Serie: Acontece (XCVI)

Paul Virilio otea el futuro al fondo de un plato de sopa

Villa Pánico: de polis a teratópolis

Carlos Montero

Tenía razón Mafalda cuando decía que no le gustaba la sopa. Tuve una tele-visión del futuro en el fondo de un plato de caldo y no me gustó nada. No me refiero al sabor, sino que resultó amarga la pre-visión de ese destino ya posible -y pronosticado por el filósofo Paul Virilio- de tener un ser humano intercomunicado globalmente en forma simultánea (real-time) pero deslocalizado en un diferido espacio virtual (irreal-place).

Allí se materializa la 'Ciudad Pánico', (1) título con que llegó al Cono Sur 'Ville Panique' (Galilée, 2004), deconstruyendo el núcleo básico que llevó a la Política -como debate de las cuestiones de la polis griega- hasta la Metropolítica de megalópolis imperiales. La tele-comunicación me dejó interrumpir a su autor el bochornoso verano de 2003 mientras escribía aislado su libro y describía la Ciudad-Mundo en red habitada por seres tele-presentes y tele-existentes. Me cuestiono si -a nivel de nuestra coexistencia física enrejada- no hemos arribado a la Teratópolis, con políticas de terror.

LA BOMBRA INFORMATICA

Sólo cuando conocí al tímido caricaturista argentino Quino en la Feria del Libro de Buenos Aires -mientras los carapintadas pintaban la cara real del poder en la transición de militares a políticos en el Río de la Plata- fue que entendí por qué Mafalda aparecía una y otra vez en sus viñetas rondando un globo terráqueo, sobre el cual disparaba envasados en globitos sus dardos textuales aún vigentes a tres décadas de desaparecida. Reflejaba dilemas mundiales y locales del propio autor, que mató a su gran personaje en los negros setenta, antes que Mafalda matara, según ironizaba. En la entrevista me contaba que dormía con una libretita en la mesa de luz para no perder ideas que surgían en la noche. A él tampoco le gustaba la sopa, me confió.

La verdad es que, así como Magritte en Bélgica pintaba una pipa y buscaba desconcertar en el mismo lienzo dibujando abajo que "ésto no es una pipa", lo que ví por televisión -en la llamada caja boba, aunque menos que lo usual en este caso- no era sopa propiamente, sino representación de una sopa en la pieza publicitaria grabada de caldos Knorr que se reproducía en la pantalla chica. Pero -cumpliendo la máxima que reza "al que no quiere sopa, dos platos"- en el aviso no había uno sino un par de platos de sopa (me corrijo, la representación de dos platos con caldo), sólo que uno estaba sobre la mesa del comedor donde la protagonista -desde algún lugar de las Américas donde se habla castellano- se había citado a cenar con el otro protagonista, con cierto aire a familiar de Putin, que estaba en Moscú.

Por eso, en la punta opuesta de la mesa, en vez de situarse sentado de cuerpo presente el otro comensal, había instalada una pantalla plana que reproducía al amigo-bio virtual ruso tamaño natural, con su otro e idéntico plato de sopa, apareciendo proporcional en la imagen del aparato de ella dentro de la imagen de mi aparato televisivo. Se representaba así, sin necesidad de efectos especiales dignos de Matrix, los afectos espaciales de una de las profecías de Virilio en "La bomba informática": la pantalla de la computadora se transforma en la del televisor y viceversa, mientras que su formato plano tamaño natural suple a la ventana, para completar el corte de nuestro último cordón umbilical con la realidad exterior a la que se accedía por contacto visual directo a través del vidrio enmarcado en la pared.

Como en los juegos del director italiano Federico Fellini quien, en el film "La Entrevista", dirigía la película desde afuera de escena, mientras aparecía adentro de la diégesis actuando de director de otro actor (que, a su vez en meta-diégesis, interpretaba el papel de Fellini cuando era joven), ví en dicho spot publicitario el vivo retrato del futuro pronosticado por este urbanista y accidentólogo francés: la evolución de la tele-comunicación del siglo XX, a la tele-presencia mediante tele-conferencia -como esta cena virtual de sopas vía satélite (sin confundir con 'soap operas', que en inglés son tele-novelas auspiciadas por jabones)- hasta llegar a la tele-existencia.

Sin apurarnos a que creamos o no en las investigaciones en curso sobre tele-transportación (aún en ciernes) ni sobre hologramas (tipo Guerra de las Galaxias), Virilio nos habla de los ya existentes "trajes y cascos de datos", que son mucho más que herramientas para introducirnos en una realidad virtual que reproduzca la ficción sensible de un vídeojuego sofisticado. Ese traje de datos está compuesto por un haz de terminales sensoras que detectan y emiten nuestros impulsos como señales y captan las de la otra persona a distancia (incluso en forma inalámbrica), para alcanzar extremos como los del sexo virtual (sin confundir con el onanismo estimulado telefónicamente que promueven avisos clasificados de hot-lines).

Peor que el aislamiento, la pieza publicitaria representa la alienación con que nos protegemos de los ajenos vecinos (ex prójimos) evitando así la inseguridad urbana y la solidaridad social, mientras a-chat-amos distancias acercando a nuestros amados o pares lejanos, a causa del flujo migratorio por trabajo o turismo. Todas compensaciones precarias a la no convivencia. Pero, de avistar las consecuencias psicológicas en este ser humano aislado en forma física y en forma virtual por medios digitales que le reconectan interpersonalmente en lo familiar, amistoso o laboral (teletrabajo que deslocaliza y desterritorializa), deberíamos pasar a prever las consecuencias en la sociedad y flujo de relaciones de poder que condicionan las decisiones públicas.

EL ULTIMO PASO

El último libro de Paul Virilio -que adelantamos en 2005 en La Síntesis Mercosur (www.sintesis.org) y ampliamos en 2006 en el portal sobre Ciencias Sociales de UNESCO-, trae primeras presunciones sobre un cuarto paso en la evolución de la democracia occidental contando desde el 'zoon politikón' de Aristóteles (partícipe de la democracia aristocrática en el ágora de las ciudades-Estado griegas); al 'ciudadano' representado indirectamente en el parlamento de las repúblicas o monarquías constitucionales de los Estados-Nación (posteriores a la Revolución Francesa); y el 'homo videns' de Giovanni Sartori, espectador-consumidor de la democracia de masas cuya relación con su representante es mediada por la emoción del talk-show en el debate televisivo de lo público, cuestionado por Pierre Bourdie ("Sobre la Televisión", 1997, Anagrama). No era lo peor. Aún queda la democracia plebiscitaria del tele-voto (por SMS o e-mail) prefigurada en los comicios incontrolados pero con la ilusión de ser 'en vivo', en las galas eliminatorias de la tele-basura donde bailamos por un sueño: el del Gran Hermano.

"Enfrentamos hoy la amenaza, ya no de una democracia de opinión que reemplazaría a la democracia representativa de los partidos políticos, sino de la desmesura de una verdadera DEMOCRACIA DE EMOCION: de una emoción colectiva a la vez sincronizada y globalizada cuyo modelo podría ser el del tele-evangelismo pospolítico. Después de los estragos conocidos de la democracia de opinión y los delirios de la política-espectáculo, de la cual la elección de Arnold Schwarzenegger como gobernador de California es uno de los últimos avatares, imaginamos fácilmente los delirios de esta 'democracia de la emoción pública' que amenaza con disolver, como el ácido, a la opinión pública, en beneficio de una emoción colectivista instantánea de la que abusan tanto los predicadores populistas como los comentadores deportivos" escribió Virilio en 'Ville Panique' de 2004.

Medios del Cono Sur se hacen eco en marzo de 2005 de la advertencia a la Política que llegó (recién en 2007 a nuestras librerías) desde terrenos de la Filosofía, tan despreciados por quienes parecen creer que reflexionar es perder tiempo y leer a los que lo hacen es una pedantería intelectual para quien le falta algo útil que hacer. Un célebre predicador protestante del siglo XIX, inquirido sobre cómo podía encargarse de tantos asuntos al día y, a pesar de ello, dedicarle una hora cada mañana a arrodillarse para rezar, contestó irónicamente que "si no le dedicara una hora cada día a orar, no sé como haría con mis obligaciones en lo que queda del resto de la jornada".

Lo mismo sucede con el aprendizaje de los rastros sobre el futuro que se hallan en las huellas dejadas por los pasos, pisotones y caídas de los seres humanos. Si el periodista no dedica tiempo a quienes le pueden proveer esas pistas, de nada le valdrá un día de 48 horas ni ocho agencias de noticias ni Google entero (buscador considerado la nueva Biblioteca de Alejandría), para entender el presente en su acepción densa de tendencias y mentalidades, tomando accidentes y coyunturas apenas como emergentes. Como en 'La Colina de la Deshonra', subirá y bajará a lo Sísifo hasta el cansancio, llenando y vaciando mecánicamente bolsas de arena, emitiendo datos y noticias sin contexto en donde ubicarlas. En mis años jóvenes, un conocido periodista del área gubernativa era conocido en su diario como el "pájaro-bobo": no sabía lo que llevaba. No tenía contexto para evaluarlo.

Mauro Fabi, de Le Monde Diplomatique, considera a "Ciudad Pánico" como una "suerte de reportaje de la catástrofe, donde el devenir histórico tradicional se sustituye por el eterno presente de la inmediatez" en una "era de la comunicación estática y/o histérica. Todo acontecimiento resulta descontextualizado" en el marco de una "mundialización (que) es contemporánea de la modelización, en el sentido que hace referencia directa a la estandarización de comportamientos" y "de la sincronización de las emociones" (N. de R.: traducción propia). En el primer avance del texto en revista Ñ del diario Clarín, el filósofo concluye que "estamos dominados por el miedo y el pánico a la inseguridad antes que por un sentido de deber hacia nuestra nueva e insólita ciudad-Estado. Este pánico anula el lugar de la reflexión y los medios se hacen cargo, no ya de la demanda de reflexión colectiva, sino de una demanda de emoción colectiva".

El fallecido Hugo Cores, titulando "Para no ser una democracia de balconeadores", fue el primero en traer el debate a Uruguay: "como dice Paul Virilio en un libro reciente, en las sociedades modernas frente a la inseguridad y el miedo, apostar a la razón, al debate y la persuasión parece un empeño casi quijotesco" (La República, 28/03/05). Así se impone lo que he llamado -a mi cargo- la Teratopolítica, que se sirve a nivel global y local del aislamiento del amedrentado, retrayéndolo del ágora amenazante. La teratología es el estudio de las anomalías y monstruosidades en organismos.

Y mientras esperamos las reacciones locales, del libro recién editado en julio 2006 en Argentina, doy fé que los acontecimientos políticos, económicos, sociales y culturales del nuevo milenio no han hecho otra cosa que confirmar sus ocho libros anteriores que leí de madrugada y subrayé hasta el cansancio, coronado con un diálogo telefónico que mantuvimos desde Barcelona, y una carta que me envió desde La Rochelle, en la que no respondía mi cuestionario -que pidió entregar a la Fundación Cartier de París para que se lo enviaran por fax- pues estaba muy ocupado, encerrado y aislado -coherente con su tiempo-, de junio de 2003 en que conversamos "hasta el otoño" como me adelantó, con el fin de terminar esta obra. Aun paradójico, el autor muchas veces se debe alejar del mundo para acercar mejor su lente, describirlo con distancia y repensarlo en profundidad.

Pero lo pronosticado por él, que no sucedió aún, seguramente sucederá más tarde o más temprano, si nos atenemos a sus antecedentes. La pérdida de la intimidad y las libertades en manos de la violación de las comunicaciones, excusada en la lucha antiterrorista, le lleva a predecir que "mañana el Ministerio del Miedo dominará, desde lo alto de sus satélites y de sus antenas parabólicas, al Ministerio de Guerra ya caído en desuso, con sus ejércitos en vías de descomposición avanzada". Los mismos satélites que sirven para tomar juntos la sopa a distancia, son los nuevos caballos de Troya que transgreden las murallas de nuestra casa/fortaleza, como regalo integrado a los instrumentos de comunicación (computadora, módem, ADSL, celular, cable, teléfono, fax, Direct TV), pero que nos exponen a que extraños "metan la cuchara" en nuestra vida, aunque nos sintamos muy seguros con guardias privados, porteros eléctricos, cámaras de seguridad y rejas a control remoto.

Por eso, al ver la publicidad de la cena en directo a distancia me acordé de Virilio prediciendo hace años la telepresencia y la teleexistencia, como si él estuviera observando el caldo con fideos en el fondo del plato, igual que quien predice el futuro con la borra del café al fondo de la taza. Y coincidí con Mafalda y con Quino, que no me gusta esa sopa, que no me gusta ese futuro que ví. Que prefiero a Mario Benedetti escribiendo y a Joan Manuel Serrat cantando que "una mujer desnuda y en lo oscuro, refleja una luz que nos alumbra", sin traje de datos, ni hot-lines, ni satélites, ni realidad virtual.

 

(1) "CIUDAD PANICO. El afuera comienza aquí". Por Paul Virilio.Buenos Aires. Ed. Libros del Zorzal, 142 pp.

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((((EN RECUADRO)))

Un millón de personas por semana se mudan a las ciudades

RIO NO CREE EN ROSAS

Como en el film 'Moscú no cree en lágrimas', pese a una misa de 30.000 personas por la violencia que fagocitó 1.300 vidas en los primeros cuatro meses de 2007, podría decirse que Rio de Janeiro 'no cree en rosas'. Esas 1.300 rosas en el Jardín de la Muerte, de la arena de playa Copacabana, mediáticamente buscaban sensibilizar a la millonaria audiencia sin ir a la causa: lo antinatural de la vida urbana, la indefensión del excluído ante el criminal que domina su feudo o que le da medios que legalmente no podría granjearse, junto a la indefensión del incluído que halla un Estado sin medios para darle seguridad en todo su territorio. No es que Rio sea tierra de nadie, sino que hay señores gobernantes de una parte y ONGs del delito de la otra, que dominan favelas y áreas de la 'ciudad maravillosa llena de encantos mil' con 12 millones viviendo en su zona metropolitana.

Michael Jackson llegó en los 90 a Salvador (Bahía) y Rio de Janeiro, para grabar dos vídeoclips, por lo que estábamos allí para cubrirlo. En la base de Leme, playa inmediata a Copacabana, el ídolo se burlaba de la marcha marcial de los militares, jugando con el bastón de choque que quitó a uno de ellos. No tuvo igual ocurrencia cuando trepó al Morro de Dona Marta, favela pobre sobre una encrespada altura donde descansó en la vivienda del señor del crímen local, con quien su producción negoció previamente el salvoconducto para entrar, filmar lo que permitiera el mafioso y pagar por su servicio. El andrógino Peter Pan, híbrido black/white good/bad, no se burló ni jugó con su metralleta: había un gobierno con poder formal y otro con el poder real en su zona. Más abajo, en la avenida Atlántica de turismo sexual playero y el carnavalesco Sambódromo for export, que se vende como paraíso al primer mundo, las dos fuerzas convivían en equilibrio.

Pero a Lula se le ocurrió ejercer su facultad de gobernar todo el territorio, quebrando un status quo donde señores del delito estaban seguros dirigiendo su negocio por celular desde la celda, custodiada por su corte, mientras garantizaban a los gobiernos estaduales paz en la zona turística, mientras sus feudos no fueran invadidos por efectivos, que sólo entran en convoy como fuerzas de EEUU en Bagdad, disparando a fuego y metralla, con efecto pobre como refleja la película 'Ciudad de Dios', nombre de favela, que muestra en realidad lo que pre-veía el comic 'Sin City' (Ciudad del Pecado), hecho film por Robert Rodríguez. Así se produjeron en dos décadas los llamados 'arrastao', donde los peones de criminales bajaban y arrasaban las playas, asaltando o matando turistas, con perjuicio grave a las arcas estaduales que viven del turismo y que sólo gastan al atestar de peces chicos las cárceles. Bloquear la comunicación de capos desde los penales llevó como represalia a ataques de bandas a comisarías para mostrar su poder más allá de la frontera, lo que reafirmaba la inseguridad de una sociedad sitiada tras rejas, alambrado eléctrico y guardias privados, mientras gerentes van al buffet en helicóptero para evitar secuestros.

En la oscuridad sin ojos (sino para el otro) de dos enamorados, en plena luna de miel cubríamos abrazados el breve trayecto desde Plaza de Ipanema. La intuición femenina advirtió que éramos seguidos, así que aceleramos para distanciarnos -sin éxito- de un atracador que revelaba efectos de droga al dudar ante la pareja extranjera. A la amenaza con arma blanca sólo exhibida, le tiré un manotón de billetes que tenía en el bolsillo del pantalón (unos cien reales según pensé) mientras huíamos hacia el garage del hotel. Tras dudar, el asaltante nos persiguió al estacionamiento donde un funcionario valiente y sin armas lo hizo salir. Apaciguados los nervios de la recién casada, pongo una mano en el bolsillo de la camisa y hallo el billete de 100. Por error le había dado sólo cuatro reales.

Seis años antes, al conocernos en esa maravillosa ciudad, venía de ser asaltado por tres jovenzuelos mulatos bajo puentes sombríos, yendo en micro del céntrico barrio Tijuca a playa Copacabana, adonde alquilaba apartamento en Av. Nossa Senhora de Copacabana. La virgen que da nombre al barrio y a la avenida llegó a la capilla originaria, anterior a la erección de la zona, con el nombre de la localidad boliviana de maravillosos atardeceres junto al Lago Titicaca. De allí fue traída a la ciudad dominada por el cerro Corcovado (Jorobado) con el imponente Cristo Redentor de brazos abiertos. Mirando desde ese privilegiado balcón a la gran laguna, reflexionaba con ella que acababan de cobrarme una especie de 'impuesto informal' al turista que disfruta de dicha naturaleza y urbanismo, por parte de algunos de sus lugareños que no tienen el mismo derecho que los extranjeros de paseo. Ladrones de bicicletas en un juego de equilibrio con ladrones de esperanza, que no generaban oportunidades desde el gobierno formal para evitar al poder no gubernamental que prometía despojos a cambio de su complicidad y ayuda.

La mitad del mundo vive en zonas urbanas y aumentará 2% al año hasta 2015, lo que agrava roces en Latinoamérica con 42% de las muertes globales por arma de fuego. Tras 21 millones de habitantes de México DF, viene Sao Paulo que pasó de 250.000 almas en 1900 a 17 millones en 2000 (5 millones en barrios obreros) sobre 8 mil kilómetros cuadrados, "mayor aglomeración de América del Sur" que triplica la densidad de París, con un 20% de su gente en favelas que exhiben "la desigualdad entre ricos y pobres", señaló el fotógrafo francés Yan-Arthus Bertrand en su exposición de gigan(foto)tografías globales que se mantuvo dos meses, hasta junio último, en paneles desplegados en la costanera de la capital uruguaya..

Las terrazas de los espaciosos pisos residenciales, que dan a la rambla de la playa de los Pocitos, servían de telón al levantar la vista de la agobiante toma vertical paralela sacada a apilados ventanales cuadrados sin balcón, idénticamente tapados por cortinas, en un edificio del cinturón de Sao Paulo, ilustrando contundemente la sensación que Bertrand definía como "malestar social". Un millón de personas llegan a las ciudades cada semana en un planeta que acumula mil millones de terrícolas en barrios pobres, también llamados chabolas.

Idéntico malestar ví en Rio -capital imperial portuguesa contra Napoleón y brasileña 1822/1960- que en barrios parisinos de inmigrantes que periódicamente eruptan lava de su volcán, quemando autos y derramando fuego sobre el nudo gordiano de megalópolis engordadas. Los que no pueden desatarlo desde abajo, optan por derretirlo o cortarlo. El desafío magno de desatarlo desde arriba (por las buenas) o cortarlo (por las malas) lo aceptó Lula, pese al doble filo de entrometer a soldados federales en seguridad interior.

Oficiales fueron recibidos a balazos en Copacabana al apresar narcos de la favela Pavaozinho, en cerro a tres cuadras de la playa, mientras medio centenar de sicarios del Comando Vermelho, mayor mafia brasileña, invadía zonas de su banda rival. En la universidad federal de Rio de Janeiro, Paula Sibilia analiza el efecto de la era industrial de sociedad disciplinaria que sometía a la normalización de policía, cárcel, servicio militar, escuela, fábrica y hospital, donde la masa es formateada por biopolíticas. La tecnociencia nos promete una era digital de sociedad controlada con televigilancia, pero lo orgánico (la vida) se sigue rebelando, concluye en "El Hombre Postorgánico" (FCE, 2005).

Denis Mizne, del instituto brasileño Sou Da Paz denunció "la violencia urbana y el descontrol de las fuerzas de seguridad, lo que conforma una situación de tal gravedad que, como mínimo, merece una reflexión a fondo" (Página 12, 22/4/07). El filósofo Paul Virilio en 'Ville Panique' busca el paso de la Ciudad-Estado (polis) y su Política, a metrópolis y megalópolis de Estados-Nación con metro-política de megalómanos. Sigue luego una Ciudad-Mundo deslocalizada en red con comunidades virtuales y cinco sextas partes de la Humanidad en suburbios mal o des-conectados.

"Si queremos luchar contra el pánico, contra todos los pánicos, habrá que volver mañana a una política geofísica y no solamente a una ecología urbana" plantea Virilio. O sea, no nacimos para vivir en aglomeraciones verticales analógicamente análogas -uno parado arriba de los hombros o pisando la cabeza del otro- ya sea en complejos exclusivos, bloques de cemento armado, favelas como la Rocinha -la más grande del mundo en Rio de Janeiro-, estaciones de subterráneo o caños de saneamiento, según los círculos de dignidad descendentes de la concentración en urbes que cubren el orbe.

De lo contrario, aún viviendo alienados en nuestros nichos para vivos, archivados en góndolas de supermercados hiperurbanos donde se ofrece la faena, sacrificio y guerra de carne (de cañón digital) que inter-conecta virtualmente su flujo de aglomeraciones binarias horizontales de bytes circulando en red (cada vez más sedentarios porque nuestro cuerpo circula cada vez menos por avenidas y parques por seguridad o ahorro), podremos terminar reproduciendo los círculos informáticos ascendentes de kilo-bytes, mega-bytes, giga-bytes hasta tera-bytes de saturación informativa.

Así superaríamos, con el mismo rumbo, la evolución descripta por Virilio -de la polis, a la metrópolis y megalópolis- para derivar en las gigantópolis carioca, paulista, de México DF, Nueva York o Tokio, que ya están en los límites del futuro descripto por el filósofo francés: la "Ciudad Pánico", que prefiero bautizar Teratópolis, ciudades de terror, sean del pecado o de Dios.

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