Serie: Signos (XVI)

Nuevos ritos contemporáneos

Las corridas

Daniel Elissalde

Las carreras de diez kilómetros cada vez tienen más adeptos. Los participantesd llegan a miles y en algunos casos obligan a la limitación de cupos. La explosión de esta actividad, que antes practicaban unos pocos, tiene varias razones. Por un lado la publicidad y los medios masivos tratan como un producto, con marca y formato definido. Por otra parte, más allá del papel que juegue la sociedad de consumo difundiéndolas e inflando su importancia, estas corridas constituyen un "espacio ritual", en varios aspectos, para quienes participan de ellas.

Uno de los rasgos esenciales de las sociedades actuales está constituido por la capacidad que poseen para generar procesos constantes de transformación. Los cambios que van produciendo traen consigo la aparición de nuevas necesidades. Esto ocurre en todos los ámbitos: en el político, en el económico, en el cultural. El deporte no escapa a ello.

Nuevas sociedades, nuevos deportes

Surgido en la Antigüedad como derivación de rituales de guerra y técnicas de entrenamiento militar, el deporte ha ido evolucionando de acuerdo con el contexto social en el cual se enmarcara. Tan solo a partir del siglo XVIII se empiezan a sentar las bases del "deporte", tal como lo entendemos hoy. En Inglaterra, en los "Public schools" y en los "clubs", los juegos y pasatiempos tradicionales comienzan a ser transformados en disciplinas cuya práctica supone la aceptación estricta de reglas claramente establecidas con anterioridad.

Los "clubs" eran asociaciones libres formadas por integrantes de las clases altas, interesados en cultivar el deporte. Los "Public schools" eran "instituciones educativas masculinas propias de la aristocracia y la alta burguesía". Esta nueva configuración del deporte aportaba una cuota importante para el cumplimiento de la función de control y formación moral de sus alumnos, quienes luego constituirían el núcleo de la clase dirigente del país. Lo hacía a través de la exaltación de valores como la voluntad de triunfo, el temple del coraje y el desarrollo del carácter. (1) De esta manera se afianzaba una nueva mentalidad necesaria para adaptarse a los tiempos que corrían. Y un nuevo tipo de actividad. Una práctica que evolucionará -como debía ser para cumplir su cometido- de un elitismo reservado para las clases altas a una popularización total fue desarrollada de manera ejemplarizante en los "colegios ingleses", como parte integral de la educación, en consonancia con la austeridad y el espíritu de sacrificio que caracterizan a la ética protestante reinante en esos momentos. Una "manera de ser" necesaria para la afirmación y el desarrollo de las sociedades industriales tempranas.

Ante ese deporte convertido en actividad institucionalizada -ya como disciplina, ya como disciplinamiento-, con lugares específicos en los que se enseña y se practica, surgen -contemporáneos a los movimientos contestatarios de fines de los sesenta- nuevos deportes, concordantes con otras concepciones y con otros valores.

Como respuesta al desarrollo urbano y al trabajo rutinario y sedentario de las oficinas, algunas personas empiezan a correr por los parques, por los espacios aún verdes de la ciudad. De esta manera comienza a practicarse el "footing", satisfaciendo una necesidad de actividad física por un lado y de "contacto con la naturaleza" por otro; lejos de las pistas, los tiempos cronometrados y el espíritu competitivo. El objetivo perseguido es el de "sentirse bien"con uno mismo, el disfrute por el solo hecho de lograrlo. Podemos decir con Lipovetski que constituye el triunfo de una ética del placer, sobre la antigua ética del deber. (2)

El deporte es tomado ahora no solo como sacrificio, como competencia, sino como goce.(3) Esto se manifiesta claramente cuando se considera el tipo de relación que establece el individuo con su cuerpo. La valoración del cuerpo es otra: "existe una mística y un juego hedonista con el mismo énfasis que desconfía de la moral competitiva tradicional, rechaza la instrumentalización excesiva del cuerpo en los deportes clásicos y se guía ante todo por la necesidad de sentirse bien en la propia piel". (4) Más que un medio para lograr determinada marca o resultado, el cuerpo se vuelve un fin en sí mismo; es el que va a resultar favorecido por las mejoras que traiga aparejadas el ejercicio de la actividad física.

Vivimos en una sociedad en la que no se dispone de mucho tiempo, donde la actividad laboral es a menudo "estresante", la comida "chatarra" y el aire "altamente contaminado". Como alternativa, ella misma ofrece al individuo una batería de productos "lights", útiles para varios aspectos de la vida cotidiana. El "salir a correr" bien puede ser uno de ellos. No exige un gran entrenamiento previo ni un aprendizaje específico. Tampoco el manejo de técnicas complicadas, equipos especiales ni instrumento alguno. Puede realizarse en cualquier momento y en casi cualquier lugar, sin necesidad de entrenador ni de rival. Solo se compite con uno mismo, por el solo placer de disfrutarlo cuando se lo practica. Una propuesta que encaja muy bien con los valores actualmente reinantes; muy apetecible, con la que cualquier publicidad puede trazar sus líneas de seducción con cierta facilidad.

Una vez generalizada esta actividad, se sientan las bases de las que luego serán las grandes carreras urbanas, ya sea de diez kilómetros, media maratón o maratón propiamente dicha. Su origen está en el footing, no en el atletismo, en las calles y parques y no en las pistas; como expresión de uno de ésos nuevos deportes, de acuerdo con nuevas concepciones y contextos sociales surgidos. Fuera de lo institucionalizado, como una "manera libre". Aunque con el correr del tiempo y la participación cada vez mayor de adeptos a su práctica, el sistema trata de absorberlo, dándole el visto bueno a través de su incentivo y "padrinazgo".

 

Ritos contemporáneos

Nos referimos al nacimiento de un nuevo deporte, a las condiciones que generaron su desarrollo y a las posibilidades que abrió su sostenido crecimiento. Pero cuando hablamos de miles de personas corriendo por las calles de una ciudad, generando verdaderos acontecimientos, entramos en otro terreno. En otra instancia. Es el paso entre "salir a correr" y "correr una carrera". O más precisamente, entre "salir a correr solo" y ser partícipe de un evento colectivo. Aquí se mezcla lo lúdico y lo competitivo, más allá de que la mayoría de quienes lo hagan piensen solo "en llegar" y no en ganar.

Las diferencias entre una y otra cosa son muchas. Por ejemplo, la obligación de registrarse, el hecho de ser fiscalizado, tener un número y un recorrido asignados. Pero lo crucial es la condición de ser participante de un acontecimiento colectivo. ¿De un rito? Vayamos a lo que se entiende por rito, una categoría que en la Antigüedad estaba intrínsicamente ligada a lo religioso. Todo rito tenía implicancias religiosas, desde el momento en que esta esfera y la social estaban profundamente vinculadas. La danza, el juego, la expresión corporal, hasta el trabajo, y por supuesto el deporte, establecían un lazo muy fuerte con lo sagrado, como su parte integrante. En las sociedades modernas, al despegarse y diferenciarse las diferentes esferas de actividad social de lo religioso, los ritos pierden su condición anterior. Pero subsisten en muy diversas manifestaciones, ya sea como ritos propiamente dichos, ya como actividades rituales. Sobre todo subyacen en fiestas colectivas de efervescencia popular, cargadas de símbolos, donde quienes participan -a través de ellas y por un momento- escapan a los esquemas de la rutina diaria.

El "rito o ritual es un conjunto de actos formalizados, expresivos, portadores de una dimensión simbólica. Se caracteriza por una configuración espacio-temporal específica, por el recurso a una serie de objetos, por unos sistemas de comportamiento y de lenguaje específicos, y por sus signos emblemáticos, cuyo sentido codificado constituye uno de los bienes comunes de un grupo." (5) En esta definición -a la que llega la antropóloga Martine Segalen luego de realizar un recorrido por las diferentes concepciones del concepto a lo largo de la historia- aparecen los elementos fundamentales que configuran un rito: una secuencia de actos formalizados, la capacidad de significación que produce para cada practicante, para su grupo y en algunos casos para la sociedad en general, su carácter colectivo. Hay una contextualización espacio-temporal específica: ocurre siempre en un mismo lugar y en una fecha establecida, de acuerdo con períodos que marcan los ciclos del tiempo. Por otra parte provoca una ruptura con lo cotidiano; durante su transcurso se fractura el tiempo rutinario y se ingresa por ese lapso a otra temporalidad, hasta volver, una vez finalizada la celebración.

Una de las cualidades de los ritos es su eficacia social, a través de la creación de sentido para cada uno de los practicantes y para el grupo en cuanto a su identidad. Reafirma el vínculo de pertenencia al grupo, a una serie de valores que se evoca mientras se celebra. Juega dialécticamente con una dimensión individual y otra colectiva. Muchas veces puede considerarse el ritual como fuente de aprendizaje, como culminación de un proceso de iniciación. Con respecto a su dimensión simbólica, las conductas se apoyan en comportamientos relativamente codificados, ya sean verbales, corporales, gestuales. Se componen y trasmiten signos que funcionan como verdaderos emblemas, marcando las distintas etapas de cada rito.

En las sociedades actuales -donde los individuos más que comunicados podríamos decir están interconectados- los medios masivos actúan como propagadores de los actos rituales. Más allá de quienes participan como "practicantes", se encuentran aquellos que lo hacen como espectadores, ya sea en forma presencial o "viviéndolo como si estuvieran allí", a través de la difusión que ofrece la televisión o la red.

A tomar las calles

Las grandes corridas urbanas reúnen todas las características de un ritual moderno, constituyen un "espacio de ritualización" contemporáneo. (6) Tanto desde el punto de vista del individuo que va a correr, como desde una perspectiva colectiva, en cuanto concentración de corredores y evento social.

En primer lugar, se trata precisamente de un acontecimiento de dimensiones colectivas, y donde se produce una efervescencia popular. Corren unos miles, los siguen desde las aceras muchos más. Por otra parte provoca consecuencias que demuestran su eficacia social: se consolida una serie de valores (solidaridad, búsqueda de lo sano y natural) que afirma cierta identidad, tanto en lo grupal como en lo personal. Cada participante se siente más unido a su equipo si corre en equipo o, en un sentido más amplio, a la comunidad compuesta por todos los corredores que parten desde la largada.

Refirámonos, para ejemplificar, a las carreras más populares que se llevan a cabo en Montevideo: Nike, Nativa, San Felipe y Santiago. Tienen una configuración espacio-temporal específica. Se realizan por la rambla -el lugar preferido para salir a correr por su entorno natural, por la ausencia de cortes de calles y por la existencia de mojones que marcan intervalos cada quinientos metros, ayudando al establecimiento de circuitos personales- y siempre en las mismas fechas -cuando se acerca el verano, cuando termina el año- manteniendo un mismo orden correlativo de acuerdo con un calendario establecido. Se elige un lugar único y privilegiado -abarcado por cada carrera en una distinta extensión, de la escollera a Punta Carretas, de Carrasco a Pocitos- y un tiempo que marca el fin de un ciclo y el comienzo de otro. Convierte en escenario ritual un paisaje cotidiano de tránsito y paseo. Fractura el tiempo individual rutinario y lo vuelve mágico y colectivo, mientras transcurre.

A su vez, estas carreras están cargadas de símbolos, de emblemas tangibles y de comportamientos codificados; ya sea en los elementos propios del evento, tales como los arcos que se colocan en la llegada y en la largada, ya con los propios competidores con su vestimenta, sus movimientos previos, sus dichos; o el público presente, con sus formas de aliento.

Existe una cuidadosa puesta en escena, preparada los días anteriores -por la publicidad a través de medios masivos y carteles callejeros- y ensayada con exactitud el día de la prueba. En el punto de largada, desde varias horas antes se instalan los andamios que oficiarán a manera de estructura, tanto auditiva como visual. Allí estará la base de la red de altoparlantes por los que llegará la voz del locutor y la música. Por supuesto que esta será electrónica -potente pero no distorsionada- a veces con letras en inglés pero siempre a base de ritmos preponderantemente. La música crea el paisaje sonoro homogéneo, solo interrumpido por una voz en off que de vez en cuando da algunas indicaciones. Se impone un ritmo sostenido, en consonancia con el que lleva el calentamiento previo de cada participante. A veces surge algún grito sobre el murmullo, creciente al ser cada vez mayor la concurrencia, tanto de corredores como de espectadores. Sobre esos mismos tubos de hierro se colocan las telas de nailon a manera de escenografía. Allí se estampa el eslogan de la carrera, el logotipo del patrocinador. Estableciendo un contrapunto con los soportes de metal, cerca de ellos se ubica el arco de largada, de material plástico inflable. Debajo de él, sin ornamentos ni anuncios, pero imponente por su significación, el reloj digital marca el tiempo que falta para el comienzo de la carrera.

En algunas ocasiones se organiza una entrada general en calor, dirigida por profesores que se ubican arriba del escenario. Abajo cada participante desempeña su papel previo. Individualmente o en grupo, practica diferentes tipos de ejercicios. Comportamientos claramente codificados, los estiramientos, los masajes, el trote corto o largo, la toma de agua, la ida y la cola frente a los baños, los saludos de los competidores entre sí y con el público.

Al acercarse la hora de largada, la voz en off va avisando cuantos minutos quedan y pide la correcta ubicación de los corredores tras el lugar de salida. Generalmente un sistema de vallas o una cinta marca claramente la frontera física entre el territorio del público y el de los corredores. Dentro de este, se delimita el lugar del precalentamiento y el lugar -controlado- donde se debe ubicar para largar. Un umbral que luego de ser cruzado no puede ser vuelto atrás. Una vez allí, se completa la separación total. El participante está pronto, solo y con cada uno de los demás competidores. Resta solamente hacer algún movimiento final de saltos pequeños o estiramientos restringidos por el poco espacio existente entre cada uno, mientras transcurren los últimos instantes previos al inicio. Resta esperar a que el reloj -a quienes todos miran- marque puntualmente la hora del disparo de largada.

Todos los signos y señales -el arco de salida, las vallas, el reloj, la música, la voz en off, la ropa de los atletas, los movimientos de calentamiento, los carteles- apuntaron y prepararon este momento: el que determina el fin de la preparación y el estricto comienzo de la carrera o ceremonia. En este caso podemos considerar como oficiante del rito a la voz en off -esa voz que viene de arriba y de los costados y que no se sabe quién la pronuncia-, que a través de los parlantes da las indicaciones previas y luego decreta el momento de comienzo así como las primeras llegadas y las premiaciones. Los practicantes son los corredores, y los asistentes o testigos los constituye el público, que participa por medio del aliento continuo.

En todo episodio ritual se pueden diferenciar tres fases, respecto de quienes van a practicar el rito: separación, margen y agregación. (7) La forma y duración de cada una de ellas dependen del tipo de celebración. En este caso la separación consiste en las diferentes etapas de preparación. Las carreras largas exigen un determinado nivel de entrenamiento. Es una condición indispensable y solo se logra con el tiempo. El corredor deberá atravesar una fase de aprendizaje o iniciación. Podrá hacerlo a solas o en grupo, siguiendo un programa específico de entrenamiento o simplemente "saliendo a correr", pero en todos los casos tendrá que acondicionar especialmente su cuerpo y su mente para la ocasión. Este proceso continuará hasta el día mismo de la carrera, en el cuidado en ingerir una comida liviana y rica en carbohidratos, en beber suficiente líquido; hasta el calentamiento previo en los alrededores de la partida, hasta culminar en el momento en que se cruce la valla que protege el lugar donde se ubican los corredores prontos para largar, desde el cual no se puede salir una vez ingresado.

La fase llamada margen en este caso vendría a ser el desarrollo mismo de la corrida, para cada participante, desde que larga hasta que llega. Aquí transcurre el recorrido, los obstáculos físicos externos -las subidas, las distancias-, los internos -el cansancio, la sudoración, la sed, el ahogo-. Aquí aflora también lo psíquico -las ganas de llegar, el deseo de abandonar-, el aliento -entre los participantes, desde el público- la exaltación de algunos valores -sacrificio, igualdad, solidaridad-. El trayecto que compone el recorrido está completamente codificado: los primeros kilómetros como arranque suave o más fuerte, las subidas que "parten" la carrera en determinados puntos, los puestos de hidratación como mojones, los lugares donde se junta más público para saludar el paso de los participantes, los momentos en que se debe cambiar el aire, reducir el ritmo o rematar.

La carrera en sí puede ser considerada como una "prueba"; aquella para la que hay que prepararse, a través de la cual se deben salvar determinados obstáculos, por la que se obtiene cierta recompensa una vez concluida. Esta será la tercera fase que compone el rito, la agregación. En el momento en que se llega a la meta termina una etapa, se supera la prueba y el participante lentamente comienza a reinsertarse en el espacio y el tiempo cotidianos. Apenas cruzada la llegada, aparece nuevamente el oficiante del rito; esta vez no como una voz en off, sino representado en cada uno de los jueces que le piden a cada corredor le entregue la tirilla de control que forma parte del número que lleva colgado en la camiseta. En algunos casos también obsequian una medalla o llavero a manera de "recuerdo", "premio" o "testimonio" por haber participado del evento. El acto de entrega de la tirilla designa definitivamente la llegada y el término en dos aspectos: en el contacto del practicante con los oficiantes y en cuanto a su identificación como tal. Ya no es necesario el uso de ningún distintivo; comienza el proceso mediante el cual vuelve a formar parte del público. Es conveniente seguir caminando, estirar los músculos, tomar agua abundantemente; los médicos están instalados en carpas para casos extremos. Poco a poco cada participante va recuperando su ritmo cardíaco, la respiración normal, deja de sudar y sacia la sed. Mientras tanto va cruzando las vallas -casi sin darse cuenta- que lo separaban del público, para fundirse y perderse en él. De todas maneras, algunos signos lo siguen identificando como practicante directo del rito, sin perjuicio de que la prueba haya concluido: su vestimenta, el pelo mojado, en algunos casos una parte de su número de corredor todavía visible en la camiseta.

10 K

Una actividad que convoca a mucha gente -ya sea como protagonistas o como espectadores- ,que "mueve" a un sector cada vez más amplio de la población, no puede -en esta sociedad interconectada y permanente generadora de mercados- dejar de ser especialmente atendida por los medios masivos de comunicación.

Cada corrida -podríamos hablar del calendario de carreras de verano- se empieza a "vivir" mucho antes de la fecha en que ocurre, ya sea mediante la propaganda televisiva, en los carteles que la anuncian en la vía pública o en los mails cargados de imágenes que circulan por el ciberespacio.

De esta manera, mediante la publicidad y su extensa permanencia en diferentes medios, se cataliza la capacidad que tiene la sociedad de consumo para convertir unas corridas anuales de más o menos diez mil metros, en las carreras "10 K". Aquellas competencias libremente organizadas se convierten en un formato establecido. Se las pasa a tratar como un producto. Y como tal, debe tener una marca que lo identifique. Puede aludir a la ciudad en la que se desarrolla, apelando a veces a los nombres históricos que le dieron sus fundadores: San Felipe y Santiago, San Fernando. En estos casos existe un interés institucional, y la organizan directamente los gobiernos de cada lugar. En otros casos los nombres son puramente comerciales, y es la empresa misma la que da nombre a la carrera: Nike, Nativa, Reebok, Salus.

Además de la marca, como producto adquieren un eslogan, que acompaña a los avisos y que se modifica para cada edición: "Dejá tu huella", "A correr", "Imaginate llegando".

Por otra parte, el papel de la publicidad y los medios masivos, más allá de lo que refiere a la marca específica, juega a favor de una mayor difusión del evento. Ayudará a aumentar el número de inscriptos, el de espectadores presentes en el lugar, y el de seguidores, ya sea a través de la televisión, la radio o Internet.

El acontecimiento se transforma en un espectáculo y este en una fiesta masiva, de la que se puede participar de muy diversas maneras. Marc Augé denomina "dispositivo ritual extendido" a aquel que produce efectos más lejanos que los que efectiviza el acto ritual registrado en un espacio propio y en un momento específico, el que solo apunta al mantenimiento y reproducción de una situación existente. Este concepto es "inseparable de otra noción, la presentación del mundo como espectáculo escenificado; ambas nociones son dos características de nuestra contemporaneidad". (8)

Un acontecimiento crece, deja de ser una experiencia vivida solo por quienes lo presencian, para convertirse en "conocimiento", por medio de la proliferación de imágenes para todos quienes potencialmente puedan verlo.

 

NIKE 10 K

 

Analizaremos el caso de la corrida de Nike, que es particularmente rico en cuanto a su organización y alcance. Se distingue de todas las otras carreras, dado que es la única regional. Podríamos decir que es la única "globalizada": se desarrolla de manera simultánea en varias ciudades de América del Sur. Todas estas corridas son organizadas por la misma empresa, en distintos lugares pero a la misma hora, en tiempo real, con la misma extensión, bajo un mismo eslogan y con un mismo color.

El uso del color es una de las características diferenciales: cada año se elige uno determinado, que será el único presente en los carteles, en la propaganda; ya sea en la prensa o por Internet, en los espacios televisivos, en los elementos que componen la escenografía el día de la competencia, pero sobre todo en las camisetas que llevarán puestas los participantes. Cada uno deberá pagar en el momeneto de su inscripción -que en este caso no es del todo accesible- el costo de la remera con la que correrá.

De esta manera, un mosaico que podría ser multicolor se transforma en una mancha casi uniforme, que se va desplazando o derramando sobre el asfalto; sobre el asfalto de ciudades tan distintas y de gente tan distinta, el mismo color y en el mismo momento.

Se establecen dos maneras de identificación para el corredor: una general -la camiseta Nike, con el color indicado y el logo correspondiente- y una particular - el número que lleva en su pecho.

La vestimenta es uno de los aspectos más interesantes a considerar. No olvidemos que el cuerpo es la herramienta central, significando para algunos el fin de esta actividad. Correr diez kilómetros implica un entrenamiento especial, que permita superar una barrera que de otro modo no podría salvarse. Salir a correr, estar apto para una competencia de este tenor está emparentado con una tendencia a cierto cuidado del cuerpo, a mantenerlo en buenas condiciones. Si bien el cuerpo constituye el centro, podemos decir que la vestimenta al cubrirlo, en algunos aspectos lo emblematiza. No olvidemos que el nombre de la carrera es el de una marca de vestimenta deportiva, sobre todo de calzado. La ropa en este caso cumple principalmente una función técnica, la de proteger el cuerpo durante el esfuerzo y ayudarlo a obtener de una mejor manera los logros buscados. De ahí los distintos modelos para cada tipo de deporte, en el caso de las carreras hasta para cada distancia y terreno. Por eso las especificaciones, las explicaciones de por qué está colocado cada elemento en cada lugar y por qué es de determinado material y no de otro, paarticularmente en los calzados.

Junto con esta función, la vestimenta cumple otras dos: una estética y otra lúdica. Además de estar con el equipo deportivo más conveniente, se puede estar a la moda. Aquí entra a tallar el gusto personal, desde lo clásico hasta lo extravagante. También juega la posibilidad del disfraz, que está permitido y visto con buenos ojos el día de la carrera. Se puede vestir como cada uno quiera. Aunque en el caso de los 10 K de Nike, la limitación alcanza a la camiseta. Es la única corrida que exige un uniforme, instituido solo a través de la remera, con el logo de la empresa y el color elegido por ella. Cada competidor debe llevar una propaganda a cuestas; él mismo es -a manera de hombre sándwich- un cartel. Igual a todos, como parte de una mancha general durante el espectáculo; diferente a todos, cada vez que salga a correr solitariamente con esa camiseta.

La carrera convertida en producto, tiene un formato establecido: 10 k. Una marca que la identifica: Nike. Un color determinado para la publicidad y para el uniforme de los participantes: en esta última edición, el amarillo. Y un eslogan que la acompaña y la define cada vez que se presenta: en el último año, "Imaginate llegando".Una frase que no refiere directamente al esfuerzo ni a la acción de correr. Tampoco a la preparación ni al trayecto, ni al lugar geográfico en el que se desarrolla. Saltea el paso previo. Saltea el durante: la respiración entrecortada, el sudor, la pisada rítmica y las distancias. Todo esto constituye lo real; la llegada se encuentra en otro terreno, el de lo posible, el de lo soñado. A eso apunta el eslogan: al final, al recibimiento, a la purificación alcanzada una vez culminado el ritual, a la recompensa que cada uno de los practicantes prefiera imaginar.

REFERENCIAS

(1) Bourdieu, Pierre. "Deporte y clase social" (1978) en Barbero González (comp.) Materiales de Sociología del deporte. Editorial La Piqueta. Madrid. 1993. Citado por Vázquez Buendía, Roberto. "El deporte moderno. Consideraciones acerca de su génesis y de la evolución de su significado y funciones sociales". www.efdeportes.com/RevistaDigital. Buenos Aires. Año 7. Nª36. Mayo de 2001.
(2) Lipovetsky, Gilles. Le crépuscule du devoir. Editions Gallimard. Paris.1992. El crepúsculo del deber. Anagrama. Barcelona. 1994.
(3) Gil Calvo, Enrique. "La educación de la rivalidad o la pasión recompensada" en Revista de Occidente Nº 62/63. Julio- Agosto 1986. España. Páginas 23-33.
(4) Pociello. Citado por Laraña, Enrique. "Los nuevos deportes en las sociedades avanzadas". Revista de Occidente Nº 62/63. Julio-Agosto 1986. España. Páginas 5-21
(5) Segalen, Martine. Rites et rituels contemporains. Éditions Natham- Université. Francia. 1998.
Traducido en Ritos y rituales contemporáneos. Alianza Editorial. Madrid. 2005. Página 30
(6) Ibidem. Página 87.
(7) Ibidem. Página 46.
(8) Augé, Marc. Pour une anthropologie des mondes contemporains. Ed. Aubier. Francia. 1994.
Traducido en Hacia una nueva antropología de los mundos contemporáneos. Gedisa. Barcelona. 1995. Página 92.

 

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