Serie: Los Pliegues de la Lectura (XX)

"La gesta del marrano"
Una aproximación crítica

 

María Esther Burgueño

Si tomamos el concepto expuesto por Beatriz Sarlo en el "Diccionario de términos literarios" acerca de la novela histórica, será muy fácil incluir a "La gesta del marrano" dentro de esta tipología narrativa.

Sarlo (7) afirma que "La novela histórica reconstruye personajes, hechos o ambientes que pertenecen al pasado, recreándolo". Y agrega: "Debe admitirse en todos los casos que aunque el plano fáctico de la novela histórica sea real o se aproxime a la verdad histórica sus estructuras pertenecen sin duda a la ficción por el hecho de organizarse en sistema dentro de una dimensión literaria: la novela histórica no presenta la novela histórica dentro de la realidad sino que la reconstruye".

Ubicación e historicidad

La novela histórica conoció su momento de oro durante el Romanticismo. Quizás porque el siglo XX ha vuelto a acuñar paradigmas vitales e ideológicos propios de ese momento artístico y quizás porque América es un continente especialmente signado por los rasgos barrocos, como lo señalara Carpentier en "Tientos y diferencias"(8), es fácil advertir que se ha producido un resurgir de este sub-tipo narrativo.

Seymour Menton(9), identifica los rasgos característicos de esta Nueva Novela Histórica así como las causas de este rebrote narrativo. Entre estas últimas señala, como la más importante, la proximidad del Quinto Centenario que ha implicado una revisión de los lazos históricos con la metrópolis, así como un cuestionamiento de la historia oficial. Señala además que la gran cantidad de textos de este tipo que hacen referencia a hechos próximos al año 1492 bastarían para justificar esta afirmación. Desde "El arpa y la sombra" de Carpentier, donde Colón es el protagonista, hasta "Crónica del descubrimiento" del uruguayo Alejandro Paternain, que plantea la conquista al revés protagonizada por indios que viajan a España, el año 1492 magnetiza con sus aconteceres los argumentos. Es innecesario repetir cómo esa fecha gravita sobre la novela que hoy nos ocupa.

No sólo el propio Aguinis ha hecho referencia expresa a las fuentes y estudios históricos que fundamentan su novela (Confrontar Actas del Congreso de Escritores Judíos de Buenos Aires, 1993)(10), sino que varios críticos se han dedicado ya al chequeo cuidadoso de dichas fuentes (Cfr. Egon Friedler) (11), (Cfr. Revista Davar) (12). Es por lo tanto innecesario insistir en este aspecto.

Recordemos que el referente histórico concreto de la narración es la situación de los judíos en España. En "Evolución e historia del Judaísmo Sefaradita" (13), publicación de la Organización Sionista Mundial se reseña diacrónicamente esta situación. Quizás el momento crucial para dar arranque a esta historia se remonte al siglo XIV en el que, después de haber gozado los judíos de una situación de apogeo y de haberse dedicado a la filosofía, la ciencia y el misticismo, la crisis social y económica produce una gran persecución anti-judía como modo de obtener fondos apropiándose de los de la colectividad. Aparecen así, como corolario de las matanzas de 1391, los primeros marranos y conversos.

En el siglo XV Enrique III ordenó el restablecimiento de las Juderías, pero este siglo fue signado por las conductas contradictorias de los sucesivos monarcas que hicieron posibles situaciones tales como que, por un lado, Pablo de Santamaría fuera el tutor del joven rey Juan II, y por otro, Catalina, la Reina Madre, ordenara la reclusión de los judíos en barrios, o que el Congreso de Tortosa, en 1429 instrumentara medidas contra los conversos que practicaban en secreto su religión. Es justamente a fines del siglo XV cuando los Reyes Católicos descargan sobre los judíos la peor desgracia: la implantación de la Inquisición encarnada en las míticas figuras de Torquemada, el padre Barberisse y Mendoza. En 1480 comenzó a funcionar el Tribunal del Santo Oficio al influjo de las teorías racistas de Juan Huarte de San Juan que atribuye a los judíos una deformación genética en virtud de su alimentación y penalidades experimentadas.

Finalmente en 1492, año del descubrimiento de América, y año del surgimiento de la Primera Gramática de la Lengua Castellana de Antonio de Nebrija, se firma el Edicto de Expulsión del Territorio Español. En el siglo XVI Portugal es presionado para sumarse a la Expulsión y es así que muchos judíos llegan a América, pero no logran escapar al largo brazo de la Inquisición. Sabemos que hubo ya marranos que llegaron con Colón, que los hubo con Cortés y entre los primeros colonos de Centro y Sudamérica. Sabemos también que en 1539 en México ya hubo un auto de fe contra los marranos y que en 1550 ya había Tribunales del Santo Oficio en todas las colonias, instalados en palacios.

El punto álgido de la acción de la Inquisición en América se produce a mediados del siglo XVII, concretamente en 1639, en Lima, más de 700 judaizantes estuvieron implicados en un auto de fe. El que haya leído "La gesta..." sabe a qué nos estamos refiriendo. Aguinis centra su novela en los sucesos de América a través de la familia Maldonado da Silva, pero, a través de la utilización de la discontinuidad temporal en la modalidad del flash back, va introduciendo todos los antecedentes europeos a los que hemos hecho referencia. Cuando analicemos el ordenamiento temporal de la novela explicaremos los alcances de esta reconstrucción histórica minuciosa.

El paratexto título

Gerard Genette (14) definió el paratexto como todo elemento, autógrafo o alógrafo, que rodea al texto y que permite acceder a él. Entre todos los paratextos posibles (título, dedicatorias, epígrafes, prólogos, epílogos, notas a pie de página, comentarios editoriales, solapas, etc.) el título es el que ha merecido mayor atención de parte de críticos y creadores. Es ejemplar el estudio que de este elemento hace Carlos Reis (15), pero es sin duda ilustrativo el primer capítulo de "Apostillas a "El nombre de la rosa" (16) de Umberto Eco, llamado, justamente "El título". Allí entre un sabroso anecdotario de los avatares del creador a la hora de lanzar su texto al mercado y elegirle un nombre que le permita vincularse con el lector, Eco formula, como al pasar, una teoría de la titulación. Esta teoría podría expresarse a través de tres grandes tipos no excluyentes y combinables: los epónimos, que son aquellos que dan cuenta del nombre de uno o más personajes de la obra ("Hamlet"), los emblemáticos que son aquellos que dan cuenta de las instancias argumentales principales del texto ("Los días de la Comuna de París") y los simbólicos que dan cuenta de situaciones fundamentales del texto a través del uso de una metáfora o un símbolo ("Rayuela").

Hacemos referencia a estas clasificaciones de la titulación porque creeemos que la novela de Aguinis plantea situaciones interesantísimas ya desde este aspecto. En principio se nos presenta claramente como un título emblemático. En efecto, en él se nos anticipa el núcleo argumental del relato como las situaciones de tipo heroico que debieron sufrir los marranos. Para ello recurrimos al sentido de "gesta" como composición literaria en la cual se narran las hazañas o hechos memorables de un individuo o un pueblo. Esto significa el "cantar de gesta" como variante de la epopeya y en este sentido el "Poema de Mío Cid" resulta un ejemplo elocuente. En este sentido interesa citar a la propia novela. En el final del capítulo 1ro., p. 13 (todas las citas se harán en base a la edición de Planeta de febrero de 1993) el narrador expresa: "Medio siglo antes de la espectacular matanza, el médico portugués Diego Núñez da Silva, padre del futuro mártir, había llegado al oasis de Ibatín. El bucólico entorno apenas insinuaba el comienzo de una epopeya" (los destacados son nuestros).

En cuanto al término marrano éste es una expresión despectiva aplicada a los judíos por los no judíos. Para los judíos, en cambio no tiene nada de despectivo sino que por el contrario simboliza la tragedia de los convertidos a sangre y fuego. La etimología de este término es confusa y da lugar a múltiples interpretaciones. Aguinis cita el término marrano por lo menos en dieciséis ocasiones en la novela (pp. 12, 71, 87, 88, 100, 111, 114, 139, 278, 280, 286, 329, 343, 347, 351, 352) y esto habilita a confrontar versiones.

Al comienzo del libro, en la página 12 aparece una nota a pie de página que explica el término: "Calificación injuriosa aplicada por el populacho a judíos y musulmanes convertidos al cristianismo que mantenían lazos con su antigua fe...".

Algo más adelante, en la página 71 y durante el arresto del padre, la palabra pasa a integrar el repertorio de términos "fuertes" que Francisco escucha y es asociada a una lista cuya unidad semántica radica en asociarse a crímenes.

En la página 87 y en la extraordinaria escena del matadero, la palabra adquiere una significativa bisemia. Por un lado es "marrano" el cerdo muerto, con lo cual se anticipan los tormentos de los judíos. Francisco inocentemente se suma al coro. Por otro lado son marranos ellos, él y Diego, perseguidos por la misma furia homicida y los mismos cuchillos asesinos que el animal.

En la página 88 aparece una significativa toma de conciencia: su hermano le explica que él también es un marrano: "Marranos nos llaman a nosotros... Marrano le llaman a nuestro padre".

En la página 100 Diego corre la misma suerte de su padre y así es epitetado: "es un marrano apestoso de 19 años".

En la página 111 Francisco Solano visita el pueblo. Fray Isidro le aclara que no hay relación entre ser marrano y adorar cabezas de cerdo, o no comer cerdo. Fray Isidro representa a un sector sano del clero, ése que siempre existe aun en las comunidades más terribles, ése que se resiste a compartir el prejuicio. "Hablan así los cristianos ignorantes e irresponsables".

En la página 114 se observa cómo la sociedad asume en su conjunto el sentimiento de estar habilitada para denigrar a los marranos: "cada vecino se sentía autorizado -y obligado- a opinar sobre los parientes de un marrano".

En la página 139 Francisco se autoflagela. Parte de ese castigo es llamarse a sí mismo "marrano": "Indigno, hijo de hereje. Eso, hijo de hereje, marrano inmundo, eso, marrano inmundo." Inconcientemente lo que Francisco quiere domar y silenciar es su voz interior en la cual pugna por asomar lo judío. Su padre y su hermano han padecido por ello, por tanto él sabe lo que le espera y quiere doblegar a golpes una judeidad aflorante.

Aquí se produce una significativa ausencia del término, en el primer período en Lima. Esto se asocia al momento en que Francisco abandona toda fantasía mística sobre el papel de la Iglesia y descubre azorado todo el horror de la Inquisición, su padre lo instruye en el judaísmo. Estamos en el centro del proceso.

En la página 278 será un Inquisidor vocacional, Andrés Juan Gaitán, quien habla de un "enemigo interior que se llama marrano".

En la página 280, casi al comenzar la etapa de Chile, aparecen los portugueses como centro del problema, hecho que, como vimos, tiene un exacto correlato histórico. Lorenzo le comunica que le conviene marcharse: "Todos los portugueses son traidores y entregadores. Todos son marranos".

En la página 286 es nuevamente Francisco quien se hace cargo de la palabra, pero lo hace consciente y orgulloso: "todos éramos marranos, es decir carne de verdugo", afirma cuando se dispone a santificar el Shabat.

De allí en más es habitual que se incluya en la nominación. En Iom Kipur afirma: "Los marranos necesitamos..." (p. 329), y en Pesaj dice "Los marranos cumplíamos" (p. 343).

Desde aquí a la autodenuncia, la circuncisión y la asunción pública de su condición de judío lo cual cierra el proceso creciente. Comprende lo que no entendía en la niñez como simbólicamente comprenderá el valor del Shemá en la llave familiar.

Cecil Roth en "Historia de los marranos" establece una serie de características comunes escrupulosamente expresadas en la novela de Aguinis. A modo de ejemplo digamos que Roth señala que en las familias cripto-judías es usual la práctica de que la fe se trasmita de padres a hijos (Diego-Diego-Francisco),que los criptojudíos están en todas partes y detrás de nombres sonoros y familias linajudas (Cfr. el caso del Séder de Pesaj al que asiste Francisco en Chile, en el capítulo 109 de la novela. Allí descubre a personajes insólitamente judaizantes, como el propio visitador eclesiástico Juan Bautista Ureta). Roth también destaca que un contingente importante abandonó España y Portugal del siglo XVI en adelante (éste es exactamente el origen de Diego Núñez da Silva y su familia). También importa que los marranos colaboraron con los holandeses en sus guerras contra los españoles y contra los portugueses en el Norte de Brasil. (A este respecto recomendamos releer el capítulo 91 de la novela donde tiene importancia fundamental el personajes de Van Spielbergen.)

Hace referencia además a que la religión y las creencias de los marranos sufren variantes con respecto a las de sus antiguos correligionarios. Debido a su propia situación Roth refiere que "hicieron poco hincapié en los ritos judíos y concentraron sus esfuerzos en los Mandamientos y las Festividades. La novela acumula ejemplos de lo anterior. Recordemos la festividad de Iom Kipur en el capítulo 106, el Séder de Pesaj en el 109 o la Circuncisión de Francisco en el capítulo 115.

Roth explica también cómo muchos de los marranos fueron educados en colegios católicos. Tal es el caso del propio Francisco que recibe de los dominicos su educación-doma. Podemos agregar además que en América Latina los judíos portugueses tuvieron presencia notoria en Brasil y Argentina, itinerario recorrido por Diego da Silva. Si alguien quiere seguir verificando coincidencias puede recurrir al trabajo citado. Comprobará hasta qué punto Aguinis conoce el envés de la historia de los criptojudíos en Europa y América. De modo que el valor emblemático del título queda ampliamente certificado. Es una gesta y recoge la presencia de los marranos en su valor total, su historia, su modo de vida, sus creencias.

Pero debemos admitir que el término "gesta" se presta a una interesante bisemia que nos permitiría evolucionar hacia una concepción emblemática y simbólica del título. "Gestación" y el verbo "gestar" están asociados a un proceso de desarrollo del embrión que culmina en un nacimiento y, metafóricamente, a proceso en general con sentido evolutivo. Y efectivamente Francisco Maldonado experimentó una gesta de su ser marrano. Toda la novela no es otra cosa que el camino que se abre paso desde la ignorancia de la condición real de judío hasta la aceptación y la muerte por ese ser. Pero en el medio se dan las crisis lógicas que implica conocer, comprender, aprender, desear.

Esta es la historia profunda de la novela. El camino interior del héroe no para vencer a los enemigos exteriores, sino para vencer a los internos, para reconciliarse con su historia y su identidad. En la medida en que Francisco se plantea el derecho de ser quien es sin aceptar presiones o dogmatismos representa una aventura universal anunciada en el paratexto epígrafe. Esta dimensión simbólica de la novela nos lanza inmediatamente en dos direcciones:

1. La reflexión en torno a los paratextos epígrafes que señalan dimensiones variadas de la novela.

2. El señalamiento del brillante camino estructural que Aguinis elige para aunar fondo y forma del proceso de Francisco Maldonado en su tarea épica de ser él mismo y redimirse en lo personal y en lo colectivo.

El paratexto epígrafe

Se desdobla en dos dedicatorias. Una referida, no al personaje si no a la persona de Francisco Maldonado da Silva "que defendió heroicamente el arduo derecho a la libertad de conciencia". Esto deja claro que este paratexto atiende a señalar los aspectos éticos de la novela y se vincula con la literatura como militancia a la que hacíamos alusión en el primer apartado de este trabajo.

La otra dedicatoria tiene carácter familiar "A mi padre que enriqueció mi niñez con animadas historias y se hubiera emocionado con ésta". Aparece aquí un referente estético nada despreciable. Por un lado la recuperación de la oralidad como origen de todo hecho literario. Esta conciencia nos enseña a narrar respetando el sentido de la trasmisión de generaciones adultas a jóvenes generaciones como forma de enseñar y recrear simultáneamente. También adquiere especial importancia cuando esta trasmisión oral sustituye otras formas de aprendizaje socialmente prohibidas, situación claramente connotada en la novela y en muchas de las instancias de la historia del pueblo judío. Umberto Eco señala en "Lector in fábula" (17) (y lo retoma en muchos textos posteriores como "Los límites de la interpretación" (18) o "Seis paseos por los bosques narrativos" (19) la existencia, en cualquier acto de enunciación artística de un Autor Empírico (la persona real) y un Autor Modelo (la máscara narrativa, el narrador) que se dirigen a un Lector Real (la persona del lector) pero en búsqueda de un Lector Modelo (aquél concebido como el destinatario perfecto de la narración, aquel capaz de decodificar ciento por ciento las estrategias del Autor Modelo).

Es casi imposible que ambas modalidades de lectores coincidan y por tanto el Lector Modelo existe en realidad como horizonte de aspiraciones del narrador. En este epígrafe que analizamos el Autor Empírico, Marcos Aguinis, ha elegido un Lector Modelo, su padre. Si recordamos a los héroes de la novela, padre e hijo, empeñados en decodificar un alfabeto real y simbólico que permita acceder a claves íntimas de conocimiento y transmitir la historia personal y del pueblo judío, no vacilaremos en ver en esta dedicatoria un espejo ficcional. Pero además el valor estético del epígrafe se ve reforzado por el carácter de auto-definición que lo inviste. Aguinis habla de "animadas historias", es decir, etmológicamente, historias con alma. Y habla del efecto "catarsis" como uno de los objetivos de la narración: "Lo hubiera emocionado".

 

Los pliegues de la lectura

Artículos publicados en esta serie:

(I) Leer, buscar y encontrar (Rosa Márquez, Nº 61).
(II) Umbrales del texto (M. E. Burgueño y S. Viroga, Nº 61).
(III) Aprendiendo a leer (Rosa Márquez, Nº 63)
(IV) Cuatro pasos en el leer (Héctor balsas, Nº 63).
(V) Comprensión lectora (Rosa Márquez, Nº 67)
(VI) Personaje, no persona (M. E. Burgueño y S. Viroga, Nº 84).
(VII) La muerte de la lectura (Héctor Balsas, Nº 84).
(VIII) Los estilos de recepción (Michael Glówinski, Nº 87).
(IX) Don Quijote y sus antinomias (James A. Parr, Nº 89).
(X) Lectura de vacaciones (M. E. Burgueño y S. Viroga, Nº 92/93).
(XI) El género como medio de comunicaión (James A. Parr, Nº 95).
(XII) El árbol de la letra y el carnaval de la escritura (Gabriel Saad, Nº 119)
(XIII) Lectores en vez de reconocedores (Héctor Balsas, Nº 135)
(XIV) La cocina del Diccionario (Héctor Balsas, Nº 151)
(XV) Lunfardo, aquí y allá (Héctor Balsas, Nº 155)
(XVI) Ducasse y la profananción retórica (Diego Techera, Nº 157)
(XVII) La construcción de una novela. "Delmira" de Omar Prego (Mericy Caetano, Nº 160)
(XVIII) El concepto de ficción (José Saer, Nº 161)
(XIX) El gallo (Antonio Risco, Nº 162)
(XX) El discurso del huevo (Antonio Risco, Nº 164/65)

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