co-incidencias

La magia de la pelota

Edgar Allan García

Para Desmond Morris el juego de Pelota es la representación de una caza recíproca y mutua: cada equipo de jugadores (o partida de caza) trata de marcar un gol enviando la pelota (el arma) a una portería defendida (la pieza).

Si bien resulta interesante esta perspectiva, mucho más lo es aquella que nace de los referentes míticos: Andrés Ortiz-Osés nos dice, por ejemplo, que el juego de Pelota o "potolli" de los aztecas era parte de un ritual re-generativo pues el "esférico" simbolizaba al Sol, hijo-paredro de la Madre Tierra, al que los héroes "estimulaban energéticamente a puntapié limpio".

Pese a lo expresado por Ortiz-Osés, la mayoría de las versiones coinciden en que la única parte del cuerpo que no podía entrar en contacto con la Pelota era precisamente el pie, de ahí que los codos, la cabeza, las rodillas o los hombros, forrados con piezas de pedernal, tenían un papel protagónico. Lo que es indudable es que el juego de Pelota -en que se enfrentaban los bravos zutuhíles con los heróicos tojolobales- era una tradición sagrada en la cultura maya y, al igual que en la cultura azteca, estaba relacionado con la llegada de los solsticios y equinoccios. Para tener alguna idea de su trascendencia, destaquemos que durante este ritual no se consideraba que los hombres se estaban enfrentando entre ellos, sino que eran los dioses quienes combatían entre sí, a través de las acciones realizadas por los jugadores: por ello su desenlace no estaba circunscrito al campo de juego sino proyectado a la fuerzas de la naturaleza y del cosmos. También los arahuacos de Haití jugaban al "batey" utilizando las caderas, los codos y las rodillas: la Pelota estaba hecha de una resina y los partidos eran realizados en un estadio rectangular dividido en dos partes iguales. En cambio los huitotos de Colombia extraían la Pelota del jugo del árbol de caucho y -según A.D. Jensen- ésta era considerada al mismo tiempo un fruto y el juego -en el que se usaban también con los hombros- era tenido por un ritual de gran trascendencia relacionado con la fiesta anual de la cosecha. Los huitotos aseguraban que la Pelota les había sido entregada por el Padre o Nainuema -aquel que soñó el mundo y lo hizo posible- y con ella la palabra sagrada, la palabra del árbol de caucho: "estas palabras no las olvidamos y con ayuda de ellas jugamos a la Pelota." También los timicúas de Florida practicaban el ritual de la Pelota, según narra el cronista René de Laudonniere: "en un árbol que han plantado en mitad de la plaza, que tiene una altura de ocho o nueve brazas, colocan un cuadro de madera y gana el que toca la Pelota en él en el transcurso del juego." La presencia del árbol como Centro del Mundo marca la relación simbólico-mítica que se establecía durante este ritual que Laudonniere confundió con un "juego" simple: a tal punto rebasaba el ámbito lúdico que el sínodo de 1681 prohibió dicho juego "por las supersticiones, adivinaciones y abominaciones que de él resultan." Los araucanos o mapuches practicaban otro "juego" de características singulares: ya sea con paja prensada o con vejigas de animales infladas de aire a manera de Pelota, escribe Manquileff, jugaban desnudos y en rueda, lanzándosela entre ellos con un golpe de la palma de la mano, a fin de pegarle al otro con la liviana Pelota, y al tiempo de esquivarla con suma rapidez cuando sucedía al contrario. Los mapuches también jugaban al trümun: algo más parecido al indor-fútbol, con cuatro jugadores en cada equipo, quienes con los pies empujaban o pateaban la Pelota hasta marcar los cuatro tantos que proclamaba vencedor a uno de los bandos. El fútbol que aún hoy practican los gahuku-gama de Nueva Guinea, contrario a todas las reglas deportivas modernas y a la noción de ganar a como de lugar, tiende al equilibrio entre ganadores y perdedores: los nativos juegan durante los días que fueren necesarios para que los partidos ganados y perdidos de cada equipo se equilibren con exactitud, lo que demostraría que se trata un ritual que representa tanto el equilibrio como la armonía de los elementos del universo. Los sioux tienen por su parte un ceremonial que nos recuerda algunos juegos infantiles: Black Elk rememora que desde un rincón una niña "pura y sin oscuridad" toma una Pelota previamente bendecida que representa al mundo y, al mismo tiempo, al Gran Espíritu o Wakan Tanka, "pues el mundo es su morada"-; la niña, con la mano derecha lanza la Pelota en dirección a las Cuatro Regiones: Este, Oeste, Norte y Sur, siempre empezando por la región por donde nace el sol; todos los guerreros que han rodeado a la niña, en medio de un gran bullicio se lanzan a atrapar la Pelota: el favorecido obtiene un caballo u otros regalos de similar valor; la quinta Pelota es lanzada hacia arriba y, una vez atrapada, devuelta al centro, que es cuando termina la ceremonia. Black Elk explicó en alguna ocasión a sus descendientes que cada vez que cae la Pelota, con ella desciende la bendición y el poder del Gran Espíritu sobre el pueblo sioux, y que cuando la Pelota vuelve al centro, es el augurio de que un día no muy lejano los sioux volverán a encontrar su centro en la Tierra.

Anotemos finalmente que entre los juegos populares ecuatorianos hay uno de características eminentemente solares: la llamada pelota "venenosa", que está hecha de alambres y trapos y que una vez empapada en alcohol se la enciende para jugar con ella durante noche del 29 de junio, en las fiestas de san Pedro y san Pablo, esto es, en pleno del solsticio de verano, a pocos días del Inti Raymi que, de paso, se celebra desde mucho antes de que los incas llegaran a esas tierras. Con estos breves ejemplos podemos constatar que lo que llamamos "juegos de Pelota" provienen en realidad de milenarios rituales que encarnan símbolos de enorme trascendencia para la humanidad, y que acaso ahí esté la clave de aquella pasión que despiertan todos los juegos de pelota, pero en particular el fútbol.

 


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