De las edades del hombre
Mario A. Silva García
Eufemísticamente se llama "tercera edad". Tercera edad supone etapas anteriores. Como se ha hecho en la historia universal, como se ha hecho en la cosmología y otras ciencias, el proceso humano es justamente un proceso porque en él se pueden diferenciar, períodos, edades.
el joven es bello, pero el viejo es grande y se ve la llama en los ojos de los jóvenes. Pero en el ojo del viejo se ve la luz.
V. Hugo, Booz endermi.
"Edad" viene de aetas, aetalis, que se supone construcción de aevitas, de aevum = tiempo y la expresión francesa age tiene la misma raíz. En las lenguas anglosajonas encontramos otra modalidad: "Wie alt sind Sie? o How old are you? (Cuán viejo es usted?)
Tanto en lo que se refiere a edades, a etapas, momentos, como quiera llamárselos, en lo que concierne a los seres vivos actuales podemos señalar un fundamento biológico. La vida (toda vida animal) requiere una vida anterior; aquella que se refiere a los progenitores, que del nacimiento lleva a la muerte. Hay así un desarrollo, una evolución, pero hay también un proceso contrario, que comienza en un momento determinado, aunque desigual y difícil de determinar, y que podríamos llamar involución. Ya en 1899, André Lalande, había escrito La Dissolution oposée a LEvolution dans les Sciences Physiques et Morals (Ed. Alcan, París, 1899). Y comienza con una definición: "Entendemos por disolución en cosas que se transforman, toda serie de cambio de sentido contrario a aquellos que constituyen la evolución" (p. 5).
Comencemos por el aspecto biológico. En cualquier ser vivo ocurre un nacimiento y luego un crecimiento. El sistema nervioso y el endócrino desempeñan un papel muy importante. Cuando comenzó a estudiarse el proceso biológico del envejecimiento se comenzó por los tejidos y luego se estudiaron las células. Más tarde se ha variado el enfoque, llegándose al nivel molecular, el colágeno.
La senescencia
No me propongo exponer una descripción del desarrollo, sino centrarme en la meta que aparece en el título: la tercera edad. Para decirlo más crudamente: la senescencia es el resultado de mecanismos propios del ser vivo, al margen del medio. Lo que comprobamos es una baja de las diferentes capacidades funcionales. Aquí intervienen factores genéticos, e intrínsecos, y por otro lado, factores extrínsecos.
No podemos manejarnos con una historia de la vida que tenga en cuenta todas las perturbaciones. Podemos señalar la disminución progresiva de la masa metabólica activa y un aumento de la importancia de los tejidos de sostén. Se ha descubierto que la masa de potasio, que es intracelular, va disminuyendo a partir de los veinte años. Sin poder establecerlo con exactitud, diremos que progresivamente hay, junto a la disminución de la masa de potasio, esta correlación: del metabolismo (la suma de todas las transformaciones químicas de la célula) y el catabolismo, por el cual esas sustancias se destruyen y el anabolismo por el cual se sintetizan nuevos productos. Las primeras funciones son ex-orgánicas, liberan energía y las otras son ender-gánicas: consumen energía.
Se va produciendo una disminución celular que implica una disminución de eficiencia de las diversas funciones del organismo y eso lleva también a un decaer de las defensas.
Sin embargo no se puede establecer una relación exacta entre el envejecimiento y la edad biológica. No es fácil discriminar entre el envejecimiento normal y el patológico.
Hemos mencionado "edades" en la historia. Una corriente que floreció en el siglo XVIII y parte del XIX intentó formular la ley que regía a las primeras. Pero mientras la Historia estrictamente hablando, no se repite y no sabemos si realmente hay una dirección, podemos hablar de una secuencia en la vida humana y en todo ser viviente.
Cuando observamos el organismo humano encontramos células que se renuevan, que pueden efectuar mitosis y otras, como las neuronas, que no pueden lograrlo. De ahí la gravedad (por irreversibilidad) de los trastornos o lesiones neuronales. Aquí estamos frente a las células post-mitóticas. Ellas son fácilmente susceptibles al envejecimiento.
Así Orgen ha formulado la hipótesis de que la síntesis de enzimas necesarias a la transcripción o traslación de la información genética puede perturbarse y eso lleva a la muerte de la célula.
Se ha estudiado desde hace muchas décadas el envejecimiento del tejido conjuntivo en general y se han observado perturbaciones en el colágeno. Allí figura un aumento de la rigidez molecular debido al número de puentes intercelulares.
Medawer ha mostrado que la eficacia de la selección natural disminuye en la medida en que la edad aumenta y resulta fracasada la lucha con los genes nocivos. Sostiene que la senescencia depende de causas intrínsecas de origen genético y de causas extrínsecas.
Puede producirse entonces una desorganización y una reducción en las elecciones utilizables por el organismo y así éste se torna susceptible a las enfermedades degenerativas.
También encontramos una disminución de la secreción de la glándula endócrina, especialmente a nivel de la tiroides. La hipófisis es una excepción.
Pero, en general, resulta difícil determinar la edad biológica, porque no hay otra posibilidad que apoyarse en datos estadísticos.
El objetivo es mostrar la evolución regresiva o involución en las diversas funciones del organismo.
Pero la comparación de las condiciones exteriores ha permitido descubrir los factores ecológicos como la arterioesclerosis en los medios urbanos y sus consecuencias en el envejecimiento arterial. También podemos señalar la deficiencia en los trabajadores manuales en el campo de la memoria.
Eso nos lleva a diferenciar factores intrínsecos, genéticos, con pocas variaciones en una población. Y extrínsecos que se refieren al medio y a factores patológicos. Pero resulta difícil determinar cuándo lo fisiológico se distingue de la patológico. Y Dry siguiendo a Seze y a Ryckewaert señala el envejecimiento de la columna cervical que puede ser muy precoz, incluso a partir del nacimiento. Los trastornos a nivel lumbar, pueden relacionarse con el esfuerzo físico en los trabajadores.
Aquí tropezamos con la confusión entre lo normal y la media de una población. Hay que recordar que pueden encontrarse lesiones de atheroma arterial desde el fin del crecimiento.
El envejecimiento no se da en conjunto y la patología parece residir en la falta de armonía. Y el envejecimiento diferencial parece relacionado con factores extrínsecos.
Sobre este tema aconsejo tomar en cuenta los trabajos de J. Dry (Biologie du vieillessement normal et pathologique. Apud. Confrontations psychatriques, Psycho pathologie de la Vieillesse, Nº 5, París, 1970); de E.D.P. De Robertis, Francisco A. Sáez, E.M.F. De Robertis (Cell Biology, Ed. Saunders, Philadelphia, 1975); las Facetas de la Genética, (Ed. Blume, Madrid, 1978); a P.B. Weisz (Biología, ed. Omega, Barcelona, 1968); A. Kornberg (Síntesis del DNA, ed. Blume, Madrid, 1978) y a E. Driesch (Philosophie des Organischen, Ed. von Quelle & Meyer, Leipzig, 1928).
Evolución e involución
Pasemos ahora a examinar los cambios psicocorporales que se producen en el transcurso de la vida hasta llegar a lo que llamamos tercera edad.
Cuando termina la edad juvenil, termina también el desarrollo orgánico. El hombre puede cambiar su aspecto corporal, puede producirse un ensanchamiento y un engrosamiento, puede dar lugar al tipo que llamamos pícnico. C. Kretschmer (Constitución y Carácter, ed. Labor, Barcelona 1942), distingue: a) El tipo leptosomo (asténico), atlético y pícnico. Este último se caracteriza por "un desarrollo intenso de los perímetros cefálicos torácico y abdominal, tendencia adiposa en el tronco, con mayor gracilidad del aparato locomotor." (p. 30)
Pero aquí no hay nada creador. Psíquicamente sigue progresando la objetivación, la consolidación de costumbres, propiedades y actitudes. La rutina y la automatización imperan. Todo cambio le resulta difícil y predomina la rigidez y el esquematismo. Aparece una auto-educación en que se renuncia a la satisfacción de las exigencias del impulso y predominan los deseos egoístas. Se está buscando la madurez.
Cuando intentamos delimitar lo que se llamaría psicología evolutiva, vemos que da sentido durante un lapso determinado y aquí parece haber terminado. Las distinciones que nos llegan de los romanos siguen teniendo vigencia, distinguimos puerilia (niñez) adolescentia, que es el participio presente del verbo crecer o sea creciendo. Sin embargo una asociación libre, como dirían los freudianos, nos hace pensar en adolecer, en el sentido de sufrir, pero por mi parte no he podido encontrar una conexión etimológica contundente, salvo la referencia a los ritos de iniciación, el pasaje de una edad a otra, que solían implicar experiencias dolorosas. Adolesco, en latín, tiene el sentido de quemarse, pero confieso que no me queda claro, considerarlo como un momento de cambio en la vida.
Aparece luego juventus, edad adulta, término este participio del verbo anterior: crecido.
Virilitas es una edad donde se da la posibilidad de engendrar, el vigor moral y finalmente sexual. Finalmente seneatus (vejez). Según Fliess (el amigo temprano de Freud) se trata de períodos de 4 a 7; y a los 28 la crisis decisiva que llega hasta los 35 en un nivel máximo vital a los 48: un torbellino de rendimiento, y a los 56 el climaterio masculino. Este término que (erróneamente) se reserva para la mujer viene, de Klimax que significa escala, que comienza a descenderse. Hay que separar meno-pausia que se refiere al cese de la mens (mes) y pausia (cese).
A las enfermedades mortales solía ubicárseles después de los 62 años. Y a los 70 el envejecimiento y finalmente la vejez. Términos encubiertos por "hombre de edad avanzada", "hombre o mujer de edad", fórmulas éstas con las cuales se quiere eludir una realidad, penosa.
Pedazos de vida
Tomemos dos puntos de referencia: infancia y senectud. En esa trayectoria hay grandes o pequeñas modificaciones en el modo de pensar y de sentir. Y las crisis por las cuales se atraviesa no siempre son visibles.
Sabemos muy bien cómo las condiciones sociales y económicas pueden influir sobre los niños. Y cuando somos mayores nos complace evocar nuestra infancia, ¿pero fue realmente feliz? Podemos preguntarnos como Darío:
Yo supe del dolor desde mi infancia.
Mi juventud ¿fue juventud la mía?
sus rosas aún me dejan su fragancia
una fragancia de melancolía
Viene a mi mente (y lo digo con plena razón) la confesión de Rousseau: Su padre había logrado un lucrativo trabajo en Constantinopla. Su mujer, asediada por otros hombres, le pidió que volviera. El dejó todo y volvió. "Yo fui el triste fruto de su retorno. Diez meses después, nací débil y enfermo; costé la vida a mi madre y mi nacimiento fue la primera de mis desdichas."
Con los años tamizamos la infancia, idealizamos la juventud, épocas de sueños y de aspiraciones, pero no de logros. Y recuerdo a Antonio Machado y no sé si se refiere a Manuel -o a sí mismo.
"¿Lamentaré la juventud perdida?
Lejos quedó -la pobre loba- muerta.
La blanca juventud nunca vivida
teme, qué ha de cantar ante su puerta.
Y más acá de la juventud, la infancia que aparece en Recuerdo Infantil:
La fuente cantaba:
"¿Te recuerda, hermano,
un sueño lejano mi canto presente?
Fue una tarde lenta del lento verano
Respondí a la fuente:
No recuerdo, hermana,
más sé que tu copla presente es lejana.
Y finalmente:
Adiós para siempre, la fuente sonora
del parque dormido eterna cantora.
Adiós para siempre, tu monotonía,
fuente, es más amarga que la pena mía".
Dejemos la poesía y pasemos a la prosa. Es importante señalar la influencia del medio respecto a la duración de esos pedazos de vida. La sociedad va imponiendo obligaciones y derechos según la edad. El voto, el irse de la casa, el viajar. Todo eso dependía del padre o tutor. Y no hay que olvidar que si "patria" es un femenino, en el fondo hay un poder masculino como se observa en otros idiomas.
Hay que tomar en cuenta la vitalidad personal, las condiciones económicas, la salud, la enfermedad, las situaciones sociales complejas, como las guerras, las revoluciones, las ocupaciones, las dictaduras, etc.
Hay pues, más de una entrada en la vida, después de la biológica, de la cual no nos dimos cuenta, pero fue la primera separación. Muchos procesos vitales los cumplimos por nosotros mismos, pero, ¿hay otros? Estoy pensando en los planteos de G. Lapassade, La Entrada en la vida (Trad. esp. Ed. Fundamentos, Madrid, 1973).
El subtítulo de la obra es: Ensayo sobre la no-terminación del hombre. Lapassade se refiere al nacimiento social. Podemos, sin embargo aproximarlo a lo que Bolk llamó "la humanización del hombre" en "Selección y recuerdo" (Revista de Occidente, Madrid, 1950) ha insistido en lo prematuro y lo inacabado del hombre, que, a nivel biológico, lo distingue de los cambios rápidos de los animales. Esto supone una refutación de la llamada "Ley biogenética fundamental" de Haeckel.
Bolk señala lo tardío de la pubertad en el hombre, comparado con el animal. El curso de nuestra vida es lento porque ha sido contenido. Ya Rousseau había otorgado a la pubertad la función de la intersubjetividad y allí el sexo desempeña un papel muy importante.
Aparecen así diferenciaciones fundamentales, que incluso se traducen en cambios de nombres. Y la pertenencia a un grupo social corresponde a un momento especial. Aparecen intereses sociales y morales.
El título que Lapassade le da al libro, responde al hecho de que el adolescente entra en sociedades cerradas. Y luego pasa de la "familia" a la "sociedad". Gradualmente y en función del trabajo y el estudio se va ascendiendo a lo social.
Nosotros tenemos una Universidad del Trabajo y una Universidad que agrupa diversas profesiones (medicina, derecho, ingeniería, arquitectura, ciencias económicas, notariado, psicología). Siempre se consideró esta última como superior. Y los jóvenes, provenientes de las clases más pobres, se veían forzados a elegir la primera. Cuando repasamos la historia y encontramos la gradación: aprendiz, oficial, maestro, grado al cual se accedía mediante la "obra maestra", que después adquirió un sentido laudatorio. Se entraba en las guildas, las corporaciones, que luego se llamarán "sindicatos". Aparecieron intereses nuevos con la caída de las monarquías y formarán partidos políticos.
Volviendo a considerar la tercera edad, vemos la competencia que enfrenta la vieja experiencia con las nuevas técnicas científicas e industriales. Pienso en este momento en la informática, la computabilidad, etc.
Surge así un problema muy serio; la inadaptación de la juventud a la vida colectiva. Eso puede explicar la abundancia de la delincuencia juvenil, que no es necesariamente consecuencia de la pobreza. La publicidad, la propaganda, tienen una gran acción sobre los jóvenes. Cuanto más adulto es el hombre, más tiende a volverse conservador, a no dejarse impresionar por las "novedades". Estas generan malestar en la juventud, una gran urgencia por apoderarse de lo nuevo y un monto de agresividad es muy frecuente. Lapassade usa el término nietzscheano de nihilismo, que implicando una conciencia atea es más bien una crisis de valores, en la que actualmente vivimos y que suele ser una rebeldía sin causa. Tal vez algunos de ustedes recordarán la película del mismo nombre (Rebel without Cause) que hizo famoso efímeramente a James Dean. Tuvo tanto éxito entre los jóvenes de aquel entonces (1955), que llevó a pequeñas revoluciones en las costumbres. De allí surgieron innovaciones en la música que llevaron al rock. Según Ives Celgas, la divisa existencial (otra palabra puesta de moda en aquella época) era: "Vive joven, muere joven y serás un hermoso cadáver". Más tarde en la misma línea estuvieron Marlon Brando, y Montgomery Clift. Dio lugar a la aparición de los llamados "ángeles del infierno". Hay que tener en cuenta que el primer nombre de Dean era Byron, que fue a morir por la libertad de Grecia. Y Dean murió como había dicho que había que vivir "peligrosamente" (en un accidente). Salvando las distancias diría que hay cierta similitud con lo que fue el Sturm und Drang, aquí en el campo de la música y el baile. Otro representante de esta actitud fue Elvis Priesley.
Todos ellos lograron lo que se proponían: provocar escándalo.
J. Dean, arquetipo del rebelde, el muchacho recién salido de la adolescencia, que tiene todos sus lazos de nivel erótico, en una curiosa mezcla de indefensión, romanticismo y fatalidad. Solo con tres películas labró su fama y la consolidó con una muerte accidental, tonta y trágica. Ella lo transformó en un mito.
Es un modelo de rebeldía que en otras épocas no se hacía conocer. El periodismo tuvo después su parte, pero la promoción la hizo el cine con determinados "modelos".
No puede tomarse en cuenta el teatro, porque el actor interpretaba (en algunos idiomas se dice "jugar") personajes en una trama donde él estaba regido por el dramaturgo. La persona no aparecía sino que se escondía detrás de una máscara: Hypokritos. Y antes que la persona asumiera carácter jurídico, era un artificio para hacerse oír (per-sonare).
Lapassade señala cómo nuestra sociedad manifiesta cierta desconfianza hacia el individuo que lleva "demasiado lejos" la iniciativa y el espíritu crítico. El ideal de la organización es un ideal que caracteriza al conjunto del sistema social.
Llegamos a la conclusión de que "adulto" es un nivel que se puede decir que se ha alcanzado. Y Lapassade termina afirmando el "inacabamiento" de la naturaleza humana. Esta expresión "naturaleza" pierde un tanto su sentido, habría que pensar al hombre como un "eterno adolescente" (de acuerdo al sentido etimológico tan ambiguo como vimos; el que está cambiando, y el que está sufriendo). Y digo esto porque la consolidación puede acontecer muy tardíamente (para los demás) como en Goethe y Tolstoi, Beethoven o muy tempranamente, como en San Pablo y en San Ignacio de Loyola.
Las edades del adulto
Podemos ahora distinguir la edad adulta temprana:
No hay nitidez de límites con la juvenil superior. Hay ya una plena madurez corporal, pero el individuo debe esforzarse para formar su personalidad.
En ese momento (podríamos decir, de tránsito) el eros, el afán de dominio (contenido hasta cierto punto) se manifiesta abiertamente.
No siempre es fácil advertirlo, pero en el amor de ese momento, el respeto por "la madre de sus hijos", hace renacer el antiguo amor materno (las expresiones familiares así lo atestiguan: el esposo es "papá" y la esposa es "mamá". Y puede producirse una idealización de la mujer (no la propia) en que cualquier Aldonza Lorenzo se transforma en una Dulcinea del Toboso.
Los varones tienden a imponerse; renace el padre anterior. Anhela éxitos, ascenso social, consideración e influencia. Es el momento en que se entra en la vida (otra vez) por una carrera, un puesto importante. Entre nosotros, las carreras profesionales sustituyeron la "nobleza" antigua y que a veces se asomaba en los varios apellidos. (Recordemos la obra de F. Sánchez). Lamentablemente en ese momento no se sabe aún si las aptitudes, la vocación y el rendimiento económico irán juntos. En muchos casos puede por desajuste, producirse el fracaso.
Los adultos jóvenes tienen el anhelo de dar a la vida un sentido más profundo y de llenarla con su valor. Suelen ser profundamente idealistas. Pero pueden equivocarse y entonces sobreviene la frustración.
Pasemos ahora a la edad adulta media (30-45). Corresponde a lo que llamaríamos madurez. Es una época de estabilidad ("los dados están echados"). A veces pueden producirse catástrofes financieras, que hacen perder un status conquistado dificultosamente y aunque eso no suceda, hay un retoño de ensoñaciones, de otros tiempos. La memoria, que nos permite evocar el tiempo perdido, también nos trae una carga mala. Es a lo que se refiere León Bloy: sufrir pasa, pero haber sufrido, no pasa jamás.
En la Edad Media el señor feudal llevaba a su hijo al límite de la propiedad y allí lo golpeaba ferozmente, para que recordara el límite de su posesión. Pero no precisamos del señor feudal; nuestra memoria puede ser un látigo cruel. Recordamos lo sufrido y aquí hay que darle al vocablo su sentido originario: volvemos a tomar sobre el corazón-re-cordis. Otras veces la memoria nos trae un pasado que embellecemos y como dijera Manrique: Cómo a nuestro parecer cualquier tiempo pasado fue mejor. Tal vez no. De cualquier manera queremos olvidar y así, como dijera Unamuno, vivimos de contradicciones.
En los Tiempos Modernos hubo un enfrentamiento entre los filósofos que sostenían que había en nuestra alma ideas innatas y otros, los llamados empiristas, que sostenían que la mente antes de la experiencia era una tabula rasa (un papel en blanco). No vamos a discutir esto ahora, pero sí diremos que, al margen de lo genético (que no es imagen), el alma infantil está muy cerca de esa tabula rasa y lo que se va grabando en ella difícilmente se desvanece. Puede transferirse, adquirir una forma diferentes. Y como hay razas primitivas que efectúan mutilaciones, que imponen tatuajes, puede darse eso no en el cuerpo sino en la personalidad entera. Ese momento, como más tarde sucederá con la muerte, es una experiencia que no podemos llevar a la memoria. Señalo, si es que puede llamarse así: que solo el ser vivo envejece y solo el hombre lo sabe.
En la edad adulta media, surge el hombre serio que mira desde lo alto a los jóvenes que empiezan (a los cuales, en el fondo, envidia). Advierte que el pasado crece y el porvenir se empequeñece y presagia lo siniestro. Y no puede ser feliz, porque, silenciosamente es nostálgico. Johannes Hefer cuando creó este término en 1688, formó un término híbrido: algia y algido, en latín, significa frío. Algos es un término griego, es dolor, y el término híbrido significa dolor por el retorno. En Des Nourritures terrestres (Los Alimentos Terrestres), Malanque le dice a Nathänael: "Tu mirarás todo al pasar y no te detendrás en ningún lado. Dite que solo Dios no es provisorio." Y le explica: "Cada deseo se ha enriquecido más que la posesión siempre falsa del objeto mismo de mi deseo."
Y es cierto. Porque cuando el fervor se extingue surge la tristeza. La melancolía no es sino el fervor que ha caído. De ahí surge (y se justifica) el fervor, el hervir. "Nuestros actos se enlazan a nosotros como su fulgor al fósforo. Nos consumen: es verdad, pero constituyen nuestro esplendor. Y si nuestra alma ha valido algo, es porque se ha quemado más ardientemente que otras."
Sí. Eso es verdad. Pero a cierta edad, la de quien, por eufemismo, llamamos persona mayor, de edad avanzada. La memoria hace sentir la vida como un montón de pasiones, ilusiones extinguidas. Y la necesidad que nos lleva a buscar éxitos, puede ser meramente un intento de hacer que todo eso brille, se renueve. Nos empecinamos en recordar lo poco que "teníamos" y se nos escapa el tesoro de "ser" que teníamos, o más bien que éramos. Aquella época en que cada meta alcanzada, era el punto de partida de otra aún no lograda.
Y así llegamos a la edad adulta tardía. Voy a omitir los detalles fisiológicos. Prefiero ejemplos más dichosos.
Goethe terminó el Fausto (aquel que se burlaba de Mefistófeles: "¿Qué puedes tú ofrecerme, tú, un pobre diablo?"), a los 82 años. El Tiziano termina como artista a los 99, víctima de la peste.
Y en vez de apelar a la plástica (pintura o escultura) podemos tomar como modelo la música. Ella nos devuelve el movimiento que es la vida misma. En la Tercera Sinfonía (la Heroica) de Beethoven hay un primer movimiento (Allegro con brio). Un segundo que se refiere a la actitud del héroe ante la Muerte, el obstáculo que no se puede vencer. Detrás el dolor y el llanto. A eso le sigue el Scherzo propio de la vitalidad recuperada y el Cuarto, es el triunfo del arte musical. Son también movimientos por los que la vida transita y cuando llega la más grandiosa, la Novena, su autor hacía veinte años que estaba sordo. La música no pasa por los oídos sino que sale directamente de su alma y expresa su gran regocijo.
Luego de la Fuga, donde aparece y desaparece, el Tercer movimiento, el Adagio, que es casi canción aunque la voz humana aún no ha aparecido. El Cuarto movimiento es la cumbre. Los instrumentos parecen voces humanas y culmina con la Oda a la Alegría.
Es sorprendente que dos genios de la época, en la música y en la filosofía, Beethoven y Hegel, se hayan encontrado en Schiller.
"Extinguíos, millones de seres!
Yo ofrezco este beso al mundo entero!
Hermanos, por encima de la tienda estrellada
Debe habitar un Padre amante.
Y Hegel, al final de lo que es para mí su obra más profunda, La Fenomenología del Espíritu, la ilustra con La Amistad, también de Schiller:
El ser supremo no encuentra nada igual
Del cáliz de la riqueza de todas las almas,
Desborda para él la infinitud.
Tal vez toda vida sea una Sinfonía Inconclusa donde los ámbitos del alma y del corazón humanos han transitado. A Beethoven que la sintió sin oírla, lo llevó a un último intento. Pero nos hace penetrar en lo más profundo, más alto, de todas las palabras.
Y fue entonces, al fin de su vida cuando quiso escribir una Décima Sinfonía y un Requiem, su Requiem.
En 1827, decía tener en su pupitre una Sinfonía enteramente esbozada. Eso parece haberse perdido, pero la enfermedad seguía avanzando y las lecturas finales de Homero, envolvieron sus últimos momentos con una luz jónica. Y el 23 de marzo dice a Schiller: Plaudite amico, finita est comeedia!
Todo había pasado. Las ilusiones, las pasiones, las decepciones, sueños y creaciones se habían transformado en música. Recibió los Sacramentos y llegó el momento del último suspiro. Toda vida está sembrada de suspiros, que expresan paciencia, impaciencia, resignación, alegría. Pero el último algo se separa y se va. En Beethoven fue su última lucha, estrictamente hablando, su última agonía.
Los griegos creían que el alma estaba enlazada a los pulmones (Phrenes) y se iba como un hálito que arrasaba la vida. El cielo también se había conmovido y se unía al dolor. Se desencadenó una terrible tempestad. Beethoven blandió su puño; no podría culminar su obra. Y el silencio que lo había envuelto corporalmente amortajó su alma. Como el Príncipe de Dinamarca podría haber dicho: The Rest is Silence (el resto es silencio). Tal vez se encontraron y se comunicaron en el silencio de un modo que no podemos comprender. Tal vez, aunque parezca paradojal, el silencio se escucha, en el sentido originario de escuchar, de auscultar, oír el corazón y comprobar la vida. Cuando alguien duerme podemos admitir que sueña. Cuando muere, tal vez también lo haga.
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