Adopcion
CONSTRUYENDO UN RELATO SOBRE EL ORIGEN
Graciela Montano, María Hughes
Uno de los motivos de consulta más frecuente que plantean los padres adoptivos se centra en sus cavilaciones acerca de informar sobre los orígenes de su hijo. ¿Es conveniente informar? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Alcanza con hacerlo una vez? Y si optan por hablar del tema con el niño, se preguntan acerca de cuál es el mejor momento, en especial si deben esperar que el niño lo pregunte ¿Cómo llegar a una decisión?
En su formación los psicoterapeutas reciben casi como un mandato una consigna: es imprescindible decirle "la verdad" al niño. Pero ¿cuál verdad?
Los padres consultan buscando palabras o fórmulas mágicas que eviten daños y sufrimiento al chico, pero también porque es muy doloroso para ellos abordar esta tarea y temen perder el amor del hijo. En forma más latente que esta preocupación manifiesta, encontramos temores y ansiedades que aluden a la propia inseguridad en torno a su capacidad para ser padres.
ENCUENTRO DE CARENCIAS
La adopción se da por la confluencia de varias carencias y situaciones de vulnerabilidad. La de una madre de origen no protegida por la sociedad, en un muy alto porcentaje sin compañero, que se encuentra enfrentada al nacimiento de un niño no buscado y al que no puede criar. La carencia de una criatura que necesita y tiene derecho a una familia donde crecer y donde construir su identidad. La carencia de una pareja que ha deseado engendrar un hijo y que no pudo lograrlo.
El eje social y psicológico de la adopción reside en el encuentro de estas carencias y las traspasa en la medida que en estos padres legitimados por la ley, se despierta el deseo de un hijo a quien amar y a través del cual poder proyectarse y trascender, aunque no haya sido engendrado por ellos.
LOS PREJUICIOS
Ser informado de sus orígenes y tener una familia forma parte de los derechos del niño establecidos en la Convención de 1989, donde dice: "El niño tiene derecho -entre otros- a un nombre, a una nacionalidad, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos en la medida de lo posible" (art. 7). Hay situaciones en que los padres de origen no pueden cumplir con este requisito y la adopción se instala en favor del bien superior del niño. Para ello no hay reglas, porque cada adopción es distinta, es particular, cada familia tiene características propias, conforme a la historia de cada uno de los integrantes de la pareja y al vínculo que hayan podido construir entre ellos y con el niño.
En la sociedad uruguaya observamos que la adopción continúa siendo un tema tabú, que resulta difícil de entablar con espontaneidad. A esta dificultad contribuye que el niño adoptado carga con varios prejuicios socials, como el de haber sido abandonado por una mujer catalogada de cruel e inhumana, que por lo general desconoce los motivos que la llevaron a tomar la decisión de no criarlo. El peso suele recaer sobre la mujer y queda sin mencionar el hombre, igualmente responsable de ese embarazo. El prejuicio que inspira el imaginario social considera a ese niño como "hijo del pecado."
Los prejuicios también son notorios en cuanto a que los niños adoptivos suelen provenir de un medio socioeconómico carenciado, lo que en general conlleva vivencias de desvalorización que pueden interferir negativamente en la investidura libidinal del niño. A esto se suman los temores en torno a que ese niño traerá consigo una información genética desconocida.
Por todo esto las familias adoptivas y los hijos adoptados portan la marca de lo diferente, de lo extraño. En ciertas situaciones son discriminados por ser catalogados como inferiores. Y a su vez los padres adoptivos, al no haber podido engendrar a su hijo, se ven cuestionados con respecto a su capacidad para cumplir la función de padres.
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Un padre manifiesta: "en el colegio no informamos que es adoptado y nadie lo sabe, salvo los abuelos y ahora usted."
A la madre de una niña adoptada le preguntan: "¿así que Marita es adoptada? Pensar que es tan parecida a vos."
Cuenta un niño en la sesión; "terminé a las piñas porque Francisco me dijo: a vos te regalaron".
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Estos prejuicios que circulan a veces silenciosamente y otras veces en forma explícita, contribuyen a que estas familias no puedan sentir el derecho de hablarlo libremente. En muchos casos lo ocultan por temor y para protegerse de un mayor sufrimiento.
LOS MOTIVOS
Existen motivos manifiestos y motivos latentes que llevan a decidir la adopción de un niño. En la historia de cualquier pareja surge en un momento dado el deseo de un hijo a quien amar, a quien cuidar, hijo que los transforme en padres y que a través de él proyectarse hacia el futuro.
Nos encontramos en la clínica con un alto número de parejas que han decidido adoptar golpeados por la infertilidad, dañados en su narcisismo, y sintiéndose inhabilitados como padres. El desarrollo actual de la ciencia ha permitido lograr alternativas en la fecundación que han hecho tambalear los límites de lo "natural", si bien en el imaginario social lo "natural" sigue manteniendo un lugar de criterio de verdad absoluta. Como efecto de las técnicas de fertilización asistida, la sexualidad y el erotismo de las parejas -que no han podido engendrar en forma "natural"- se ven traumatizados, empobrecidos y disociados y en un cierto porcentaje los tratamientos de fertilización no logran su objetivo porque pesan las causas de índole emocional. En la medida que la pareja vaya elaborando el duelo del proyecto del hijo propio va a encontrarse en mejores condiciones para tener un hijo aunque no lo haya engendrado.
Dice una mujer: "ni siquiera pude embarazarme".
Dice su marido: "el médico nos dijo: y si tanto desean un hijo ¿por qué no adoptan? Yo pienso que adoptar sería tapar."
Esta pareja decidió por el momento no adoptar, tal vez porque comprendieron que el daño narcisista que les provocó no poder engendrar un hijo necesita ser procesado internamente. Si la pareja no ha tenido instancias previas a la adopción donde se elabore este duelo y se preparen emocionalmente para ser padres adoptivos, las heridas narcisistas quedarán abiertas y prontas a sangrar en cualquier momento.
¿HAY UN MOMENTO PARA EMPEZAR A INFORMAR?
Desde los primeros tiempos en que la pareja empieza a pensar en la posibilidad de adoptar un niño, surgen las incógnitas: cómo hacerlo, cuál puede ser la manera más adecuada; la conveniencia de decirle al niño su origen.
A modo de ejemplo citamos a una pareja de padres en la consulta: "cuando le leemos el librito sobre la adopción, a la madre biológica la omitimos…cuando el libro dice que el bebé creció en la barriga de otra mujer, se lo cambiamos. Nos negamos a informarle de la otra mujer. Para nosotros no existe otra persona. No es gracias a ella que lo tenemos."
En este ejemplo se pone en evidencia el mecanismo psíquico de la desmentida. El Prof. Prego Silva planteaba que el hijo adoptivo, si bien llena una falta, también denuncia una falta. "El está haciendo olvidar que esa pareja no pudo tener hijos, pero su presencia es de alguna manera la denuncia de que está en el lugar de lo que no se pudo tener. Por eso es que la relación entre los padres adoptivos y el hijo adoptado es, muchas veces, ambivalente."
En los primeros encuentros con el pequeño adoptivo la desmentida puede ser operativa. No percibiendo la biología ajena, los padres pueden acercarse al bebé y establecer fuertes vínculos con él... aunque este mecanismo deberá dejar lugar al reconocimiento de que este hijo fue gestado en otro vientre. Pensamos que, cuando los padres consideran que es conveniente comenzar a hablar con su hijo sobre su origin, y se encuentran internamente preparados para hacerlo, este momento inaugura la ruptura de la desmentida de la infertilidad.
Con el surgimiento del lenguaje verbal y la capacidad de preguntar, algo se transforma en la relación padres-hijo. El niño adquiere, a través de la palabra, la capacidad de preguntar, de investigar, de querer saber acerca de todo lo que lo rodea; precisa aprender, incorporar, imitar a sus modelos. Comienza a preguntarse acerca de cómo nacen los niños. El lenguaje será también el instrumento que les permitiría a los padres empezar a contarle sobre sus orígenes.
Esta etapa de investigación del niño, que resulta tan gratificante y placentera para el entorno de los adultos, en la pareja de padres adoptivos es un momento cargado de angustia, y el mundo de la palabra les genera una temerosa expectativa porque es el tiempo en que el niño quizá intente saber, aquel en el cual podría empezar a preguntar. Por resurgir las antiguas heridas que habían permanecido latentes durante esos años previos, ese niño corre el riesgo de transformarse en un niño temible, hostil en la fantasmática de los padres, y estas vivencias que angustian a los padres pueden enrarecer el vínculo.
¿ESPERAR A QUE EL NIÑO PREGUNTE?
Un padre comenta: "La psicóloga del jardín nos dijo que debemos informarle que es adoptado, pero dijo que esperemos a que él pregunte."
No podemos pretender que el niño tenga la capacidad de preguntarse si él en realidad es otro; o si fue engendrado por otras personas; o si creció en otra panza. Más aun cuando su saber inconciente pone en riesgo el vínculo con sus padres. No podemos esperar que el pequeño esté en condiciones intelectuales, y menos aun emocionales, para formular alguna pregunta que haga tambalear su identidad. Esperar a que pregunte sería esperar que el niño se haga cargo de algo que no está en condiciones de conceptualizar. Quedarse esperando a que el niño pregunte sería evitar hablar con él de la historia de ellos como pareja, de sus dificultades y frustraciones relativas a su deseo de procrear y del surgimiento del deseo de un hijo adoptivo.
La consulta por Lucía de tres años, se hace porque la niña ha empezado a cantar: "yo tengo dos mamás" o, en presencia de ambos padres adoptivos, les pregunta: "¿Dónde está mamá? ¿Donde está papá?" Los padres entienden que la niña quiere saber y se sienten obligados a informar, tal como la asistente social les indicó cuando le entregaron la niña. Los padres interpretan que la niña está preguntando por sus orígenes y le compraron libritos que hablan de la adopción, pero no saben cómo seguir adelante.
Pero el niño ¿quiere saber? ¿Qué quiere saber? ¿Cuánto quiere saber? Por un lado necesita saber y por otro lado le asusta mucho saber. ¿Acaso ya no sabe? ¿Habrá alguna respuesta que lo alivie de los sentimientos de incertidumbre y extrañeza presentes en la relación entre él y sus padres?
Los niños adoptados por lo general no formulan preguntas directas sobre su adopción. Ellos plantean sus interrogantes empleando rodeos, desplazamientos y sustituciones. Lo hacen, por ejemplo, cuando juegan a que el oso tiene un hijito león o a través de dibujos como el de un manzano que da naranjas, o una jirafa con cabeza de elefante.
Aunque el niño posea una percepción, a nivel inconciente, de su no pertenencia a esta familia, la confirmación de este hecho trastoca su identidad.
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Cuando los padres adoptivos de Melisa (4 años) empezaron a contarle algo sobre su adopción... "empezó a toser, a quejarse de dolor de cabeza, se angustió y se tapó los oídos". Los padres informan que: "Melisa empezó a jugar a sacar ropa del placard y a ponerla en bolsas".
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El tiempo en que el niño empieza a preguntarse por sus orígenes es aquel en que empieza a organizarse la novela familiar: el niño se construye su propia novela. Magdalena dice: "Yo sé lo que pasó. Mi casa se incendió, estábamos todos durmiendo y una vecina nos sacó a mí y a mi hermano. A mis padres no los pudo sacar. Nos llevó al hospital y ahí nos fueron a buscar nuestros padres. Yo me acuerdo, yo tenía dos años".
¿La pregunta sobre los orígenes queda respondida a partir del relato que los padres puedan realizar? Sin duda esto es lo que los padres esperan. Le informemos o no, el dolor generado por la vivencia de abandono y la ruptura de la "continuidad existencial" estarán siempre presentes. El pasaje del vientre materno a los brazos de la madre adoptive, aun cuando se haya podido realizar en las mejores condiciones, implicó en el bebé un corte en la continuidad existencial y cierta vivencia de extrañeza, al dejar de sentir la voz o los latidos del corazón que escuchó durante la vida fetal.
En un trabajo anterior planteábamos que "el niño llega a la adopción con una historia de nueve meses de unión con la mujer que lo gestó". "Esta experiencia queda trunca y comienza otra historia a partir de la brecha de ese corte"... "una vez juntos, madre adoptiva e hijo iniciarán un diálogo sin precedentes". En un comienzo, a ella le puede resultar difícil comprender las necesidades de ese niño no gestado en su interior, a pesar de que también la madre adoptiva se haya preparado emocionalmente para ser madre.
Relata una madre adoptiva: "Cuando la madre me la entregó en mis brazos me miró como preguntando: ¿Me la vas a cuidar? Yo a la vez miré a la beba y pensé: si me sonríe es que me acepta... y me sonrió".
¿QUÉ ACARREARÍA NO INFORMAR?
Cuando en una familia hay "algo no dicho", ello es captado a nivel inconciente por el pequeño y muchas veces se traduce en estados de inquietud o de ansiedad, debido a la falta de palabras que puedan dar un sentido a esas percepciones de extrañeza a las que antes nos referíamos. En todo ser humano el deseo de saber está directamente relacionado con la pregunta sobre el origen, que va introduciéndolo al terreno del aprendizaje.
El niño necesita encontrar respuestas sobre el origen que lo conduzcan a saber y a apropiarse de "su origen". De no encontrarlas, quedará imposibilitado de conocer sus vivencias, de nombrar sus sentimientos; se verá afectada su identidad y obstaculizado el proceso de aprendizaje. Todas aquellas cosas innombrables perturbarán la representación de su relación Yo-mundo.
¿Qué significa conocer el origen? Conocer el origen no solo significa conocer los datos filiatorios de quienes lo engendraron. El origen es constitutivo de la historia de todo ser humano. Poco a poco se irá ampliando, se irá modificando múltiples veces a partir de las vivencias, los recuerdos, los datos aportados por el entorno, el proceso de crecimiento y la elaboración interna.En el caso del hijo adoptivo podrá existir mayor o menor conocimiento de su historia anterior, pero esto no significará un impedimento para la construcción de un relato propio sobre su origen.
En el origen también se encuentran estos padres que se prepararon para recibirlo; el encuentro de ellos con el bebé y el transcurso de los primeros tiempos juntos.
Si bien durante su gestacion este niño posiblemente no tuvo una madre y un padre que lo pensaran, que lo imaginaran, que lo desearan como su hijo, con la adopción tendrá una nueva oportunidad, la de un encuentro con padres que lo deseen y lo acepten tal como es, dándole un lugar en la familia, un lugar en lo simbólico.
La paternidad adoptiva cumple la función simbólica de constituir a ese pequeño en sujeto, desmitificando de esta forma que solo son padres los que lo traen al mundo. Esto significará no solo quererlo, sino también desearlo como un representante que los podrá trascender.
Al informar buscamos evitar la crueldad que significa que un niño, que durante mucho tiempo se pensó hijo biológico, de pronto se enfrente a una información que lo hiera. Esto no se hace de una vez, sino que implica un proceso, en el que es necesario estar atentos a las señales del niño.
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Un ejemplo de sintonía entre madre e hijo:
"Hay hijos hechos por un papá y una mamá y hay hijos que nacen de otra señora que no los puede cuidar. Entonces vienen otros padres y los hacen sus hijos." Y a esto su hijo le responde: "como yo".
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Las dificultades de aprendizaje y de conducta que algunos chicos adoptados presentan, muchas veces son presentados como causadas por la adopción, lo cual es una generalización que puede llevar a cometer graves errors, provocados por uno de los prejuicios de los que hablábamos al comienzo. No es la adopción la que puede causar diferentes dificultades, sino el silencio y la no elaboración de la situación de adopción. Cuando los padres eluden hablar, promueven en el niño el bloqueo y la inhibición del desarrollo intelectual. El niño evitará investigar en lo que percibe que es conflictivo para sus padres. De esta manera inhibe su curiosidad y su capacidad para preguntar; advertirá que hay algo que "no se debe saber", algo que "no debe entrar en su cabeza". Su pulsión de saber, sus ganas de aprender, de incorporar conocimientos podría ser vivida como peligrosa, por implicarle perder el amor de sus padres. Este conflicto es frecuentemente percibido por los maestros en las escuelas.
Muchas veces los padres se preguntan si es conveniente informar o no a la escuela, y en general lo hacen como cumpliendo con un deber, sin plantearse que tienen el derecho de decidir si informar o no, puesto que es parte de la privacidad de la familia. Es legítimo que se pregunten qué va a hacer la escuela con esa información.
Sería conveniente que cuando los maestros trabajan sobre la familia, o construyen el árbol genealógico, incluyan la alternativa de la familia adoptiva. Así como hay familias en las que el padre y la madre hacen a los hijos, existen otras familias en las que los padres decidieron ir a buscar al niño para hacerlo su hijo.
Una de las formas de empezar a ejercitar a los chicos en la aceptación de la diversidad podría consistir en plantear que ambas familias son igualmente legítimas. Si desde la escuela se actúa preventivamente, se puede estar aliviando los sentimientos de exclusión o de discriminación.
Retomando lo central de este trabajo: La decisión de informar, de elaborar un relato propio puede llevar su tiempo, el tiempo interno de cada uno de los padres para ponerse de acuerdo sobre su conveniencia y encontrar las palabras y el momento propicio. El niño también va a construirse su propio relato, a partir de lo que pueda escuchar del relato de sus padres, que será aquel que hayan podido construir para sí mismos y de lo que él haya recreado imaginariamente.
La información que se brinda al hijo sobre sus orígenes con mayor o menor cantidad de datos de acuerdo con los elementos que los padres posean y consideren adecuado trasmitir, permitirá al hijo la interrogación y el ensayo de diferentes versiones de un relato que construirá, deconstruirá y reconstruirá una identidad en las distintas etapas de su vida.
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