Serie: La Responsabilidad (XCXXXIII)

Ciencias y personas

María Luisa Pfeiffer

En el mundo contemporáneo, la importancia y el impacto de las cuestiones bioéticas afectan la vida cotidiana de las personas y de las sociedades y exigen plantear públicamente las interrogantes que abren a la humanidad los avances innnegables producidos en el ámbito de las ciencias de la vida.

Lo que hasta hace poco eran sueños, ilusiones o utopías, son actualmente posibilidades de una vida extendida y sana, con producción de alimentos para todos y con una mejor regulación del medio ambiente, entre otros factores. Pero si bien los avances tecnológicos ligados a las ciencias de la vida abren a las sociedades un campo de amplísimas oportunidades y desafíos, simultáneamente estos mismos avances plantean riesgos que antes eran solo imaginarios: seres humanos o animales programados genéticamente; cambios irreversibles, imprevisibles e incontrolables en la naturaleza, manipulación de la vida humana, utilización de las tecnologías biológicas como armas de guerra, etc.

Este contexto problematiza la situación y abre un abanico de cuestiones planteadas en torno a tres polos: la biología, la ética y el futuro de la humanidad.

Algunas de las cuestiones implicadas en el avance científico-tecnológico son:

- implica un futuro mejor? Un avance moral de la humanidad? Un avance hacia sociedades más justas y felices?

- Cuál debería ser el vínculo entre el avance científico-tecnológico y la reflexión ética? Cómo plantear y resolver el conflicto entre la necesidad de investigar y crear o transformar la realidad sin límites y el respeto a la dignidad humana?

- Cómo deberían vincularse ciencia, ética, política y poder?

LAS CIENCIAS Y EL HOMBRE: SUS RELACIONES

En el siglo XVIII un pensador cumplió plenamente con la vocación del filósofo: darnos mucho para pensar. Ese fue Kant.

En la historia de la filosofía Kant puede ser considerado el pensador que pone los fundamentos de la ciencia moderna. No hablo de los procedimientos metodológicos solamente, sino de los fundamentos: Kant explica cómo es posible para el hombre un conocimiento que dependa de él pero cuya referencia sea la naturaleza y que además tenga valor universal. Kant es un hombre moderno en el sentido más lato del término; niega todo lo que tenga que ver con un orden ajeno al humano que se le imponga a este, y erige a la razón como la única medida aceptable, el único límite que puede tener el ser humano.

Esta razón, limitada como el propio hombre, le permite sin embargo abocarse a infinitas posibilidades, tanto de conocimiento como de acción. La ciencia deja de depender, a partir de Kant, de una entidad ajena al hombre y pasa a existir a cuenta de él, de sus intereses, de sus gustos, de sus necesidades. La ciencia encuentra en Kant el fundamento para transformarse en lo que es hoy, tecnociencia, es decir, puesta al servicio de la técnica. Pero si bien Kant posibilita un conocimiento sobre la naturaleza establecido por y para el hombre y abre la puerta a la posibilidad del fenómeno de una ciencia dominadora de las fuerzas naturales, de una ciencia transformadora del mundo para adaptarlo a los deseos del hombre, al hacerlo pretende también poner límites a la ciencia. La razón científica solo alcanza para relacionarse con la naturaleza; las relaciones entre humanos no pueden ser medidas con las medidas de la ciencia. Las relaciones humanas dependen igualmente de la razón humana, pero tienen otro tipo de medida y la medida es el bien común.

Para Kant la ciencia aún no ha alcanzado el orden de la libertad, porque si bien es cierto que impone a la naturaleza su medida y las preguntas que esta debe responder, la naturaleza pone un límite a estos trabajos de la razón. Las leyes científicas provienen de la racionalidad humana, pero no pueden evitar ser dictadas con base en los datos de la experiencia.

La moral, por el contrario, no tiene límites naturales, porque es relación entre personas racionales. Los límites están puestos por el respeto a la dignidad que se deben esas personas. Mi deber moral es reconocer a los otros hombres como sujetos libres iguales a mí, y por consiguiente respetar su dignidad de sujetos de derecho.

Por ello los seres humanos no pueden ser objeto de la ciencia, no pueden ser pensados como objeto de investigación. Hoy aceptamos que los seres humanos sean parte de investigaciones científicas sin preguntarnos si ello es debido, si está bien que sea así. Kant diría, y tendría razón, que no pueden ser tratados como objetos, que son sujetos y que como sujetos deben ser tratados, respetados y considerados. De modo que si la ciencia necesita indefectiblemente realizar investigaciones con humanos, no deberá utilizar el térmimo "con" bajo la acepción de "medio o instrumento que sirve para algo", sino "con" según la acepción de "en compañía, juntamente".

Basta con este simple ejercicio para que el sujeto recupere su papel protagónico y sea parte de la investigación y no objeto de ella. Pero paralelamente habrá que tener en claro que solo cuando el beneficio para aquellos que participarán en la investigación es auténtico y comprobable, será admisible proponer a los pacientes o a los sanos arriesgar en mayor o menor medida su salud o su vida, y ponerlos frente a la necesidad de decidir acerca de su participación. Esto es simplemente reconocer lo que exigía Kant hace ya tres siglos: respetar al ser humano como tal, reconocer su dignidad de ser libre y autónomo y poner la ciencia a su servicio y no al revés.

LO QUE DEBERIA SER

Pero acaso la ciencia: la farmacología, la genética, la medicina, no están al servicio del hombre? Qué es ha pasado en estos tres siglos para que tengamos que recordar tan a menudo que los seres humanos son dignos de respeto, que tienen derecho a ser reconocidos como libres, autónomos, iguales? Acaso la ciencia ha perdido su capacidad de ayudar a las personas? Cuáles son los fines de la ciencia y de la tecnociencia en nuestro tiempo?

Coforme al planteo kantiano, las conductas humanas eran validadas cuando podían ser convertidas en leyes universales, es decir que solo podía ser buena una conducta que pudiera ser reconocida como buena universalmente. Estas leyes universales eran principios de acción que permitían resolver incluso los conflictos entre naciones: no matar, no mentir, respetar la propiedad ajena. Era una formulación abstracta de esos principios que debían ser convertidos en leyes de aplicación cotidiana

Paralelamente al sistema kantiano se va desarrollando una concepción de la vida sostenida sobre la acumulación y el utilitarismo. Esto significa que según la concepción económica capitalista, que consiste en acumular capital, la acumulación de bienes (pueden ser dinero, cosas, propiedades, conocimientos, galardones, etc) pasó a ser un valor positivo. En épocas anteriores al siglo XVIII la acumulación era considerada signo de bajeza moral; el que acumulaba, el avaro, no era un hombre honorable. A partir del capitalismo, este valor pasa a ser rector de la vida de los hombres. Asociado a esto aparece otro criterio para juzgar el valor de un ser humano: su productividad, que también proviene de la concepción de las relaciones promovida por el capitalismo. La economía, sus criterios de juicio, su valoración de la realidad y de las personas reemplaza a la ética, que pasa a segundo lugar. La ética empieza a tener vigencia solamente cuando no hay un negocio en el medio.

Ha habido una progresiva mercantilización de la vida. Lo primero que se convirtió en mercancía fue la fuerza de trabajo del hombre; luego el mismo hombre comenzó a ser considerado cada vez más como mercancía, como algo con un precio. La ciencia, la tecnología, y sobre todo la biotecnología, no han escapado de esa tendencia. La Asociación de Empresas Europeas de Biotecnología, Europabio, ha lanzado recientemente un portal web sobre la bioeconomía, el nuevo término que se refiere a la economía en relación con el conocimiento y la utilización de los procesos biológicos y recursos renovables como base para la fabricación de productos. La bioeconomía es un ejemplo claro de cómo el bios, la vida, ha pasado a ser abiertamente una mercancía, algo que se ofrece en el mercado para ser comprado y vendido.

El conocimiento sobre el funcionamiento de los organismos vivos tales como plantas, bacterias, hongos y sus procesos biológicos puede permitir a la industria producir combustibles, productos químicos y otros materiales y hechuras necesarios para las sociedades industriales. Pero no solo esto es atractivo para transformar y convertir en mercancía, sino que las semillas transgénicas (transformadas genéticamente) resultan un género atractivo, porque quienes lo producen lo patentan y cobran, además del precio de las semillas, el de las patentes. No importa allí el daño que su producción pueda ocasionar al ambiente, a los suelos, a la forma de vida de la gente, a la subsistencia de los agricultores que deben dejar sus tierras; lo que importa es que puede ser un producto valioso en el mercado.

También se busca transformar genéticamente a los animales. Pero no solo algunos de ellos: también sus hijos pueden pasar a ser mercancía que puede ser comprada, así como ya lo son los vientres maternos y los órganos.

La presencia de la tecnología, o mejor la biotecnología, en el mercado de la medicina y la farmacología es cada vez más evidente y cada vez genera mayores ganancias. Recordemos que la industria farmacéutica es la segunda en ganancias en el mundo; la primera es la de las armas.

ENTONCES LA BIOETICA…?

La ética tiene mucho que decir en todos estos casos. Ya que la pregunta que se hace es por el beneficio de las personas, quién es el que sale beneficiado con todas estas prácticas tan riesgosas y peligrosas?

La bioética es una disciplina nueva que busca cuestionar, sobre todo, ciertas prácticas científicas y tecnológicas que tienen que ver con la salud de la gente. Cuando hablamos de la salud de la gente lo hacemos desde un concepto integral con el cual tenemos en cuenta todos los aspectos de las posibles proyecciones de una vida humana. De modo que la bioética es, en sí misma, un cruce de disciplinas que consideran las diferentes necesidades del hombre: las sociales, económicas, biológicas, psicológicas, culturales, éticas, políticas…

Un hecho cotidiano, como es internar o no internar a una persona enferma, el tipo de tratamiento que habrá de procurársele, las posibilidades de que una persona pueda o no acudir a un profesional de la salud idóneo, las respuestas de un sistema de salud a las diferentes necesidades, cómo enfrentarse a la vida que comienza y qué hacer frente a la muerte, son problemáticas que en algún momento de la vida nos tocará enfrentar. Esas cuestiones son las que trata la bioética, procurando poner con mayúsculas tanto el concepto bios, que significa vida humana, acentando toda la complejidad que implica, como el concepto ética y su exigencia de respeto a la dignidad del ser humano como tal.

La bioética se para frente a las ciencias que se ocupan de investigación con humanos: genética, biología, farmacología, medicina, para mostrarles que lo único que puede justificarlas es que busquen el auténtico bien de las personas. Que este bien no puede estar subordinado a nada; ni al avance de la ciencia, ni al progreso, ni al desarrollo de las naciones, y mucho menos al lucro financiero de los que pagan las investigaciones, que son grandes empresas internacionales.

Las personas son fines en sí mismas, y por consiguiente no pueden ser utilizadas como medio para el enriquecimiento de unos pocos dominadores y la función principal de los que hacen ciencia, de los investigadores, es precisamente defender la dignidad de las personas.

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