujeto. ¿Qué? Una verdad, aunque singular (de cada sujeto) y discursiva (saber) es decir una verdad que no es empírica sino hecha de palabras y por ende – admitiendo re-escrituras – no podrá decirse toda. No hay en la palabra algún garante de la dimensión de verdad que la palabra misma instala. La verdad nace con la palabra y hereda su ambigüedad. Se tratará pues, de renunciar a la ilusión de la certeza, de poder decir la verdad verdadera, pues no interrogamos la certeza del relato sino la verdad – ficcional, fantasmática – que hay en su trama. Como ejemplo – paradojal – de certeza de una interpretación se puede citar la que implica al fantasma inconsciente, reducido a una formula discursiva. Un "yo soy esto" (como interpretación del deseo del Otro) que insiste con la convicción de un saber oracular.
Preguntarse por el lugar de la interpretación, ¿sugiere que algo ha venido a desplazarla y con ella al inconciente, a grupas – tal vez – de las "nuevas realidades"? La contracara, el revés de la interpretación sería la objetivación o paradigma objetivante. Aquí no se trata eventualmente de una corriente, sino de un deslizamiento al que todos estamos tentados. Objetivar al sujeto para subsumirlo, coagularlo en las categorías de un saber referencial, otorgándole así consistencia de identidad: "ser" un drogadicto o "ser" una anoréxica por ejemplo. El analista, si se supone garante de la objetividad, de la realidad real, puede terminar cumpliendo la función del fantasma al certificar con su saber que, efectivamente "tu eres eso". Lo que subyace es una concepción empírica del discurso donde la palabra puede decir la cosa, es decir como adecuación a un real – observable, conductual, incluso hasta contratransferencial – que es el referente mas allá del relato. Llegado a este punto ya no se trataría de escuchar sino – aún con las mejores intenciones - de educar o gobernar, cuestión válida incluso en la clínica de las psicosis.
NO ES UA TECNICA
Si la interpretación no es homologable a la aplicación de una técnica instrumental que pueda formalizarse a la manera – por ejemplo – de la técnica quirúrgica; si el saber preestablecido hace mas bien obstáculo a la escucha, ¿qué la habilita? Sin duda que la transferencia, porque puede haber interpretación sin transferencia e incluso sin analista ( es lo que llamamos psicoanálisis salvaje) pero ¿qué hace que la "atención libremente flotante" recorte, puntúe, "escuche" instituyendo además un estilo? Habría aquí un inefable, algo que escapa a la posibilidad de ser articulado aunque lo carguemos a cuenta del "deseo del analista". Freud tal vez lo cubrió con esa idea de la comunicación entre inconscientes, tal vez Lacan supuso que se podría dar "examen" de eso. Remitiendo sin duda al registro de la experiencia, no sería tanto la de la casuística sino la del inconsciente. Resonancia de los efectos de transmisión en general y la del propio análisis en particular que marca también los límites de lo que fue analizado en el analista, esta vez sí, la persona.
A manera de cierta síntesis, ubicaremos – con Lacan – a la interpretación entre la cita y el enigma. Cita porque se apoya en el recorte de un texto – enunciado – que implica al autor. Enigma – enunciación – porque en su medio-decir evoca la falta pues algo va a quedar como perdido, evitando el exceso – obturante - de sentido. También puede citarse a un Edward Glover que se preguntaba por la exactitud de la interpretación y a un Heinrich Racker que se planteaba la interpretación "completa", para proponer que toda interpretación es inexacta (en tanto verdad discursiva que no es la certeza) e incompleta (en tanto no es posible decirlo Todo).
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