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Cinco siglos de judeoespañol

Hugo Rocha

 

El porvenir del judeoespañol es incierto. La "shoah" y la aculturación han reducido drásticamente la población hablante, concentrada en Israel y constituida exclusivamente por "olim" de Turquía, los Balcanes y Africa del Norte; los de América Latina hablan español común. La mayor valla en el camino de la supervivencia del lenguaje la erigen los propios sefardíes en sus mentes, a pesar de lo cual algunos apuestan a su supervivencia como testimonio de una rica cultura popular y vehículo de una literatura digna de ser mejor conocida.

Noble lengua ladinada
con que lloró Sion
y a ti, España la posada
nido de consolación.
(Miguel de Unamuno)

A la memoria de Camelia Shahar y Nesim Isaac

El extranjero que sin ser un miembro de la diáspora que ha hecho su "aliá" (subida) a la tierra prometida, se establece temporariamente en este país, y decide ahorrarse dura faena de aprender "ivrit", pronto descubre que aquí se hablan muchos otros idiomas además del inglés, lingua franca heredada del mandato británico de Palestina. Kol Israel, la emisora estatal israelí, emite programas en catorce idiomas, entre ellos uno en español, pero un español sefardí (1), muy distinto del que está acostumbrado a escuchar en su pago y, por cierto, en cualquier otro del vasto ámbito ocupado por nuestra lengua en el mundo contemporáneo.

Lo viejo y lo nuevo

Con sorpresa al principio, y luego con un deleite que crece y se intensifica a medida que va siguiendo la audición diaria "Akí Yerushalayim", oye hablar su lengua nativa de un modo que suena familiar y al mismo tiempo, remoto. El léxico es de pura cepa castellana, como lo prueban los frecuentes arcaísmos: "ainda", "buraco", "alkunya" (apellido), "enshemplo", "magüer", "muncho", "aljófar" (perla), "enflorecer", "fraguar" (construir), "güezmo" (aroma), "labrar" (bordar), "yazimín" (jazmín), "topar" (encontrar), y curiosos coloquialismos: "pircurar" (procurar), "mosotros", "nochada buena" y el enternecedor "hijicos" con que se designa a los niños pequeños. Abundan los préstamos de otros idiomas: "parás" (dinero), "bureka" (empanada), "rakí" (anís), "bilbil" (ruiseñor), "haber" (noticia), "amán" (piedad), "maví" (azul), "charsí" (mercado), del turco; "mazal" (suerte), "simán" (fortuna), "javer" (amigo), del hebreo: "hazino" (enfermo), "embezar" (aprender), "meldar" (leer), del árabe marroquí, y la multitud de galicismos, algunos encantadores como "abajur" (postigo) y "bijú" (amada), otros innecesarios ("konosensia", "maturidad", "mizura", "dispozar", "eclatar", "encorajar") y unos pocos tan malsonantes como "reushidad" (triunfo) y, hélas, "desvelopar" y "desvelopamiento" (desarrollar y desarrollo). El colega uruguayo Nesim Isaac nos explica que son necesarios a fin de uniformizar el lenguaje para que lo entiendan los sefardíes de distintos países. Al mismo designio responde el sistema de transcripción fonética adoptado por la revista Akí Yerushalayim, una de cuyas características es el uso de la "k" en lugar de la "c" dura, para evitar la confusión con el turco, donde esa consonante suena como la "ch" española.

Es, sin embargo, en el área fonética donde se advierten las más notorias diferencias: la "h" aspirada; la "sh"; la "j", la "s" y la "z" pronunciadas como en catalán o francés. Todo eso confiere al judeoespañol un encanto muy particular, que se aprecia especialmente en el canto y las "consejas", que con tanta gracia cuenta Camelia Shahar en el viejo estilo de los narradores orales en las plazas de pueblo.

La joya secreta

Por ese lado empieza una nueva etapa, la más fructífera, en la exploración del sefardí: la de su función de depositario no solo del idioma que se hablaba en la España del siglo XV, sino también de una riquísima cultura popular que los españoles de confesión mosaica compartían a título completo con los católicos y musulmanes. La intolerancia que coincidió con el annus mirabilis de la conquista de Granada y el descubrimiento de América desembocó en la decisión de los Reyes Fernando e Isabel de expulsar a los judíos que rechazaran la conversión, destino que después seguirían los moriscos en aras de una imposible "pureza de sangre" que solo sirvió para privar a España de valiosos recursos humanos y retardar su progreso.

La severidad del edicto real impidió a los expulsados cargar con sus bienes, que debieron malvender, igual que sus casas, antes del plazo inexorable fijado para lanzarse al mar en busca de asilo, pero no podía prohibirles que se llevaran, abrigados en los entresijos de la memoria y el sentimiento, la fe, el idioma, las cantigas y consejas oídas en el seno del hogar y, en fin, todo el tesoro de civilización contenido en el refranero, en los humildes menesteres de la medicina casera, la crianza de los hijos, las artesanías, la cocina y demás destrezas indispensables para preservar la vida familiar y comunitaria de un pueblo sin tierra. Si el apego a los ritos y las tradiciones ha sido la piedra angular de la supervivencia del pueblo hebreo a través de los milenios, no cabe duda que la posesión de un idioma y una cultura tan fuertes sirvió de escudo defensivo y prenda de identidad para los sefardíes.

Un idioma del hogar

Aquí estamos tocando uno de los secretos de la conversación del judeoespañol: en gran medida, fue obra de las mujeres, recluidas dentro de la casa con los hijos y obligadas a ingeniarse para mantenerlos y entretenerlos, mientras los hombres de la familia salían a trabajar y aprendían el vernáculo y otros idiomas necesarios. Responsabilidad amorosamente asumida: fueron estas mujeres, probablemente analfabetas en su mayoría, las que mejor que cualquier Academia se encargaron de limpiar, pulir y dar esplendor al idioma. Fueron ellas, también, las que trasmitieron, de boca en boca y de generación en generación, las canciones y los romances antiguos, muchos de los cuales desdeñan el género épico-heroico en favor de cantos de cuna y de boda, rondas infantiles, historias de amores y diálogos íntimos entre madres e hijas. En su deliciosa "Flor nueva de romances viejos" (1938), don Ramón Menéndez Pidal recuerda con admiración las hermosas versiones de esos poemas populares aún cantados en las comunidades judías de Africa del Norte y el Cercano Oriente.

El español hablado por los sefardíes, que hoy se ha acordado llamar "judeoespañol" (aunque no se ha desechado la designación de "ladino") ha sido conocido igualmente como "judezmo", "españolit", "jaquetía" en Africa del Norte y simplemente "español" en Turquía (2). ¿Es un idioma, una jerga o un dialecto? La cuestión queda limpiamente zanjada por los filólogos del Instituto Arias Montano de España:

Desde el punto de vista de la intralingüística judía, el español sefardí es una más entre las varias judeolenguas, pero desde el punto de vista hispano es un dialecto, o mejor dicho, un complejo dialectal, dadas las diferencias existentes entre las distintas variedades geográficas. Hay también, naturalmente, variación temporal, que se traduce en un progresivo apartamiento de la base histórica: el español peninsular del Renacimiento, anterior a los profundos cambios desarrollados a partir del siglo XVI. (…) Pero, con el paso del tiempo, esa base histórica ha sufrido la evolución que es normal en toda lengua viva, de donde paralelamente ha resultado un carácter profundamente innovador. Al no haber estado refrenada esta evolución natural por ninguna norma oficial, ha generado un acusado polimorfismo.(3) Aunque se le conoce también como "ladino", esta es una calificación errónea. El ladino propiamente dicho tiene una clara definición técnica: es la "lengua calco" utilizada para "ladinar", o sea traducir literalmente en lengua latina los textos litúrgicos hebreos, siguiendo estrictamente las acepciones y el orden de palabras del original. No es un lenguaje oral, sino un instrumento didáctico empleado para la enseñanza del hebreo escrito mediante la comparación, palabra por palabra, con el español.

Efectos de la diáspora

El polimorfismo del judeoespañol derivó naturalmente de la diversidad de países donde se radicaron los españoles expulsados en 1492. En primer lugar, se dirigieron a Portugal, donde fueron bien recibidos hasta que, por presión de la corona española, el rey Manoel I ordenó su expulsión. Muchos fueron a la gran colonia americana de Brasil, y algunos se contaron entre los fundadores de la Colonia del Sacramento en lo que dos siglos después vendría a ser el Uruguay. La diáspora portuguesa llevó a Amsterdam a la familia en que nacería el filósofo Spinoza. Otros marcharon a las colonias inglesas, francesas y holandesas del Caribe: los antepasados de Jorge Isaacs, autor de "María", la novela nacional colombiana, procedían de Jamaica. Y hubo conversos que cometieron el error de llevar sus familias a las colonias españolas. El novelista argentino Marcos Aguinis reelabora en "La gesta del marrano" la dolorosa historia del Dr. Francisco Maldonado, que vivió en Tucumán y Santiago y fue quemado vivo en un auto de fe en Lima. Importantes contingentes eligieron el sur de Francia y los grandes centros comerciales y financieros italianos de Génova, Turín, Milán y Venecia.

En general, sin embargo, los expulsados optaron por alejarse lo más que fuera posible de su ingrata patria para acogerse a la hospitalidad del enemigo histórico de la cristiandad, el Imperio Otomano, que entonces dominaba el oriente y el mediodía de la cuenca mediterránea y la región balcánica. La política de la Sublime Puerta alternaba, en su tratamiento de los pueblos sometidos, la extrema crueldad con una amplia tolerancia de sus particularismos culturales, a condición de que todos pagaran los tributos que se les imponían. El sistema administrativo de los "millet" concedía a los distintos grupos étnicos cierto margen de autonomía en el manejo de sus asuntos internos, que incluía la conservación de su lengua, religión y sistema educativo, y el nombramiento de sus propios dirigentes. Para los sefardíes, se trataba de una versión benévola de las juderías y aljamas de España y Portugal. En ese hortus conclusus el judeo español llevó una vida vegetativa de cerca de tres siglos, modificándose lentamente al compás de la evolución de las comunidades que fueron creciendo, a pesar de los ocasionales brotes de violencia racista, en Estambul, Esmirna, Salónica, Sarajevo, Sofía, Monastir, Ragusa (Dubrovnik), Alejandría, Rhodes, Jerusalem, Safed y hasta la remota Damasco.

La diáspora sefardí impulsó la mayor expansión de una lengua romance desde la época romana. El resultado, para el judeoespañol, puede definirse como "una gradual y equilibrada fusión de diversos componentes lingüísticos: el hebreo-arameo y el hispánico medieval (con su componente arábigo) fundamentalmente, a los que se añaden el turco y los de otras lenguas balcánicas (neogriego, neobúlgaro, serbocroata, rumano), los de lenguas romances de cultura como el italiano y principalmente el francés, el árabe norteafricano, y ya en los últimos tiempos, el hebreo israelí y -paradójicamente- de nuevo el español de España y de Hispanoamérica."(4)

Ruptura del aislamiento

La fuerte influencia del francés fue el fruto de la instalación, en las principales ciudades otomanas, de escuelas de la Alliance Israélite Universelle, que abrieron a los sefardíes las puertas de la cultura, la ciencia, la literatura y la prensa mundiales durante la segunda mitad del siglo XIX, permitiéndoles incorporarse al proceso de emancipación iniciado por sus hermanos ashkenazis en Europa occidental.

El prestigio del francés como vehículo universal de cultura, comercio y diplomacia explica la introducción del gran número de galicismos que perduran hasta hoy. Esa influencia, sin embargo, se atenuó hasta desaparecer casi totalmente con la modernización de Turquía iniciada por Kemal Ataturk, según observó la Dra. Marie Christine Varol-Bornes: "En tiempos recientes, el turco desplazó al francés; su uso se generalizó al imponerse entre los jóvenes, a través de la educación, el servicio militar, la dispersión, la radio y la televisión. En una encuesta realizada en Estambul en 1994 pude comprobar que la lengua de comunicación más usada era el turco con alternancias en judeoespañol. Si las generaciones anteriores se avergonzaban del acento judeoespañol al hablar turco, se ríen ahora del acento turco de los jóvenes cuando intentan hablar judeoespañol."(5)

Habida cuenta de las condiciones en que los sefardíes han preservado su idioma, antes que lamentar su apartamiento del castellano cabe celebrar la firmeza con que ha resistido los cambios. Compárese tal fenómeno con el empobrecimiento y el deterioro que ha sufrido el español, no ya en siglos sino en pocos decenios, a raíz de su contacto con el inglés de Estados Unidos, como se advierte en la frontera mexicana y en los guetos hispánicos de Nueva York y Miami.

¿Cómo explicar la conservación de su idioma por los hijos de una patria dura e ingrata que los arrojaba de su seno y con la que no tendrían comunicación alguna en el futuro previsible?

Una hipótesis plausible podría edificarse sobre la base de las consideraciones que hace Paul Johnson a propósito del Egipto faraónico.(6) Cinco mil años atrás, los egipcios inventaron la escritura fonética, pero prefirieron seguir usando el lenguaje ideográfico pintado en papiros, en parte por su acendrado espíritu conservador, sin duda, pero también porque eran más bellos que los signos cuneiformes incisos en toscos ladrillos de barro cocido que usaban los mercaderes sumerios. Otros comerciantes, más hábiles, los fenicios, impondrán siglos después el alfabeto fonético que utilizamos hasta el presente.

El factor estético

El español, señala un distinguido hispanista, es una lengua muy eufónica; cautiva a los oyentes extranjeros con sus rotundas vocales y consonantes escritas y pronunciadas de un solo y único modo, y supera a todos los idiomas europeos con la riqueza y precisión de su vocabulario. Mientras el español diferencia claramente entre "ser" y "estar", y entre "haber" y "tener", el inglés y el francés disponen de un solo verbo en cada caso. "Sonora, plena de gran dignidad, el habla de una raza de conquistadores, tiene también su lado tierno, ayudado por una gran riqueza de diminutivos. El español ama su idioma y se deleita usándolo. "To talk" (decir) es un verbo prosaico, que significa contar cosas; "parler", de "parabolare", indica la busca de efectos; pero "hablar" es "fabolare", inventar, romancear, disfrutar del goce de la conversación."(7)

Los judíos tenían larga radicación en España: recuérdese a los honrados prestamistas Raquel y Vidas en le Poema del Cid. Aunque representaban una porción ínfima de la población (unos 250.000 en diez millones), habían alcanzado posiciones de privilegio como médicos, comerciantes y funcionarios de confianza de la corona. Gozaban de un alto nivel de educación, habían producido sabios como Maimónides, poetas como Yehuda Halevi e Ibn Gabirol (Avicebrón), amaban el canto y la poesía. ¿Cómo no darles crédito por haber atesorado su lengua natal y haberla conservado como su joya más preciada?

Conservación de un patrimonio

El judeoespañol vernáculo solo es hablado actualmente en Israel, donde los sefardíes auténticos, es decir, los de origen español, componen el 10 por ciento del "yishuv", y en minúsculos reductos que aún perduran en Turquía, Europa y Estados Unidos; se ha extinguido en Africa del Norte y nunca arraigó en América Latina(7).

Sigue siendo un idioma primordialmente oral, y aunque algunos escritores han tratado de dotarlo de una literatura propia, no han logrado éxitos comparables a los de sus colegas que escriben en yidish o, con más razón, en hebreo. El mayor escritor de origen sefardí, Elias Canetti (Premio Nobel de Literatura, 1981) se expresa en alemán, aunque reconoce la influencia de Quevedo y Cervantes. Fuera de una presencia, a veces parcial en periódicos comunitarios o académicos de Turquía, Europa y América, el judeoespañol ve la luz del día en una sola revista de real importancia, Akí Yerushalayim, que ya ha entrado en su vigésimo año de publicación ininterrumpida, dirigido actualmente por Moshé Shaul(8).

Hemos mencionado un nombre clave en la lucha actual por la conservación, difusión y supervivencia del judeoespañol, empresa a la que este hombre ha consagrado todos sus esfuerzos en los campos del periodismo y la docencia durante medio siglo. Alentado por el ejemplo del ilustre profesor Haim Vidal Sephiha, fundador de la cátedra de judeoespañol en la Universidad de París, promueve incansablemente el estudio de la cultura sefardí en las universidades de Israel, dirige la audición y la revista Akí Yerushalayim, escribiendo gran parte del material utilizado, da clases en dos universidades y participa en todos los eventos internacionales relacionados con el tema, que culminaron con la visita a Israel del rey Juan Carlos y la reina Sofía en 1992 y el Congreso Mundial Sefardí, celebrado en Tel Aviv, en 1994.

La preservación del patrimonio cultural sefardí puede considerarse asegurada merced a los trabajos de un gran número de instituciones y estudiosos en Israel, Europa y Estados Unidos. España, que para su honor ayudó a salvar a miles de sefardíes durante la segunda guerra mundial, reconociendo su descendencia hispánica, tomó la delantera con la creación, en 1940, del Instituto Arias Montano, dependencia del Ministerio de Cultura, que emplea a destacados investigadores y publica (en castellano) estudios del más alto nivel académico (En la transcripción del judeo español, el Instituto prefiere la grafía castellana, con el agregado de signos diacríticos para sonidos arcaicos).

En Israel, la obra de relevamiento folklórico fue iniciada por Isaac Levy, músico, cantante, investigador y primer director del programa "Akí Yerushalayim", quien, en los años 50, 60 y 70, recogió en las fuentes, depuró y grabó centenares de antiguos romances y canciones. Importan igualmente los trabajos de otros estudiosos, entre ellos el quinto presidente del Estado, Isaac Navon, lingüista eximio en hebreo y árabe, quien además del sefardí habla el español rioplatense, recuerdo de su estadía en Montevideo como joven diplomático.

El Sr. Navon, precisamente, fue escogido por el gobierno israelí para presidir la Autoridad Nasionala del Ladino, fundada el año pasado con el objetivo de asegurar la conservación y la transmisión de la cultura y la lengua sefardíes. Se han puesto en marcha actividades tales como la preparación de profesores para la enseñanza del idioma a nivel secundario y universitario, la compilación de una bibliografía, la preparación de un gran diccionario hebreo-ladino y la recolección de textos antiguos, muchos de los cuales están escritos en letras "rashi", alfabeto hebreo usado con preferencia al latino hasta mediados del siglo pasado(9).

Incertidumbre y esperanza

La revelación del acervo musical sefardí ha atraído a gran cantidad de cantantes y grupos musicales que han conquistado un público no limitado a las comunidades judías. En Israel las canciones sefardíes se han integrado al repertorio de artistas populares como Rifka Ras y Yehoram Gaon. En España, Victoria de los Angeles rompió el fuego, seguida por el exquisito intérprete e investigador Joaquín Díaz. La venezolana Soledad Bravo es otra digna cultora del canto sefardí. En nuestro país, el conjunto "Noches, noches", dirigido por León Biriotti, con la soprano Valentina, ofreció dos años atrás brillantes recitales que hechizaron a los oyentes por la belleza y autenticidad del repertorio elegido. Un éxito similar obtuvo la argentina Dina Rot en junio del año en curso.

El porvenir del judeoespañol es incierto. La "shoa" y la aculturación de la gente joven han reducido drásticamente la población hablante, concentrada en Israel y constituida exclusivamente por "olim" de Turquía, los Balcanes y Africa del Norte; los de América Latina hablan español común. La mayor valla en el camino de la supervivencia del lenguaje la erigen los propios sefardíes en sus mentes. Una actitud extrema fue registrada por la investigadora Cynthia Crews en 1961, en Salónica: "Sinyora ingleza: si kieresh que vos bendigan los djudíos salonikis, dalde consejos de embezar el espanyol kastilyano i echar en profundidades del mar el jargon abastadreado del djudío espanyol."(10)

Moshé Shaul, más optimista, apuesta a la supervivencia del judeoespañol, al menos en Israel, como testimonio de una rica cultura popular y vehículo de una literatura digna de ser mejor conocida. "Ya no se puede más avlar de una agonía del djudeoespanyol, sigun se usava azer asta ultimamente, sino ke, a la kontra, podemos dizir ke somos testigos del principio de un renasimiento", afirma esperanzado en un editorial reciente de su revista. Si las razones del corazón prevalecieron durante cinco siglos en la diáspora, bien puede ocurrir que sigan vigentes en el hogar nacional del pueblo judío para no dejar morir una lengua que por ahora está muy viva y merece buen mazal.

 

Referencias

1. "Sefardí" deriva de Sefarad, topónimo mencionado en el libro de Abdias (Obadia) del Antiguo testamento, tradicionalmente identificado con España.

2. Un miembro de la comunidad sefardí uruguaya cuenta que cuando su abuela turca desembarcó en el puerto de Montevideo, al oír hablar español, exclamó: "¡Pero aquí todos son judíos!".

3. Iacob M. Hassán y Elena Romero, introducción a "Temas sefardíes, publicación que acompaña al disco "Del cancionero sefardí", grabado por Joaquín Díaz (Madrid, 1981).

4. Ibid.

5. en Sephardica: "Hommage à Haïm Vidal Sephiha", Berna, 1996.

6. E. Allison Peers(6) "The Civilization of Ancient Egypt", Londres, 1978

7. E. Allison Peers, "A Companion To Spanish Studies", Londres, 1919.

8. En Israel se publica un periódico en español, Aurora, dirigido por el periodista uruguayo Dr. Moisés Gerber.

9. En 1948 se descubrieron en España las "jarchas", breves poemas líricos escritos en caracteres hebreos, que databan del siglo XI. (Gerald Brenan, "The Literature of the Spanish People", 1952).

10. En Sephardica, Ibid.

 

Canciones orientales
(De "Temas sefardíes")

Mama, yo no tengo visto
pájaro con ojos mavís
rubio como la canela,
blanco como el yazimín.

¿Quién es ese pajarico
que en mi salón entró:
Pircuró hacerse nido
adientro de mi corazón.

Asentada en mi ventana
laborando el bastidor,
haber nuevo me trujeron
que el mi amor se desposó.

Desposátes, mi querido
confiticos me enviarás:
comeré con amargura
también con mucho dolor

A la una yo nací,
a las dos me engrandecí;
a las tres tenía amante,
a las cuatro me casí.

Dime, niña, dionde vienes,
que te quiero conocer
y si no tienes amante
yo te haré defender.

Abre este abajur, bijú,
abre la tu ventana;
por ver tu cara morena
al Dio daré mi alma.

Por la tu puerta yo pasí
y la topí cerrada,
la llavedura yo besí
como besar tu cara.

Una canción del Siglo de Oro
(De "Temas sefardíes")

Morena me llaman,
yo blanca nací
de pasiar galana
mi color perdí.

Morena me llama
el hijo del rey
si otra vez me llama
yo me vo con él.

Refranes
(De la revista Akí Yerushalayim)

Kuando el pishkado está en la mar, no invites djente a senar.
La ambre abolta el pan en karne.
Pan i keso kon amor y no geyna kon dolor.
Ken mete kara, kaza, y ken no, keda en kaza.
Asta ke al riko le viene la gana, al prove le sale l’alma.
Ni djustisia vale sin ley, ni ley sin djustisia.
Azno kayado, por sabio kontado.

Una conseja
(De Akí Yerushalayim)

Al tiempo de la Inkizision Espanyola, un djidio, ke los papazes avian konvensido con las buenas i con las "negras" a baftizarse, estaba asentado a la meza komiendo, viernes en medio día, kuando entró el papaz, ke estaba aziendo un djiro de inspeksion.

En efekto los papazes usaban ir a kontrolar si los djidios konvertidos se komportaban sigun las reglas de la nueva religion. Dunke el papaz entró y kualo vieron sus ojos? El djidio (ke ya no era mas djidio), esta asentado a la meza, enfrente de un buen poyo asado.

"Ma komo?", le disho el papaz, "estas comiendo karne oy? En día de viernes? No saves ke es defendido?". A esto el djidio respondio "Esto no es karne, es pishkado." "Komo?", le disho el papaz, "No eshtoy viendo yo ke es karne?". "No", le reshpondio el djidio. "Esto era karne, ma agora se izo pishkado", "Komo?", le respondio el papaz. "Muy simplemente; le echí enriva un poko de agua salada, le izi la de kuatro tres veces, y le dishi: "Eras karne i te izites pishkado; eras karne y te izites pishkado; eras karne y te izites pishkado. I se hizo pishkado, y agora es pishkado! Propio como me izites a mi kristiano, en baftizandome kon unas kuantas gotas de agua santa."

 


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