Dolencia, enfermedad, afección

Sergio Cecchetto

Hasta hace pocos años, hablar de cuerpo, de salud o de enfermedad parecía una invasión realizada por los filósofos y los cientistas sociales a los territorios incontaminados de las ciencias naturales, especialmente los de las ciencias biomédicas.

Sin embargo hoy, casi sin excepción, reconocemos que plantearnos preguntas sobre estos tópicos es lícito, en cuanto el cuerpo, la salud y la enfermedad no son nociones exclusivamente médicas, sino que están transidas -incluso conformadas- por otros fenómenos sociales, económicos, ético-culturales, antropológicos, por los intereses y las preferencias de los distintos grupos humanos, etc.

La naturaleza corpórea

Esta percepción hoy corriente, esta habilitación, la hemos heredado de Nietzsche, pues él fue quien primero propuso una manera especial de filosofar, un filosofar de naturaleza corpórea, un pensamiento fisiológico caracterizado por "la guía del cuerpo", llegando a concebir a toda la filosofía como interpretación y olvido de la corporalidad, proponiendo un reemplazo de la idea de verdad por la idea de salud.

Valga recordar apenas estas frases especialmente llamativas de La Gaya Ciencia, para ilustrar lo dicho: "El disfraz inconciente de las necesidades fisiológicas bajo el manto de lo objetivo, del ideal, de la idea pura, va tan lejos que nos asustamos; y yo me he preguntado muchas veces si, de una manera general, la filosofía no ha sido hasta el presente, sobre todo, una interpretación del cuerpo y un desconocimiento del cuerpo". Y ahora esta otra: "Espero todavía que un médico filósofo, en el sentido excepcional de la palabra -uno de esos que se ocupan del problema de la salud general del pueblo, el tiempo, la raza, la humanidad- tenga por fin la audacia de llevar al extremo mi sospecha y aventure esta frase: en todos los sistemas filosóficos no se ha tratado, hasta ahora, en absoluto de la verdad, sino de algo distinto, digamos de salud, porvenir, crecimiento, poder, vida…"

Después de Nietzsche, y prolongando su iniciativa, intentar comprender el fenómeno de la corporalidad así como el de la salud-enfermedad y sus repercusiones en la vida humana acabó siendo una preocupación corriente para muchas generaciones de científicos del área de las ciencias de la vida y para aquellos que estudian las relaciones que mantienen el cuerpo, la salud y la enfermedad con diversos aspectos culturales. Quiero referirme aquí entonces de manera acotada a una de las aportaciones más interesantes alcanzadas en este terreno en los últimos años, paradigma sobre el cual varios investigadores hemos venido trabajando. Haré hincapié en la idea de enfermedad, pero puede reemplazarse sin problemas este concepto por el de salud sin alterar el enfoque que pretendo defender.

En 1974 Fábrega realizó un estudio antropológico que, en 1978, le sirvió a Favazza y Eisenberg para elaborar un fructífero modelo explicatorio de naturaleza etnomédica. De acuerdo con sus observaciones la situación existencial del enfermar humano contempla tres modalidades, o tres maneras de manifestación, a saber: el sentirse enfermo, el estar enfermo, y el ser considerado enfermo. Estas diferencias básicas del presentarse la enfermedad tienen equivalentes o correlatos terminológicos en distintas lenguas romances y anglosajonas. Trataré de hacer comprensible la cuestión desde este ángulo.

1) Illness (inglés), Kranksein (alemán) podría traducirse por Dolencia o Malestar en castellano. Es aquella forma bajo la cual el propio enfermo sufre su enfermedad, es un ámbito subjetivo en el cual el afectado magnifica o minimiza su padecimiento;

2) Disease (inglés), Krankheit (alemán) podrían equipararse a Enfermedad, en tanto entidad mórbida que es reconocida por los médicos. Las noxas eran clasificadas como "lesiones" anatomopatológicas en el siglo pasado, como "disfunciones" o "agresiones" orquestadas por agentes exteriores (v.g. infecciones). La enfermedad como tal reconoce un agente patógeno, una fisiopatología, una historia natural y una terapéutica -a veces inhallable. Esta perspectiva nos coloca a ojos vista en el ámbito de lo objetivo;

3) Sickness (inglés), por último, encuentra un equivalente castellano en el término Afección. Refiere a la manera en que una sociedad le atribuye a un individuo una cierta enfermedad, a la manera en que una sociedad reconoce a ciertas condiciones como enfermedad y a ciertos individuos como enfermos. Esto significa que los profanos determinan, aprecian y cuantifican el apoyo, la conmiseración o estigma que le implicará su condición de enfermo.

En aras de alcanzar una mayor claridad recurriré a un ejemplo que ilustra la distinción que recién he planteado. Supongamos que Juan González se levanta una mañana "indispuesto": las piernas le pesan, las sienes le laten y se encuentra abotagado. Si decidiera no ir a la oficina tendría que acercarse hasta los consultorios de la Clínica X, para certificar su enfermedad. Pero, podría ocurrir que su indisposición fuera "subjetiva", es decir absolutamente real y concreta pero científicamente inexistente o vaga. En conclusión, su disease difícilmente quedaría corroborada como illness, y su ausencia laboral estaría injustificada.

Imaginemos ahora que Juan González percibe una serie de dolencias inespecíficas para él, pero que un médico adiestrado puede identificar como síntomas definitorios de una patología riesgosa. En este caso la disease de Juan alcanza rango científico, al ser reconocida por un profesional idóneo y etiquetada debidamente. Nuestro amigo entonces puede quedarse "fregado" pero muy tranquilo, porque en la oficina le pagarán el jornal sin ponerle objeciones.

Ahora bien, si el diagnóstico sugerido fue "indigestión" -para hablar en términos vulgares-, la esposa de Juan "condesciende" a aceptar el percance y comprende que el médico le haya "justificado" el día a su marido. El se sintió mal y el médico lo avaló. Uno o dos días en casa y listo, Juan debe volver al trabajo. La mujer de Juan no soportará a ese haragán en la casa, paseándose en bata y pantuflas, con el diario bajo el brazo, digamos que 45 días: una indigestión no le otorga a nadie patente de vago y los vecinos murmurarían y se reirían por lo bajo en el ascensor y en el pasillo del edificio cuando se cruzaran con "el enfermo".

Si, en cambio, la dolencia inespecífica de Juan, corroborada luego por los facultativos, lo invalidara no solo para concurrir hoy a la oficina sino que lo colocara como firme candidato a una licencia prolongada a aún a una jubilación anticipada, la percepción de su mujer y del vecindario se modificaría de manera radical. La seria enfermedad que atacó a Juan les hará sentir pena por el desdichado que, sin remedio, se sumará a las huestes de jubilados mal pagos. Por otra parte, aceptarán que no trabaje, que no haga esfuerzos, que no practique deportes, que no se sulfure, etc.

Resulta obvio, entonces, que la dimensión del sickness es decisiva para que el individuo pueda sobrellevar con hidalguía y reconocimiento social su disease y su illness, por eso conviene saber cómo la sociedad ha construido el sickness de cada patología específica. Esta última es una dimensión que los reportes biomédicos olvidan frecuentemente consignar y que, por lo general, permanece oculta a las miradas menos atentas.

Enfermedad y época

Se ha dicho alguna vez que cada época elige su estilo patológico -así como elige un estilo literario, decorativo o monumental-, que cada una tiene sus males y los asume conforme a las creencias e ideales que le son propios. Así los románticos les convenían la tisis y las fiebres, al medievo las pestes y al hombre del paleolítico los trastornos reumáticos. Sobre este pensamiento sugerente se han montado dos hipótesis igualmente seductoras: la primera señala la existencia de un "destino de las enfermedades" signado por la dispersión de los gérmenes, las mutaciones que los atenúan o refuerzan, el clima, la alimentación, el género de vida, la moda, la aparición de hygieia y de panacea. La segunda hipótesis apunta a la interdependencia entre condiciones patológicas y condiciones generales de la civilización, ya que ambas dependen de los mismos factores geográficos y climáticos, de idénticas costumbres, leyes y principios morales. Las investigaciones emprendidas en base a estas hipótesis nos permiten suponer que cada sociedad "escoge" sus enfermedades y que orienta su "destino" patológico. Como la enfermedad no es tan solo un fenómeno físico al que se le deben atribuir causas materiales, podemos ir aún más lejos y sostener nosotros que el estilo patológico de cada civilización se caracteriza no tanto por una enfermedad dominante como por el sentido que la comunidad le confiere a la enfermedad.

La salud se comporta en términos idénticos a los ya enunciados, y ello permite desplegar un arsenal de conceptos para caracterizar cómo y por qué ciertas condiciones son vividas por los individuos internamente como saludables, otras son aceptadas como objetivamente saludables y otras, en fin, recomendadas como socialmente saludables. No resulta ocioso desde este ángulo preguntarse por el destino y la interdependencia que registra la noción de salud en las sociedades contemporáneas, tarea en la cual el pensamiento puede ayudar mucho más que un elemental vademecum.

 


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